Para cuando terminamos la comida las nubes nos habían dado un descanso y había dejado de llover, aunque se adivinaba que solo sería momentáneo pues el ambiente, frío y encapotado, presagiaba que aún habríamos de tener mas agua aquella tarde. Mientras mis compañeros vascos descansaban en el albergue, yo decidí explorar por mi cuenta aquel pueblo. ! Total, ya estaba calado hasta las cachas...¡
Subí la cuesta de la calle Real e inmediatamente me tope con la Capilla de San José con la intención de contemplar su imagen de Santiago y su altar churrigueresco pero en la puerta, primero una cortina de terciopelo y detrás una valla de madera impedían incomprensiblemente el paso y la visita. Solo una música sacra de algún equipo de megafonía acompañaban en los dos segundos que los peregrinos podían detenerse en aquella iglesia.
No me amilané ante el primer fracaso y continué mi recorrido esta vez echando un vistazo a la Hospedería Cruz de Ferro, una casona reformada utilizada ahora como turismo rural que curioseé pensando en que tal vez fuera el lugar en que pernoctó Felipe II a su paso por este pueblo siglos atrás. De ahí, y por una calle lateral alcancé el albergue Guacelmo, gestionado por la Confraternity of St. James, asociación inglesa que en colaboración con el obispado de Astorga y la asociación del Bierzo se encarga de mandar sus propios hospitaleros para atender mayoritariamente a peregrinos ingleses y extranjeros. No pude pasar del porche pues el responsable salió a mi encuentro diciéndome que estaba completo, y ante las pocas ganas de verme pululando por ahí, con ostensibles señas de que saliera por donde había venido, replegué velas y lo dejé tranquilo. Pude ver sin embargo lo cuidado de los jardines y terraza del albergue, pero poco mas, con lo que de nuevo con el rabo entre las piernas continué mi recorrido, viendo que el edificio de al lado era un convento de Padres Benedictinos. Recordé que cada día estos sacerdotes, al caer la tarde, procedían a la bendición de los peregrinos en la vecina Iglesia de la Asunción del siglo XII, y que según se contaba era digno de verse por su originalidad, con lo que un par de horas después habría de volver al lugar. Pero antes, y encontrando la puerta de la iglesia abierta, movido por la curiosidad y esperando tener algo mas de éxito que en las anteriores ocasiones, me colé para una rápida ojeada. La iglesia estaba desierta y nadie para impedirme el paso. Con lo que me dediqué a visitarla en detalle, comprobando que mas de la mitad de la pequeña iglesia estaba en obras... pero no cualquier tipo de obra, sino unas increíbles excavaciones arqueológicas que habían dejado al descubierto no solo las rudimentarias cimentaciones del edificio, sino restos de enterramientos medievales como muestra la foto que acompaña la entrada de hoy. Aquellas fosas poco profundas, separadas por piedras o restos de lapidas, la oscuridad que reinaba en el lugar y la constatación de que restos humanos habían descansado durante siglos en el lugar me intranquilizaron un tanto... me pusieron mal cuerpo en una palabra, y esta vez, sin que nadie me tirara del lugar, fui yo el que tomó las de villadiego, para tras una rápida visita a uno de los mesones para comprar tabaco regresar hasta el albergue a esperar la hora de la curiosa bendición de los Benedictinos.
miércoles, 15 de abril de 2009
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