El valenciano nos resulto poco hablador. Me contestó con solo media sonrisita, al decirle yo que casi eramos paisanos... y ahí se me acabo el amor... lo taché de mi lista de posibles compañeros de viaje.
Inmediatamente nos dirigimos a las duchas y ya cambiados y frescos (se habían ido como por ensalmo los dolores de pies y el cansancio) bajamos a los lavaderos para realizar la diaria colada. Algunas dificultades para tender la ropa al sol, pues casi todas las cuerdas estaban copadas de ropa y cuando regresamos al dormitorio nos encontramos con la sorpresa de que el valenciano había cogido su mochila y se había cambiado de cuarto de manera unilateral. No nos dio tiempo a sentirnos ofendidos por el posible desplante, ya que de nuevo en el pasillo lo vimos salir de la habitación de al lado, Belorado, acompañado de una linda señorita con la que debía andar desde hacía unos días. Con nuestra bendición lo dejamos marchar, no sin antes desearles mucha felicidad y muchos hijos, y yo mas contento que unas pascuas ya que el hospitalero andaba colocando a nuevos peregrinos por las dormitorios colindantes, ajeno a que se había producido un hueco en el nuestro.
De nuevo en la planta baja, fuimos controlando las instalaciones... la cocina, mas o menos equipada, la sala de internet y biblioteca... y justo en la puerta un tipo que daba masajes en los pies, lo que llamó la atención de Esperanza , quien se apuntó inmediatamente y cuidó que nadie se moviese de la cola.
Javier y yo, que ahora debíamos esperar a que acabasen con la pedicura de la señora, aprovechamos la espera haciendo lo que la mayoría de peregrinos que pasaban por allí, meter los pies en una pequeña pileta con fuente, a la entrada del albergue, con una mas que gélida agua, pero que nos sentó de maravillas y fue objeto de una foto, que decora la entrada de hoy.
Habíamos decidido dejar Molinaseca y su rio con la intención de ver cosas interesantes en Ponferrada, cosa que nos hubiera sido imposible realizar al día siguiente en plena marcha de la etapa. Y sin embargo, allí estabamos, cada cual con los pies ocupados en diferentes posturas, y sin movernos del albergue.
Los baños de pies y los masajes por fin llegaron a su fin, con lo que, aprovechando que nos encontrabamos relativamente cerca del castillo Templario decidimos encaminarnos hacia allá en primer lugar.
Contaban que era un soberbio castillo... Ya podía ser bonito... ya. Yo pensaba que sería dificil que superara al alicantino castillo de Santa Barbara... vamos a ver, vamos a ver...