miércoles, 13 de agosto de 2008

Alto de Mostelares

Enseguida tuvimos delante el Alto de Mostelares. Frente a nosotros una montañita en la que claramente se divisaba el sendero que subía y subía. No pude por menos que recordar, por su parecido, el Alto del Perdón, allá a la salida de Pamplona y Cizur Menor. La diferencia estaba en el anti estético parque eólico que había en el Perdón, aunque recordé que estaba planeado plantar los feos molinos de viento también aqui. Por lo demás, la empinada montaña era muy similar y sabía que acabaría pasandolo mal en cuanto inicara la subida. Me fumé un cigarrillo mientras nos ibamos acercando por un simpático sendero bordeado de algunos alamos y un puente de madera sobre el lecho de un rio seco desde hacía tiempo. Mantuve la vista fija en algunos puntitos extraños a mitad del recorrido. Se movían muy lentamente. A ratos se detenían para de nuevo moverse al poco rato. Caímos en la cuenta de que eran los peregrinos en plena ascensión, y como el que no quiere la cosa, al poco rato empezábamos nosotros mismos a subir aquellas empinadas cuestas, siendo a nuestra vez meros puntitos que debían estar contemplando peregrinos mas rezagados. Javier, que hay que reconocer que para sus mas de cincuenta años está en muy buena forma gracias al ciclismo que practica en el País Vasco, tomo en una mano la mochila de Esperanza, y cargado con la suya igualmente a la espalda se fue como una flecha para arriba. Lamenté profundamente no ser su hijo o algún primo lejano y que hubiera tomado en la otra mano mi propia mochila liberándome del peso, pero haciendo de tripas corazón, busqué mi ritmo y adecuando mi respiración al esfuerzo empecé la escalada. Lo último que recuerdo es a Esperanza hablándome de nos sé bien que cosa, ya que caí en una especie de trance, pensando en cosas agradables para no hacerlo en lo que me quedaba por delante, y con la mirada fija en el pedregoso y árido suelo, sin mirar en ningún momento hacia arriba, tratando de evitar en lo posible pisar las innumerables piedras o meter los pies en los surcos formados por el agua de lluvia, fui poniendo un pie delante del otro avanzando lentamente. Metro a metro, sudando a mares, solo mirando atrás para ver el paisaje de Castrojeriz hundiéndose en el valle, conseguí recorrer el empinado kilómetro, tal vez menos, y alcanzar el humilladero con cruz que existe en la ventosa cima del Alto. Javier, que ya descansaba sentado tranquilamente, había subido como un tiro, me dijo que había cronometrado la ascensión y que él lo había hecho en 15 minutos y yo en 19, gracias a no sé que viento de espaldas que nos había ayudado. (???) Cuando Esperanza, que llegó fuera de control, se reunió con nosotros, nos dedicamos a sacarnos fotos junto al humilladero, con Castrojeriz a lo lejos, y a recobrar el aliento descansando unos minutos y agradeciendo el fuerte viento que soplaba en lo alto y nos refrescaba. Aproveché para llamar a MªDolores, justo cuando iniciábamos la bajada por el otro lado. Si la subida había sido dura, la cuesta abajo era igualmente agresiva e interminable. Ante nosotros se extendía, a todo lo que alcanzaba la vista, un infinito horizonte de tierras de secano donde los trigales en su temporada debían ser los amos del terreno. La temible Tierra de Campos se ofrecía a nuestros ojos, donde los árboles eran una rareza insólita, que servía para crear un merendero en cuanto se juntaban próximos mas de dos arboles. Y al poco de acabar de bajar encontramos por fin dos pinos juntos y el merendero de turno. Se trataba de la Fuente del Piojo y estaba tomada por alemanes, entre ellos una chavalita contrahecha que descalzada se bañaba los pies en la fuente. Conseguimos a duras penas una mesita y abrimos la bolsa de vituallas que llevaba Esperanza. Hicimos nuestros bocadillos, que acompañamos con el queso que la vasca acarreaba desde San Sebastián y nos dimos un festín tras la fatigosa etapa que llevábamos a cuesta, y de la que aún nos faltaba la mitad por recorrer... aún otros 15 kms.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es genial seguir las etapas del Camino comentadas por ti Alberto, por que me recuerdas cuando las hice yo, pero con la atracción extra de los comentarios de tus calvarios en plan irónico, de forma que así eres tu el que lo sufre y yo el que me río, al contrario de cuando lo experimentaba yo, que también lo sufrí y luego con los comentarios en mi diario los demás se reían, bueno yo también me río, pero no deja de ser una experiencia dura, no apta para todos los públicos. Y alguno puede caer en la equivocación de pensar que por que lo contemos con cachondeo no lo sufrimos de verdad, sobre todo yo, que no lo hacía por ninguna fe religiosa que me empujara a seguir hacia delante, que eso seguro que ayuda a los devotos (modesto que es uno).