Decidimos que era hora de ir pensando en procurarnos cena, desayuno y tal vez almuerzo para el día siguiente, con lo que buscamos una tienda que a esas horas de la tarde-noche aún estuviera abierta. Debió ser cuestión de suerte o que en Ponferrada los super cierran pasadas las nueve de la noche, pero finalmente conseguimos hacer nuestras compras y ponernos en cola, justo detrás de un par de mozas mal vestidas y pintarajeadas de negro, de esa tribu urbana que creo se llaman a si mismos "gótico". Las muchachas pasaban de yogoures y del pan Bimbo que portaba Esperanza y otras marujas de la fila, y habían cargado para el botellón de aquella noche litronas de cerveza y ron Cacique en cantidad industrial. Esperanza, que no se calla ni debajo del agua, alguna cosa debió decirles en plan maternalista, ganándonos de inmediato una de esas miradas asesinas, que con la profusión de rimel negro que portaban, se hizo aún mas amenazadora e inquietante.
Fuimos regresando al albergue en un corto paseo y al llegar, mientras la vasca se ocupaba de preparar sandwiches y buscaba platos y cuchillos, Javier y yo nos dirigimos a recoger nuestras ropas que aún permanecían tendidas, con tan mala fortuna que fuimos reclutados por el hospitalero para asistir en vecina ermita Del Carmen al final de la bendición de los peregrinos que daba un cura un tanto agrio de carácter, que se acrecentó al vernos entrar justo casi al final del acto. ¿Pero esto de los actos religiosos no era voluntario....? ¿La leva y el reclutamiento de oficio no quedó abolido junto con la esclavitud allá por el siglo XIX...? ¿Qué no pueden completar el "cuorum" con feligreses de la parroquia...?
El caso es que así estuvimos, tontos y disciplinados, durante unos diez minutos sentados en el banco de la iglesia dándonos golpes de pecho y diciendo a todo, amén... y con los gallumbos y los calcetines aún en la mano...
Con la vasca extrañada por nuestra tardanza, allí con toda la cena preparada en una mesa bajo un entoldado lleno de parras, nos dispusimos a dar cuenta de la cena, a la que se unió un joven madrileño, que caminaba en solitario desde Astorga y debía buscar ese calor humano y esa compañía que toda persona necesita en algún momento de su vida. La conversación se puso difícil, pues en la mesa de al lado un numeroso grupo de jovencitos catalanes armaban bulla con sus risas y los grititos de las chicas. Pero lo que mas me molestó fue que una de ellas se levantara y me pidiera, casi exigiera, mi cuchillo, como si fuera lo mas natural del mundo el ir compartiendo los cubiertos con el primero que te encuentras.
Tras la cena, la cosa no dio para mucho mas. Solo el tiempo de enseñar a mis dos amigos vascos la pagina de este blog en unos de los ordenadores conectados a internet, y de los que ellos eran, y siguen siendo, protagonistas de mis entradas, pero que no creo que hayan vuelto a visitar ni una sola vez después de aquella noche. Las piernas volvían a fallarnos y la cama era la única solución al problema. Nos acostamos, yo sin nadie en la litera de arriba, y nos dormimos casi en el acto.
1 comentario:
Ya se acerca el otoño, espero que estes recuperado de tu tendinitis.
Hay que recuperar las viejas costumbres, en medida de lo posible.
Hoy tenemos cita con Massuti, ya te conteremos. Besos
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