martes, 13 de noviembre de 2007

De Sarria a Portomarín

Al llegar a Sarria, caí en la cuenta de que las mujeres del grupo andaban sin mochilas cuando nos dirigimos hacia un bar donde recogieron sus pertenencias. Me abstuve de hacer ningún comentario. Seguía pareciéndome mal el tema del taxi.
Cuando llegamos al albergue público, estaba a rebosar. Un tónica que nos iba a acompañar durante todo el tiempo, ya que en Año Santo las aglomeraciones estaban a la orden del día. Encontramos pronto un albergue privado, que estaba muy bien y era completamente nuevo y allí nos quedamos.

Tras la comida, las granadinas se marcharon a Lugo con un amigo que las vino a recoger. Un "millonetis", con blazer cruzado y BMW ultimo modelo, propietario de una torrefactora de café, además de un apartamento en La Herradura, de ahí la amistad.
Meses mas tarde, cuando vi las fotos que habían tomado aquella tarde, en la mansión del amigo potentado, se me pusieron los dientes largos. Cada una había dormido en una suntuosa habitación con cama de matrimonio, provista de baño propio y hasta de yakusi. Pero no acabarían ahí las peripecias de mis amigas en los días sucesivos.

La tarde la dedicamos a descansar, y yo a visitar las iglesias de los alrededores.
Cuando regresé al albergue las piernas no me respondían. Tenía los gemelos agarrotados y duros como una piedra.

La salida por la mañana fue sobre las ocho, e inmediatamente nos internamos de nuevo entre frondosos arboles en el bosque.

Creo haber dicho anteriormente en este blog, que el Camino a Santiago cambio muchos aspectos de mi vida. Y uno de esos cambios tiene que ver con los árboles y con el reciclaje. Hasta entonces no había sido muy receptivo a la idea de separar mis basuras y depositarlas en los contenedores al uso. Siempre había pensado que alguno debía hacer un buen negocio con aquello, y además practicamente gratis, ya que uno mismo les llevaba la "materia prima" al contenedor. Sin embargo, tras transitar por aquellos bosques, después de ver toda aquella naturaleza, algo debió producirse en mi interior pues desde entonces siempre he llevado mis basuras completamente separadas, y he guardado en la oficina todo el papel desechable hasta formar un buen montón para el contenedor. Incluso he mentalizado a mi jefe a hacer lo mismo, al menos en cuanto al papel. Cada vez que vacío mi papelera, pienso que estoy salvando algún árbol del Amazonas, o porque no, de Galicia o Roncesvalles. Cuando en 2.006 los incendios del verano en Galicia acabaron con tantas hectáreas de arbolado, sentí una pena grandísima y renové con mas ahínco mis ansias de reciclaje.
Durante la caminata me junté durante un tiempo con un par de peregrinos gallegos. Uno de ellos un gordito que caminaba con un paraguas, para protegerse bien de la lluvia, si aparecía, bien del sol. Me comentaron, que había realizado el tramo Muxia, de donde eran, hasta Santiago, en una sola etapa. Algo mas de 90 Kms. saliendo al caer la tarde y llegando a la hora de comer del día siguiente. Algo así como la marcha nocturna de los ferrocarriles valencianos en la provincia de Alicante, que en el mes de Junio y desde Denia hasta la capital recorre 100 Kms.
En Brea, famosísimo en la ruta por faltar desde allí solo 100 Kms. para Compostela, esperamos a las granadinas que volvían de Lugo. Mientras las esperábamos, una avispa picó a Mª Jesús, con lo que tuvimos sesión de curas y primeros auxilios.
De nuevo todos juntos atravesamos infinidad de pequeñísimas aldeas de no mas de tres o cuatro casas. Diría que la población de vacas superaba con creces las de los humanos, quienes nos saludaban cansinamente a nuestro paso. Para nosotros eran todo un espectáculo, paisanos arreando a sus vacas camino de los prados, pero para ellos eramos solo unos peregrinos mas, de los cientos que veían a diario... y saludarlos a todos debía hacérseles difícil, cuanto menos aburrido y monótono.
Tras recorrer los 22 kilómetros de la etapa, bajar por una empinada rampa que nos llevó hasta los margenes del Rio Miño y cruzar el enorme puente, llegamos hasta unas tremendas escaleras que ascendían hasta el centro de Portomarín. El pueblo era muy coqueto, con su calle principal porticada y al final la inmensa mole de su Iglesia de San Nicolás, trasladada en 1.962, piedra a piedra hasta su actual ubicación, al igual que el resto de sus principales monumentos, con ocasión de la construcción de la presa de Belesar, que anegó el valle, y con ello el antiguo pueblo. De la iglesia decir que, según mi guía había sido reconstruida perdiendo su orientación canóniga, es decir mirando hacía Roma.
En el pueblo ya esperaban a las granadinas unos nuevos amigos, que se las volvieron a llevar a Lugo. Por lo visto, muchos lucenses tienen apartamentos en la costa granadina. Con lo que acabamos en el antiguo hospital de la Cruz Roja, algo cutre, ya que el nuevo albergue de la Xunta estaba a rebosar. Y aun tuvimos suerte, ya que por la tarde encontré de nuevo a la jovencita alemana del primer día, y ella dormía en el suelo del pabellón de deportes.
Alberto y Mª Jesús se encontraron con otro asturiano, Rafa, también de Oviedo y celador en el mismo Hospital donde trabajaban ellos. Desde ese momento Rafa fue uno mas del grupo. Un nuevo amigo del Camino.
Aquella tarde mis gemelos dijeron basta. Solo tres días andando, y todo mi entrenamiento en Alicante no servía para nada. El dolor producido por el agarrotamiento de los músculos no me dejaba dar un paso. Gracias a Dios que estábamos junto a la Cruz Roja, ya que los enfermeros me dieron un bote de Flugoprofén, y al día siguiente se obró el milagro. La distensión de los ligamentos fue casi milagrosa. Eso, y que dejé mi mochila en el bar. Usé el servicio de taxis con mucha vergüenza, pero que le vamos a hacer... aquello me ayudó enormemente.

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