viernes, 16 de noviembre de 2007

A Palas de Rei

Nada mas salir del pueblo, el camino se fue empinando, como casi todos los días. Mis piernas respondían bien gracias al linimento de la Cruz Roja, pero pensé que aquello no era como empezaba, sino como acababa, por lo que decidí tomármelo con tranquilidad. Atravesamos bosques cerrados de castaños. De cuando en cuando aparecían eucaliptos, señal que nos acercábamos a la provincia de La Coruña.
En Gonzar, un pueblo de 37 habitantes y por tanto de los importantes de la zona, (los demás solían aparecer con 8, 15... a lo sumo, 20 personas censadas. ¿ Que decir de Portos, de 2 habitantes...!!!!!!??) donde encontramos un buen bar al borde del camino. Almorzamos y dimos tiempo a que nos volvieran a alcanzar las granadinas de vuelta de la excursión a Lugo.
Tomando un tentempié conocí a un par de mariquitas valencianos, que a su vez andaban con tres jóvenes de Alfaz del Pi. Hicimos patria durante unos momentos, y nos tomamos una foto todos juntos, riendo y diciendo a todos que eramos la delegación del País Valenciá. Por allí también andaba un jovencito alcoyano, que andaba con una familia bastante numerosa de andaluces.
Un poco antes de que llegaran nuestras compañeras, conocimos también a un matrimonio almeriense, de El Egido. Nuevos conocidos, que fuimos reencontrado durante los dias restantes. Lo bueno del camino es que cada día te vas encontrando a gente que has visto jornadas anteriores, bien en el camino, bien el albergue o en el pueblo. Si bien no puedes considerarlos amigos, pues muchas veces no cruzas mas que unas frases con ellos, si que se establece un nexo en común, una especie de situación tácita de compañerismo, una simpática complicidad.
De nuevo con las granadinas, y habiendo presentado a Rafa a la sección andaluza de nuestro grupo, fuimos desgranando kilómetros y pasando por pequeñas villas a lo largo del camino.
En Ligonge volvimos a hacer alto para descansar un momento. Lo que aproveché para rociarme los gemelos con el producto milagroso, y fotografiarnos todos juntos.
Fuimos pasando por Aixerre, Portos, Lestedo, O Rosario, durante las siguiente horas y sobre las dos de la tarde entrabamos en Palas de Rei y enseguida dábamos con el albergue, en cuya puerta estaban nuestras mochilas. Tanto el Flugoprofen como el haber caminado sin impedimenta, me habían hecho mucho bien, y las piernas, salvo alguna pequeña molestia ocasional, me había traído sin mas complicaciones a lo largo de los 25 Kms. de la etapa.
Casi no llegamos a entrar en el albergue. Oskar, el bilbaíno descansaba en la puerta, y con algo de ironía nos dijo que habíamos llegado tarde y que estaba completo. No obstante entré, para ver que el único sitio libre era el suelo del salón, que ya iba cubriéndose de esterillas y sacos, y sobre todo para sellar mi credencial.
Las granadinas ya habían marchado con sus amigos del día anterior, que de nuevo se las llevaban a Lugo. Y los cuatro que quedábamos encontramos la pensión Guntina, justo enfrente del albergue, junto a un pequeño parque.
No era el Ritz, pero nos vendría bien dormir en una buena cama, y sobre todo sin ronquidos de Carmen la malagueña, a la que por cierto habíamos adelantado a los dos horas de marcha aquella mañana. La tal Carmen, como ya dije, andaba sola, sin mochila, mirando al suelo, sin contestar a los saludos cuando la pasaban, solo con su bordón y una bolsa de plástico de supermercado en la que llevaba agua y algún bocadillo. Su paso era siempre cansino, como si fuera paseando por el Paseo Marítimo de su Málaga natal.
Me toco habitación con Rafa. El matrimonio se quedó con otra. Y tras una buena ducha caliente en una estrecha bañera, y lavar la ropa en el lavabo, decidimos echar una pequeña siesta.
Como no conseguía dormir, preferí dar una vuelta por el pueblo. Me encontré en la iglesia de San Tirso, con la pareja de maricas, en plena "crisis marital". El mayor, histérico, chillaba al mas gordito y mas joven. Pero de una manera que solo "las locas" pueden y consiguen chillar. Dejé a la parejita con sus problemas de pareja y al entrar en la iglesia me encontré con una mesa llena de credenciales, y nadie cuidándolas. Sustraje una, y tras una apresurada visita, continué por las calles de aquel pueblo feote.
Aun veríamos en los días que siguieron, algún monumento reseñable, alguna iglesia o ermita románica, pero ya de manera esporádica. A medida que nos acercabamos a Santiago los paisajes bonitos, los bosques maravillosos, las sendas entre túneles vegetales iban desapareciendo. Dando paso a un urbanismo más agresivo. A poblaciones con mucha más gentes que las anteriores, de construcciones mas modernas, mas impersonales. Incluso el camino de vez en cuando desaparecía para atravesar o caminar por carreteras asfaltadas.
Con lo que Palas, aquella aburrida tarde de domingo, no me cautivó en absoluto. Encontré al matrimonio de El Egido, que buscaban taxi o autobús para llegar hasta Santiago debido a unas ampollas que le habían salido al marido, y a mis compañeros en un bar junto a la pensión viendo por la tele un partido de fútbol. Y así pasamos el resto de la tarde, de manera anodina. Tomándonos unos gin tonics viendo los deportes, luego un bocadillo para cenar, y ya de noche nos retiramos a dormir. Si bien la etapa de la jornada había estado muy bien, la población y la estancia aquella tarde no la añoraré en el futuro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me llama mucho la atención, como puedes acordarte de tantos detalles, porque me imagino, llevarias un bloc para apuntar las cosas que te iban sucediendo cada dia, pero después de 4 años, veo que puedes escribir un libro de cada dia. Como lo haces?