domingo, 31 de agosto de 2008

The last shadow puppets

Curioso grupo, que intentan darse un look a lo Beatles. La balada sin ser nada del otro mundo se deja oir y su ritmo llega a ser agradable... igual que sucedía con el mítico grupo de Liverpool.

STANDING NEXT TO ME

sábado, 30 de agosto de 2008

El asombroso viaje de Pomponio Flato

Nuevo libro salido recientemente, en este año 2.008, del escritor barcelonés Eduardo Mendoza, que se está especializando en novela cortas y desenfadadas. En esta, de solo 174 paginas, nos presenta a un caballero romano, de origen patricio y de la Orden Ecuestre, como no se cansa de proclamar nuestro protagonista intentando darse pisto y recobrar su lustre perdido, caído en desgracia desde hace tiempo por su impulso natural de apoyar siempre al perdedor en cualquier ámbito de la vida, ya sea política, guerra o cualquier simple banalidad. Y que además le empuja inexorablemente a emprender ridículas y peregrinas aventuras que no siempre acaban bien, como en la actualidad en que habiendo viajado a Oriente a la búsqueda de un río cuyas aguas se dicen milagrosas, han obrado en él, mas que milagros, unos molestos, ruidosos y maloliente efectos secundarios. De esta guisa, enfermo y sin dinero, acaba uniéndose a un Tribuno romano en misión por Galilea, llegando a Nazaret cuando los sacerdotes del Sanedrín juzgan por asesinato al carpintero del pueblo, de nombre José, y cuyo hijo, un muchachito de apenas 12 o 13 años llamado Jesús, encarga a nuestro pomposo protagonista una investigación con la idea de exonerar a su inocente padre. Mas que encargo es un auténtico marrón, rozando casi el chantaje... pero así es el niño... un tanto particular.
Con estas premisas el libro va desgranando las pesquisas del infortunado romano que, con mas pena que gloria, avanza en la investigación topándose con movimientos nacionalistas revolucionarios, tramas inmobiliarias, cabezotas judíos recalcitrantes en sus convicciones y costumbres, siempre a la búsqueda de su Mesías, y también con un buen numero de personajes que a todos nos sonarán y nos serán familiares.
El humor es la clave en esta obra, con lo absurdo de las situaciones que se plantean, y lo que hace diferente a este es la ocurrencia de su autor en situar una acción de suspense y misterio, casi policíaca si el protagonista no fueran tan patán, en plenos albores del Siglo I.
Sale airoso Mendoza, con un libro desprovisto de la petulancia, sin ningún intento de parecer importante como se dan otros autores, y esta misma falta de seriedad, esta comicidad hacen de él un entretenido pasatiempo, con una lectura agradable y muy simpática que mueve muchas veces a la sonrisa, y que por su corto contenido se lee facilmente en solo un par de días. Ideal para pasar el verano con una simpática lectura.

viernes, 29 de agosto de 2008

!! Peligro, Chinches ¡¡

El Monasterio de San Zoilo, imponente pero cerrado a aquella hora de la tarde, como suele ser habitual, solo nos permitió fotografiarlo por fuera. Y fue cuando reiniciábamos el camino de vuelta cuando me fijé en que las piernas de Javier ofrecían un curioso aspecto, con algunas ronchitas rojas que, aquí y allá, surcaban su piel, y dí la voz de alarma. Esperanza fue la primera en dar con el nombre del problema... !! Las chinches habían picado a Javier ¡¡ El drama que se originó a continuación es difícil de explicar. Solo había que ver el rostro compungido de este hombretón de mas de 50 años, a punto de soltar la lágrima, preguntándose como había podido suceder tal desastre. Las conjeturas de donde había sucedido el desaguisado, dieron paso al qué hacer en estos casos, y luego a qué podría curar aquellas feas señales. La visita turística había acabado abruptamente. Javier marchó corriendo hacia el albergue para revisar sus ropas, por si los "huéspedes" aún seguían entre nosotros, mientras que Esperanza corría en busca de una farmacia donde comprar algún medicamento o ungüento que calmara el escozor que se le había declarado a su marido nada mas verse las piernas. Yo quedé encargado de comprar algunas vituallas para la cena, que realizaríamos en el albergue, y al hacerlo, en el super, encontré unas plantillas para zapatos que aunque finas y poco consistentes podrían aliviar mis doloridos pies en las cochambrosas botas.
Me entretuve mas de la cuenta sacando numerosas fotografías, y al regresar a las inmediaciones del albergue entré en Santa María del Camino para una visita de su interior, pero la misa que se estaba celebrando en esos momentos me impidió moverme a mis anchas. Tras una rápida ojeada al conjunto y una breve plegaria, me encontré en mi paseo de regreso con una antigua casa en la que en una placa se indicaba que era el lugar de nacimiento de Don Iñigo Lopez de Mendoza, el famoso Marqués de Santillana, escritor y poeta del siglo XV autor de las "Serranillas".
Volví al albergue donde no encontré al matrimonio vasco, pero aproveché el tiempo para recoger nuestras ropas tendidas y ya secas, así como en tomar algunas notas para mi diario sentado en la terraza junto a otros peregrinos. También noté que en nuestro cuarto nos había tocado con un numeroso grupo de jóvenes gallegos. Aquello era una auténtica novedad, e íbamos a dormir con personal nacional otra vez, cosa que no sucedía desde hacía mucho tiempo. A las ocho y media volvieron los vascos, que habían aplicado una pomada a las picaduras, habían encerrado toda la ropa de Javier en bolsas, ropas que no pensaba volver a usar en adelante, y se habían ido a misa, precisamente a la iglesia que yo había visitado sin verlos. Javier pensaba que las chinches habían hecho su agosto con él en el albergue de Boadilla, en aquel corralón en que habíamos dormido, y recordaba que durante la noche había buscado una manta para cubrirse con ella. Lo curioso es que los tres habíamos dormido en el mismo sitio, que los tres lo hacíamos dentro de nuestros casi herméticos sacos de dormir, y solo a él habían picado los molestos bichos. ¿Acaso la piel de los vascos es de mejor calidad que la de los levantinos? ¿Acaso el ADN y el RH vascos son especiales como propugnaba el Leendakari Arzalluz hace años?... ! Pues será eso... ¡
Durante la cena, que consistió en bocadillos de jamón serrano con el ya archiconocido queso de Esperanza que al fin pudimos acabar, observamos en una abarrotada y concurrida mesa vecina como un brasileño, veterano pero con un punto aún seductor, vacilaba a unas alemanas echando un pulso con ellas. Hacía como que se dejaba ganar, aunque un par de ellas podían perfectamente haberlo descoyuntado si se lo hubieran propuesto a tenor de las dimensiones que tenían las muy condenadas. También la monja hospitalera se acercó hasta nuestra mesa y nos hizo un comentario sobre la etapa del día siguiente, diciéndonos que a la mitad de la famosa recta de 18 Kms. hasta Calzadilla un avispado había instalado una especie de bar y que el recorrido ya no era tan atroz como siempre se había dicho. Le señalamos que el hospitalero de Boadilla nos había dicho todo lo contrario, con lo que ella viendo que poníamos en duda su palabra... palabra de Dios, pues ella era monja... y de las serias, perdió todo interés en nosotros y se fue... supongo que a echar pulsos con el brasileño.
Seguimos de tertulia un rato mas y al punto los vascos, algo desmoralizados aún por el tema de las chinches, se fueron despidiendo para retirarse a dormir. Yo aún salí fuera del albergue para fumarme un pitillito donde me encontré con el ciclista francés de Saint Jean Pied-de-Port, descubriendo que aunque esa población al pie de los Pirineos navarros y punto de partida en el Camino de la mayoría de extranjeros y de muchos españoles, a pesar de la distancia que les separa de las vascongadas, se sienten indentificados con el entorno abertzale, de ahí que pudiera entenderse perfectamente en vasco con Javier. Y como "nunca te acostarás sin saber una cosa mas", una vez adquirida esa pequeña porción de culturilla general y con el deber cumplido, yo también enfilé de nuevo las escaleras subiendo con el canto de los pies por no molestar a mis dormidas ampollas, me aseé en el baño, recogí algunas cosas en la mochila, me puse los tapones de cera y maldiciendo a todas las chinches que pudieran existir entre Burgos y León, me dormí como un bendito, aunque durante la noche los dolores de piernas me dieron algún que otro disgusto.

jueves, 28 de agosto de 2008

Carrión de los Condes

La una del medio día, un sol inclemente, un sendero polvoriento y pedregoso, un terreno árido sin un solo árbol en todo lo que abarcaba la vista que diera un minimo de sombra y aún varios kilómetros por recorrer hasta alcanzar nuestro final de etapa. Fue una hora de duro caminar, ya que las fuerzas empezaban a ser escasas, y solo pudimos entretenernos cronometrando nuestros pasos gracias a unos mojones kilométricos que junto a la carretera iban desgranando los numeros, y controlando los relojes vimos que nuestra regular marcha iba realizándose a un ritmo de 12-13 minutos por Km.
Poco después de las dos de la tarde un enorme mural decoraba el muro de la ermita de la Piedad, representando un colorista Pantocrator que nos daba la bienvenida en la primera calle de Carrión. Poco mas allá, al final de otra de las calles vimos, de lejos, el Convento de Santa Clara donde sabíamos existía un albergue llevado por la monjas clarisas, pero continuamos puesto que se encontraba demasiado alejado del centro de la ciudad. Unos centenares de metros adelante llegamos hasta una gran avenida donde unos restos de una antigua muralla, de la que sobresalía una especie de torreón en el que hondeaba una enorme bandera con la cruz de la orden templaria, nos indicaba que andamos cerca del centro histórico de la población. Y por fin en una callejuela junto a la plaza de Santa María, llegamos hasta el que mas nos convenía, el albergue parroquial, donde una monja argentina, de pelo corto y canoso y vestida de manera informal nos dió la bienvenida indicándonos los servicios y precios de que constaba el lugar, selló nuestras credenciales y antes de llevarnos a nuestras camas nos informó de las reglas del lugar. Tras la "lectura de cartilla" subimos dificultosamente hasta el primer piso, donde tomamos posesión de nuestras respectivas camas, liberando nuestras doloridas espaldas del molesto peso de las mochilas, los pies de las aprisionantes y recalentadas botas, y el resto del cuerpo de las sudadas prendas que llevábamos. Rápidamente a los aseos para, tras una pequeña cola en la que Javier hizo migas en euskera con un joven ciclista vasco francés de Saint Jean Pied-de-Port, para por fin darnos la reparadora ducha por la que habíamos suspirado durante 25 Kms.
Pareciera como que por el sumidero del plato de ducha, ademas del agua jabonosa, corriera todo el cansancio acumulado a lo largo de la jornada, así como los malos pensamientos, los momentos duros vividos durante la etapa y todo el mal rollo que ocasionan momentos puntuales del día. Revitalizados, pero no nutridos, optamos por no lavar la ropa hasta la tarde y salir a buscar restaurante donde comer y beber algo bien fresco. Lo encontramos en un establecimiento llamado La Corte, que estaba justo enfrente de la bonita iglesia de Santa María del Camino, románica del siglo XII. Pero dejando la visita para mas tarde, preferimos emprenderla con una arroz blanco marinera, con algunos mejillones, almejas y trozos de pescado; y de segundo un bacalao con tomate, para rematar con un buen helado de vainilla y un café.
Reconstituidos mente, cuerpo y sobre todo estomago, faltaba el alma. Y que mejor que la famosa iglesia por la que habíamos pasado ya dos veces sin detenernos. Solo pudimos en esta primera visita admirar su portico lateral, que con unos grandes arbotante le daban un aspecto recio y porticado. En su friso y arquivoltas infinidad de pequeñas esculturas del viaje de los Reyes Magos, de la Epifanía, de los ancianos del Apocalipsis y otros relacionados con el Tributo de las Cien Doncellas.
Regresamos al albergue, donde pusimos una lavadora con nuestras ropas y yo intenté utilizar mi movil, que aún enchufado directamente a la red me daba problemas para poder establecer comunicación con MD. Entré en cólera con el asunto del móvil y cuando salimos de nuevo para la visita turística al resto del pueblo, llevaba la determinación de que si encontraba alguna tienda de teléfonos, compraría uno nuevo para acabar con el problema... A grandes males, grandes remedios. Por cierto... no he hablado de mis ampollas... Estas estaban bien, en su maximo esplendor, pero no me dolían salvo cuando pisaba alguna piedra, y eso ya sería de nuevo a la mañana siguiente.
Nos detuvimos en un bar para tomar unas coca colas y charlamos con el dueño y los paisanos del lugar que nos contaron que ciertas infraestructuras prometidas por el gobierno en cuanto a carreteras y mejores comunicaciones nunca llegaban, y cosas por el estilo. Cruzamos la calle para visitar la Iglesia de Santiago, de magnífica fachada, pero cerrada al culto y reconvertida en sala de exposiciones de arte religioso, la cual visitamos larga y detenidamente.
Luego hasta el puente sobre el rio Carrión, que daba nombre al pueblo. Lo de los Condes, viene dado porque era el pueblo de dos condes que casaron con las hijas del Cid, para mas tarde ambos traicionar al Campeador lastimosamente. Desde el rio, que llevaba abundante agua, podía verse dominando el lugar, el Santuario de la Virgen de Belén, y se adivinaba entre los altos sauces que crecían en las margenes del Carrión los edificios del majestuoso Monasterio de San Zoilo y del hotel de lujo que se construyo al lado. Hacia allí nos dirigimos dando un paseo por un agradable paseo arbolado.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Necesaria aclaración

Espero que el final de la entrada de ayer, en un excusado sin agua ni papel, no haya provocado el espanto de mis pocos lectores (si es que aun queda alguno por ahí). Confío en que el mito en que me he convertido, que he forjado a lo largo de tantas paginas, aún se mantenga en pie, ya que solo fue un intento de incluir suspense y el punto de drama oportuno que requería el relato. Solo una licencia literaria. La cosa no fue para tanto, pues, yo hombre cabal donde los haya, es posible que hubiera cometido el error de partir a esta aventura sin reparar en el estado de mis botas, es posible también que no cuidara con esmero mi propia salud ingiriendo sucesivamente dudosos zumos de naranja, agua de fuentes algo insalubres, recalentados quesos vascos indebidamente conservados o pequeñas barritas de muesli con las mismas horas de sol a cuestas que nuestras propias cabezas. Pero, como decía, una mente preclara, organizativa y previsora como la mía no podía haber pasado por alto el llevar un rollo de papel higiénico para estos casos, con lo que, desde luego con algo de problema pues no había tenido necesidad de él desde 2.004 y se deshacía en mis manos con demasiada facilidad, haciéndome recordar con no poca nostalgia el stock del Elefante de la Tia María de Castrojeriz. Pero no quepa ninguna duda, querido lector, que salí airoso, como salvo en honrosas excepciones es habitual en mi.
Salí pues de aquel horrible lugar, entré en el aseo de señoras, que sí disponía de agua, me lavé y con un ultimo rictus de asco y repelus por el mal rato pasado me uní a mis compañeros que andaban enfrascados con una paisana, un tanto extraña, que insistía en que la acompañáramos a hacer una visita turística a la cercana Iglesia de San Martín de Tours, (demasiado nombre para lo que era aquello) y nos vimos metidos de lleno en el negocio de "tours operator" que tenía montado la arpía aquella con los ingenuos peregrinos a los que se les ocurría detenerse en aquel aborrecible pueblo. La visita fue corta pues la cosa no daba para mucho. La propina de tres euros demasiado generosa a mi entender, y recomendándole que cuidara su prosa por el bien del "bussines" que iniciaba, ya que palabras como "poblema", "ritablo" o "istranjeros" no eran propios de una guía turística, y sobre todo, lo mas importante, que debía quitarse el sucio delantal que portaba y esconder mejor la escoba y el recogedor, pues denotaba a la legua que era la mujer de la limpieza de la parroquia y eso no daba buena imagen, tras lo cual nos fuimos a seguir nuestra caminata.
Una hora después alcanzábamos Villalcázar de Sirga devolviéndole al camino todo el esplendor y la grandeza que le correspondía, ya que con su magnifica e inmensa Catedral templaria volvía el Románico y la Historia con raciones de la mayor calidad. Santa María la Real nos tuvo extasiados durante mas de una hora contemplando y escuchando las explicaciones de un joven guía, por cierto veraneante en Torrevieja y Benidorm, que nos fue enumerando e indicando los diferentes sepulcros de reyes en piedra policromada que allí se conservaban, didácticas informaciones sobre los numerosos retablos de los altares y capillas, y sobre todo en la de Santiago, donde pudimos admirar la talla de madera de Santa María la Blanca, imagen que inspiró al rey Alfonso X El Sabio las famosas Cánticas a Santa María, y que estudiábamos en el colegio cuando eramos pequeños. Habíamos tenido suerte ya que, según nos informó, la imagen había vuelto hacía muy poco de una exposición en Milán donde había permanecido varios meses.
Algo mosqueado pues las pilas de mi cámara se agotaron en el momento menos propicio, no tuve mas solución que comprar el libro de la iglesia dejándome allí unos 10 €. Es lo que tiene la tecnología digital, que cuando mas la necesita te deja tirado.
Bastante tarde según el horario previsto salimos de aquella localidad con la seguridad de que habíamos pasado por otro de los lugares emblemáticos del francés, y de nuevo al árido y sofocante paisaje para acabar cuanto antes aquella etapa de 25 Kms. que nos había ofrecido dos incomparables joyas arquitectónicas con la única nota discordante de aquel aseo infecto.

martes, 26 de agosto de 2008

Tierra de pan y agua llevar

Tras el café del Manolo, solo tuvimos que andar cien metros para encontrarnos con la famosa iglesia de San Martín del Camino. Fue realmente espectacular contemplar aquella joya del románico español, mandada construir en 1.066 por la viuda de Sancho el Mayor de Navarra y varias veces restaurada muy pulcramente. El sol iluminaba timidamente los tres maravillosos absides circulares, y con aquella especial iluminación a hora temprana, y con la tranquilidad y paz que había en la zona sin prácticamente nadie a nuestro alrededor, tuvimos la oportunidad de recrearnos en la contemplación de la obra de arte. Lastima que la iglesia estuviera cerrada y no pudiéramos admirar su interior, pero nos contentamos con observar sus mas de 300 canecillos, pequeñas esculturas de piedra que suelen representar bestiarios y otras figuras, que jalonaban todo el perímetros de sus fachadas. San Martín es otro de los hitos importantes del camino francés, y los tres vivimos especialmente aquel momento, conocedores de que estábamos en un punto importante de nuestra ruta y lo disfrutamos como correspondía, casi como una experiencia religiosa, tal y como dice la canción.
Aún tuvimos tiempo de acercarnos hasta otra de las iglesias de Fromista, la de San Pedro, donde la batería de mi cámara, solidarizándose con la del móvil, empezó a dar muestras de agotamiento, lo que supuso un trastorno tremendo ya que debería en adelante utilizar pilas convencionales con el problema de que no podría sacar mas de 10 o 12 fotos sin tener que cambiarlas.
Frómista puede considerarse una de las poblaciones importantes del tramo entre Burgos y León, con muchas cosas que ver y disfrutar, y suele ser un lógico final de etapa. Pero nosotros, con los días muy limitados, debíamos ir adelantando etapas a destajo. Hubiera sido genial poder parar en aquella pequeña ciudad y visitarla con detenimiento, pero no podía ser, con lo que tras sellar las credenciales en una oficina de Información y Turismo iniciamos la salida del pueblo por un tramo de autovía en obras y pronto nos encontramos en los típicos andaderos de la zona que nos llevaban en paralelo a la carretera. Aburrido por la monotonía de los paisajes, que en lugar de vegetación nos ofrecía coches que pasaban a una decena de metros, pero por otro lado discurríamos por terrenos completamente llanos y sin subidas desagradables.
El refranero popular es muy sabio, y para la zona por la que nos movíamos en aquellos momentos, y los siguientes días, era Tierra de pan y agua llevar. Pero nosotros, mas de ciudad, no hicimos caso pensando que encontraríamos algún bar donde aprovisionarnos o almorzar. Craso error, ya que los pueblos fueron pasando lentamente, Población de Campos, Villovieco, cruce de Arconada, Revenga de Campos... y en ninguno encontramos ni tan siquiera una triste tienda, super, panadería o simple bar. Increíble pero cierto, y si no es por unas barritas energéticas y media bolsita de frutos secos que Esperanza llevaba en esa inacabable mochila, nos hubiéramos tenido que conformar con alimentarnos del cálido aire que nos acompañaba. Empecé a reconciliarme con "Manolo" el del bar de Frómista, y si bien recordaba que el billete de lotería no me sacaría de ningún apuro, al mismo tiempo rememoraba la suculenta tortilla de patata que descansaba sobre su mostrador y a la que no le habíamos dado en su momento la importancia debida.
Paisajes anodinos, andadero cerca de la carretera totalmente llano pero lleno de piedras, solo roto cada pocos kilómetros por unos pilones con señales Jacobeas, nada de sombra y para completar el mal panorama, el zumo de naranja del desayuno, el café de Monolo, tal vez las barritas energéticas, con seguridad todo ello junto, andaba empujando con fuerza, con ánimos de salir cuanto antes. Fue un muy mal trance, pues tenía el siguiente pueblo a casi 3 Kms. Nada a mi alrededor para cobijarme y evitar que mi culo fuera visto por decenas de peregrinos y cientos de automovilistas. De como conseguí llegar indemne y con los pantalones limpios hasta Villarmentero de Campos y encontrar una especie de bar en una caseta prefabricada, solo el Apóstol lo sabe... pero llegué, para encontrarme con el aseo y la taza de water mas cochambrosa de los 800 Kms del Camino Francés, y dejo foto para constancia. Pero no estaba yo en situación de ser remilgoso y haciendo de tripas corazón, tomé posesión de aquel reducido espacio en dura pugna con las moscas, la mugre y el asco. Por cierto, no había agua... ni por supuesto papel.

domingo, 24 de agosto de 2008

Mamma mia, de Abba

Canción con una pìla años. Parece que fue ayer, pero hace ya 25 años que el grupo Abba se disolvió. Pero esta canción, y el resto de su exitoso repertorio está de actualidad a raiz del estreno de la pelicula. El ritmo sigue siendo pegadizo, aún y a pesar de los años pasados desde su salida al mercado.

sábado, 23 de agosto de 2008

Mamma mia, la pelicula del musical

Aprovechando el estreno de la película, en lugar de un libro, hoy quiero comentar este film, y casi por obligación, hacer un paralelismo con la obra teatral que estuvo en cartel durante varios años.
Tras ver la película, sobre todo si anteriormente se vio la obra en teatro, uno se queda algo frío. Como esperando algo mas. Un algo que sí tenía la obra teatral... humor a raudales.
No es que la película sea una sosería, pues ya solo con los paisajes de las isla griegas en que está rodada, en especial la escena de la boda en una ermita en lo alto de un acantilado, y el elenco de actorazos con que cuenta, ya vale la pena verla. Ahora bien, el humor que desprendían Marta Valverde y Paula Sebastian, las dos actrices secundarias de la obra vista en el Teatro Lope de Vega de Madrid, ambas irreverentes y geniales, aquí, en el film, brilla por su ausencia y solo consiguen despertar alguna sonrisa y poco mas, sobre todo la bajita. Meryl Steep, a la que hay que alabar por su arrojo y valentía por meterse en un musical de este calibre, del que sale muy airosa en cuanto a canto y baile, pero no logra sin embargo dar la imagen de una madre "hippie y camp" de cuarenta años hoy, ya casi con 60. Y digo que sale airosa del envite, ya que no desentona. Pero muy lejos de nuestra Nina, con su tono cómico-dramático y su esplendoroso chorro de voz que deja a la Streep a años luz.
Curioso sin embargo ver a Pierce Brosnan y a Colin Firth (Stellan Skarsgard me era totalmente desconocido) vestidos con los horteras trajes y plataformas, totalmente kitsch, años setenta, y recordarlos como James Bond en el caso del primero, o en los papeles de clásicos británicos, tipo Jane Austen, del segundo. Menos mal que no les exigen cantar demasiados temas ya que en ese aspecto andan muy limitados los tres, siendo sin embargo un acierto la elección de Brosnan como principal protagonista masculino, pues con su excelente presencia da lustre a la pantalla.
Por lo demás, la película respeta el formato de la obra teatral, con profusión de los colores pastel, azul y blanco, ganando muchísimo con respecto a aquella con la posibilidad de escenas en magnificos exteriores.
Cumple por tanto su objetivo de hacer pasar un buen rato, provocando el movimiento de caderas y el tarareo de las canciones. Sobre todo para los que ya vamos peinando alguna que otra cana, pues la música de Abba nos trae, a casi todos, unos recuerdos especiales, ya que crecimos, o mas bien pasamos nuestra juventud con ellas. Este musical se convierte en un viaje por aquella música, escrita por los dos suecos Benny Andresson y Björn Ulvaeus, y cantada por la morena Frida y la rubia Agnetha, ambas en la época objeto de deseo de mas de uno. Es una obra de un absoluto descaro y de verdadera diversión, aunque el film no haya quedado totalmente redondo. Transgresora y políticamente incorrecta, con sentido del humor, emotividad y grandes dosis de ironía, sin dejar de lado algunos momentos de reflexión.
Por tanto, y a pesar de mis reparos que enumero aquí, puede ser una buena receta contra la tristeza, o al menos una idea excelente para pasar una agradable tarde-noche en el cine, con el aire acondicionado a tope y las palomitas y la coca cola al lado.

viernes, 22 de agosto de 2008

Hasta Frómista

A las 5 de la mañana ya nadie dormía en el albergue. Los extranjeros, por suerte, no "atacaron" durante la noche, pero a esa hora parecía que huían en desbandada. La gran mayoría andaban haciendo ruido al entrar y salir del baño, y preparando sus mochilas para salir corriendo, mas que andar.
Empezamos a dar vueltas dentro de los sacos, intentando recuperar el sueño, pero era imposible. De hecho, los propios dolores de piernas y pies lo impedían, con lo que solo conseguíamos descansar una horita mas. Espero que al relatar mis aventuras, mas bien desventuras, con ampollas, dolores, extranjeros insomnes y kilometradas a pie, nadie vaya a pensar que aquello era un martirio cristiano o una tortura china. Es totalmente cierto que los dolores y ampollas existían, y que te despierten a las 5... jode cantidad. Pero en el Camino hay una extraña fuerza que, en lugar de amargarte o impedirte continuar, muy al contrario, te empuja a seguir. Puede que sea la necesidad de ver las cosas que te quedan por ver adelante, la curiosidad por nuevas experiencias, o tal vez ese tan cacareado Espíritu del Camino. Pero la verdadera realidad es que hasta con las cosas malas... disfrutas. Serán malas, es cierto, pero el lado positivo es que tendrás algo que contar, una experiencia mas atesorada que jamas permitiría que me contaran otros, y que necesito vivirlas en primera persona. Mas que vivirlas disfrutarlas a tope.

Y acabados los pensamientos profundos, no me extenderé mucho en como me confeccioné una nueva piel en los pies, a base de parches de silicona, gasas y esparadrapo, de manera que se minimizaran los efectos de las botas rotas. Seis de la mañana, y al comedor para el reconstituyente desayuno, y cuando volvíamos a recoger las mochilas y miramos al cielo tuvimos una de las mas maravillosas experiencias de las que contaba anteriormente. De noche el cielo ofrecía una espectacular vista de la Vía Láctea. El Camino de las Estrellas se veía tan claro y diáfano que se hubiera dicho que podías haber tocado la infinidad de estrellas, las miles de lucecitas titileantes, y hasta yo que soy un ignorante y un patoso para estas cosas, conseguí divisar y distinguir claramente los carros de las Osas Mayor y Menor en el firmamento. Permanecimos allí unos minutos contemplando aquella maravilla, mientras se nos iban añadiendo nuevos peregrinos, también extasiados ante el espectáculo de la naturaleza. Creo que no he visto, ni volveré a ver una cosa igual, y puedo asegurar que se me puso la carne de gallina por la emoción del momento. Y redundando en lo anteriormente expuesto: De algo malo como es que unos gilipollas te despierten a las 5... resultó algo maravilloso que de otro modo, levantándome a las siete me hubiera perdido.
Nos demoramos un momento en el interior de los dormitorios en el momento de recoger las mochilas. Javier no se encontraba muy bien, sin duda efectos del zumo de naranja tomado al final del desayuno y que se unía, a patadas, a las judías de la cena. Para cuando salimos, con solo 25 Kms. por delante en aquella etapa, había empezado a alborear y todas aquellas estrellas de minutos antes habían desaparecido, como un apagón, como si el Apóstol hubiera accionado el interruptor de maravillas.
Esperanza y yo iniciamos la marcha, aún casi de noche, para que ya nos alcanzara Javier ,mas adelante. Y este lo hizo unos 2 kms mas tarde, cuando ya alcanzábamos el Canal de Castilla, cuyas aguas discurrían plácidamente en paralelo a nuestra senda. El momento también fue memorable, clareando el día, la gente caminando callada por el madrugón y solo el ruido de nuestros pasos y el ligero rumor del agua al correr.
Durante el tramo que nos separaba de Frómista, esa fue la tónica, solo rota por algunas charlas con los matrimonios madrileños con los que habíamos coincidido en la salida del albergue, y por la vista de la ermita de la Virgen del Otero a poco de alcanzar el pueblo. Pero antes, sobre las ocho de la mañana llegamos hasta un sistema de cuatro exclusas enormes, donde el agua caía y pasaba en gran cantidad y con un estrépito inusual. Tanta agua nos cambiaba un poco el paisaje de días precedentes y sobre todo el que nos quedaba aún por recorrer.
Casi paseando fuimos atravesando algunas calles de Frómista, hasta alcanzar una plaza donde encontramos un bar llamado "Manolo" donde nos dimos un nuevo desayuno. Estando ahí en la barra, divisé unos números de lotería de navidad a la venta. Pedí dos, pues siempre cuento con mi jefe para eso, obligando a que los vascos compraran también uno. El tal Manolo, el dueño del bar, cuando nos estaba cobrando los decimos comentó, haciéndonos "el articulo" que siempre conseguía ese numero y que ya llevaba tres años seguidos en que le tocaba el reintegro. A punto estuve de tirarselo a la cara y que me devolviera el dinero... yo con la que tengo encima no necesito que me devuelvan el reintegro... lo que yo necesito es el premio gordo para salir del trance... pero el tio ya se había cobrado y me contuve. Eso sí, inmediatamente empezó a caerme mal el muy gilipollas.

jueves, 21 de agosto de 2008

Natación sincronizada

Tras la ducha... recuento de ampollas. A las dos ya señaladas en los talones debido a mis botas estropeadas, había aparecido también la recurrente ampolla de la planta del pie izquierdo de todos los años. Aunque también como siempre, nada dolorosa y sin liquido. Esperanza ya nos había lavado las ropas con lo que en aquel momento lo primordial era alimentarse y refrescarse por dentro, con lo que nos dirigimos hacia el bar. Pero a las cuatro de la tarde ya no servían comida, con lo que pedimos unas claras de cerveza, unos frutos secos y con el pan que había sobrado del almuerzo y el famoso queso de la vasca solventamos la papeleta.
Nos enrollamos con un irlandés sexagenario que llevaba mas de dos meses en ruta, no porque no pudiera andar, sino porque iba a su bola y si le apetecía quedarse una semana en algún sitio lo hacia y punto... nadie lo esperaba. Al poco llegaron una matrimonio de ciclistas zamoranos que paraban solo para tomar una cervezas y seguían hasta Carrión de los Condes por la tarde, Javier entabló una conversación un tanto técnica sobre bicicletas, lo que aburrió al irlandés quien ni corto no perezoso se fue a bañar a la piscina. A Esperanza y a mi, que lo vimos zambullirse alegremente, nos entró la envidia de inmediato y allá que nos fuimos también. Yo había acarreado desde Alicante un pequeño pantalón corto de deporte, casi un bañador, con lo que no tuve problemas. Pero Esperanza, que llevaba casi de todo... incluso medio queso... no había contado con esta posibilidad y si quería mojarse debería, a parte de mojarse el culo, hacerlo en ropa interior. El primero en entrar de golpe en la piscina fui yo... ! Que sensación ¡ ! Que horror ¡ !!! Que helada estaba el agua ¡¡¡ Sentí como la hipotermia recorría mis extremidades y como avanzaba hasta acometer despiadadamente las partes... llamemoslas nobles. La voz apenas me salía pero aún así conseguí hacerme entender y le pedí a Esperanza que me sacara una foto con mi cámara. La buena mujer no sabía bien su funcionamiento, y tardó una barbaridad en disparar la foto... lo justo para salvarme de la siguiente fase de la congelación, que no es otra que una impotencia sexual crónica... menos mal ¡¡¡ Salí enseguida del agua, y sin toalla, no me quedó mas remedio que sentarme al sol en el césped. Y llegó el turno de la vasca, que se estaba pensando mucho el hecho de mojar su sujetador. Con mas morro que espalda, la vasca se quitó el sujetador y en top less se metió en la piscina enseñando al respetable sus impresionantes y feas tetas. Yo me quedé petrificado. Una alemana que retozaba con los pies en la pileta, se marchó de allí aborchonada, una de las jóvenes coreanas soltó una risita nerviosa y el resto de peregrinos miraron para otro lado cuchicheando entre ellos. Esperanza, ajena a la mojigatería del resto del mundo no paraba de gritar lo buena que estaba el agua, inmune al frío y al espectáculo que estaba dando. Tras mi primer momento de estupor, pues consideraba no era lugar apropiado para "escenas eróticas" de ese calibre, me dio por reírme y tomarme a guasa el baño de la vasca.
De nuevo entrado en calor, me dediqué a sacar fotos de aquel albergue, de la estatua de los peregrinos que presidía el jardín, salí y fotografié el Rollo Jurisdiccional de Justicia del siglo XVI que era juntamente con la Iglesia de la Asunción del siglo XV, lo mas destacable de Boadilla, y ya con mis dos compañeros dimos una pequeña vuelta por las calles del pequeño pueblo. Con un helado crocanti comprado en una pequeña tienda, volvimos hasta el albergue y pasamos el resto de la tarde, escribiendo postales, tomando notas para los diarios, descansando algún momento en las camas y esperando que llegara la hora del turno de cena de los nacionales.
A las ocho y media, nuestra hora, y con alemanes y franceses ya cenados y desfilando hacia las camas, accedimos al comedor donde coincidimos en la misma mesa con un grupo de tres matrimonios madrileños muy simpáticos, y una parejita húngara de recién casados, que solo se enteraron de algo cuando Javier les traducía alguna de las broma dicha en la mesa. De como quedaron los chistes traducidos en ingles nunca lo sabremos... aunque por las caras de "alelaos" de aquellos dos magiares, debieron pensar que eramos un extraño pueblo, que decía estupideces y encima se reían. En cuanto a la cena que estuvo genial por la animada charla con los dicharacheros madriles, deberé destacar una sopa de espárragos, que a pesar de ser de sobre, y hecha para mas de cincuenta, estaba exquisita, luego elegí merluza rebozada, y aún probé un buen plato de judías blancas, lo justo para tener munición por si por la noche, en los dormitorios, los extranjeros nos atacaban con sus flatulencias. El dueño del albergue, un agradable joven con coleta, se nos unió en la mesa, deseoso de entrar en la conversación que manteníamos los nacionales. Nos aconsejó llevar agua y comida para el tramo entre Carrión y Calzadilla de la Cueza, pues eran 18 Kms sin un solo pueblo o fuente. Que un advenedizo había intentado montar una especie de puesto ambulante a la mitad del recorrido, pero que la Asociación local le había obligado a cerrar. Noté en aquello, una especie de corporativismos o coto cerrado, en el que se cuidaba mucho el negocio, incluso entre los albergues de peregrinos, y también que cualquier avispado podía montar un negocio con la intención de ganarse unas perras.
Los tapones en los oídos, muchas dificultades para poder subir a la parte de arriba de la litera con los pies llagados, pero cuando conseguí introducirme en mi saco de dormir, caí rendido esperando el sueño reparador.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Por fin en Boadilla

Pusimos tierra de por medio con las beatas coreanas, y pronto tuvimos ante nosotros una nueva subidita hasta lo que parecía un bonito pinar. Tácitamente acordamos que una vez alcanzada la pequeña cumbre pararíamos a descansar aprovechando la sombra de los pinos.
Dos personas se encontraban descansando bajo los árboles, un extranjero barbudo que al llegar nosotros reinició su marcha y una alemana de muy buen ver, que comía fruta a la sombra. Cada uno de nosotros eligió su propio pino, y de una de las ramas del que le correspondió a Esperanza colgaba una especie de medallón con un motivo Jacobeo, que la vasca se puso enseguida al cuello mas contenta que unas pascuas. No es que de los pinos de esta zona de España crezcan medallas en lugar de piñones. Si fuera así, las Olimpiadas pasarían a ser solo cosa de acercarse a Boadilla del Camino y coger tu medalla. Ahí sí que la delegación olímpica española alcanzaría las mas altas cotas del medallero mundial. Sino que algún peregrino que debía ir aun mas justo que nosotros, y que debió aligerarse peso hasta las ultima consecuencias, la debió dejar olvidada para que la donostiarra lo encontrara y se lo encasquetara.
Desde donde estábamos, en lo alto de aquella loma, podíamos divisar ya el pueblo. Al final de una larga recta podía verse la torre de la iglesia y algunos tejados de casas. Aún así no me hice demasiadas ilusiones, pues debía faltar aún una hora de camino. Decidimos que reiniciaríamos la marcha una vez las dos coreanas llegaran hasta lo alto, pues las veíamos arrastrase en la subida.
Acabada la cuesta, y supongo que el rezo del rosario, les dejamos a aquellas dos elementas nuestros pinos y nos pusimos de nuevo en marcha.
Efectivamente. Un cuarto de hora después, caminando por aquel secarral, (como una muestra, la fotografía de hoy), y las pocas fuerzas que había conseguido recuperar tras la parada en la pinada ya eran historia. El pueblo aún se me antojaba demasiado lejos. 60 Kms en dos días y solo para empezar, se me estaban haciendo demasiado duros, sin olvidar las ampollas que estaban cociéndose en su propio jugo. Así las cosas, ni siquiera la idea de la ducha que me esperaba una vez llegáramos al albergue conseguía animarme, y para colmo de males, una vez arribamos al albergue municipal, lo encontramos desierto. La puerta abierta. Las camitas libres. El libro de visitas abierto. Aquello parecía el cuento de la casa de la familia de los tres ositos. Nadie en el albergue. Lo rodeamos. Voceamos por ver si alguien acudía. Nada de nada, y lo curioso era que había gente apuntada en el libro pero ninguna mochila ni signo de que aquello estuviera ocupado. Las tres de la tarde, con las fuerzas justas, las ampollas pidiendo guerra, unas ganas irrefrenables de ducharme y cambiarme y dar por finalizada la etapa. ! Aquel tipo de bromas no me hacían ninguna gracia ¡ Y encima el matrimonio era de la opinión de que debíamos esperar allí a nuevos acontecimientos. Monté en cólera, pues yo no me había arrastrado 30 Kms para llegar y quedarme esperando como un pasmarote en un albergue abandonado. Y viendo un cartel que anunciaba otro albergue, me dispuse a buscarlo yo solo.
En menos de cinco minutos conseguí encontrarlo en una calle cerca de la Iglesia de la Asunción. Su nombre, albergue "En el Camino", pero yo lo hubiera llamado el "Oasis de Tierra de Campos". La entrada, decorada con bonitos y curiosos aperos de labranza antiguos, daba paso a un extenso jardín lleno de verde césped, luego la terraza de la recepción del albergue, que hacía también las veces de bar-restaurante y donde numerosos peregrinos tomaban cervezas y refrescos. Y dominando todo aquello..... una piscina de agua azul y cristalina !!!!
Mis ojos veían todo aquello, pero mi mente aún no podía creerselo. Llamé inmediatamente por el móvil a los vascos que estaban aún esperando la venida del mesias-hospitalero municipal y les dije que se vinieran enseguida para pellizcarme y comprobar que aquello no era un sueño. Con una condición: Que no me pellizcaran en los talones de los pies.
Una vez inscritos, y una vez que el ayudante de los hospitaleros, un joven argentino, nos acompañó hasta la zona de dormitorios, mi gozo estuvo a punto de zozobrar, ya que si bien en la casona había un par de cómodos cuartos con literas y una especie de salón con sofás y butacones, el lugar estaba completo y nos correspondía una zona que en su día debió ser el corral o el almacén de grano de la casa. No íbamos a hacerle ascos a aquéllas camas, ya que aún podía haber sido peor, pues se había habilitado una enorme naya superior, compuesta por enormes vigas de madera a la que se subía mediante una escalera de cuerdas y en el estado en que se encontraban mis doloridos pies, no imaginaba yo como hubiera podido encaramarme hasta lo alto. Por cierto, y hablando de mis pies... los parches de silicona en lugar de protegerme las ampollas, se encontraban cerca de las uñas de los pies donde no hacían ningún efecto. No me entretuve demasiado con eso, ya lo haría mas tarde, y tras tomar mis útiles de aseo, me dirigí hasta las duchas donde el agua caliente me recompuso totalmente, en detrimento de algún pantano cercano que debí vaciar yo solito con el cuarto de hora bajo la alcachofa que me marqué. ! A la mierda el trasvase del Ebro ¡ Yo lo necesitaba mucho mas que los agricultores de secano.

jueves, 14 de agosto de 2008

Sorpresa coreana

30 Kms dos días consecutivos, y además a las primeras de cambio, no es lo mas aconsejable. Pero las pocas fechas de vacaciones mandaban y no había mas remedio que ir doblando etapas, o casi. Si a esto añadimos el calor que inusualmente estaba haciendo aquellos días por la meseta castellana, la cantidad de piedras sueltas que nos encontrábamos por los senderos y el lamentable estado de mis botas... era para ser irónicos y para mucho mas. Solo hubiera faltado, que realmente yo hiciera el Camino por motivaciones estrictamente religiosas y que a cada paso que diera... me flagelara la espalda con un látigo de nueve colas. Tal y como tenía los pies mi cuerpo no admitía mas extravagancias. ! Además ¡ Para poder darme latigazos en la espalda... ¿donde debería colgarme la mochila? ¿ en los coj....? Hasta ahí podíamos llegar ¡¡¡
Sí que a cada paso que daba me iba diciendo a mi mismo lo tonto y gilipollas que era. El fallo de las botas estropeadas hubiera sido fácilmente subsanable a poco que me hubiera fijado en ello, y nada mas volvernos a poner en ruta, después de haber almorzado bien y de haber saludado a las dos palentinas del albergue de Hontanas que llegaron cuando nosotros reiniciábamos la marcha, noté como se me humedecían los talones y los calcetines. Aquello era señal de que los parches se habían despegado y que de nuevo caminaba sobre el plástico con lo que las ampollas se habían perforado y soltado su liquido. Encima el terreno volvía a elevarse y tocaba subir a una nueva meseta. Pero al alcanzar la cima, el paisaje nos ofreció una cantidad anormal de arboles, y la población de Itero de la Vega en el horizonte. Tras la bajada fotografiamos la famosa ermita románica de San Nicolás de Puente Fitero y a los pocos metros alcanzamos el puente sobre el río Pisuerga (ese que también pasa por Valladolid) Aquel puente era el limite entre las provincias de Burgos y Palencia, y el caudaloso río con las verdes choperas que crecían a su vera además de hacer de natural frontera, daban al lugar un frescor que necesitábamos. Pero no nos entretuvimos mucho allí, pensando que en Itero podríamos disfrutar de mejor sombra en algún bar, y mejor regado con una fresca coca cola.
Nada mas entrar en el pueblo, una iglesia de la que salía una boda, con todas las señoras y señoritas emperifolladas con sus mejores galas, vestidos de gasas, algún sombrero de dudoso gusto y todas con tacones, por lo que no me dieron ninguna envidia, ya que ellas debían andar mas jodidas que yo, pues se notaba por sus extraños andares que la moda imperante en Itero eran las espardeñas para ir a cortar el trigo al campo, y que aquellos calzados eran solo un homenaje a los novios y, la verdad, no era la mas habitual. Justo enfrente había un bar con jardín y allí decidimos darnos el homenaje del refresco, y como el convite de la boda también se celebraba allí (los padrinos no se habían complicado demasiado) pudimos seguir contemplando la horrorosa ropa de mercadillo palentino. Gracias a Dios, los hombres se habían dejado las boinas en casa, pero alguno sin afeitar y con la colillita del cigarrillo de picadura en los labios, denotaban el origen humilde y de austeros y recios hombres del campo. ! No lo podían remediar ¡
A la salida de Itero, los chopos del rio ya eran historia olvidada. Un árido paisaje, solo roto por un pueblo abandonado a nuestra izquierda, se habría ante nosotros, y el sol a la una y media de la tarde nos golpeaba inclemente. Hasta Esperanza caminaba callada, cosa rara, pero la jornada se estaba convirtiendo en algo durilla y quedaban aún casi 10 kms por recorrer. A lo lejos un par de peregrinos con andares cansinos se convirtieron en nuestro punto de referencia y cuando ya los tuvimos a tiro para sobrepasarlos, en una insensata carrera que habíamos establecido calladamente entre nosotros, vimos con estupor que se trataban de las dos chicas coreanas que charlaban en Hontanas con los dos japoneses. Una de ellas se tapaba la boca con un pañuelo, como suelen tener por costumbre la mayoría de los asiáticos, sin duda para no respirar el polvo que se levantaba al caminar. Pero la segunda, y ahí vino nuestro estupor y mayúscula sorpresa, iba rezando el rosario ¡¡¡¡???? ¿Pero acaso los coreanos son católicos? Mi ignorancia supina al respecto dio paso, primero a una curiosidad que podríamos considerar insana, ya que cada uno puede hacer en el Camino lo que le venga en gana sin necesidad de que un "gracioso" se te quede mirando con la boca abierta cuando te está adelantando, para mas tarde convertirse en un punto de vergüenza al considerar mi periplo por el sacrosanto Camino de Santiago como una aventura y poco mas, y que tuviera que ser una coreana, quien viniera de tan lejos para darnos una lección y recordarnos que aquello a fin de cuentas es una peregrinación religiosa con mil años de antiguedad. De la vergüenza pasé al arrepentimiento y dediqué los siguientes diez minutos a unas tímidas plegarias. Aquello no me hizo ningún daño, de acuerdo que tampoco produjo ningún milagro y se me curaron las ampollas de los pies, pero el siguiente kilómetro se me hizo mas corto y distraido enfrascado en mis rezos.
Al regreso a Alicante, y recordando aquel episodio, busqué en Internet cosas referentes a Corea (del Sur mayormente) y descubrí que en ese país conviven hasta 300 religiones diferentes ????? pero que mas del 50% de la población practican el catolicismo. El Camino volvía a enseñarme una cosa mas... no presupongas nada de antemano... tu ignorancia puede darte mas de una sorpresa... y religiosidad no es fanatismo y latigazos en tus carnes.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Alto de Mostelares

Enseguida tuvimos delante el Alto de Mostelares. Frente a nosotros una montañita en la que claramente se divisaba el sendero que subía y subía. No pude por menos que recordar, por su parecido, el Alto del Perdón, allá a la salida de Pamplona y Cizur Menor. La diferencia estaba en el anti estético parque eólico que había en el Perdón, aunque recordé que estaba planeado plantar los feos molinos de viento también aqui. Por lo demás, la empinada montaña era muy similar y sabía que acabaría pasandolo mal en cuanto inicara la subida. Me fumé un cigarrillo mientras nos ibamos acercando por un simpático sendero bordeado de algunos alamos y un puente de madera sobre el lecho de un rio seco desde hacía tiempo. Mantuve la vista fija en algunos puntitos extraños a mitad del recorrido. Se movían muy lentamente. A ratos se detenían para de nuevo moverse al poco rato. Caímos en la cuenta de que eran los peregrinos en plena ascensión, y como el que no quiere la cosa, al poco rato empezábamos nosotros mismos a subir aquellas empinadas cuestas, siendo a nuestra vez meros puntitos que debían estar contemplando peregrinos mas rezagados. Javier, que hay que reconocer que para sus mas de cincuenta años está en muy buena forma gracias al ciclismo que practica en el País Vasco, tomo en una mano la mochila de Esperanza, y cargado con la suya igualmente a la espalda se fue como una flecha para arriba. Lamenté profundamente no ser su hijo o algún primo lejano y que hubiera tomado en la otra mano mi propia mochila liberándome del peso, pero haciendo de tripas corazón, busqué mi ritmo y adecuando mi respiración al esfuerzo empecé la escalada. Lo último que recuerdo es a Esperanza hablándome de nos sé bien que cosa, ya que caí en una especie de trance, pensando en cosas agradables para no hacerlo en lo que me quedaba por delante, y con la mirada fija en el pedregoso y árido suelo, sin mirar en ningún momento hacia arriba, tratando de evitar en lo posible pisar las innumerables piedras o meter los pies en los surcos formados por el agua de lluvia, fui poniendo un pie delante del otro avanzando lentamente. Metro a metro, sudando a mares, solo mirando atrás para ver el paisaje de Castrojeriz hundiéndose en el valle, conseguí recorrer el empinado kilómetro, tal vez menos, y alcanzar el humilladero con cruz que existe en la ventosa cima del Alto. Javier, que ya descansaba sentado tranquilamente, había subido como un tiro, me dijo que había cronometrado la ascensión y que él lo había hecho en 15 minutos y yo en 19, gracias a no sé que viento de espaldas que nos había ayudado. (???) Cuando Esperanza, que llegó fuera de control, se reunió con nosotros, nos dedicamos a sacarnos fotos junto al humilladero, con Castrojeriz a lo lejos, y a recobrar el aliento descansando unos minutos y agradeciendo el fuerte viento que soplaba en lo alto y nos refrescaba. Aproveché para llamar a MªDolores, justo cuando iniciábamos la bajada por el otro lado. Si la subida había sido dura, la cuesta abajo era igualmente agresiva e interminable. Ante nosotros se extendía, a todo lo que alcanzaba la vista, un infinito horizonte de tierras de secano donde los trigales en su temporada debían ser los amos del terreno. La temible Tierra de Campos se ofrecía a nuestros ojos, donde los árboles eran una rareza insólita, que servía para crear un merendero en cuanto se juntaban próximos mas de dos arboles. Y al poco de acabar de bajar encontramos por fin dos pinos juntos y el merendero de turno. Se trataba de la Fuente del Piojo y estaba tomada por alemanes, entre ellos una chavalita contrahecha que descalzada se bañaba los pies en la fuente. Conseguimos a duras penas una mesita y abrimos la bolsa de vituallas que llevaba Esperanza. Hicimos nuestros bocadillos, que acompañamos con el queso que la vasca acarreaba desde San Sebastián y nos dimos un festín tras la fatigosa etapa que llevábamos a cuesta, y de la que aún nos faltaba la mitad por recorrer... aún otros 15 kms.

martes, 12 de agosto de 2008

Castrojeriz

Y ahí estaba yo, sentadito en la terraza del bar y sin poder creerme que hubiera podido cometer semejante fallo con tanto tiempo de preparaciones y entrenamientos. Mis talones por el momento solo aparentaban haber pasado un ratito en la barbacoa... rojos y muy doloridos, y tal vez con unas pequeñas ampollitas que apenas asomaban. Antesala de lo que tenía que venir después. Me puse manos a la obra, desmonté la mochila para encontrar los parches de Compeed, me los coloque en las zonas afectadas, y con esparadrapo y algo de algodón que me dejó Esperanza, intenté recomponer y rellenar los agujeros en el interior de las botas. Continuamos caminando por las calles de Castrojeriz después de tomarnos un cafetito, pasando por la iglesia de Santo Domingo en cuyos muros vimos un par de inquietantes calaveras esculpidas en la piedra, para poco después alcanzar la bonita plaza Mayor porticada, donde un paisano con boina y a instancias de Esperanza, nos indicó que, siendo domingo, la única tienda abierta sería la de la "Tía María" quien vendía de todo cerca de la iglesia de San Juan. Hacia allí nos dirigimos pues estaba al paso del Camino y mientras Javier hacia fotos a la antigua iglesia, nosotros entramos en la tienda para aprovisionarnos de pan y embutidos con los que mas tarde almorzar. Mientras Esperanza comprobaba la madurez de los tomates y fecha de caducidad de los plátanos, yo curioseando en la tiendecilla me encontré con el mayor stock que quedaba en España y parte de Portugal de rollos de papel higiénico de la marca El Elefante. Sí, aquellos rollos de papel de nuestra infancia, hace 30, casi 40 años, con su celofán amarillo y su tacto de papel de estraza, que había que cortar a cachos pues aún no se habían inventado las tirillas de agujeritos para un corte limpio y dosificado. Me quedé pasmado pensando las décadas que aquellos rollos debían haber pasado sobre aquellas lejas de madera... y la de peregrinos que debían haber visto pasar, ahí mudos... esperando comprador y algún culo que limpiar... De tan pasmado, se me olvidó sacar la cámara y hacerles alguna foto. Andy Warhol con mucho menos, con unos dibujos de latas de sopa Campbell's, estúpidamente repetitivos, se había forrado y los museos se peleaban por exponer sus obras... y yo allí dejando pasar mi oportunidad... Todavía hoy me doy cabezasos en la pared por ser tan gilipollas, pero la posterior vista del salchichón y el chorizo que compraba Espe, la salivación que continuó con el pensamiento del bocata que tomaríamos de almuerzo, me acabaron por despistar.
Salimos de la tienda... casi museo etnológico, y fuimos saliendo de la población con algo de curiosidad por ver como era el Alto de Mostelares, siguiente punto que deberíamos salvar y que, según el camarero del bar donde habíamos parado antes, era un tanto exigente y duro.
Yo sin embargo caminaba atento y buscando sensaciones que me mandaran mis doloridos pies. Parecía que la improvisada reparación había surtido algún efecto positivo, ya que no me dolían mucho mas que al llegar. Pero aún faltaban cerca de 20 kms para el final de etapa, tiempo de sobra para que la cosa se jodiese mas.

viernes, 8 de agosto de 2008

Hasta Castrogeriz

Oí las campanadas de la cercana iglesia aún medio dormido. Como en un sueño me imaginé al medio centenar de palomas salir volando asustadas. Tras dormirme de golpe por la noche me había despertado sobre las tres de la madrugada debido a los dolores de piernas. Luego los ronquidos del francés y de Javier me habían desvelado un poco. Pero ahora estaba muy a gusto en mi saco. Si no fuera por las palomas... y las molestas siete campanadas... ¿¿¿SIETE CAMPANADAS??? ¿Pero que pasa aquí? Todo el mundo en aquella habitación dormía plácidamente... ¿Que clase de extranjeros nos habían tocado en Hontanas que no se levantaban y jodían al personal a las 5,30...? Teníamos otros nuevos 30 Kms. por delante y de nuevo saldríamos tardísimo. Dí la voz de alarma a mis compañeros, y el francés y la alemana abrieron un ojo todo extrañados. "! Ya os vale, guiris...¡ que lleváis durmiendo desde la cuatro de la tarde" les reprendí. Y enseguida empezó una especie de zafarrancho, todo el mundo tratando de vestirse al mismo tiempo.

Bajamos a desayunar... un excelente desayuno por cierto, café con leche, numerosas tostadas con mantequilla y mermelada, y unos sobaos, todo por 2 €... y cuando íbamos a pagar oímos a dos mujeres a nuestro lado hablar en castellano. ! Que alegría oir a alguien hablar en español entre tanto extranjero ¡ Resultaron ser dos palentinas, cuarentonas y fuertotas, que acababan su camino aquel mismo día en Itero de la Vega, primer pueblo de la provincia que nos encontraríamos y a donde debían ir a buscarlas sus maridos. En un principio pensé que podían ser unas buenas aspirantes a ser "amigas para siempre" pero el que terminaran en apenas unas horas me chafaron el plan. Aun así, y tras cargar agua en la fuente frente al albergue, intenté que se vinieran con nosotros, pero tardaban mucho en acabar sus desayunos y nosotros nos pusimos en marcha.

Nada mas salir de Hontanas empezamos una larga y pronunciada cuesta abajo. Alcanzamos y sobrepasamos a un par de filipinos o malayos o vaya usted a saber qué, y pronto alcanzamos una carreterita, que llevaba directamente a Castrogeriz. aquel tramo fue muy agradable, con altos y frondosos árboles y con el sol saliendo a nuestras espaldas que nos calentaba y alargaba nuestras sombras. Fue un tramo en el que conseguimos imprimir un muy buen ritmo, frescos y descansados como estabamos.

Una hora después llegábamos a las ruinas del Monasterio de San Antón, construido en 1.146 por Alfonso VII, aunque los restos que veíamos, eran de una reconstrucción datada del siglo XIV. El Monasterio fue sede de la Orden Antoniana en España, monjes que portaban un báculo en forma Tau y que curaban el fuego de San Antón, un mal producido por comer centeno infectado de cornezuelo. Desde lejos las ruinas parecían impresionantes por los muros que permanecían en pie, pero al ir aproximándonos observamos con horror que nuestra carretera pasaba por en medio de las ruinas. Un auténtico desacato y una muestra de la incompetencia de algún viejo equipo de ineptos del Ministerio de Fomento. Fotografiamos todo aquello y vimos cerca de las ruinas un antiguo albergue, con un enorme cartel de "Se Vende" lo que nos pareció muy curioso.

Un par de curvas mas adelante tuvimos a la vista la población de Castrogeriz con los restos de su enorme castillo, que unos estiman visigodo y otros romano. Poco a poco nos íbamos acercando dándonos así la oportunidad de ir viendo como se perfilaba otra de la joyas de la población como era la Excolegiata de Santa María del Manzano... y poco a poco también me iba creciendo el dolor en los pies. Un dolor agudo en ambos talones, que para quien ya conoce los síntomas, es signo de que se iban formando las temibles ampollas. Efectivamente. Sentado en la terraza de un bar-albergue, justo frente a la portada de la antiquísima iglesia, me descalcé y con un mes de retraso hice lo que tenía que haber hecho en Alicante, mirar el estado de las plantillas de mis botas. Un autentico desastre. En los talones las plantillas estaban agujereadas por el uso, dejando al descubierto el duro y puntiagudo tacón de goma sobre el que estaba pisando, directamente en contacto con mi calcetín y mi piel. Hay un dicho... "caersele a uno el alma a los pies"... bueno pues yo dejé que se me cayera al suelo, pues los pies no estaban para aguantar muchas mas cosas. 180 Kms hasta León y faltaba algo mas de 20 para acabar aquel día. Negros nubarrones se cernían sobre mi cabeza cuando pensaba en mas que una peregrinación, aquello iba a convertirse en un Vía Crucis. Y yo haría el papel del Ecce Homo.

jueves, 7 de agosto de 2008

Preparación muy adelantada

Tal día como hoy, dentro de un mes ya habré salido desde León. Y ya prácticamente tengo todo lo necesario para mi próximo tramo desde León. Muchas de las cosas ya empaquetadas y dispuestas en la mochila. Hace días que conseguí contactar con la estación de autobuses de Sarria, en Galicia. Tres días llamando a diferentes horas, pero por fin conseguí hablar con el fulano de Información. Me asegura que consiguiendo tomar el autobus que sale a las 7 am del Cebreiro (sin sitio fijo de parada... solo dijo..."en la carretera"...???) y luego tomando otro bus a Lugo capital.... donde tomando otro hasta Santiago... posiblemente (... ! Que cabrón ¡) pueda llegar sobre el medio día a Compostela. Me huelo yo que a mi regreso voy a tener muchas cosas que contar, y no todas dichosas.
Tambien hace días que compré por Internet los billetes de avión para MªDolores, de Alicante a Santiago y luego vuelta. Se niega a pasar 9 horas de tren... y otras 9 de vuelta. Luego se queja de que la considere una Princesa...
Los vascos se han encargado de reservar habitación en un hotelito en León para pasar la noche a nuestra llegada el 6 de Septiembre.
Y ayer tarde completé lo poco que me faltaba, pasando una hora en la cola de Renfe para la compra del billete de tren a León y luego a por mi credencial a mi Asociación.
Aproveché la visita a la sede para llevar las tres fotos con las que concursaré este año, y como con seguridad no ganaré ningún premio, me he permitido la licencia de buscar fotos con las que espero lograr al menos la sonrisa de los que las vean. Fotos tomadas en el camino del Sureste, pero, en al menos dos de ellas, con algún componente jocoso y divertido. Prometo incluirlas en este blog en Noviembre, una vez presentada la exposición. Al mismo tiempo, dejé en un CD todas las demas fotos tomadas durante el año para que algunas sean incluidas en la próxima revista que edita la Asociación.
En la oficina me encontré con el Presidente, Federico Ramirez del que incluyo foto para que nos vayamos conociendo todos y, mientras llegaban peregrinos a por sus credenciales, estuvimos charlando, sobre todo él, contándome que el proximo domingo marchaba al Monasterio de Samos cerca de Sarria en Lugo, en compañía de nuestro secretario Antonio Gomez. Que no lo habían hecho antes ya que Antonio recibía ese mismo día una de sus sesiones de radioterapia de su cancer de pulmón. Que en la quietud de la zona de clausura del Monasterio, alejado de la zona de albergue de peregrinos, iban a pasar una semana de paz y tranquilidad. Algo de recogimiento mezclado con algunas caminatas por los alrededores, incluso llegarse hasta O'Cebreiro y realizar las etapas hasta Samos. Buena elección. Relajación monacal de noche y paisajes increibles de día, por bosques milenarios en plena naturaleza. ! Quien pudiera ¡
Estando allí, y como socio que soy, tuve ocasión de atender en el momento de rellenar la credencial a una pareja de futuros peregrinos, y aclararles sus dudas de como llegar desde Sarria hasta El Cebreiro y transmitirles, dentro de lo que cabe, con mi experiencia del año 2004 la tranquilidad que necesitaban. Y algo que ellos no saben... evitarles la zozobra que supondría ponerlos en contacto con el fulano de la taquilla de información de esa estación.
Algo mas tarde apareció Tere, dispuesta a su trabajo voluntario en la asociación con la información a los peregrinos que estan a punto de partir. Como siempre, alegre y dicharachera, y ahora mucho mas desde que sabe que va a ser abuela dentro de unos meses. Nos despedimos con un hasta pronto ya que hemos quedado a cenar para el día 23.
De mi equipaje solo me falta comprar una pastilla de jabon lagarto, que cortaré a menos de la mitad, para la colada y un par de cajitas de apositos para las posibles y previbles ampollas. Y esperar a vaciar un poco mas el tubo de pasta dentífrica y la botellita de colonia. Todo peso superfluo que se pueda evitar llevar cuenta... y yo amén de organizado soy previsor. Se me olvidaba... compré un nuevo bastón para el camino (y con este ya tendré 3) Esta vez se trata de una caña con puntera de goma que por tres euros, no me sentará mal dejar en el aeropuerto si me prohiben acarrear con él, o si por un descuido lo dejara olvidado en cualquier lugar del sendero, me evitaría tener que regresar a recogerlo. ¿He dicho ya que soy bastante previsor ? Pues eso.

Tarde en el culo del mundo

El matrimonio vasco no tenía hambre. Javier se dedicó a inspeccionar el albergue mientras Esperanza se encargaba de nuestra ropa sudada en la lavadora. Yo bajé hasta el bar del albergue, donde la malencarada hospitalera, o lo que fuera, me sirvió un nuevo bocadillo, ya que habían cerrado el restaurante, y dos zumos de frutas bien fríos, llamados "mediterrania". Hice las llamadas de rigor a MªDolores, compré mi provisión de Ducados para la tarde, y como una culebra coreana, arrastrándome para no utilizar los destrozados pies, volví a subir hasta la habitación donde me deje caer un rato en mi cama, entreteniéndome en observar a un francés y a una paisana alemana que dormían la siesta y al resto de la tropa que allí pernoctaría, tratando de adivinar quien de todos ellos sería el hijo pu... que me despertaría a la madrugada siguiente. Ninguno me merecía la pena... todos eran sospechosos de delito.

Un rato después hicimos la visita turística del pueblo... bueno, ! pues ya esta hecha ¡... o al menos eso fue el tiempo que nos llevó. Solo salvaré el albergue Municipal, (El Nuevo) que estaba levantado en el lugar que en la Edad Media ocupó el Hospital de los Sanjuanistas y que conservaba con muy buen criterio, como si de un museo se tratara, algunos restos arquitectónicos de la época, lo que no podemos decir por ejemplo de las casa colindantes, que aparentando la misma época medieval se caían a trozos. La iglesia de la Inmaculada, un enorme edificio de piedra que parecía ser la mayor atracción del lugar, cerrada a cal y canto, y con sus grandes campanas que daban las horas, produciendo un revoltijo de palomas que salían disparadas en vuelos rasantes molestas por el inoportuno ruido, para volver a posarse pasados unos minutos. Una fuente adosada a los muros del iglesia, de la que manaba abundante y fresca agua, como seña de identidad de Hontanas, o Fontanas como era su antiguo nombre.
Ante el éxito obtenido, hicimos lo mismo que hacían el resto de peregrinos, sentarnos a beber cervezas, yo zumos mediterrania, y a dejar correr el tiempo hasta la hora de la cena. En la mesa al lado nuestro, dos japoneses charlaban animadamente con dos coreanas. No es que yo sepa diferenciar chinos, japoneses, coreanos y vietnamitas con solo ponerles el ojo encima, sino que fue Esperanza, en un alarde de curiosidad insana y puro marujeo, quien corrió hasta el albergue para mirar con todo descaro el libro de visitas donde venían los nombres y nacionalidades de los residentes, transmitiéndonos seguidamente sus impresiones e informándonos que no solo eran raros aquellos asiáticos, sino que había detectado a un iraní entre los peregrinos. ! Vaya, eso sí era toda una novedad ¡ Menos españoles, había de todo como en la viña del Señor.
De nuevo la vasca salió de exploración y minutos después vino diciéndonos que había reservado mesa en el restaurante "De los Franceses" para el turno de las 20,00 h, el turno de los nacionales y rezagados extranjeros. Que había estado hablando (como no) con la encargada y que parecía un lugar acogedor, con buena cocina y mejores precios. Algo bueno tenía que tener nuestra compañera... y no olvidemos que sabía curar ampollas, y manejaba la lavadora como los ángeles.
Antes de cenar recogimos la ropa que ya estaba seca, dejamos medio preparadas las mochilas para el día siguiente, y por fin conseguimos mesa para la cena. Esta consistió en una magnifica sopa castellana, filetes de merluza rebozada y un helado de postre, con una amena tertulia a la que al final se unieron una de las camareras y la cocinera, que por cierto era cubana, y con la que bromeamos al indicarnos que la sopa era pues "castellano-cubana". Fue un rato muy agradable de los que uno lamenta que hayan de acabarse, pero el cansancio y la hora nos aconsejaban irnos a dormir.
Aun intenté hacer la llamada de la noche a MD, pero esta se encontraba en el cine con el móvil desconectado, me fumé un par de cigarros haciendo tiempo en una terraza del albergue, pero el fresquito que empezaba a correr por ahí, y sobre todo el cansancio y el dolor de piernas y pies, me hicieron dirigirme a la piltra donde, ante la risa floja que les había entrado a dos gilipollas italianos con los ronquidos del francés, que por lo visto empalmaba con la siesta, busque mis tapones de cera, por cierto uno de los mayores inventos del hombre por delante incluso del telégrafo y el descubrimiento de la penicilina, me los coloqué bien adentro y me dormí ipso facto, si bien durante la noche me desperté un par de veces debido a los dolores de piernas. Lo normal en estos casos.
Y no... Nada de ......., ........, y Rock and Roll. De lo primero... ni pizca de ganas. Tiene uno los pies tan destrozados que se le quitan las ganas de rozarse otros miembros o apendices no sea que tambien se te formen ampollas en zonas mas dolorosas. De drogas..., por allí la mas popular es la Heineken y no conocen el Anis Tenis. Y el Rock se queda mas bien en "Ronckidos" por las noches a la hora de acostarse. ! Es lo que hay... es el Camino ¡

martes, 5 de agosto de 2008

! Por fin Hontanas ¡

La una del mediodía cuando salíamos de Hornillos. Tras esperar sin éxito a que el alemán le agradeciera el gesto de haberle curado, los demás tuvimos que esperar que la buena mujer almorzara. Para entonces ya había yo calculado a que hora llegaríamos al destino y no me hacía ni pizca de gracia. Iniciamos la subida a una nueva meseta lo que socavó la fuerzas que hubieramos podido recuperar tras la larga parada. Posteriormente alcanzamos una zona por la que, cada cierto tiempo, aparecían unos enormes montículos de piedras que rompían la monotonía del desolado panorama que se extendía a nuestra vista. El sol, inclemente, reinaba en aquellos parajes. Las chicharras, a sus anchas, nos iban amenizando la caminata con sus ruidos, que quedaban solapados solo por Esperanza, que andaba martirizando a su marido a un centenar de metros por detrás mio, pues yo haciendome el loco me había adelantado. Empecé a tratar de esquivar las piedras que llenaban la senda ya que mis pies empezaban a protestar cuando pisaba por aquel terreno seco e inhóspito.
A la hora, y tras nueva pequeña ascensión, alcanzábamos un nuevo humilladero, desde el que se divisaba a unos quinientos metros, fuera del Camino, el famoso albergue de San Bol, una pequeña construcción aislada, en medio de aquellos desolados campos achicharrados por el sol. Me imaginé por un momento lo que sería parar y pernoctar en aquel lugar. Una autentica isla desierta en medio de campos de cultivo en barbecho, sin mas cosa que hacer que contar los gorriones que se aventuraban a volar entre aquella calina y oír hablar a la vasca, sin nadie que pudiera tomarme el relevo. No estaba tan desesperado como para desear eso en mis vacaciones. No es que esperara que Hontanas fuera el Beverly Hills castellano (sabía que no) pero la sola idea me deprimió tanto que propuse pasar de largo sin detenernos ni para sellar la credencial.

De nuevo en cabeza y sufriendo el síndrome de "la ultima hora" me propuse adelantar a un peregrino que caminaba en lontananza. Puntos que le dan a uno. Pero aquello acabó por matarme, ya que jamas conseguí tenerlo a distancia como para hacerlo, y bien al contrario, por el sobresfuerzo perdí todas mis fuerzas y fui alcanzado, incluso sobrepasado por mis compañeros. Los pies me estaban matando.
Y de pronto, un cartel que anunciaba al pueblo a solo quinientos metros... lejos de animarme aquello resultó un suplicio. O lo del cartel era una mentira como una casa o yo iba mucho peor de lo que pensaba. Se me hizo eterno, el pueblo no aparecía por ningún lado. Y de pronto, en medio de una vaguada, o en una profunda depresión del terreno aparecieron, primero la torre campanario de la iglesia y luego, como apiñadas a su alrededor, algunas casuchas que me parecieron destartaladas. Como muestra incluyo una foto de la primera calle del pueblo, para mas "inri" denominada calle Real, con lo que ya puede hacerse uno una idea de lo que era el resto del pueblo.
Aterrizamos pasadas las tres de la tarde en el primer albergue que encontramos, El Puntido, cuando el municipal estaba a solo veinte metros, pero no había ni fuerzas ni ganas de ir mas allá. Tras ser recibidos por una antipática muchacha, fuimos conducidos hasta nuestra habitación, donde elegí una cama solitaria junto a la ventana. Me descalcé como pude, pues mis pies no parecían los mios... no olían... !!! gemían ¡¡¡ Como solo lo pueden hacer unos pinrreles que en su primer día han soportado 30 duros Kms de piedras, polvo y calor sofocantes. Me arrastre hasta los aseos y recibí una de las duchas mas reparadoras y que mas he necesitado en toda mi vida. De paso, me dejé olvidado mi bote de gel del que nunca mas se supo. ! Bien, chico bien, la primera en la frente ¡

Almuerzo en Hornillos

Al poco de salir de la capital, fuimos caminando en paralelo con el río Arlanzón. Varias zonas de choperas hacían nuestro caminar muy agradable, pero aquello duró poco ya que poco antes de llegar a Villalbilla alcanzamos una autovía que se dirigía a lo lejos hacía dos enormes túneles. Pasamos por debajo aquella vía, por un caminito asfaltado y continuamos por campos de cultivos y un andadero hasta alcanzar el pueblo. Sobre las 10,30 alcanzábamos Tordajos, y tras fotografiar unos monumentos a su entrada, nos internamos en sus calles, viendo en una plaza un mercadillo de frutas y a varios grupos de peregrinos que descansaban en un bar. No nos demoramos y continuamos hasta Rabé de las Calzadas, un pueblecito insulso, pero que gracias a un anciana monja, que junto a una fuente esperaba el paso de los peregrinos, convirtió aquel momento en muy especial. La buena religiosa, octogenaria y con su habito blanco entregaba a todo aquel que pasaba una medallita de la Virgen Milagrosa. Eché mano a la cartera para darle un donativo y al ver mi gesto dio un paso atrás, como si hubiera visto al mismísimo demonio, diciéndome que no quería dinero y que se sentiría plenamente recompensada si rezábamos un Avemaría en alguna iglesia del Camino. Charlamos con ella unos momentos y la dejamos con su "trabajo" esperando que pasaran mas personas por su lado. Por la Rua de Santa María salimos del pueblo encontrándonos un cementerio y una bonita ermita a nuestro paso.
Un par de kms mas adelante hicimos acopio de agua en la fuente de Praotorre y continuamos por unos caminos carreteros que subían hacia un cerro, en un paisaje bastante árido que se fue extendiendo a todo lo que nos abarcaba la vista durante 7 Kms. El calor iba apretando de lo lindo, pero con las fuerzas todavía intactas caminamos a buen ritmo hasta alcanzar a ver a lo lejos una cruz con humilladero donde un paisano con boina descansaba ajeno a los peregrinos que pasaban. Pero no había contado con Javier y Esperanza, que se vieron en la necesidad de charlar un rato con él preguntándole si faltaba mucho para Hornillos del Camino. El tipo solo movió la cabeza a su izquierda, y nosotros siguiendo el movimiento pudimos ver un extenso valle, árido como el resto del camino anterior, y el pueblo en todo su esplendor allí en medio.
No hacía falta mayor explicación, y ante la desidía del buen hombre a entablar conversación, iniciamos el descenso, encontrándonos al poco con el joven que hacía footing a la salida de Burgos. El muchacho regresaba ajeno a lo que se le volvía a caer encima, ya que al reconocerlo Esperanza, lo paró y volvió a la carga con sus preguntas y sus historias. El tipo se estaba metiendo entre pecho y espalda algo mas de 38 Kms. de carrera y sin duda tenía que haber parado a almorzar en Hornillos. Hubiera sido un magnifico día de entrenamiento de no haberse topado... y por dos veces con la donostiarra. Eso sí es mala suerte.
Al borde del camino nos encontramos un rebaño de ovejas y con un burro que abría la marcha y junto al pastor y su perro, formaban una bellísima estampa que me sirve para decorar el rollo de hoy.
Tras cruzar un pequeño puente sobre el rio Ruyales entramos al pueblo, y pronto encontramos una especie de colmao, frente a una casa rural que estaba siendo ocupada por una numerosa y ruidosa familia en aquel mismo momento. La tienda-bar llevaba por nombre "Area Km 469", nombre que nos provocó un tremendo despiste ya que no nos cuadraban las distancias, ni en un sentido ni en otro, a Santiago. Pero no me demoré mucho en aquella diatriba y me pedí un suculento bocadillo de Jamon serrano y queso, que me encargué de despachar en la entrada, viendo como Esperanza, Buena Samaritana, se había puesto a curarle las ampollas a un enorme alemán, que flipaba en colores, ya que no había pedido nada, y además no entendía nada de lo que la vasca le estaba contando.
Aquel bocata debería servir para resucitar a un muerto tras casi 20 kms. de caminata. Y me las prometía felices para los otros 10 kms. que nos restaban de etapa para aquel día. Nada mas lejos de la realidad, pues habría de llegar roto y descompuesto... pero no nos adelantemos a los acontecimientos.

lunes, 4 de agosto de 2008

El Noveno Circulo

Un fallo tecnico impidió que esta entrada saliera el sabado.
soluciono el entuerto editandola hoy.
EL NOVENO CIRCULO esta editado por Random House Mondadori en 2007, es obra del guionista y escritor de éxito en Francia, su país de origen, Arnaud Delalande, quien a lo largo de su carrera siempre ha sido un amante de la Historia y la Literatura. En este libro de 395 paginas funde ambas pasiones para recrear la historia de una conjura sediciosa contra la República de Venecia y los gobernantes de la ciudad de los canales en pleno siglo XVIII, cuando ya los delicados equilibrios políticos no podían frenar la decadencia y el paulatino declive de la otrora magnifica república Serenísima que tuvo su edad de oro con el impulso intelectual y artístico que supuso el Humanismo. Toda la trama se desarrolla entre las callejas, puentes y canales de Venecia; entre sus exteriormente decrépitos palacios que sin embargo en su interior aun albergan la suntuosidad de sus fiestas de disfraces en su largo Carnaval. La conspiración viene encubierta con una serie de macabros asesinatos inspirados en el Infierno (Divina Comedia) de Dante que, el sagaz agente secreto protagonista de la investigación, un tipo que resulta simpático por su demasiado buen vivir, aunque la justicia le tiene en su punto de mira, pero que de manera implacable lleva a cabo la misión encomendada hasta el total esclarecimiento del misterio. En medio, una historia de amor sin demasiada pasión pero con final feliz, y durante toda la novela una excesiva y cuidada prosa que por momentos se hace difícil de leer.
Infinidad de personajes, incluido una especie de "cameo" del mismisimo Giacomo Casanova que coincide en la misma prisión que nuestro protagonista y del que es amigo y fue compadre de correrías nocturnas a la caza de mujeres casadas, a los que hay que añadir los lugares mas emblematico y señalados de la ciudad, como son la Piazza San Marcos, sus iglesias, su arte, sus bibliotecas, el palacio de los duces, la isla de Murano y su industria del vidrio y lógicamente su inefable Carnaval, como unos personajes mas de la obra.
Pero, y no todo van a ser libros maravillosos, una vez acabadas sus paginas queda una sensación de haber perdido el tiempo con un libro totalmente prescindible.

domingo, 3 de agosto de 2008

I WILL SURVIVE

Para los ya algo mayores, para los nostalgicos, para los que se emocionan, para los que tienen buenos recuerdos, para los cincuentones, para los ex discotequeros, para los que llevaban pantalones acampanados, incluso para los que los llevaban verde manzana, para las que no salían a la calle sin su "cubo de Hermes", para el inventor de los Cebagos, para los señores Lacoste y Fred Perry, para los amantes de la música de siempre, para los que guardan canciones especiales, para los de la "chispa de la vida" aunque ya tenga que ser "Cero", para todos, una canción de toda la vida de Gloria Gaynor.

viernes, 1 de agosto de 2008

Larga salida de Burgos

Pues si, tal y como apunta El Vecino de abajo, Javier lleva un bastón muy muy largo. Javier ya de por si es alto y largo, e ignoro si posee algún otro atributo de esas dimensiones. El caso es que se agenció ese palo en su tramo de hace dos años camino de Burgos. Es de avellano y los vende cierto personaje famosillo al borde del Camino, de esos cuyo nombre sale en las guías al trascender a fuerza de verlo y hablar de él los peregrinos. El caso es que Javier esta orgullosisimo de su bordón y no sale al camino sin él. El año pasado, y ya lo relataré mas extensamente cuando llegue el momento, cerca de León se lo dejó olvidado en una fuente a los pies del Alto del Portillo. Una vez llegamos arriba, se dio cuenta... y tuvo los santos cojones de volver atrás, recogerlo y volver a subir la jodida cuesta. Todos hemos tenido que volver atrás por nuestros palos, pero yo jamas subiría cuestas... ni que el palo fuera de oro.
Y a las seis y media sonó la alarma del reloj que me deja cada año Alvarito. No hubiera hecho falta ya que mucho antes, algún peregrino desesperado de la vida había salido dando portazos y despertando a todo el mundo. Aún así me las ingenié para bajar mas tarde de la hora prevista y mis camaradas ya me esperaban en la calle pasando frío.
Atravesamos el Arco de San Juan y nos internamos en el casco antiguo buscando algún local abierto para desayunar. Esperanza que recién levantada ya tiene ganas de hablar y hablar, se encargo de interrogar a unos jovencitos que aún no se decidían a regresar a casa después de una noche de marcha. Los chavales, medio beodos, nos indicaron un bar abierto cerca de la Plaza mayor, y hacia allí nos dirigimos. Al llegar al bar Vayma, entramos inmediatamente en calor, y yo alcancé el climax, se me ve en la cara, cuando me tome un buen tazón de café con leche. No puedo decir nada bueno del croasan del día anterior que la dueña nos endiñó. Incluso mojándolo en el café se resistía a perder su dureza. Sellamos, pagamos y salimos encaminándonos por la calle La Paloma hasta alcanzar la Plaza del Rey San Fernando, la Catedral y el monigote de Bartolo al que fotografiamos de nuevo como si fuera la primera vez que lo veíamos. Nos demoramos un rato mirando y despidiéndonos de la Catedral, y porque mientras Esperanza le contaba al Bartolo ese, no se qué historias de sus hijos, ante su total indiferencia recubierta de bronce.
Arco de Santa María, Paseo de la Isla y avenida de Palencia nos llevaron un buen rato caminando, pero por fin llegamos hasta el albergue del Parral para que Javier saliera con que quería sellar y preguntar al hospitalero alguna cosa, pues tenía planeado volver en bicicleta un par de semanas después. Mas demoras... ! Empezábamos fatal según mis planes ¡ Cuando salíamos del albergue encontramos a Espe, hablando con un joven que hacía footing. El pobre hombre le contestaba dando saltitos, corriendo sobre el sitio para no enfriarse demasiado y que se le congelara el sudor. Javier salió en su auxilio e indicó a su mujer que le perdonara y le dejara seguir su carrera, mientras yo le hacía señas de que la dejara y así se desfogaba la buena señora. ! Vaya día de charlas que me esperaba ¡
Total: ocho y media y apenas salíamos de la capital. Nos quedaban 30 kms. por delante y mis cálculos mas optimistas me indicaban que no llegaríamos a Hontanas, nuestro primer final de etapa, hasta pasadas las 3 de la tarde.
Los primeros kilómetros fueron muy agradables, con un paisaje lleno de árboles y bastante llano. Y por que había decidido tomar el toro por los cuernos, llevando yo el grueso de la conversación y sin dejar que Esperanza colocara mas palabras que las precisas, aunque sabía que acabaría claudicando en algún momento, pues yo no soy de los que pueden hablar durante 180 Kms. ni durante muchos días.