Desde aquella altura teníamos una perfecta panorámica del valle de Sil, con la ciudad de Ponferrada en la lejanía. Mas a la derecha unas enormes nubes blanca salían de unas especies de chimeneas que en principio tomé por alguna central nuclear y mas tarde supe era la central térmica de Cabrillos.
Y algo mas abajo y sobre todo mas cercanos, los negros tejados de pizarra de las casas de El Acebo. A dos aguas, aquellas cubiertas asemejaban la típica construcción de las estaciones de esquí. Pero no, allí no existían ni remontes, ni telesillas, ni nieve en polvo. Al contrario. El día y el sol eran inclementes con nosotros, la tremenda bajada nos tenía ya medio rotos y sabíamos que apenas andábamos a mitad de camino de aquella terrible etapa.
Pero la proximidad de la pequeña aldea nos recordaba que sería el punto donde almorzaríamos aquel día, con lo que fuimos bajando raudos, pero con extremo cuidado las ultimas rampas hasta la primera calle del pueblo.
El Acebo, en un primer vistazo se me antojó un aldea decrépita. Con muchas casas desabitadas y como abandonadas. Solo sus tejados ofrecían buen aspecto, aunque ya vistos desde mas cerca, no era tal, sino que contribuían al aspecto de dejadez del conjunto.
Enfilábamos a las 12 del mediodía la empedrada calle Real, también en cuesta abajo, y llegamos hasta el ayuntamiento donde una fuente de rica y fresca agua, con el continuo murmullo de su chorro, nos reconcilió un tanto y nos devolvió la esperanza de que el tormento sufrido hasta el momento en aquella dichosa bajada, estuviera tocando a su fin y que en adelante la cosa fuera mas suave. Vana ilusión. A la altura de aquella pequeña plazoleta, las construcciones eran mucho mas bonitas, como si algún plan de reforma integral del pueblo avanzara lentamente calle arriba.
Alcanzamos un bar, el Mesón El Acebo, bastante concurrido a tenor de la cantidad de peregrinos que se encontraban a su puerta. Entramos y nos encontramos con un local bastante bien surtido y lleno de gente almorzando en sus mesas. Optamos pues por ocupar unos sitios libres en la barra y sobre todo por descarga nuestras espaldas de las pesadas y engorrosas mochilas.
Un par de camareras atendían diligentemente el garito e inmediatamente nos sirvieron unos helados refrescos que nos supieron a gloria bendita. Debieron vernos dubitativos a la hora de elegir bocadillos, por lo que nos aconsejaron tomar el bocadillo "Especial de la Casa".
Tengo ya una pila de años. Tal vez mas de los que a mi me gustaría contar. En todo este tiempo he comido... miles de bocatas. De chorizo, de jamón, de Chopeed... ¿Qué sé yo...? ...millones de bocadillos, Bueno, pues el bocata especial del Mesón El Acebo... EL MEJOR DE TODOS.
Entre un pan esponjoso y muy cumplido de tamaño, reposaban calentitos, recién hecho, atún, huevo duro y tomate, todo ello rebozado y frito. Así, simplemente leido de pasada, con la distancia, y la duda que puede entrañar en los mas escepticos, aquellos que siempre han creido que el bocadillo de tortilla de patatas de su mama es el mejor del mundo... debo deciros, jugando con la palabra, que aquello era realmente "Bocata di cardinale".
El único "pero" que podría ponerle a este delicioso manjar fue que la sorpresa y el hambre que traía, me nublaron un tanto el juicio, me dediqué a devorar, olvidando incomprensiblemente hacerle una foto a tan extraordinario "entrepa". Y a falta de foto del "Especial de la Casa" pongo hoy una vista de Ponferrada desde aquella terrible bajada de la terrible montaña.