De nuevo en la plaza para la consabida foto junto al monumento al templario y de nuevo a callejear, buscando algún sitio para tomar un refresco, descansar y reponer fuerzas. Pero antes y por pura casualidad dimos con el Museo del Bierzo, ya a punto de cerrar sus puertas, donde supimos por un pasquín pegado en una de sus paredes que cerca del castillo habíamos pasado muy cerca de la Casa de los Escudos, una noble casona del siglo XVII restaurada y dedicada ahora a Museo de La Radio, donde se conservaban numerosos objetos y fotografías donadas por el locutor Luis Del Olmo, ponferradino de pro.
En cambio dimos facilmente con la Torre del Reloj, y atravesando su arco, accedimos a la Plaza Mayor donde nos encontramos varios bares con terrazas que parecían muy agradables. La sed que se había apoderado de nosotros tras el largo paseo no nos permitía mas visitas turisticas de momento, con lo que, casi sin hablarnos, nos dirigimos hasta la mas próxima y nos dejamos caer cansados pero contentos en unas de sus sillas. Yo desde la posición que ocupaba en la mesa tenía una vista de la fachada de un hotel cercano, puerta con puerta a nuestro bar. Ahí estabamos nosotros tomándonos la "mirinda" y un platito de cacahuetes que gentilmente nos había servido una guapa camarera de color, cuando nos sobresaltó una algarabía de gritos y risas. Se trataba de un nutrido grupo de peregrinos que saludaban a algún huesped del hotel que nosotros no alcanzabamos a ver. De pronto el huesped salió al balcón... y resultó que se trataba de nuestra brasileira-francesa, aquella señora tan piadosa que rezaba y lloraba ante el parlamento de su marido francés en la iglesia de Rabanal y con la que habíamos andado durante un trecho aquella mañana antes de llegar al Acebo. Pero resultó que, fijándonos mejor, sobre todo Esperanza que para todo esto tiene vista de lince, descubrimos que ademas de una bandera brasileira amarilla y verde que agitaba frenetica desde el balcón, la mujer habia salido en bragas a saludar a sus amigos. Tuvo que ser Esperanza la que nos indicara que, aquello que los dos hombres creíamos unos bonitos shorts, unos sencillos y exiguos pantaloncitos cortos, eran en realidad unas bragas de coulotte.
La "paisana", de unos cincuenta años (año arriba, año abajo) salvo por unos atisbos de incipiente cartucheras, y vista así, ahora que lo sabíamos, en ropa interior pues... no estaba del todo mal, pero de pronto recordé aquella demostración de piadoso recogimiento espiritual y religioso de un par de días antes. Y tuve que reconocer mi error, mi confución en aquella iglesia y aquella tarde, para gritarle desde mi asiento... _ !! Hay picarona... ¡¡ ! Que tu no ibas para monja como crei en un principio ¡ La visión de la semivestida carioca, allí asomada a la Plaza Mayor dando saltitos y chilliditos fue fugaz, por lo que no me dio tiempo a sacar la camara e inmortalizar el momento. Siento no tener una foto de aquel momento memorable, ni de las coloridas bragas de la "amiga", pero en un par de dias dejaré aquí una foto de nuestra brasileña tomada en el albergue de Pereje para que el personal la vaya conociendo.
1 comentario:
vaya por dios, ya me he quedao sin ver el estroptis de la carioca cicuentona, es que no gano pa disgustos!!
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