viernes, 12 de junio de 2009

Increible bajada

Tras el paréntesis que ha supuesto la etapa del Sureste volvemos al Francés, y a aquella jornada larga y de continua bajada. Porque los dos kilómetros que nos había predicho el ignorante forestal parecieron convertirse en veinte, casi en toda una eternidad. Lo que había comenzado como una agradable cuesta abajo fácil de llevar, con el paso de los minutos, el aumento constante del desnivel, el estado del suelo lleno de roderas, tramos especialmente pedregosos debido a los arrastres de las torrenteras de lluvias y el inclemente sol y consiguiente calor, fueron minando nuestra moral alarmantemente teniendo en cuenta que recién habíamos iniciado los 22 Kms de bajada de la etapa.
Nuestro caminar se fue convirtiendo en un autentico suplicio. Esquivando piedras y grietas para evitar las temibles torceduras; el peso de la mochila que se iba clavando en la espalda por efectos del propio desnivel; el continuo freno que debíamos imprimir a cada paso para que nuestros cuerpos no se propulsaran hacia adelante por la inercia; el todavía incipiente dolor de rodillas; el saber que esta forma continuada de andar podía producir tendinitis y sobre todo, y a la larga, la caída de la uña de los dedos gordos del pie, pues estos eran los primeros que recibían el impacto de nuestras frenadas; y lo que mas "quemaba" nuestro animo era la nula perspectiva o visión del siguiente pueblo y las falsas esperanzas creadas por el guardabosques de que nuestras cuitas tenían un pronto final.
En un momento en que me detuve para una foto, que incluyo en la entrada, di tiempo a que Esperanza me alcanzara. Venía la señora, feliz y contenta, libre de mochila pues su marido Javier, que caminaba en cabeza, había cargado con ella. Además de feliz y contenta, animadísima charlando con una mujer a la que no reconocí en un primer momento. Cuando Esperanza encontraba interlocutor o simplemente oyente para sus conversaciones... es que le cambiaba la cara. Tardé un poco en reconocer a su acompañante, ya que esta, amen de gorro, y gafas de sol tenía toda la cara embadurnada con crema solar. Era la esposa del francés que la tarde anterior había soltado sus buenas lagrimitas con la oración leída por su marido durante el acto de bendición en Rabanal y a la que posteriormente había ayudado con la cámara de fotos. Resulto ser brasileña. Casada con un francés, viviendo en Niza... pero brasileña. Su extraño acento al hablar en gabacho era similar al de las vacas alemanas cuando intentan expresarse en ese idioma... y para mas inri, era intima amiga de las brasileñas que nos habían despertado aquella mañana y que minutos mas tarde se unían a nosotros. ! Vamos a ver, petardas ¡ ¿Para que salisteis esta mañana a las seis de la madrugada, haciendo un ruido de mil demonios y dejándoos las luces encendidas para a las 10, andar por detrás de mi? ¿Me lo queréis explicar?
El caso es que así fuimos continuando, seguiamos jodidos pero ahora por lo menos en animada charla. Y eso si, sin tener noticias de El Acebo. !! Dos kilometros dijo el listo aquel ¡¡ !! ¿Pero que pasa? ¿Es que estoy rodeados de gilipollas, o qué? ¡¡

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