jueves, 11 de junio de 2009

Villena, final de trayecto

El camino se internó en medio de la parcelación agraria en la que predominaban las plantaciones de centeno. La cosecha ya bien avanzada confería al paisaje que atravesábamos una imagen de tupida y verde alfombra, bien diferente al paisaje que nos encontrábamos al caminar por la misma zona en otras épocas del año, como finales de invierno o recién iniciada la primavera, por lo que, y a pesar de ser una etapa realizada ya en otras ocasiones, nos daba una nueva visión, siempre renovada, de los campos por los que transitamos.
Un agricultor observaba como un tractor desbrozaba de malas hierbas su sembrado explicando la acción, entre paciente y resignado a cada peregrino curioso que llegaba a su altura; los aspersores de riego, mudos y sin funcionamiento, evocaban a algunos los buenos momentos pasados en otras ocasiones, con mucho mas calor, y en las que con sus gotas habían refrescado al grupo y provocado situaciones realmente hilarantes; de manera distendida, entre charlas y ocurrencias fuimos acortando la distancia que nos separaba de la ciudad que cada vez se distinguía mas nítida.
Antes, volvimos a pasar por una zona habitada en la que un viejo y destartalado Citroen dos caballos azul sirve de soporte de una flechas amarillas indicándonos el camino a seguir, y cuya foto me da pie para un recuerdo al amigo Antonio Gomez que en tantas etapas del Sureste nos acompaño como guía.
Enseguida el paso de la linea férrea para, poco después, llegar a las primeras naves industriales del polígono y entre ellas un enorme almacén de zanahorias.
De allí a las primeras calles de Villena, donde se realizó una parada de reagrupamiento, dando tiempo a Marisel Garrigo, siempre vigilante en cola, y a los rezagados a que se reintegraran al grupo. Un rápido callejeo por Villena, bien señalizado por los azulejos de nuestra asociación, nos llevó a la Iglesia de Santa María, y casi a tiro de piedra como quien dice, hasta su otra iglesia, la de Santiago. Enfrente el Ayuntamiento de la villa y un poco mas adelante desembocábamos en la avenida de la Constitución, para terminar la etapa a la mitad de la importante arteria, justo frente al Colegio MªAuxiliadora, donde el Camino continua hacia Las Virtudes y Yecla.
Faltando poco para las tres de la tarde, el grupo fue buscando acomodo para la comida. Unos eligieron La Salvadora, un coqueto restaurante situado a pocos metros de donde nos esperaría el autobús para la vuelta; otros en diferentes bares de la zona y el resto sacó los bocadillos en el bonito parque entre las calles de La Virgen y Gil Osorio.
A las cuatro en punto de la tarde, completamente restablecidos del cansancio, bien comidos y con un café en el cuerpo, regresábamos a Alicante satisfechos por la perfecta jornada y a la espera de que pasen los meses para que el próximo Enero volvamos a encontrarnos en el Camino del Sureste.

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