viernes, 29 de agosto de 2008

!! Peligro, Chinches ¡¡

El Monasterio de San Zoilo, imponente pero cerrado a aquella hora de la tarde, como suele ser habitual, solo nos permitió fotografiarlo por fuera. Y fue cuando reiniciábamos el camino de vuelta cuando me fijé en que las piernas de Javier ofrecían un curioso aspecto, con algunas ronchitas rojas que, aquí y allá, surcaban su piel, y dí la voz de alarma. Esperanza fue la primera en dar con el nombre del problema... !! Las chinches habían picado a Javier ¡¡ El drama que se originó a continuación es difícil de explicar. Solo había que ver el rostro compungido de este hombretón de mas de 50 años, a punto de soltar la lágrima, preguntándose como había podido suceder tal desastre. Las conjeturas de donde había sucedido el desaguisado, dieron paso al qué hacer en estos casos, y luego a qué podría curar aquellas feas señales. La visita turística había acabado abruptamente. Javier marchó corriendo hacia el albergue para revisar sus ropas, por si los "huéspedes" aún seguían entre nosotros, mientras que Esperanza corría en busca de una farmacia donde comprar algún medicamento o ungüento que calmara el escozor que se le había declarado a su marido nada mas verse las piernas. Yo quedé encargado de comprar algunas vituallas para la cena, que realizaríamos en el albergue, y al hacerlo, en el super, encontré unas plantillas para zapatos que aunque finas y poco consistentes podrían aliviar mis doloridos pies en las cochambrosas botas.
Me entretuve mas de la cuenta sacando numerosas fotografías, y al regresar a las inmediaciones del albergue entré en Santa María del Camino para una visita de su interior, pero la misa que se estaba celebrando en esos momentos me impidió moverme a mis anchas. Tras una rápida ojeada al conjunto y una breve plegaria, me encontré en mi paseo de regreso con una antigua casa en la que en una placa se indicaba que era el lugar de nacimiento de Don Iñigo Lopez de Mendoza, el famoso Marqués de Santillana, escritor y poeta del siglo XV autor de las "Serranillas".
Volví al albergue donde no encontré al matrimonio vasco, pero aproveché el tiempo para recoger nuestras ropas tendidas y ya secas, así como en tomar algunas notas para mi diario sentado en la terraza junto a otros peregrinos. También noté que en nuestro cuarto nos había tocado con un numeroso grupo de jóvenes gallegos. Aquello era una auténtica novedad, e íbamos a dormir con personal nacional otra vez, cosa que no sucedía desde hacía mucho tiempo. A las ocho y media volvieron los vascos, que habían aplicado una pomada a las picaduras, habían encerrado toda la ropa de Javier en bolsas, ropas que no pensaba volver a usar en adelante, y se habían ido a misa, precisamente a la iglesia que yo había visitado sin verlos. Javier pensaba que las chinches habían hecho su agosto con él en el albergue de Boadilla, en aquel corralón en que habíamos dormido, y recordaba que durante la noche había buscado una manta para cubrirse con ella. Lo curioso es que los tres habíamos dormido en el mismo sitio, que los tres lo hacíamos dentro de nuestros casi herméticos sacos de dormir, y solo a él habían picado los molestos bichos. ¿Acaso la piel de los vascos es de mejor calidad que la de los levantinos? ¿Acaso el ADN y el RH vascos son especiales como propugnaba el Leendakari Arzalluz hace años?... ! Pues será eso... ¡
Durante la cena, que consistió en bocadillos de jamón serrano con el ya archiconocido queso de Esperanza que al fin pudimos acabar, observamos en una abarrotada y concurrida mesa vecina como un brasileño, veterano pero con un punto aún seductor, vacilaba a unas alemanas echando un pulso con ellas. Hacía como que se dejaba ganar, aunque un par de ellas podían perfectamente haberlo descoyuntado si se lo hubieran propuesto a tenor de las dimensiones que tenían las muy condenadas. También la monja hospitalera se acercó hasta nuestra mesa y nos hizo un comentario sobre la etapa del día siguiente, diciéndonos que a la mitad de la famosa recta de 18 Kms. hasta Calzadilla un avispado había instalado una especie de bar y que el recorrido ya no era tan atroz como siempre se había dicho. Le señalamos que el hospitalero de Boadilla nos había dicho todo lo contrario, con lo que ella viendo que poníamos en duda su palabra... palabra de Dios, pues ella era monja... y de las serias, perdió todo interés en nosotros y se fue... supongo que a echar pulsos con el brasileño.
Seguimos de tertulia un rato mas y al punto los vascos, algo desmoralizados aún por el tema de las chinches, se fueron despidiendo para retirarse a dormir. Yo aún salí fuera del albergue para fumarme un pitillito donde me encontré con el ciclista francés de Saint Jean Pied-de-Port, descubriendo que aunque esa población al pie de los Pirineos navarros y punto de partida en el Camino de la mayoría de extranjeros y de muchos españoles, a pesar de la distancia que les separa de las vascongadas, se sienten indentificados con el entorno abertzale, de ahí que pudiera entenderse perfectamente en vasco con Javier. Y como "nunca te acostarás sin saber una cosa mas", una vez adquirida esa pequeña porción de culturilla general y con el deber cumplido, yo también enfilé de nuevo las escaleras subiendo con el canto de los pies por no molestar a mis dormidas ampollas, me aseé en el baño, recogí algunas cosas en la mochila, me puse los tapones de cera y maldiciendo a todas las chinches que pudieran existir entre Burgos y León, me dormí como un bendito, aunque durante la noche los dolores de piernas me dieron algún que otro disgusto.

1 comentario:

Unknown dijo...

Imaginas mucho ,llevo toda la semana en el curro ,pero bien acoplamiento perfecto.Yo si que te imagino en el camino con esos chinches , esos vascos , esos canarios.Te faltara alguno de Almeria pero bueno , nunca en mejor sitio dicho "TODO SE ANDARA".
Por cierto , cuen real , la frase de la semana.

SUERTE ANDADORES , LECTORES.