A pesar de levantarnos relativamente temprano aquella mañana, no empezamos a andar hasta pasadas las 9. MªJesús había recibido una llamada de las granadinas pidiéndole que las esperáramos en Palas. Con lo que estuvimos haciendo tiempo, y por tanto el desayuno fue inusualmente reposado.
A Rafa, el ovetense, empezaban a fastidiarle las mujeres aquellas. Argumentaba que había estado andando a su bola durante un montón de días, y que ahora por ir con ellas, se veía limitado y obligado a cambiar su ritmo. Además la verborrea desatada de las granadinas le rompía los esquemas. Sobre todo cuando le decían, al igual que lo hacían conmigo, que dejara de fumar. No le faltaba razón al chico, pero entre todos lo convencimos de que hiciera un esfuerzo.
Rafa era de carácter callado, igual que Alberto. Simpático y de sonrisa fácil cuando se le hacía hablar, pero algo introvertido o al menos discreto en sus maneras. La palabra sería "comedido" en contrapartida con la extroversión de las granadinas. Trabajaba de celador en el mismo hospital que Alberto en Oviedo. Mª Jesús por su lado trabajaba en un centro de salud, pero los tres funcionarios del Servicio de salud del Principado de Asturias. Era muy interesante, y a la vez extraño, oír ciertas expresiones que utilizaban al hablar. Rafa, normalmente cogía un ritmo fuerte al andar, lo que le hacía ir siempre en cabeza. En cuanto encontraba un bar en algún pueblo o aldea, se paraba a esperarnos tomándose unas increíbles jarras de cerveza y un cigarillo siempre en la mano. Más de una vez anduve con el en cabeza para huir del constante parloteo de las mujeres.
Y ahí que llegaron las granadinas, más exitadas que nunca. En apenas unos minutos nos pusieron al corriente de sus excursiones por Lugo. Que los amigos una de las tardes las habían llevado a la playa (lo que mas tarde acarrearía problemas físicos a Angustias) y que la tarde anterior.... ! Habían volado en avioneta ! !Que habían sobrevolado Gijón y Oviedo ! ¿Sería verdad aquello? Meses mas tarde pude comprobar por sus fotos que, efectivamente, habían encontrado hueco en el Camino de Santiago, para darse unos vuelos. ! Increíbles, estas tías !
Y el caso es que no venían solas. Habían adoptado a un jovencito al que nos presentaron. Su nombre era Martin Sherry, debería tener unos 23 o 24 años, bajito, pelirrojo, pecoso y además escocés. Aunque chapurreaba bastante bien el castellano, pues había viajado mucho por España, de hecho conocía Alicante, pues recordaba el Castillo Santa Barbara, e incluso había trabajado ocasionalmente en Madrid durante un año.
Empezamos a andar y ya a los pocos metros tuvimos la certeza que llegaríamos bastante tarde a Ribadiso de Baixo, lugar en que queríamos acabar aquel día.
Aquella etapa, volvió a ser de las de los primeros días. Hubo de todo, niebla en vaguadas, ermitas e iglesias románicas, puentes y calzada romana, bonitos cruceiros, curiosos hórreos al borde del camino, bosques cerrados de árboles y maleza, subidas, fuertes bajadas. Especialmente bonito fue el transitar por el lecho de un rio, seco en aquellos meses, en una increíble penumbra debido a los altos arboles que impedían la vista del sol, bajando entre los enormes cantos del fondo del rio. Y especialmente curioso fue ver como el escocés, Martín, bajaba de espaldas, debido a que iba algo fastidiado por una tendinitis de rodilla, y según decía era la mejor manera de hacerlo, la menos dolorosa para las articulaciones.
Almorzamos en una especie de chiringuito que un medio hippie había montado en un claro de un espeso bosque. Sus artículos, todos naturales, a base de quesos de tetilla que una paisana le traía, pan casero, varios tipos de zumos de frutas que el mismo escogía. Vendía jabones naturales, tarros de miel, y hasta ungüentos caseros para todo tipo de afecciones relacionadas con la peregrinación. Allí mismo alcanzamos a una anciana alemana, que caminaba sola, pero a paso tortuga debido también a las rodillas. Calculé a ojo que posiblemente en ese estado no llegaría, o al menos lo haría varias horas después que nosotros.
Atravesamos varios pueblos y pequeñas aldeas. San Xiao do Camino, Casanova, Leboreiro, Furelos. En casi todos nos deteníamos, bien para hacernos una foto, bien para que las granadinas descansaran y aprovecharan para contarnos sus peripecias o hacer algún chiste.
Al medio día llegábamos a Melide. Justo a la entrada alcanzamos a Carmen la malagueña, como casi todos los días, y como siempre Inmaculada y Angustias intentaban entablar conversación con ella, sin conseguir más que contestara a los saludos, que ya era algo.
Alberto y MªJesus querían saludar a un amigo de los padres de él en aquel pueblo, y perdimos mas de una hora en encontrar la dirección de aquellas personas, para finalmente enterarnos que estaban ausentes y de vacaciones.
Decidimos por tanto quedarnos a comer en Melide, para continuar por la tarde, y aprovechar que en esa localidad tenía mucha fama la Pulpería Ezequiel. El mejor pulpo de toda Galicia, era su lema, con lo que hacía allí nos dirigimos. Al llegar junto a la puerta nos encontramos con la alemana del almuerzo, que aún estando coja, nos había alcanzado. Rafa rumiaba su desespero jurando en arameo, pero se le pasó pronto. Una vez sentados y con unos platos de Pulpo a Feira con cachelos (patatas hervidas) y un buen tazón de Ribeiro las protestas quedaron difuminadas. Ahí fue donde conocí un nuevo enfoque de aquel Camino de Santiago. El aspecto culinario o gastronómico. Aquel Pulpo a Feira, o por ejemplo el pote gallego que habíamos comido en Sarria junto al postre que consistió en queso con membrillo, daban una nueva oportunidad para sacarle mas jugo a la peregrinación, y a partir de ese día siempre he intentado probar platos típicos de las zonas por las que pasaba. No había postres en el Ezequiel, en su lugar nos escanciaron un recolado de café en el mismo cuenco en que habíamos tomado el Ribeiro. Todo muy típico y muy del lugar en el que nos encontrábamos.
martes, 20 de noviembre de 2007
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1 comentario:
La verdad, me parece muy bien el que las granadinas se vayan de excursión, son sus vacaciones y tienen todo el derecho del mundo a disfrutarlas y aprovecharlas como mejor vean. Y sí tienen a mano semejante anfitrión como el asturiano rico y desprendido, a delante. Pero estoy totalmente de acuerdo con mi tocayo, y desde luego yo no me hubiera quedada a esperarlas, en su caso me marchría y seguiría a mi ritmo, sí nos vemos al final de la jornada bien y sí no lo siento, pero buscaría nuevos compañeros que tuvieran mi ritmo y una actitud similar, por que lo de peregriturista, no va conmigo, o no hasta llegar a Santiago.
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