Tras un café en Calle, con el consiguiente reagrupamiento, continuamos andando por una zona con suficiente arbolado y vegetación para que se hiciera agradable el paseo. Las poblaciones, a medida que nos acercábamos a Santiago, estaban algo más pobladas, o lo que es lo mismo, la proporción de vacas era inferior al de las personas, con lo que era más animado ir saludando a paisanos que esquivar o apartarse al paso del ganado.
En Salceda volvimos a parar en un bar tienda, junto a una pequeña ermita. Unos minutos solo para descansar y tomar un refresco. En eso apareció un hombre que caminaba con su hija de unos 12 años. Nada más verlo me dió un brinco el corazón, pues llevaba una camiseta publicitaria de Serviman, una empresa de alquiler de maquinaria para la construcción de San Vicente del Raspeig, en Alicante, y de la que un buen amigo mio, Tony Navarro, participó activamente en su desarrollo y plena implantación por la zona. El caso es que efectivamente eran alicantinos, y el hombre me comentó que habían iniciado el Camino desde Sarria, que su esposa no los acompañaba ya que no se había sentido con fuerzas para aquellas caminatas. Bromeé un poco con la pequeña, que parecía bastante cansada, y le dí ánimos recordándole lo poco que nos quedaba para llegar a la meta. Más de uno necesitaba el recordatorio y los ánimos en mi grupo.
En eso estábamos cuando aparecieron dos Guardias Civiles a caballo, y más tarde un enorme camión con capacidad para llevar a estos y otros animales. Entablamos conversación con los dos miembros de la Benemérita, y me confirmaron lo que ya sabía por haberlos visto en un telediario semanas antes, que tras el atentado del 11 de Marzo en Madrid, se extremaban las medidas de vigilancia, ya que existía la sospecha de que el terrorismo, sobre todo el etarra, podía atentar en el Camino. A esos etarras les haría falta, como en la Edad Media, que como penitencia les obligaran a hacer dos o tres veces aquel Camino que ellos amenazaban. Tal vez tras entrar en las innumerables iglesias que se encuentran a su paso, tras vivir unas semanas con el resto de peregrinos y comprobar el espíritu que los anima, solo tal vez cambiarían de forma de pensar y de actuar. Al menos acabarían molidos de andar y se dedicarían a otras cosas diferentes que el poner bombas y practicar el cobarde tiro en la nuca por la espalda.
Más adelante. Unos kilómetros después. Observamos, atónitos al principio, luego verdaderamente emocionados, como cada cierto tiempo, cada doscientos o trescientos metros, bien clavado en un árbol, bien entre unas piedras, otros colocados sobre vallas o mojones kilométricos, siempre al borde del Camino, alguien, tal vez alguna institución o asociación, había ido colocando pequeñas placas metálicas, una a una numeradas hasta el 192, con el lema "en recuerdo del 11-M y los nombres y apellidos de cada uno de los fallecidos en el atentado de Madrid. Sin importar o hacer el distingo de nacionalidad alguna. Inmaculada y Angustias al ver las primeras se detuvieron, y el resto las imitamos para, respetuosos, rezar una oración por todos ellos. Lógicamente, durante un largo tramo fuimos todos expresando nuestras opiniones sobre aquel salvaje acto terrorista. Más que nada, nuestra indignación y repulsa por la salvajada.
En Brea nos detuvimos de nuevo, esta vez tocaba almorzar. Las granadinas llevaban desde hacía dos días en sus mochilas, unos paquetes de embutidos ibéricos que sus amigos de Lugo les habían regalado.
En una pequeña área de descanso llena de césped y arboles, junto a un albergue-tienda donde compramos el pan, los refrescos y nos sirvieron una espectacular ensalada, nos pusimos a degustar el jamoncito, el lomo y demás embutidos. Aquel almuerzo estuvo genial y nos dio fuerzas, al menos a mi, para acabar bien la etapa.
A la altura de Santa Irene, una pequeña aldea del Conceillo do Pino, vimos aparecer una ambulancia por el sendero. MªAngustias, que andaba en la cola del grupo, puso la directa adelantándonos de pronto a todos, con los brazos al aire y gritandole a los sanitarios que la auxiliaran, que le curaran las ampollas. Y la ambulancia paró. De no haberlo hecho la señora se hubiera tirado en el suelo, cuan bajita y gorda era, y hubiera impedido la circulación del vehículo, salvo que la hubiera pasado por encima. Con su verborrea habitual aturrulló a los ATS y estos empezaron a curarla. Alberto, Rafa y yo continuamos dejando a las mujeres atrás y llegamos un rato después hasta el albergue de Pedrouzo, con los 20 Kms. de etapa con mas paradas de la semana.
Conseguimos al menos cuatro camas, ya que por teléfono supimos que las granadinas preferían buscar un hostal y descansar en sitio "civilizado" como decían ellas. El caso es que estuvieron acertadas, ya que el albergue eran un tanto penoso, algo falto de limpieza y de un buen arreglo. El hospitalero, empleado de la Xunta, un tipo mal encarado y respondón, que pensaba que la autoridad se medía por cuantas confrontaciones conseguías en un día.
Tras la ducha, la colada y comer en un restaurante, descansamos un rato en nuestras literas, y mas tarde dimos un paseo con Inma y Mari por el pueblo. MªJesús compró en una tienda unas muñecas de meigas de la suerte, y se quedó con las ganas de llevarse un espejo artesanal de un colorido fuera de lo normal.
También volvimos a ver al matrimonio de Argentona, y asistimos a la entrevista del día con la niña en la radio. La cría hablaba por el móvil con una soltura y un desparpajo increibles a su corta edad, el aplomo fruto ya de la costumbre.
Por la noche, en el albergue, un grupo de jóvenes preparó una queimada, señal de que nos quedaba muy poquito para llegar a la meta. El ambiente parecía relajarse. Se habían acabado las carreras para conseguir una cama. Sin embargo, aquella noche casi ninguno de nosotros consiguió dormir bien, tal vez los nervios de ver por fin Santiago y al apóstol, tal vez las gastadas camas del cutre albergue, algún incontrolable efluvio de la queimada. El caso es que casi no pegamos ojo.
viernes, 23 de noviembre de 2007
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1 comentario:
Hola Alberto, no es la primera vez que entro en tu página, pero sí es la primera vez que hago un comentario. Me ha parecido muy gracioso lo de la negociación de las oraciones, yo lo habría tenido que negociar todo en padres nuestros, y sí algún buen samaritano se digana a hacer algo por salvar mi alma pecadora yo se lo agradeceré, pero con migo que no cuentes para sacar almas ajenas de el pulgatorio, bastante tengo con sacar la mía y a días ni me apetece, que son ya muchos años en el pulgatorio y se le coge cariño.
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