viernes, 8 de mayo de 2009

Oscuro como el culo de un negro

Javier se demoró en el excusado lo necesario para estos casos. Lo suficiente para que yo me cabreara y me quedara cercano a la hipotermia. Cuando empezamos a andar, ni que decir tiene que yo puse la quinta marcha, derrape en las curvas e intenté por todos los medios moverme para entrar en calor. El matrimonio fue quedándose rezagado, enfrascados de buena mañana en no sé bien que discusiones. Una de las veces en que me giré para ver la retaguardia, pude comprobar que la pareja de jóvenes italianos eran los únicos que me seguían. Ella, que la tarde anterior había tenido problemas oculares, definitivamente con un ojo tapado, con un parche que le confería un aspecto de pirata de los mares del sur; el novio, solicito y abnegado, llevando en una mano la mochila de ella... !! Hay que ver...como si la mochila se llevara con el ojo ¡¡
Salimos de Rabanal e iniciamos una pequeña ascensión por un sendero flanqueado por un muro de piedra que aún recogía algo de la luz de la ultima farola del pueblo. Minutos después, me engullía la mas negra oscuridad y solo, unos metros mas atrás las pisadas de las duras botas de los italianos a mis espaldas me acompañaban y conseguían insuflarme los ánimos suficientes para continuar en solitario y en avanzadilla.
Que los italianos me siguieran a cierta distancia no impedía que mi zozobra fuera en aumento. Seguidme, seguidme... que cuando yo me pierda, todos estaremos perdidos...
Y mas cuando llegamos a una carreterilla y las flechas nos indicaron que debíamos internarnos por la ladera de un despoblado monte, por un sendero en el que predominaban grandes arbustos... o lo que yo imaginaba grandes arbustos... pues solo al tacto se podía estar seguro de por donde uno transitaba.
Pronto se dejaron de tener noticias de los transalpinos... uno cargado con dos mochilas, la otra con un ojo menos... aunque en aquellos momentos no hiciera falta ni medio... era lógico que se fueran quedando atrás, mas aún cuando yo sudoroso, ya totalmente recuperado del frío pasado a las puertas del albergue, sin embargo, por los mismos nervios que me producía aquella situación seguía andando rápido, casi compulsivamente, siguiendo a oscuras aquel sendero de manera autómata, como si de una huida hacia delante se tratara.
Al rato, los arbustos e incluso algunos arboles se fueron perfilando y apareciendo, aun borrosos, pero ya de otro color al negro. El día parecía que quisiera despuntar, y con ello la visión de algunas de las cosas que me rodeaban, incluida la punta de mi nariz, que minutos antes era solo un recuerdo... sabía positivamente que la tenía ahí, delante de mi cara, aunque no la pudiera ver. Ahora me veía la nariz... pero ¿por qué no me alegraba de vermela? La falta de señalización, de alguna flecha amarilla pintada aunque fuera sobre una roca del camino, algún cartel señalizador, un algo... que me sacara de dudas y me indicara que iba por buena ruta me iba comiendo la moral por momentos. Varias veces estuve a punto de detenerme y esperar la llegada de alguno de mis compañeros que sin duda me vendrían siguiendo... ¿seguro que me seguían? ¿No habrían dado la vuelta buscando la seguridad de la carreterilla que debía llevar al mismo sitio, Foncebadón? Pero no. Sería vergonzoso que, primero unos italianos tuertos, y luego unos vascos charlatanes, se rieran de mi... Y si me detenía... como si estuviera descansando... ! Claro, listo... apenas veinte minutos después de haber salido y descansando, ¿no? ¡
Continué... ! que remedio ¡ Y para mejorar la situación... se estaba dejando caer por la ladera de aquel monte una espesa niebla mañanera que iba cubriendo como un velo blanquecino todo lo que me rodeaba... mi recién reencontrada nariz incluido.
En varios años haciendo el Camino de Santiago, encontrándome con numerosas situaciones dificiles, ni por asomo se podían comparar con aquellos momentos de incertidumbre que viví saliendo de Rabanal del Camino en plena oscuridad y a hora tan temprana. Solo me faltaba que las dos brasileñas que nos precedían, después de haberse caído por el barranco tal y como les había deseado, me oyeran llegar, me dieran la voz de alarma pidiendo socorro y yo, siempre de buen corazón, me viera inmerso en una misión de rescate en plenos montes leonés. ! Maldita sea mi suerte ¡

1 comentario:

Lorena dijo...

Gracias por el cumplido, a partir de ahora me pondré la camiseta de las tapas más a menudo. La "viuda alegre" está bien, pero las hay mejores; creo que voy a editar una guía de las tapas, manejo información de primera mano, así que quizás debería entrar en negociaciones con el Ayuntamiento, jejee...
Por cierto, ¿cómo puedes decir que prefiero otros blogs? Por Dios, si soy fiel seguidora de tus andaduras, te comento casi cada entrada, y hasta me apunté al iconito ese que sale de "seguir este blog", ¿qué más pruebas quieres para mostrar mi devoción? :-)
Un abrazooooo!!!!