Y a las seis y media sonó la alarma del reloj que me deja cada año Alvarito. No hubiera hecho falta ya que mucho antes, algún peregrino desesperado de la vida había salido dando portazos y despertando a todo el mundo. Aún así me las ingenié para bajar mas tarde de la hora prevista y mis camaradas ya me esperaban en la calle pasando frío.
Atravesamos el Arco de San Juan y nos internamos en el casco antiguo buscando algún local abierto para desayunar. Esperanza que recién levantada ya tiene ganas de hablar y hablar, se encargo de interrogar a unos jovencitos que aún no se decidían a regresar a casa después de una noche de marcha. Los chavales, medio beodos, nos indicaron un bar abierto cerca de la Plaza mayor, y hacia allí nos dirigimos. Al llegar al bar Vayma, entramos inmediatamente en calor, y yo alcancé el climax, se me ve en la cara, cuando me tome un buen tazón de café con leche. No puedo decir nada bueno del croasan del día anterior que la dueña nos endiñó. Incluso mojándolo en el café se resistía a perder su dureza. Sellamos, pagamos y salimos encaminándonos por la calle La Paloma hasta alcanzar la Plaza del Rey San Fernando, la Catedral y el monigote de Bartolo al que fotografiamos de nuevo como si fuera la primera vez que lo veíamos. Nos demoramos un rato mirando y despidiéndonos de la Catedral, y porque mientras Esperanza le contaba al Bartolo ese, no se qué historias de sus hijos, ante su total indiferencia recubierta de bronce.
Arco de Santa María, Paseo de la Isla y avenida de Palencia nos llevaron un buen rato caminando, pero por fin llegamos hasta el albergue del Parral para que Javier saliera con que quería sellar y preguntar al hospitalero alguna cosa, pues tenía planeado volver en bicicleta un par de semanas después. Mas demoras... ! Empezábamos fatal según mis planes ¡ Cuando salíamos del albergue encontramos a Espe, hablando con un joven que hacía footing. El pobre hombre le contestaba dando saltitos, corriendo sobre el sitio para no enfriarse demasiado y que se le congelara el sudor. Javier salió en su auxilio e indicó a su mujer que le perdonara y le dejara seguir su carrera, mientras yo le hacía señas de que la dejara y así se desfogaba la buena señora. ! Vaya día de charlas que me esperaba ¡
Total: ocho y media y apenas salíamos de la capital. Nos quedaban 30 kms. por delante y mis cálculos mas optimistas me indicaban que no llegaríamos a Hontanas, nuestro primer final de etapa, hasta pasadas las 3 de la tarde.
Los primeros kilómetros fueron muy agradables, con un paisaje lleno de árboles y bastante llano. Y por que había decidido tomar el toro por los cuernos, llevando yo el grueso de la conversación y sin dejar que Esperanza colocara mas palabras que las precisas, aunque sabía que acabaría claudicando en algún momento, pues yo no soy de los que pueden hablar durante 180 Kms. ni durante muchos días.
1 comentario:
Hontanas, menudo aburrimiento de aldea medio fantasma os espera.
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