Justo a la salida del pueblo, y erigido por la Asociación Berciana del Camino, un monumento en forma de bicicleta, realizado totalmente de hierro como puede apreciarse en la fotografía que sirve de decoración para la entrada de hoy, recordaba al alemán Henrich Krausse fallecido de un infarto en 1.998.
El camino, durante los siguientes 3 kilómetros, alternó asfalto con senda polvorienta y pedregosa siempre en pronunciada bajada. Riego de Ambrós se adivinaba en el fondo de una especie de valle entre aquellas montañas, y podían apreciarse el rosario de peregrinos que andaban por delante de nosotros, lo que nos daba, al menos a mi, la oportunidad de calibrar distancias y tiempos.
Poco a poco me fui adelantando, caminando solo en cabeza, ya que Esperanza tras el bocadillo y recuperada las fuerzas volvía a su pertinaz y desaforada locuacidad lo que, tras cuatro días de marcha continuada, empezaba a resultar exasperante por momentos. Increíble la forma de hablar de todo tipo de temas y en todo momento de esta singular mujer. Entrañable, sencilla, encantadora, atenta y sacrificada hasta el extremo para con todos... pero con esa forma de charlar hasta por lo codos y sin control, que en algunos momentos en que uno requiere de soledad y reflexión... o simplemente no perder las pocas fuerzas que le quedan en inútiles peroratas, tiran por tierra todo lo bueno que atesora esta amiga. El adjetivo que siempre gustó de usar nuestro Vecino de Abajo al referirse a ella es el de "cansina"... y la verdad es que el muchacho "la clava"... Y eso que Rafa solo coincidió con ella, allá por el año 2.005 entre Pamplona y Logroño. Yo en cambio la vengo sufriendo desde Roncesvalles, a lo largo de otros 3 tramos en diferentes años.
La pequeña Riego de Ambrós, con solo 38 habitantes pero con albergue, hostal y restaurante, nos acogió con sus acicaladas casas bercianas llenas de flores. La sombra que encontramos por sus calles, con numerosos castaños diseminados aquí y allá, nos vino muy bien pues el ultimo tramo había resultado agotador por el tremendo calor. En aquel sendero solo los saltamontes, las cigarras y algunas culebrillas que huían a nuestro paso, parecían disfrutar. Con lo que las calles empedradas y el frescor del pueblo volvieron a revitalizarnos. Sellamos credenciales en el albergue y fuimos paseando por la señalizada calle jacobea, siempre en cuesta abajo... lo que empezaba a resultar un fastidio... ¿Cuando volveríamos a recuperar la horizontalidad del aquel camino? ¿Cuando acabaría aquel pequeño suplicio?
Lo peor aún estaba por llegar... pero nosotros, ajenos a lo que nos deparaba el Camino, aún no lo sabíamos.
2 comentarios:
pero alberto, la compañía de esperanza para mi siempre fue grata, quizás por que no fue mucha y eso hace que no lleguase a empacharme, pero no me desagrdó, el que me ponía de los nervios por aquel entonces era el valencino.
un saludo.
Ese Vecino de Abajo... OÉ... El unico que me mantiene alguna conversación aquí en los comentarios... y por eso te quiero tanto (Por cierto... Lorena se ha ido de vacaciones a Dinamarca, con lo que...) Si Esperanza le daba a la "sinhueso"... el valenciano... menos hablador, cada vez que habría la boca hacía subir el pan... eso si lo entendíamos... porque hablaba "talqueasichéestaenloquetedigo. ¿verdad?
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