Marisel Garrido, otra de las monitora de aquel día, juntamente con Daniel Sirvent, y que había llevado con suprema resignación cristiana la marcha en la cola del pelotón, tomó el mando de la expedición. Continuamos ascendiendo por la sierra hasta que de pronto, a la salida de una curva del sendero, tuvimos una preciosa vista de nuestra meta, Orxeta. Pero aún nos separaba un enorme barranco y pensamos que en algún momento alguna señal nos indicaría un paso hasta el otro lado, y por tanto a las cercanías del final de etapa. El grupo andaba estirado y varios peregrinos caminaban unos centenares de metros por delante. Sabíamos que la parte final discurría por un PR, terminología propia de actividades de puro senderismo que quiere decir "pequeño recorrido" pero, para lo que tal vez no estábamos preparados, era para seguir las señales que marcan dicha actividad, mas acostumbrados a nuestras típicas y queridas flechas amarillas. El caso fue que todos reparamos en unos postes señalizadores, pero ninguno cayó en la cuenta de seguir aquella señal.
Seguíamos subiendo por aquella especie de tobogán en que se había convertido el camino, viendo como rodeábamos el pueblo pero sin acabar de dirigirnos directamente hacia él. De pronto el silbato de Marisel nos puso a todos en guardia... algo no acababa de ir correctamente... nos habíamos perdido, y con el pequeño pueblo a la vista, lo que resultaba aún mas frustrante.
Llamada de socorro a Juan Romero, experto conocedor del terreno, y el buen hombre vino a nuestro rescate cuando ya nos habíamos pasado algo así como un 1,5 kms. del camino correcto.
Dos o tres peregrinos que andaban en cabeza decidieron por su cuenta y riesgo atajar por el barranco. El resto, resignadamente, inició la vuelta atrás desandando lo ya avanzado. Reprimenda de nuestro guía y de nuevo bajada a tumba abierta hasta el fondo del barranco, por donde discurría un bonito riachuelo que atravesamos por una pasarela de madera. Y de nuevo subida en zig zag hasta la altura de Orxeta en la que entrabamos pasadas las cuatro de la tarde, sudorosos, cansados y mas que nunca hambrientos. Poco pudimos ver de la simpática localidad, apenas su Plaza Mayor y la fachada de su Iglesia de Santiago. Cada uno buscó acomodo en los dos bares del pueblo donde al menos se pudo disfrutar de las ansiadas y frías cervezas y refrescos, dar un rápido bocado y de nuevo con prisas hasta el autobús que nos esperaba desde hacía tiempo, pues el chofer debía cumplir ciertos y lógicos horarios laborales.
Una etapa bonita sin embargo. Que además contaba con el aliciente de ser nueva, dentro de los novedosos ramales del Sureste. De no mucho recorrido, apenas 20 Kms. y dificultad media, y sobre todo con unos paisajes soberbios que gustaron a todos y que, solo la fatalidad quiso que no saliera como habían previsto primorosamente nuestros compañeros monitores de la Asociación. La proxima vez saldrá mejor sin duda.
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