Nos enrollamos con un irlandés sexagenario que llevaba mas de dos meses en ruta, no porque no pudiera andar, sino porque iba a su bola y si le apetecía quedarse una semana en algún sitio lo hacia y punto... nadie lo esperaba. Al poco llegaron una matrimonio de ciclistas zamoranos que paraban solo para tomar una cervezas y seguían hasta Carrión de los Condes por la tarde, Javier entabló una conversación un tanto técnica sobre bicicletas, lo que aburrió al irlandés quien ni corto no perezoso se fue a bañar a la piscina. A Esperanza y a mi, que lo vimos zambullirse alegremente, nos entró la envidia de inmediato y allá que nos fuimos también. Yo había acarreado desde Alicante un pequeño pantalón corto de deporte, casi un bañador, con lo que no tuve problemas. Pero Esperanza, que llevaba casi de todo... incluso medio queso... no había contado con esta posibilidad y si quería mojarse debería, a parte de mojarse el culo, hacerlo en ropa interior. El primero en entrar de golpe en la piscina fui yo... ! Que sensación ¡ ! Que horror ¡ !!! Que helada estaba el agua ¡¡¡ Sentí como la hipotermia recorría mis extremidades y como avanzaba hasta acometer despiadadamente las partes... llamemoslas nobles. La voz apenas me salía pero aún así conseguí hacerme entender y le pedí a Esperanza que me sacara una foto con mi cámara. La buena mujer no sabía bien su funcionamiento, y tardó una barbaridad en disparar la foto... lo justo para salvarme de la siguiente fase de la congelación, que no es otra que una impotencia sexual crónica... menos mal ¡¡¡ Salí enseguida del agua, y sin toalla, no me quedó mas remedio que sentarme al sol en el césped. Y llegó el turno de la vasca, que se estaba pensando mucho el hecho de mojar su sujetador. Con mas morro que espalda, la vasca se quitó el sujetador y en top less se metió en la piscina enseñando al respetable sus impresionantes y feas tetas. Yo me quedé petrificado. Una alemana que retozaba con los pies en la pileta, se marchó de allí aborchonada, una de las jóvenes coreanas soltó una risita nerviosa y el resto de peregrinos miraron para otro lado cuchicheando entre ellos. Esperanza, ajena a la mojigatería del resto del mundo no paraba de gritar lo buena que estaba el agua, inmune al frío y al espectáculo que estaba dando. Tras mi primer momento de estupor, pues consideraba no era lugar apropiado para "escenas eróticas" de ese calibre, me dio por reírme y tomarme a guasa el baño de la vasca.
De nuevo entrado en calor, me dediqué a sacar fotos de aquel albergue, de la estatua de los peregrinos que presidía el jardín, salí y fotografié el Rollo Jurisdiccional de Justicia del siglo XVI que era juntamente con la Iglesia de la Asunción del siglo XV, lo mas destacable de Boadilla, y ya con mis dos compañeros dimos una pequeña vuelta por las calles del pequeño pueblo. Con un helado crocanti comprado en una pequeña tienda, volvimos hasta el albergue y pasamos el resto de la tarde, escribiendo postales, tomando notas para los diarios, descansando algún momento en las camas y esperando que llegara la hora del turno de cena de los nacionales.
A las ocho y media, nuestra hora, y con alemanes y franceses ya cenados y desfilando hacia las camas, accedimos al comedor donde coincidimos en la misma mesa con un grupo de tres matrimonios madrileños muy simpáticos, y una parejita húngara de recién casados, que solo se enteraron de algo cuando Javier les traducía alguna de las broma dicha en la mesa. De como quedaron los chistes traducidos en ingles nunca lo sabremos... aunque por las caras de "alelaos" de aquellos dos magiares, debieron pensar que eramos un extraño pueblo, que decía estupideces y encima se reían. En cuanto a la cena que estuvo genial por la animada charla con los dicharacheros madriles, deberé destacar una sopa de espárragos, que a pesar de ser de sobre, y hecha para mas de cincuenta, estaba exquisita, luego elegí merluza rebozada, y aún probé un buen plato de judías blancas, lo justo para tener munición por si por la noche, en los dormitorios, los extranjeros nos atacaban con sus flatulencias. El dueño del albergue, un agradable joven con coleta, se nos unió en la mesa, deseoso de entrar en la conversación que manteníamos los nacionales. Nos aconsejó llevar agua y comida para el tramo entre Carrión y Calzadilla de la Cueza, pues eran 18 Kms sin un solo pueblo o fuente. Que un advenedizo había intentado montar una especie de puesto ambulante a la mitad del recorrido, pero que la Asociación local le había obligado a cerrar. Noté en aquello, una especie de corporativismos o coto cerrado, en el que se cuidaba mucho el negocio, incluso entre los albergues de peregrinos, y también que cualquier avispado podía montar un negocio con la intención de ganarse unas perras.
Los tapones en los oídos, muchas dificultades para poder subir a la parte de arriba de la litera con los pies llagados, pero cuando conseguí introducirme en mi saco de dormir, caí rendido esperando el sueño reparador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario