jueves, 7 de agosto de 2008

Tarde en el culo del mundo

El matrimonio vasco no tenía hambre. Javier se dedicó a inspeccionar el albergue mientras Esperanza se encargaba de nuestra ropa sudada en la lavadora. Yo bajé hasta el bar del albergue, donde la malencarada hospitalera, o lo que fuera, me sirvió un nuevo bocadillo, ya que habían cerrado el restaurante, y dos zumos de frutas bien fríos, llamados "mediterrania". Hice las llamadas de rigor a MªDolores, compré mi provisión de Ducados para la tarde, y como una culebra coreana, arrastrándome para no utilizar los destrozados pies, volví a subir hasta la habitación donde me deje caer un rato en mi cama, entreteniéndome en observar a un francés y a una paisana alemana que dormían la siesta y al resto de la tropa que allí pernoctaría, tratando de adivinar quien de todos ellos sería el hijo pu... que me despertaría a la madrugada siguiente. Ninguno me merecía la pena... todos eran sospechosos de delito.

Un rato después hicimos la visita turística del pueblo... bueno, ! pues ya esta hecha ¡... o al menos eso fue el tiempo que nos llevó. Solo salvaré el albergue Municipal, (El Nuevo) que estaba levantado en el lugar que en la Edad Media ocupó el Hospital de los Sanjuanistas y que conservaba con muy buen criterio, como si de un museo se tratara, algunos restos arquitectónicos de la época, lo que no podemos decir por ejemplo de las casa colindantes, que aparentando la misma época medieval se caían a trozos. La iglesia de la Inmaculada, un enorme edificio de piedra que parecía ser la mayor atracción del lugar, cerrada a cal y canto, y con sus grandes campanas que daban las horas, produciendo un revoltijo de palomas que salían disparadas en vuelos rasantes molestas por el inoportuno ruido, para volver a posarse pasados unos minutos. Una fuente adosada a los muros del iglesia, de la que manaba abundante y fresca agua, como seña de identidad de Hontanas, o Fontanas como era su antiguo nombre.
Ante el éxito obtenido, hicimos lo mismo que hacían el resto de peregrinos, sentarnos a beber cervezas, yo zumos mediterrania, y a dejar correr el tiempo hasta la hora de la cena. En la mesa al lado nuestro, dos japoneses charlaban animadamente con dos coreanas. No es que yo sepa diferenciar chinos, japoneses, coreanos y vietnamitas con solo ponerles el ojo encima, sino que fue Esperanza, en un alarde de curiosidad insana y puro marujeo, quien corrió hasta el albergue para mirar con todo descaro el libro de visitas donde venían los nombres y nacionalidades de los residentes, transmitiéndonos seguidamente sus impresiones e informándonos que no solo eran raros aquellos asiáticos, sino que había detectado a un iraní entre los peregrinos. ! Vaya, eso sí era toda una novedad ¡ Menos españoles, había de todo como en la viña del Señor.
De nuevo la vasca salió de exploración y minutos después vino diciéndonos que había reservado mesa en el restaurante "De los Franceses" para el turno de las 20,00 h, el turno de los nacionales y rezagados extranjeros. Que había estado hablando (como no) con la encargada y que parecía un lugar acogedor, con buena cocina y mejores precios. Algo bueno tenía que tener nuestra compañera... y no olvidemos que sabía curar ampollas, y manejaba la lavadora como los ángeles.
Antes de cenar recogimos la ropa que ya estaba seca, dejamos medio preparadas las mochilas para el día siguiente, y por fin conseguimos mesa para la cena. Esta consistió en una magnifica sopa castellana, filetes de merluza rebozada y un helado de postre, con una amena tertulia a la que al final se unieron una de las camareras y la cocinera, que por cierto era cubana, y con la que bromeamos al indicarnos que la sopa era pues "castellano-cubana". Fue un rato muy agradable de los que uno lamenta que hayan de acabarse, pero el cansancio y la hora nos aconsejaban irnos a dormir.
Aun intenté hacer la llamada de la noche a MD, pero esta se encontraba en el cine con el móvil desconectado, me fumé un par de cigarros haciendo tiempo en una terraza del albergue, pero el fresquito que empezaba a correr por ahí, y sobre todo el cansancio y el dolor de piernas y pies, me hicieron dirigirme a la piltra donde, ante la risa floja que les había entrado a dos gilipollas italianos con los ronquidos del francés, que por lo visto empalmaba con la siesta, busque mis tapones de cera, por cierto uno de los mayores inventos del hombre por delante incluso del telégrafo y el descubrimiento de la penicilina, me los coloqué bien adentro y me dormí ipso facto, si bien durante la noche me desperté un par de veces debido a los dolores de piernas. Lo normal en estos casos.
Y no... Nada de ......., ........, y Rock and Roll. De lo primero... ni pizca de ganas. Tiene uno los pies tan destrozados que se le quitan las ganas de rozarse otros miembros o apendices no sea que tambien se te formen ampollas en zonas mas dolorosas. De drogas..., por allí la mas popular es la Heineken y no conocen el Anis Tenis. Y el Rock se queda mas bien en "Ronckidos" por las noches a la hora de acostarse. ! Es lo que hay... es el Camino ¡

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