Pero no todo eran maleza y malas hierbas, ya que en algunos tramos nos encontramos con nispereros y hasta higueras, de las que cada uno intento probar alguno de sus frutos a pesar de la prohibición impuesta por nuestro monitor al principio de la etapa.
El camino se fue endureciendo con continuas subidas, y algunas bajadas, que siempre coincidían con el encuentro de la carretera comarcal que discurría en zig zag. Al final de una de esas subidas, el compañero asmático se demoró mas de la cuenta lo que hizo que todo el grupo permaneciera a su espera, y si bien resultó una perdida de tiempo, por otro lado sirvió para un inesperado y largo descanso casi a los pies del majestuoso Puig Campana en su vertiente norte, que a todos nos vino bien.
De nuevo reemprendida la marcha el sendero discurrió durante un largo trecho por una zona boscosa de pinos y carrascas, con una bellísima sierra repleta de vegetación y arbolado cuyo paisaje asemejaba a otras zonas del país mucho mas al norte. Sin nada que envidiar a zonas boscosas o de montaña de Navarra o Galicia, nuestra provincia de Alicante tiene en su montaña lugares de verdadero interés paisajístico y en el que la naturaleza se muestra desbordante y generosa.
Nueva parada general al borde del camino y nueva espera del grupo, de cuyos miembros empezaron a salir discrepancias y quejas, pues ya había quedado bien claro que, pasadas de largo las dos y media de la tarde, no tendríamos tiempo de poder comer como en otras ocasiones.
Se inició entonces una agresiva bajada por la otra vertiente de la sierra que atravesábamos, que en algunos tramos se realizó a un rápido ritmo de marcha. El sendero era estrechísimo, con abundantes piedras, hoyos y maleza, y con un borde dando a un profundo barranco que lo convirtió en muy peligroso. De tal manera, que en la cola de la expedición se produjo una caída sin mas consecuencias que un doloroso esguince sufrido por una jovencita americana, estudiante de algún curso en la Universidad de Alicante. La subida por la otra cara del barranco de la accidentada hubo de resolverse con la inestimable ayuda de un joven, en muy buena forma por cierto, quien la cargo a sus espaldas, recorriendo así el par de centenares de metros que nos separaba de un nuevo contacto con la carretera de Finestrat-Relleu, donde una de las expedicionarias, tras llamar a un familiar suyo con domicilio en el pueblo y solicitarle que viniera con un coche para trasladar a la americana, nos sacó a todos de un verdadero apuro. Aquello supuso, no obstante una nueva parada del grupo, la enésima por cierto.... pero aún no habían acabado las aventuras inesperadas de aquella accidentada etapa.
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