miércoles, 30 de enero de 2008

Buen plato de Borraja para comer

Entramos en los Arcos sobre las 2 de la tarde, y las primeras calles del pueblo, solitarias, tristes y desangeladas, con casas muy antiguas pero sin encanto, apiñadas unas a otras, no presagiaban nada bueno. En una esquina había un cartel de un estanco pero cuando me acerqué estaba cerrado. A esa hora ya me hubiera fumado un periódico enrollado, sin filtro ni nada. A medida que nos fuimos adentrando en la localidad, la cosa fue cambiando, y al menos la plaza de los Fueros y la proximidad de la iglesia, le daban otro aire, algo menos antiguo y destartalado. Javier recordaba un albergue al otro lado del rio Odrón, y hacia allí nos encaminamos a través de un arco en las murallas. Al cruzar el puente se abría una amplia zona despejada y luminosa por el sol. Además, el verde de los aledaños de las margenes del rio le daban un aspecto mucho mas agradable. Nos inscribimos, sellamos y pagamos el albergue y nos encaminamos hasta la habitación para cuatro que nos había correspondido, quedándose Rafa, el último en llegar, en otro cuarto. No pareció importarle, incluso creo que lo agradeció, ya que sintiendo próxima nuestra marcha, la del matrimonio vasco y la mía al día siguiente, debía estar pensando en encontrar nuevas amistades para hacer el resto del Camino.
Nos duchamos y cambiamos, y acto seguido fuimos a lavar a mano nuestra ropa. En el momento de escurrir las prendas encontramos una especie de rodillo a manivela que dejaba la ropa sin una gota de agua. Pero lo curioso de aquel artilugio era su marca, ! Marca Acme ! Como en los dibujos animados del Correcaminos.
Acto seguido, eran casi las tres, nos encaminamos hasta el Restaurante Roal, donde nos encontramos con un matrimonio zamorano, que nos explicaron sus peripecias para subir los Pirineos aquel día en que llovieron los 146 litros. Por sus comentarios aquello debió resultar dantesco, ya que el agua bajaba por el sendero en forma de riada, el barro hacia casi impracticable el terreno, y la cortina de agua que caía no dejaba ver a mas de 4 o 5 metros. Aquella gente hubo de desviarse hasta alcanzar la carretera de Valcarlos, llegar hasta el alto de Ibañeta y ya en asfalto poder llegar hasta Roncesvalles.
Una camarera muy joven y simpática nos ofreció el menú del peregrino, que aquel día consistía en Borraja, una especie de guiso con acelgas, judías pintas y patata que, por una vez, me comí con gusto. Tal vez en mi casa hubiera retirado las acelgas, que normalmente no me gustan, pero ese día me lo comí todo. Rafa por su parte eligió lentejas con chorizo, a las que condimentó con bastante vinagre, como se las hacía su madre en Almería. Y durante el resto de la comida nos fue dando una clase de cocinar esas legumbres, echando a faltar en su plato algún trozo de tocino y el hueso de jamón.
De ahí fuimos hasta el bar Ezequiel (tuve un emotivo recuerdo de la Pulpería Ezequiel de Melide... debió caerseme alguna lágrima solo de recordar aquel plato de pulpo con cachelos y el Riberiro en tazón) para tomar un café, y allí nos encontramos, como no podía faltar, con los dos matrimonios valencianos. Ellos acababan su periplo por el Camino aquel mismo día. Los maestros debían reincorporarse al trabajo pues las clases empezaban al lunes siguiente. Volvían en autobús hasta Pamplona donde habían dejado su coche, con lo que no volveríamos a ver esos ojos tan azules de Inma, una de las maestras valencianas. Tras el café nos despedimos de ellos, y nos encaminamos hasta el albergue para descansar un poco. Al menos yo, necesitaba un par de horas de reláx.

martes, 29 de enero de 2008

Enorme bocata en Monjardín

Tras el vino, continuamos hasta el pueblo. Y en una de sus primeras calles vimos el Monasterio de Irache con su iglesia del siglo XIII, pero solo pudimos hacerlo por fuera, ya que estaba cerrado. Ahí fue donde mi cámara me dejó sin batería. Aun no sabía que podía utilizar pilas normales, eso no lo aprendería hasta el año siguiente, ya en Burgos. Así que guardé el aparato bastante cabreado por la imposibilidad de seguir tomando fotos de los sitios por los que pasaba. Si alguna foto tengo de días posteriores, se debieron a la cámara de Javier, que pasado un tiempo me las hizo llegar.
Con el Montejurra a la izquierda, y sus 1064 metros de altitud, recordándonos su pasado carlista y aquella famosa batalla ganada al ejercito de Amadeo de Saboya en Noviembre del año 1.873, continuamos por una pequeña zona boscosa que nos recordaba las primeras etapas. No solo por la frondosidad de sus arboles, sino por algunos portillos que nos encontramos en el sendero.
Con Villamayor de Monjardín ya a la vista, llegamos hasta el aljibe medieval o Fuente de los Moros, construido en el año 1.200, a los pies del Pico de Monjardín, un monte cónico que su cima tenía una ermita y las ruinas de un castillo que a todos nos sorprendió por lo complicado de su acceso y consiguiente dificultad para poder construir algo de aquel tamaño allá arriba.
Unos centenares de metros mas adelante, ya en las primeras calles de Villamayor, me separé de mi grupo de amigos. Por lo visto ninguno quería almorzar y preferían descansar en una extensa plaza. Yo por mi parte me dirigí hacia un albergue regentado por unos protestantes holandeses, en el que sin embargo fue una negra norteamericana la que me atendió en el pequeño bar. Pedí un bocadillo de jamón, pero la negrita me dijo que solo hacían un tipo de bocadillos, con lo que me conformé con lo que hubiera. El bocadillo tardó una exageración, pero cuando me lo pusieron delante, no tuve nada que objetar... bocadillo de tortilla a la francesa, con tomate y chorizo. Inmediatamente comencé a salivar. Uno de los bocadillos mas raros que me he comido en mi vida (Excepto los bocadillos de mejillones o berberechos en conserva de la mili) pero que a la vez mejor me sentaron. La única pega... que no vendían tabaco, con lo que me fumé el ultimo ducados.
Completamente reconfortado con el inesperado bocata, fumándome el filtro de mi cigarrillo, y habiendo hecho provisión de agua ya que no existían mas pueblos ni fuentes hasta 12 Kms. mas allá, hasta llegar a Los Arcos, continuamos por un larguísima recta flanqueada por viñedos.
Rafa pronto se fue quedando atrás, Javier y Miguel estaban enfrascados en una de sus conversaciones, con lo que vi la oportunidad de caminar en solitario durante un trecho, pero Esperanza me cogió por banda y empezó a explicarme alguna cosa. Me propuse despegarme de ella poniendo un ritmo muy fuerte en mis zancadas, pero no hubo manera. Para no venir entrenada, mi amiga seguía aquel ritmo, de aproximadamente 6 Kms a la hora, casi sin pestañear. El sol caía a plomo aquel medio día. Llevabamos casi 10 Kms. yo intentando dejar descolgada a Esperanza, ella siguiéndome como mi sombra y sin parar de hablarme. Entre viñedos la sombra brillaba por su ausencia. Y al final, el que desfalleció fui yo. Me vi rebasado por Miguel y Javier, luego por Esperanza, y menos mal que a Rafa le dolían las rodillas o también me hubiera dejado atrás. Al llegar a una pequeña pinada, nos detuvimos todos a descansar después de aquella especie de carrera tan tonta en la que nos habíamos metido todos. Faltaban un par de Kms. para nuestro final de etapa, pero yo estaba para el arrastre.

sábado, 26 de enero de 2008

Fuente de la que mana vino

Volviendo al tema del Asador Astariaga de Estella y a su camarero, simplemente decir que fue motivo de rechifla por parte de Rafa nada mas comentarlo a la peña. Cuando escribo estas lineas he recibido una llamada de Esperanza desde San Sebastian y al comentarle que precisamente estaba relatando en esos momentos aquel episodio, también se ha echado unas risas a nuestra costa.
Unos meses después, Javier me mandó una hoja del periodico El Correo Vasco, en el que venía una entrevista al matrimonio propietarios del asador. Hablaban de los riquisimos platos que preparaban, de su extensa carta de vinos, etc... pero ni una palabra del camarero. Mal rayo lo parta. Tuve que dar gracias a Dios de que no hubiera participado de la entrevista. Ese era capaz de contar que en cierta ocasión tuvo el honor de servir la cena a dos maricas, recién salidos del armario, y con pensamiento de ser los primeros hombres en casarse en la localidad... o ¿que sé yo...? Y menos mal que iba yo con Javier... imaginemos por un momento que yo hubiera ido solo, que el tipo se hubiera enamorado de mi... tenía yo la entrepierna para pocos flirteos... y ¿como hubiera acabado yo? Bastante jodido por delante... y luego mucho mas por detrás...
Una vez en el albergue, aquella noche, nada mas entrar, Javier se dió cuenta de que le faltaba el movíl. Palidecí. Pero menos mal que no se lo había dejado en el restaurante, sino que recordó haberlo dejado por la mañana sobre el cesped, en el momento de hacerle una foto a la fachada del Santo Sepulcro. Me pidió que permaneciera cerca de la puerta del albergue, por si el hospitalero cerraba con llave, y se encamino hasta el prado de la entrada del pueblo. Puede decirse que fue su dia de suerta pues allí estaba el dichoso teléfono, y por fin pudimos acostarnos, que no dormir, al menos yo, pues el cansancio y los dolores de piernas no me permitieron hacerlo.
Por la mañana me levanté como un zombie. Esta vez muy temprano y de noche, con la consiguiente alegría de Miguel que por fin veía cumplido un sueño. Tal era su estado de ánimo que me lo encontré en la puerta haciendo las paces con el hospitalero, que para mas "inri" era valenciano, un paisano prejubilado de Bancaja. Un tipo bastante serio en el desarrollo de su cometido, pero simpático cuando se le trataba mas ampliamente. Miguel y el hospitalero quedaron como buenos amigos una vez dadas las correspondientes explicaciones y disculpas.
Desayunamos cumplidamente en el comedor del albergue e inmediatamente iniciamos la marcha. Rafa estaba bastante recuperado e inició sus relatos de los skech de Faemino y Cansado y los mejores chistes de Gila.
A la salida de Estella me encontré con una de las peregrinas que consiguieron salir de Zubiri en auto stop. Era una "veterana" madrileña de unos cincuenta años, la superviviente del grupo pues sus compañeras habían regresado a sus lugares de origen, terminadas sus vacaciones. Charlé un rato con ella, justo hasta que llegamos a Ayegui, poblacion que casi podríamos decir que era una pedanía de Estella. Allí nos detuvimos a hacernos unas fotos frente a un monumento al peregrino, desde el que ya se divisaba el Monasterio de Irache a lo lejos.
Tras cruzar una peligrosa carretera y andar un corto trecho alcanzamos las Bodegas Irache, o lo que es lo mismo, la fuente de la que mana vino. Otro de los sitios significativos del Camino Francés, pues tienen esas bodegas, en su fachada, la particularidad de tener un grifo del que el caminante puede servirse vino de la tierra totalmente grátis. También hay una cámara web en una de las paredes, y desde Internet uno puede ver llegar a los peregrinos en tiempo real, y como se sirven, unos un vasito, otros con mas morro llenando botellas de litro y medio, pero todos y a pesar de la temprana hora a la que se llega al lugar, con las lagañas puestas y ya empinando el codo.

viernes, 25 de enero de 2008

Camarero confuso

De la visita turística que tan malos recuerdos me trae, solo de pensarlo me entran picores en las zonas nobles, decir que Rafa no nos acompañó. El almeriense prefirió descansar sus rodillas y se quedó chafardeando con la gente del albergue. Esperanza, si bien hizo el primer tramo de la visita, al cabo de una hora tuvo bastante, y se retiró también al albergue para reposar.
La Rúa, calle donde estaba situado el albergue, tenía sabor y aspecto medieval, con varias casonas renacentistas. Plateresca era la actual Casa de Cultura antes Palacio de los San Cristobal, o el bellísimo Palacio de los Reyes de Navarra, hoy museo de arte. Al otro lado, y al final de unas empinadas y larguísimas escaleras, la iglesia del siglo XIII de San Pedro de la Rúa.
Miguel, Javier y yo, por el Puente del Azucarero pasamos al otro lado de la ciudad y visitamos la iglesia de San Miguel de portada románica tardía, según rezaba mi guía.
En una bonita pastelería de la calle Mayor, tomamos un café que acompañamos de unas tejas muy dulces y con mucha canela... a la mierda el régimen de la diabetes...
Allí nos separamos los tres. Yo quería comprar algún décimo de lotería de Navidad (no tocó, ... como siempre) y se me hacía perentoria la reparación de la entrepierna como ya relaté ayer.
Quedamos en reunirnos de nuevo a la hora de la cena en la Plaza de los Chorros, lo que me hacía tener que volver hasta las proximidades del albergue. Cuando llegó la hora señalada, solo Javier apareció. Una nueva deserción, esta vez el valenciano que prefería cenar fruta acostado en su cama y descansando. Por cierto que Miguel tuvo sus mas y sus menos con el hospitalero de noche, una discución por no sé que motivo.
Elegimos el Asador Astariaga, de nuevo en la plaza de los Fueros, un local con muy buen aspecto y un comedor bastante amplio, donde coincidimos una noche mas con los dos matrimonio valencianos y por tanto con la rubia Inma y sus magníficos ojos azules que me tenían cautivado. El menú del peregrino consistió en un pisto, una rotunda rodaja de atún fresco y pastel de arándanos de postre. Pero lo mejor de la noche fue que el camarero, un tipo regordete, calvo y sonrosado, con "mas pluma" que una vedette, nos tomó a Javier y a mi, por "pareja de hecho". Unico camarero, tenía el restaurante de bote en bote, pero solo se dedicaba a nuestra mesa, y solícito no paraba de llamarnos "parejita", confundiéndonos con lo que, desde luego, no eramos.
Cree el ladrón, en este caso el maricón, que todos son de su condición. El caso es que salimos de allí escopetados por la hora de cierre del albergue, y yo bastante mosqueado. Sin duda estaba cansado y agotado, sin fuerzas para haber reaccionado como suelo, y haberle dado una colleja a aquel confundido camarero de Estella.

jueves, 24 de enero de 2008

Impotencia y otros problemas sexuales

Casi las tres de la tarde cuando enfilábamos La Rua y nos inscribíamos en un precioso albergue, a tenor de lo visto en la recepción. Pero a esa hora el albergue estaba lleno, y nos tocó litera en una casona aneja, con justo lo imprescindible. No obstante, pagamos un poco mas para tener derecho al desayuno a la mañana siguiente. Muy cansados, nos dirigimos hacia las duchas, para encontrarnos con que no quedaba agua caliente. Esto no hubiera tenido mayor problema, si no llega a ser porque el agua estaba helada. Pero helada, helada. Cuando le tocó el turno a nuestro Rafa, este salió entre lívido y morado pero aun en condiciones de sentenciar una de sus ilustres frases. La de este episodio fue una protesta por lo inhumano de dejar a unos pobres peregrinos ducharse con semejante agua, cuyo estado de congelación y consiguiente impresión al recibir el chorro helado podía provocar... ! una impotencia sexual !

No sé si fue la risa por la ocurrencia de Rafa, mi propia impresión traumática tras la ducha, puro nervios o las tres cosas a la vez, pero el caso es que no debí secarme convenientemente. Tres hora después, una vez iniciada la visita turística, caminando por el pueblo, me sobrevino una rozadura en la entrepierna por los calzoncillos húmedos, de tal manera que no podía andar un solo paso. Andando con las piernas totalmente abierta, provocando el asombro de las mamas que daban la merienda a sus retoños, conseguí llegar hasta la plaza de Los Fueros. No sé que debía parecer, pero seguro que fui la comidilla de las mamas durante algunas semanas en la puerta de los colegios de Estella. En una farmacia compré una crema que me aliviara, y en una corsetería de señoras que tenía algunas prendas de caballeros, unos calzones tipo boxer sin costuras. Desde ese día continué ininterrumpidamente con esa ropa interior, que lavaba primorosamente cada tarde, sabiendo que no soportaría los slips que llevaba normalmente. Gracias a Dios, al Apóstol y a la farmacéutica, la crema fue casi milagrosa y al día siguiente, y sucesivos me ahorré llevar entre las piernas un revuelto de huevos.

miércoles, 23 de enero de 2008

Encuentro inesperado en Lorca

Por fin conseguimos llegar al pueblo. La subida se me había atragantado, a pesar de que no era para tanto... cosas que pasan. El Camino cruzaba el pequeño pueblo, y nos detuvimos en un parque a descansar junto a una fuente, donde Esperanza lavó las uvas y las repartió equitativamente. Estábamos allí sentados cuando apareció un grupo de varios jovenes, chicos y chicas, entre los que reconocimos a Narciso, aquel medio hippie que pasó al raso la tremenda noche de lluvia en Roncesvalles. Como en el Alto de Erro, entablamos conversación con el, y conseguimos saber que se dedicaba a la confección manual, y venta en puestos de mercadillos de los alrededores de Gijon, de pequeña bisutería, tales como anillos, collares y pendientes. Cuando volvió con su grupo, Rafa consiguió hacer un nuevo chiste que pasará a los anales de aquel viaje. Refiriéndose al hippie tuvo la ocurrencia de decir, que aquel tipo, para recuperar fuerzas en el Camino no debía tomar bebidas isotónicas ni con electrolitos, como el resto de la gente, sino que este seguro que se chutaba "pastillitas de colores". La verdad es que el muchacho tenía toda la pinta.
Una hora después llegábamos a Villatuerta y de nuevo subida al pueblo... ! que manía de estos navarros de colocar los pueblos en lo alto de los montes...¡ Andabamos algo cansados con lo que volvimos a parar para reponer fuerzas, y de paso comernos los restos del almuerzo de la mañana, esta vez con los tomates de Esperanza. Todas nuestras previsiones de llegar a buena hora a Estella se iban al traste, pero cuando el cuerpo no puede mas es mejor parar y reponerse.
Los apenas 4 kms. que nos separaban de Estella-Lizarra (de nuevo con dos nombres... y este famoso ademas por aquel pacto político nacionalista de hace unas decadas) se nos hicieron eternos, o al menos a mi. Pasamos por un puente de madera y metal sobre el rio Ega, en donde las aguas traían un color marrón sospechoso y un olor nauseabundo, sin duda debido a algún vertido de las fábricas cercanas a Estella. A pesar del cansancio aligeramos el paso.
En la calle que llevaba al pueblo adelantamos a un par de franceses. Dicho así puede no tener la mas mínima importancia, pero lo que mas me llamó la atención era que la mujer, era una anciana de 75 años, totalmente encorvada sin duda por la edad, por algún reunma o escoliosis, con su mochilita a la espalda y que caminaba con su hijo, de unos 40 o 50 años, que me comentó que era una mujer fuerte y decidida. Que a pesar de las dificultades que entrañaba la peregrinación, sobre todo a su edad y en sus condiciones, no consentía oir hablar de coches o autobuses para hacer parte del recorrido. Firmemente dispuesta a llegar hasta Santiago andando costara lo que costase. Fue sin duda la persona de mas edad y en peores circunstancias que he conocido a lo largo de mi ruta. Una auténtica lección para mucha gente que piensa que no podría realizar tal aventura, o incluso para mi, que me sentía desfallecer cada vez que se empinaba la ruta.
Pero aun nos faltaría un rato para llegar hasta el albergue, ya que a la entrada de la ciudad nos detuvimos para admirar, sorprendidos por su belleza, la Iglesia del Santo Sepulcro, y su portada con una docena de arquivoltas, un friso con imagenes evángelicas y una figura de un Santiago peregrino. Todo el mundo sacaba sus cámaras, y nosotros hicimos otro tanto. Aquella bellisima fachada valía la pena, y podíamos demorar unos minutos la soñada ducha. Habían sido solo 23 Kms. de etapa, pero el continuo sube y baja nos pasaba factura.

martes, 22 de enero de 2008

De Cirauqui a Lorca

La entrada a Cirauqui estaba jalonada a ambos lados del sendero por las primeras viñas que veíamos. En una de sus primeras calles encontramos una tienda abierta, y Mama Esperanza propuso hacer la compra y almorzar allí mismo. Hicimos fondo común y la buena mujer compró pan, queso, jamón serrano, bebida y plátanos, haciendo después unos enormes bocadillos que nos comimos en un banco junto a la tienda. El pan, la fruta y el fiambre que sobró, quedó en la bolsa de plástico que venía acarreando, a medias con Javier desde Roncesvalles y que contenía un par de kilos de las famosas bayas azules, las endrinas. Yo me hacía cruces de ver el empeño de aquellos dos por llevar aquel engorroso sobrepeso. A mi la bolsa me hubiera durado un suspiro, y sin duda la hubiera lanzado bien lejos, tal y como me hubiera gustado lanzar la jodida mochila, el palo de peregrino, y hasta mis pies doloridos.
Llegamos hasta el Arco en la muralla de la población. La aglomeración de gente sacándose fotos junto a él, y junto a la estela discoidal que había a sus pies, nos impidieron sacar buenas imágenes, pero aun así conseguimos salir todos aunque mezclados a peregrinos que no conocíamos. El pueblo era una bonita muestra de localidad que conserva sus vestigios medievales, con calles empedradas, casas con rotundas piedras de sillería y en general un aspecto muy cuidado y limpio. La plaza del ayuntamiento, en lo alto del pueblo, con una parte porticada donde estaba situado el albergue de la localidad, ocasión que aproveché para sellar la cartilla, y enseguida la bajada, buscando la salida del pueblo. Si la entrada había tenido su encanto por el arco medieval, la salida no fue menos, ya que flanqueada por grandes cipreses discurría por los restos de una calzada romana, con sus enormes lajas o piedras planas que, salvando las distancias, daban la sensación de andar por la Vía Apia. Al final de la calzada, los restos, practicamente ruinas, de un puente romano.
Y de nuevo el camino que volvía a empinarse hasta alcanzar una carretera nacional, que tuvimos que cruzar. La ruta, ya decididamente entre viñedos, era un auténtico tobogán, siempre con subidas y consiguientes bajadas. Un rompepiernas, creo que lo llaman.
Y en eso que nos encontramos por el estrecho camino a un paisano que discurría con un pequeño coche, que detuvo para facilitarnos el paso. Al saludarnos, Esperanza se detuvo y empezó a charlas con el. Los demás observábamos de lejos y atónitos como la vasca se animaba en su conversación con el agricultor, pero nos quedamos de piedra cuando le hizo bajar del coche, abrir el maletero, aceptarle y cogerle varios tomates y algo de uva, que el tipo traía de su huerto. Todo aquello fue a parar a la bolsa de endrinas, que ya parecía la bolsa de la compra en día de mercado. Javier horrorizado por el morro de su mujer anduvo reprendiéndola un buen rato, pero ella encantada por la ocurrencia, le amenazaba con no dejarle probar los tomates en la próxima parada que hiciéramos.
Media hora mas tarde teníamos ya a la vista Lorca, pero aun nos quedaba una pronunciada cuesta para llegar hasta sus calles. Cuando subíamos aquellas rampas, recordé que en el Códice Calixtino (primera guía de viajes, y del Camino de Santiago, escrita a mediados del siglo XII) se describía aquella villa como muy funesta, de aguas tremendamente venenosas. Se refería al rio Salado, que pasa por ahí, y que como su nombre indica, transporta numerosas sales y minerales, que sin duda debían provocar buenos dolores de estomago a quienes bebieran de sus aguas. Los retortijones de vientre debían estar a la orden del día y por tanto, siguiendo la lógica almeriense, las consiguientes sensaciones de ultraje y violación. ¿Verdad Rafa?

lunes, 21 de enero de 2008

A la mitad de mi tramo 2005

Aquella mañana, bien temprano, nos fuimos levantando casi todos. Rafa se hacía el remolón, incluso pensando en quedarse y recuperarse de sus problemas físicos. Miguel protestón, por que un día y otro también salíamos casi de día y su idea era de que debiamos empezar a andar todavía de noche.
Salimos y desayunamos en el restaurante del hotel. Un buen desayuno, con croasanes recién hechos, bien untados de mantequilla y mermelada a pesar de mi diabetes. Sellamos la credencial y al salir vimos un monumento al peregrino, de nuevo en honor al punto de encuentro con el camino Aragonés. Sacamos las cámaras y empezamos a retratarnos junto a el, justo cuando Rafa salía, sin duda lo había pensado mejor y seguía en Camino con nosotros. Hubo que esperarlo a que desayunara, y Miguel debió hacerle la moral cristiana con respecto a los retrasos que ocasionaba. Craso error. Desde ese mismo momento las relaciones entre el valenciano y el almeriense quedaron practicamente rotas. Rafa argumentaba, que si tanta prisa tenía Miguel, no tenía mas que empezar a andar y que tal vez lo alcanzaríamos. Y en cuanto a los consejos, en plan paternalistas del valenciano, no los soportaba, pues no había consentido nunca monsergas de ese tipo de sus padres, con lo que de un desconocido menos. El resto de la tropa, yo y los dos vascos, optamos por callar y dejar que las aguas volvieran a su cauce. No fue así, y el resto de los días ambos se evitaban, e incluso cuando Javier, Esperanza y yo abandonamos en Logroño el Camino, Rafa y Miguel que seguían hasta Santiago, se separaron y cada uno busco nuevas amistades con las que continuar. Volvieron a verse a lo largo de las semanas siguientes, pero no pasaron del simple saludo. Pasando el uno del otro.
Debían ser las ocho de la mañana cuando cruzabamos el puente, y enfilabamos la salida de la localidad. En aquel punto un cartel de la carretera indicaba los kms. para Logroño y nos dimos cuenta que estabamos justo a la mitad de nuestro tramo, entre Roncesvalles y la capital riojana.
Al poco, el sendero fue empinándose agresivamente, por un desvio de la ruta debido a obras en una autovía cercana. En ese preciso momento de la ascensión recibí la llamada de MªDolores con lo que cuando llegué arriba, totalmente descolgado, estaba agotado, sin resuello y sudoroso. Nunca una llamada había sido mas inoportuna.
Continuamos por una zona de bastante arbolado y campos de cultivo y pronto llegamos a Mañeru, donde pudimos ver a un paisano asando pimientos en aquel extraño artilujio que vimos en la ferretería de Puente la Reina. Nada mas salir del pueblo vimos a lo lejos la siguiente localidad que deberíamos atravesar. Parecía que andabamos a buen ritmo y que por tanto llegaríamos a nuestro destino a buena hora. Pero el hombre propone y Dios dispone.

Drástica decisión

Creo que todos los problemas técnicos que estoy teniendo con este blog se deben a las largas entradas que realizo. Creo que supero la capacidad permitida para escribir en el, y eso me hace perder muchas veces todo lo redactado, con el consiguiente cabreo y el tener que volver a escribir lo perdido. Algunas veces hasta dos y tres veces. Es realmente frustrante. Por tanto a partir de ahora trataré de escribir entradas mas cortas, aunque deba enviar varias en el mismo día.
Y contestando los comentarios de Rafa de Almería, diré que no solo recuerdo perfectamente las dos buenas razones de la malagueña de Uterga, sino que aun hay noches en que a punto de dormirme, recuerdo aquella nochecita en Puente la Reina. Los ronquidos de Miguel... pasen... cuando a uno le toca un compañero que ronca no tiene mas remedio que aguantarse, pero soportar aquella letanía de quejidos, aquella especie de mantra repetitivo... no se lo doy a pasar ni a mi peor enemigo... por ejemplo a la francesa de la noche anterior. Incluso con los tapones de cera bien metidos en las orejas, hasta ya cerca del cerebro, podía oirse al colega quejándose. Pero lo bueno del caso, era que yo una hora antes había estado a punto de provocar un nuevo conflicto internacional, haciendo callar con bastantes malos modos a unos guiris que hablaban con las luces ya apagadas. ¿Que hubiera tenido que hacer o decirles a aquellos extranjeros si alguno hubiera protestado por el famoso mantra almeriense? Me la tenía que haber envainado.
Menos mal que solo fue una noche.
Y hasta aquí escribo, no sea que empiece el internete este a decir que Error, y error... y mas error, y deba volver a escribir y recordar una mala noche.

domingo, 20 de enero de 2008

Una tarde tranquila

Aquel día no comimos. Aun nos duraba el empacho del bocata de tortilla con chorizo de Cizur. Me di una de las duchas mas calientes y largas que recuerdo haber tomado, aprovechando que el albergue no tenía mas huespedes que nosotros cinco. Lavamos y secamos nuestra ropa mientras yo llamaba a MªDolores y le deba el parte diario.
A eso de media tarde, fuimos a hacer la visita turística de la localidad. En el albergue municipal de los PP Reparadores conversamos con el cura que hacía de hospitalero, y pudímos apreciar que, sin estar del todo mal, las instalaciones del Jakue eran notablemente mejores que las que tenían allí. Solo quedó saber que clase de reparaciones hacían los curas aquellos, que tipo de maquinaria arreglaban... el porque del nombre de esa Orden.
Junto a la residencia de los monjes, visitamos la iglesia del Crucifijo, donde en su altar mayor esta situado un dramático Cristo renano crucificado en una pata de oca, en lugar de una cruz como es tradicional. Se nota la presencia por aquellas tierras de los templarios, ya que la pata de oca suele considerarse como un símbolo de dicha Orden. No obstante, Rafa como estudioso de la Historía del Arte, nos dio una auténtica lección sobre lo que estabamos viendo, iniciando así lo que serían sus interesantes visitas guiadas, a todas las iglesias y monumentos que nos fuimos encontrando por el Camino.
El casco urbano de la localidad, está claramente ordenado a partir de la ruta jacobea. La calle Mayor, arteria de esta ruta y del pueblo, tenía aun cierto aire medieval, con bellas casas blasonadas, con balcones llenos de flores, todo muy limpio y cuidado lo que le daba un aspecto inmejorable. En una de sus tiendas nos detuvimos a comprar algunos recuerdos. Era un colmado en que vendían de todo, desde comida, ropa, hasta artículos de ferretería. Un artilugio extraño, mezcla de hormigonera y rallador estaba expuesto en el exterior, pero ninguno tuvo la ocurrencia de preguntar para que servía. Al día siguiente, en un pueblo mas adelante, salimos de dudas y coincidimos con un paisano haciendo uso de tan extraño aparato... servía, unido por una goma a una botella de butano, para asar pimientos. Realmente curioso. Yo por mi parte, solo compré una camiseta con un dibujo de la localidad. De esta manera inicié una especie de colección de camisetas que, junto a las compradas el año anterior y los siguientes, me han llevado a tener mas surtido de esas prendas que el propio Corte Ingles.
Casi a la salida del pueblo, de nuevo sobre el rio Arga, se levantaba el enorme e impresionante puente románico, mandado construir en el siglo XII por la viuda del Rey Sancho Garces III, doña Mayor. La visión de aquel bellisimo puente, de seis ojos, alomado, con sus grandes tajamares cortando las aguas del rio, inmenso, fue para nosotros toda una experiencia. Ayudaba la hora de la tarde y la disposición del sol que iba ya de retirada, lo que le daba una especial luminosidad que nos dejó a todos casi sin habla. Sobrecogidos por su belleza. Las fotos no se hicieron de esperar y de nuevo, desde todos los angulos, posamos una y otra vez.
De nuevo por la calle Mayor, esta vez en sentido contrario, encontré una tienda muy bien surtida de artículos de regalo donde, asesorado por Esperanza y por Inma, una de las maestras del grupo de valencianos que habíamos conocido en Pamplona y que nos habíamos encontrado en el puente, compré finalmente un bonito y caro pañuelo de seda para regalo a MD.
Llegaba la hora de cenar, había hambre pues no habíamos comido aquel mediodía, con lo que fuimos buscando algún sitio para ello. Acabamos en el resturante Joaquín, donde se anunciaban a buen precio varios menus para peregrinos. Una camarera con una dentadura de pena, nos fue toreando habilmente, hasta colocarnos lo que a ella le dió la gana. Esperanza casi se fue sin cenar ya que nada de lo que trajeron le cuadró, pero el resto dió buena cuenta de la comida, no sin cierta añoranza del asado del dia anterior en Pamplona, pues el famoso menú dejaba mucho que desear.
Volvimos hasta el albergue, y cada cual se entretuvo en lo que mas le apeteció durante espacio de una hora. Yo tomando notas para el diario y escribiendo mis tradicionales postales a todos mis amigos. Esperanza en coser la mochila Perona de Rafa, que debido al tute se había abierto en canal y necesitaba reparación. Aquella mujer de nuevo daba una lección de cariño, aceptando su papel de madre de todos nosotros y preocupandose por ayudarnos todo lo que podía.
A las diez de la noche, reventados, nos preparamos para dormir. Y entre unos extranjeros a los que les dió por formar una ruidosa tertulia y a los que hubo que silenciar expeditivamente, a los ronquidos de Miguel que cayó en la cama fulminado y a los extraños quejidos de Rafa que sufría de dolores en las rodillas o las piernas y no le dejaban dormir, no tuve mas remedio que levantarme, escarbar en la mochila a oscuras y ponerme los tapones de cera en los oidos. Recuerdo que antes de dormirme determiné ponermelos cada noche al acostarme, y también recuerdo que terminé riéndome de nuevo al rememorar el ultraje, la violación, de mi amigo almeriense de por la mañana. Todo un elemento.

sábado, 19 de enero de 2008

Llegada a Puente La Reina

Rectifico: Mi blog vuelve a ser provinciano. El comentario anónimo de días pasados, siendo extranjero, no significa que haya despertado el interés internacional. Si acaso, el de alguna empresa que quiere que inserte anuncios en el blog. Entré en la "famosa" página y me encontré con que estaba en portugués (brasileño) y el rollo era que me pagaban 20 centavos?? por hora de conexión en internet. Con 20 Ç a la hora no tapo ningún agujero, con lo que sigo echando la Primitiva. De todas formas ¿Sabe alguien a cuanto está el cambio del cruceiro brasileiro?
A lo que íbamos... Empezamos a bajar el Alto del Perdón y a los pocos metros Miguel, el valenciano y yo nos encontramos con un chaval de unos 20-25 años que venía en sentido contrario, subiendo en lugar de bajar. El de Enguera le preguntó si se había dejado olvidado algo en la cima, y el chaval nos contestó, chapurreando un poco en castellano, que el volvía de Santiago. Nos quedamos atónitos, pero aun mas cuando nos dijo que era letón (o puede que lituano, no recuerdo) y que había venido andando desde su país subsistiendo a base de la caridad de las gentes y parroquias por las que pasaba durante el año y medio que llevaba en camino. Cuando le preguntamos si volvía andando de nuevo a su casa, nos dijo que que no... que ahora peregrinaría hasta... !Roma ¡¡... y cuando hubiera cumplido con su propósito, !!! continuaba hasta Jerusalén ¡¡¡ Y que pensaba que la aventura le duraría entre 4 y 5 años. Nos quedamos de piedra, sin reaccionar... pero él se despidió y nos dejó siguiendo con su peregrinación. Continuamos nuestra difícil bajada todavía pensativos y extrañados. Mi conclusión fue que sin duda aquel muchacho no tenía una hipoteca con el BBVA como tengo yo. Con lo que podía tirarse toda la vida andando sin tener que preocuparse. Yo deberé seguir esperando a mis 10 días de vacaciones al año y continuar trabajando o los del banco se enfadarían.
La subida al alto no había sido demasiado dura, pero la bajada se las traía. Una cuesta abajo bastante agresiva, pero sin duda lo mas duro era la cantidad de enormes piedras que te impedían andar cómodamente. No podías dar un paso sin pisar en suelo firme y con grave peligro de caerte. Solucionamos a medias el problema caminando por el borde del sendero y sobre todo mirando muy atentamente donde poníamos los pies, durante aproximadamente kilómetro y medio que duró aquel suplicio.
Sin embargo un veterano francés nos adelantó llevando su equipaje sobre un carrito de niños... el tipo le había cogido el tranquillo a aquellas piedras y parecía disfrutar con ello.
Esperanza, con Javier acompañándola, se fue quedando atrás con problemas en las rodillas además del de las piedras. En un momento dado y recordando algún comentario mio acerca de como bajaba el año anterior Martin el escocés, utilizó la táctica de andar de espaldas lo que pareció irle bastante bien. Aun así tardaron mas de una hora en recorrer aquel dichoso kilómetro.
Mientras tanto, yo con Miguel y Rafa, esperábamos al pie de la montaña, tumbados en el suelo sobre la hierba, intentando reponernos del esfuerzo. Y en aquel momento sucedió una de las cosas mas cómicas que me haya podido acontecer en cuatro años de camino de Santiago. Y aquello no podía provenir de otra persona que no fuera nuestro almeriense, que en un momento dado, sintiendo un fortísimo dolor de vientre, se retiró tras unos árboles y matorrales.
Cuando volvió, y sin ningún complejo, nos explicó que había sentido, de momento, un "apretón", y que aquello había salido de tal manera que... se sentía ultrajado, pues había sido como una violación. Miguel y yo no pudimos aguantarnos, y nuestras carcajadas debieron oirse hasta en Compostela. Así de ocurrente era nuestro amigo Rafa, el casto varón.
De nuevo todos juntos, continuamos hasta Uterba, donde paramos a descansar en la terraza de un bar, donde una malagueña como un tren tomaba el sol. Salerosa, como deben ser las malagueñas, soportó estoicamente los piropos del almeriense, que cuando ve un par de tetas bien puestas se desmelena.
El episodio no fue a mas, por lo que continuamos con ritmo cansino hasta Murazabal, donde debimos habernos desviado para conocer Eunate y su famosa iglesia templaria octogonal, pero era ya bastante tarde y estábamos cansados. Después Obanos, confluencia de Caminos pues en dicho pueblo se unen el Aragonés, que viene de Jaca, con el Francés. En este último pueblo volvimos a demorarnos con el tema de las fotografías y cerca ya de las 3 de la tarde entrabamos, tras 23 Kms. en Puente La Reina.
Lo primero que vimos al llegar fue un hotel, el Jakue, que anunciaba también hospedaje por seis euros para peregrinos en albergue privado, y por no continuar trescientos metros mas hasta el de los Padres Reparadores, decidimos quedarnos allí, cosa que fue un acierto ya que el sitio estaba completamente nuevo, realmente curioso, con camaretas para 4 personas separadas por unas persianas de mimbre, un salón grande, con lavadora, secadora, internet y demás servicios, y para completar, en el baño hasta había sauna. Todo un lujo para unos peregrinos cansados.

viernes, 18 de enero de 2008

Continuo con anterior entrada

Varios días sin ninguna entrada nueva. Un caso grave de enfermedad de un familiar muy querido y cercano me ha tenido algo desconectado estos últimos días. Mis amigos mas cercanos y lectores del blog saben de que hablo, y hasta en Almeria me perdonan que no escriba con la asiduidad con la que venía haciéndolo.
Además una avería de teléfono me tuvo sin acceso a Internet durante un par de días, pero por fin Telefónica la reparó en cuanto les avisé.
Pero cuando vuelvo a conectarme, me encuentro con la sorpresa mayúscula de que mi blog, desde hace unos días, se ha vuelto internacional. Un comentarista en inglés que me escribe, y al que por lo visto le interesan mis historias. Y la pregunta es: ¿Como habrá traducido la palabra "percebe"? ¿Sabrá de que hablamos? ¿Los habrá probado alguna vez? ¿Sin cascara o con ella tal y como estuve a punto de hacerlo yo? Estos extranjeros cada día me sorprenden mas. Pero el problema radica en que me invita a entrar en el suyo (http://www.provedorcrescenet.com/) y yo sigo sin tener idea del idioma. Vamos, que el ingles no lo domino ni siendo pequeño, con media hostia y dejándose. Veremos como lo hago.
De todas formas, me siento mucho mas responsabilizado ahora, cada vez que escribo, sabiendo que puedo provocar un conflicto internacional. Y mas tras hacer algunos comentarios relacionados con algún extranjero encontrado a lo largo de la ruta, (con alguno mas que encuentro, encontronazo... véase la francesa de Pamplona) Se me ve el plumero. La Alianza de Civilizaciones está en serio peligro conmigo. Haré mas cuidado de ahora en adelante.

Continuando con la entrada anterior que, como el personal habrá notado, quedó cortada a medias por un nuevo problema técnico... y van mil... diré que Rafa, cada día, tras un par de horas contándonos chistes, ocurrencias y sketch de Faemino y Cansado, relatados casi al pie de la letra, solía ir poco a poco apagándose y quedándose rezagado debido a un problema en las rodillas. Eso sí, continuaba a su ritmo, un andar menos exigente, pero seguía para adelante. Así lo hizo durante los 790 Kms. y llegó hasta Santiago. Por cierto, que aquel año no escribió diario. Pero este año 2007 en el que ha vuelto a realizar el Camino entero, y ademas saliendo desde Lourdes, ha empezado a relatar por escrito sus vivencias y aventuras, y puedo asegurar que es un relato apasionante y muy bien narrado. Lastima que no se decida a abrir su propio blog. Seguro que tendría éxito (No le comentarían desde el extranjero como a mi... pero alguno lo leería)
Aquel primer tramo de la etapa era un continuo subir. Nada fuerte, bastante suave, pero siempre para arriba. Cuando volvíamos la vista atrás podíamos ver en el horizonte la capital, y los paisajes de lo que ya llevamos recorrido eran espectaculares desde cierta altura.
Paramos a descansar junto a una especie de túmulo realizado con piedras en recuerdo de un peregrino belga allí fallecido unos años antes, y volvimos a detenernos en el simpático pueblo de Zariquiegui, junto a su iglesia románica, donde nos comimos los bocatas del Tremendo.
Solo faltaba un par de kms. para coronar el Alto, y salvo unos 50 metros realmente duros en los que hubimos de ayudarnos con las manos para avanzar, conseguimos llegar hasta los pies de los aero-generadores. Sus enormes aspas cortando el viento hacían un tremendo ruido, un sonido sordo, repetitivo, que pasados ya unos pocos años aun me vienen a la memoria de tanto en tanto. Y practicamente sin enterarnos coronábamos la cima y nos daban la bienvenida las figura metálicas de un grupo de peregrinos medievales que presiden el sitio. Raro es el caminante que se puede resistir a dejar de fotografiarse con las figuras recortadas, e incluso a seguir con la tradición de vestir a alguno de los muñecos con alguna prenda de ropa que se tenga a mano. Un gorro, un pañuelo, una camiseta... cualquier cosa, como manda la tradición y la costumbre cuando se llega a este hito del Camino Francés. Nosotros no fuimos menos, y nos fotografiamos desde todos los ángulos y posiciones.
Descansábamos un rato en el alto cuando aparecieron dos conocidas de Rafa... y también mías, ya que se trataba de las chicas que se fotografiaban junto a la Colegiata de Roncesvalles con un extranjero que se creyó que le iba a robar la cámara. Misi, una australiana o canadiense (nunca quedó claro) que a pesar de tener solo una treintena de años tenia todo el pelo canoso, casi blanco. Y Rafaela, holandesa y mucho mas joven, por la que nuestro Rafa parecía tener algo mas que simple simpatía.
Empezaba a soplar un frío viento y decidimos iniciar la bajada y continuar la etapa. A mi, el Alto del Perdón, incluso hoy, me evoca un grato recuerdo. Se trata solo de la subida de una pequeña montaña, pero tal vez por la falta de dificultad que entrañó después de haberme preparado mentalmente para algo mas duro, tal vez por lo simpático de las figuras y cumplir con una tradición, o tal vez por el contundente bocata del Tremendo que nos había revitalizado, pero el caso es que había disfrutado mucho de aquel tramo, y siempre lo recuerdo como uno de los mas agradables de aquel año.

jueves, 17 de enero de 2008

Camino del Perdón

Por la mañana nos levantamos a una hora razonable, ya de día. Aunque Miguel, el valenciano, rezongaba que no se podía salir tan tarde y que había que hacerlo antes de la salida del sol. Ya en la calle vimos que la lluvia solo había caido durante la noche, y que tendríamos un dia magnifico. ! Bien por mi cuñado Jorge !

Tras unos centenares de metros recorridos por la calles mojadas, y dado que no encontrabamos ningún bar abierto para desayunar, nos desviamos un tanto de la ruta marcada por las flechas, pero encontramos abierta la cafetería de un hotel y allí nos tomamos un caliente café con leche con bollería. Nos tomamos nuestro tiempo... Miguel daba pataletas en la calle por que saliamos con retraso. Cuando lo hicimos confiamos en el sentido de orientacion de Javier, pero nos fue mal, ya que estuvimos callejeando sin rumbo hasta que finalmente dimos de nuevo con la ruta marcada.

La salida de Pamplona, fue larga y tediosa, con recorrido por unas largas e inacabables avenidas y donde el frío se hacía notar. Aproveché para comprar tabaco y un decimo de loteria de Navidad, de nuevo esperando que el Apóstol se enrollara. Al acabarse aquellas avenidas, un nuevo desvio nos llevó hasta la Universidad de Navarra, para sellar nuestras credenciales, cosa que nos hizo un bedel de la Facultad, que mas parecía un ministro, por el traje y el porte con que se movía. En un jardín interior de aquel edificio, la estatua de Jose Maria Escriva de Balaguer, presidía el lugar, para que todo el que pasara recordara que aquella universidad era del Opus Dei.

Al salir y tratar de encontrar la ruta volvimos a perdernos. Javier, que de orientación andaba cortito, fue a preguntar a un repartidor de Coca Cola el camino a seguir, y cuando el repartidor se volvió para contestarle, nos dimos cuenta que se trataba del joven que la tarde antes nos había sacado las fotos en el Café Iruña. El chico, muy amable, nos indicó como salir de allí, tambíén sorprendido por la casualidad. Volvimos a encontrar nuestras queridas flechas amarillas y pudimos continuar.

Si a la entrada de Pamplona cruzamos el puente sobre el rio Arga, a la salida tuvimos otro tanto, solo que esta vez, sobre el rio Sadar. Solo algunas fabricas y algún poligono de pisos por este lado de la ciudad, y enseguida una carretera secundaria que nos llevó, en casi una hora, hasta Cizur Menor. Javier y Miguel, que ya habían realizado el Camino, nos aconsejaron avituallarnos ya que no habría mas pueblos hasta bastante despues de la bajada del Alto del Perdón. Con lo que fuimos a parar al Bar El Tremendo. El nombre nos movía a la curiosidad, toda vez que el mesonero era delgado,un tipo normal, el bar tan bien normal nada tremendo. El caso es que nos enteramos de donde le venía el nombre a la hora de pagar. A pesar que los bocadillos que nos había servido eran cumplidos, de tortilla a la francesa con chorizo y pimientos, lo que nos cobró fue una autentica barbaridad. Y como no podíamos protestar pues el cartel, ahí estaba y el que avisa no es traidor, salimos de Cizur como si nos hubieran atracado.

Nada mas dejar atras las ultimas casas, tuvimos a la vista el Alto del Perdón. Faltaban 10 Kms. pero la enorme montaña, toda ella coronada de aerogenerador, se levantaba ante nuestra vista. Enseguida supe que nos ibamos a ganar el perdón por todos nuestros pecados de las ultimas semanas, mediante las cuestas que tendríamos que subir. Con lo que nos lo tomamos con calma y fuimos andando y charlando entre nosotros.

Rafa no tardó en sorprendernos. El muchacho era un chistoso de campeonato. Y nos fue amenizando la marcha con infinidad de chistes. Fue la tonica de casi todos los días. Un par de horas con sus chistes y luego

miércoles, 9 de enero de 2008

Tarde de domingo en Pamplona

La verdad es que estábamos hospedados en pleno casco histórico, y muy cerca de las famosas calles de los encierros de Sanfermines. Elegimos para la comida, el Asador Iruñazarra, en plena calle Mercaderes. Infinidad de veces había visto la fachada de nuestro restaurante, sin imaginar que allí existiera un asador. Las imagenes que da la televisión en las retransmisiones de los encierros, dan un aspecto muy diferente a como en realidad es aquella zona, debido a los encuadres que realizan, mas centrados en los toros y los mozos que lo corren. El caso es que nos sentamos a la mesa y elegimos un menú compuesto por unos chorizos a la sidra, tortilla de bacalao, un asado de carne de 400 grs. y toda la sidra que pudiéramos beber. Solo había que levantarse y llenar la jarra tantas veces como quisiéramos de una enorme barrica.
La comida fue excelente, y la conversación muy agradable, pues era ocasión para ir hablando de nosotros e ir conociéndonos mejor. Lo que dio pie a una larga sobremesa, que hubimos de interrumpir ya que los camareros ya habían recogido todas las mesas. Trajeron la cuenta, y Esperanza se dio cuenta de que habían cobrado un cubierto de menos, con lo que pensamos dedicar el regalito para pagar los cafés en algún otro bar. Salimos de una pieza, a pesar de la "sidra a barra libre".
Para hacer bajar la copiosa comida, decidimos realizar a pie el encierro. Fuimos hasta la zona de los corrales y por la Cuesta de Santo Domingo, donde fotografiamos la pequeña imagen de San Fermín en su hornacina, y de allí al Ayuntamiento, donde visitamos en una plaza cercana un Mercado Medieval. De ahí por Mercaderes y la calle Estafeta, llegamos hasta el callejón de la plaza de toros. Antes en Estafeta, compramos algunos souvenirs en una tienda abierta a pesar de ser domingo por la tarde, y casi junto al edificio de Telefonica pudimos ver el reloj en el que se marcan las días, horas y minutos que faltan para las próximas fiestas, reloj que esta en la fachada de la tienda de camisetas Kukuxumusu.
En aquel punto me encontré con el grupito de franceses que había conocido aquella mañana a la salida de Zubiri. Habían adoptado, al ser francófonos, al matrimonio canadiense cuya señora se había dado aquel tremendo batacazo en la bajada del bosquecillo. El marido inicialmente me cayó fatal. No es que me hiciera nada el pobre hombre. Pero tenia un parecido asombroso con el personaje de agente de la Gestapo de la primera película de Indiana Jones. Aquel al que se le quedaba grabada en la palma de la mano el relieve de un medallón secreto debido a su exposición al fuego. Parecían gemelos. Calvos, bajitos, con gafitas redondas, rictus serio y mal encarado... y además, el de la peli había querido matar al bueno de Harrison Ford... ¿habráse visto? Días después volví a encontrármelo en una iglesia. Y aquel hombre que me caía mal por semejante tontería, resulto ser un santo varón... temeroso de Dios y de su santa iglesia católica... un hombre cabal donde los hubiere...
Llegamos hasta la plaza del Castillo, y enseguida dimos con el Café Iruña, y para no desaprovechar la ocasión, nos metimos entre pecho y espalda unos chocolates con churros. En el momento de las fotos, Javier le pidió a un joven de una mesa vecina, que nos hiciera una de grupo. A su vez, él le hizo otra al muchacho y a sus amigos con la cámara que llevaban.
Iba cayendo la tarde, estábamos algo empachados y decidimos regresar hacia la albergue, no sin antes intentar visitar la catedral, pero nos fue imposible pues estaba cerrada.
De nuevo en el albergue, nos dedicamos a conversar con dos matrimonios valencianos, tres de ellos maestros y el cuarto, conocido de Miguel, que trabajaba en un hospital cercano a su pueblo. Yo me entretuve escribiendo notas para mi diario, y viendo como caía la lluvia pues se había puesto a llover. Tuve un momento de dudas con respecto a la fiabilidad de las predicciones de mi cuñado y poco a poco nos fuimos preparando para pasar la noche. Al llegar a nuestro cuarto, la francesa dormía ya, con lo que no hubo ocasión de continuar con la bronca. Aun así, hice todo el ruido posible, cuando a media noche y ante el concierto de ronquidos que daban Javier y otro peregrino, y tuve que buscar en mi mochila mis tapones de cera. No hubo suerte... la francesa era de sueños profundos... como su mala leche.

viernes, 4 de enero de 2008

Algún problema técnico

Algún problema técnico me impidió acabar mi entrada del miércoles, y el jueves otro tanto, después de haber escrito y por dos veces lo que quería relatar. Espero tener mas suerte esta tarde.
En cuanto a colocar alguna foto en mis entradas, he desistido ante los continuos fracasos. Quien desee ver mis fotos ya sabe donde dirigirse. A Picasa, con enlace directo desde Mis Favoritos.
Y volviendo a la etapa de Pamplona... tras dejar atrás Larraosaña, nos internamos por un tramo que a mi me produjo una especial sensación. El paisaje había cambiado notablemente con respecto a la primera etapa, que consideraremos de montaña. La de este día, si bien de vez en cuando atravesábamos algún pequeño pero precioso bosque (ya está, seguro, el de Almería pensando en despotricar por mi gusto a los bosques...) fue transcurriendo a la vera del rio Arga, con infinidad de bellos árboles a un lado, y unos grandes y verdes prados al otro. En ellos, muchos peregrinos se paraban a descansar, y algunos bocadillos afloraban de las mochilas produciéndome un exceso de salivación y de pura envidia, ya que estábamos sin desayunar ni almorzar.
En una agresiva bajada, cuando caminaba adelantado a mis compañeros, fui testigo de como una jubilada canadiense resbalaba, perdía pie y se daba un morrazo impresionante, rebotando un par de veces con sus sendas costaladas, pero como un resorte se levantó, se espolsó la tierra, y como quien dice aquellos de "que caida mas tonta" continuó su camino, sin darme tiempo a mi a reaccionar para auxiliarla.
Como la dicha no puede ser eterna, fui notando un ligero dolor en los dedos de los pies, no pasaba de simple molestia, pero la cosa a medida que caminaba fue a mas. Aguanté bien pasando pueblos de "un solo nombre" como Akerreta, Irotz, Zabaldika... pero en Arleta el dolor mucho mas intenso, iba acompañado de una sensación humeda en los dedos. Paré junto a una fuente y me descalcé, comprobando que los "calcetines especiales anti-ampollas" por su grosor me habían aprisionado los dedos en las botas y una esquinita de las uñas me había producido una herida que sangraba. Cuando mis compañeros llegaron a mi altura, Esperanza sacó su bien surtido botiquín, me limpió la sangre y me curó. Esta mujer era como una madre. Sin prácticamente conocerme, 24 horas antes eramos unos perfectos desconocidos, tomo mis hinchados y sobre todo sudorosos pies y se aplicó en las curas como si de un hijo suyo se tratara.
Esperanza, con 52 o 53 años, madre de tres hijos en edad universitaria, trabajaba como administrativa en un hospital donostiarra (al igual que MªJesús, la ovetense del primer año) de ahí que sus botiquines fueran de los mas surtidos del contorno. Su marido, Javier, cuatro o cinco años mayor, trabajaba en banca, en una sucursal de la Kutxa, la caja de ahorros de San Sebastian. Javier ya había realizado uno o dos años antes el Camino, pero en bicicleta, deporte del que era muy aficionado como buen vasco. Participaba cada año en varias competiciones ciclistas y se le notaba entrenado, delgado para su imponente altura y fuerte. Esperanza no había preparado nada especial para la aventura. Fuerte de carne en su tren inferior, como mis tres granadinas del año anterior, pero se la veía muy dispuesta y aguantaba el ritmo de cualquiera que le diera ocasión para la conversación. Solo flaqueaba en las bajadas, debido a algún problema de rodillas. El tercero del grupo, Miguel el valenciano de Enguera, un buen tipo, muy campechano, también había realizado anteriormente la peregrinación, era tal vez un par de años mayor que Javier, rozando ya los sesenta y trabajaba como transportista de frutas, normalmente con una ruta que le llevaba hasta Irlanda. No parecía importarle viajar casi cada semana hasta aquellas latitudes, ya que tenía una hija estudiando o trabajando en una ciudad irlandesa, y de paso podía verla a menudo.
Hora y media después llegábamos a la altura de Arre y nos deteníamos en su precioso puente románico. Cuando sacábamos las cámaras para las fotos, un joven se ofreció a hacernos una de grupo, y por su acento, supimos que era andaluz. Visitamos la iglesia de Santa Trinidad y nos entretuvimos hablando con un sacerdote, un hermano Marista, que era hospitalero del albergue adjunto. Según me contó había estado destinado en el Seminario de Guardamar, y conocía mi antiguo colegio en la avenida de la Estación de Alicante.
Cuando salimos de la iglesia no había señales de Esperanza. Estuvimos esperandola un rato, pero Javier, nada preocupado, optó por que continuáramos pues seguro que nos encontraríamos pronto.
Con lo que enfilamos la larga recta del cinturón industrial de Pamplona, que pasando primero por Villaba, el pueblo de Miguel Indurain, y luego por Burlada, nos llevó en poco mas de una hora, hasta las primeras calles de la primera gran capital de provincias del Camino Francés, y al puente de la Magdalena, de nuevo sobre el Arga. Bordeando las murallas de la ciudad, llegamos al casco histórico de la Navarrería pasando por el Portal de Francia, donde enseguida dimos con un albergue situado en una escuela de monjas Adoratrices, que admitía peregrinos en verano.
Un joven y algo amanerado hospitalero iba ya a ponernos problemas para inscribir a Esperanza sin estar presente, cuando nuestra amiga apareció por la puerta acompañada por el joven andaluz de la foto en Arre.
Cuando dio sus datos, supimos que se llamaba Rafael, mas tarde Rafa para los amigos, y que era de Almería. Cuando hacíamos la cola para las duchas, nos comentó que había estado andando en compañía de un bilbaíno y de un madrileño, pero que por algún motivo no se sentía muy a gusto con ellos, por lo que pensaba unirse a nuestro grupo, si no teníamos inconveniente. Yo vi el cielo abierto. Con uno mas en el grupo podríamos repartir los momentos de "conversación" con nuestra simpática vasca. Y a lo mejor el entendía mejor al valenciano y podía servirme de interprete. Al final, ni lo uno ni lo otro, pero no obstante nos lo quedamos. Algo así como pasa con los hijos tontos... ¿para que tirarlos? Se quedó con nosotros.
Antes de irnos a comer, aun tuve tiempo de encabronarme con una francesa, que me ponía problemas con la parte de la litera que yo le había dejado (la de arriba, naturalmente) Pensando que yo no la entendería en su idioma, empezó dirigirme una serie de ordinarieces, casi insultos. Impertérrito (me gusta esta palabra, ¿ que le voy ha hacer ?) con cara de póquer, la dejé acabar, y entonces, en mi mejor francés, sin acento, le dediqué ordinarieces mas gordas y mejores insultos. Se quedó alelada... incluso su marido, que andaba por allí, agachó la cabeza e hizo como si no la conociera de nada.
En el Camino todos somos peregrinos, todos iguales o casi, con el mismo espíritu de compañerismo, pero cuando alguno se pasa de listo, como esa "gabacha" que se pasó de chauvinista" conmigo, se me hinchan las venas del cuellos, se me nubla la vista, me acuerdo del 2 de Mayo... y me pongo guerrero cual Catalina de Aragón.
Mucho mas entonado después de haber liberado tensiones, con los índices de adrenalina ya en parámetros habituales, y con mucho apetito, ya que aunque la etapa del día de solo 20 Kms. no había sido dura, la falta de un sitio donde "repostar" nos tenía con un hambre canina. En aquel momento me hubiera comido un caballo... ¿Que digo de caballos?... me hubiera comido un francés empezando por los pies. Salimos y buscamos un restaurante con el animo de darnos un homenaje.

miércoles, 2 de enero de 2008

Camino de Pamplona

Volvimos a cruzar el puente de la Rabia, acompañados de cerca por un grupo de franceses y cuatro chavalas hungaras, junto a las que habíamos cenado la noche anterior, sin enterarnos de lo que parloteaban entre ellas.
El fresquito de la mañana, nos hizo andar deprisa intentando entrar en calor, y fuimos pasando por pequeños pueblos como Ilarratz y Ezkirotz, pero eran tan pequeños, casi aldeas, que no vimos ni un solo bar o sitio donde tomar algo caliente y consistente. Sin embargo, si que pudimos oler y pisar los residuos de una grán fabrica de Magnesitas que encontramos en el camino. Fue aproximadamente un kilómetro de un paisaje desagradable, con el terreno macahacado por los camiones que depositaban, no muy lejos, la escoria y desechos de la fabrica. De nuevo podíamos apreciar una nueva agresión del paisaje y del milenario Camino, en arras de la modernidad y el desarrollo. De cualquier modo, que nadie me pregunte que es y para que sirve la magnesita esa, pues lo desconozco.
Hora y media despues de haber salido, llegamos a las inmediaciones de Larraosaña, del que todas las guías hablan maravillas por la belleza del pueblo, pero un peregrino nos avisó de que todo estaba cerrado por las fiestas, y que los mozos del pueblo que aun seguían con la fiesta de la noche anterior, los habían corrido a botellazos hasta sacarlos de nuevo al camino. No hubo nada que pensarse, y salimos por piernas, continuando con nuestra ruta.

Reflexiones de un insomne

Tras 11 días de vacaciones de Navidad en los que he estado lejos de mi ordenador, días en los que he tenido dificultades para conseguir uno con el que publicar alguna que otra entrada, vuelvo a la cita, casi diaria, que tenía con todos vosotros. Y a pesar de que cierto personaje que vive en Almería, un tipo que está deseando que llegue su momento de aparecer en este blog, y que me "estresa" metiéndome prisa, deberé antes de todo relatar algunas reflexiones que me fueron surgiendo durante aquella larga noche, acostado sobre una madera en aquel frontón de Zubiri.
A finales del mes de Agosto, una noche que no olvidaré, me surgieron serias dudas de que fuera a realizar este viaje en el que estaba embarcado. La cosa empezó sobre las siete de la tarde. Un ligero dolor de estomago me fue indisponiendo. Sobre las nueve, ya en casa después del trabajo, la cosa fue en aumento, pasando de ligero a preocupante. Me puse a medicarme a base de manzanillas pues pensaba que era una pequeña indigestión. Una hora mas tarde el dolor se fue trasladando paulatinamente hacia la espalda, aunque yo seguí con las infusiones, una tras otra, y de vez en cuando, algún lingotazo de sales de fruta. A las once de la noche fue como si me pusiera de parto. Yo sabía que no podía ser... pues tomo precauciones, pero en mi fuero interno no descartaba un embarazo no deseado, y aquel debía venir de nalgas, a tenor del intensísimo dolor que me tenía doblado en cuatro. A media noche caí en la cuenta de que aquello provenía del riñón y, no se porque, me dio la sensación que solo con manzanilla aquello no mejoraría. Con lo que, como pude, cogí el coche y me dirigí hacia urgencias de un hospital. No sé muy bien como conseguí llegar, ya que el dolor en ocasiones me nublaba la vista. Pero llegué. Y rápidamente un medico me busco una vía y me inyectó unos calmantes, diciéndome que "solo era un cólico nefrítico". Mas tarde, cuando ya el tremendo dolor empezaba a remitir y me permitió centrarme en lo que me decía el galeno, fui cayendo en la cuenta de que tenía comprometido el viaje al Camino. El medico achacaba el episodio a que mi diabetes empezaba a fastidiarme otros órganos de mi cuerpo, pero yo solo pensaba en que hubiera podido ocurrir de haberme dado aquel telele en plena peregrinación. Mas concretamente, pensaba, allí acostado en Zubiri, como hubiera salido del trance si me hubiera dado allí mismo. Pasados unos días, mis sensaciones fueron mejorando, gracias a la medicación que me habían dado, y por fin pude aparcar mis temores de quedarme en casa y no poder realizar el viaje.
Para festejar mi buena suerte, unos días antes de mi salida hacía Roncesvalles, decidí comprarme unos calcetines especiales, que en Decatlon, anunciaban como especiales anti ampollas. Aquella mañana, en Zubiri, al levantarme me los coloqué muy contento. No tenían nada de especiales, salvo que eran un poco mas gruesos que los solía utilizar en Galicia el año anterior. Y el caso es que, recién puestos y estrenados, eran muy cómodos y calentitos.
También aquella noche, oyendo como la lluvia caía en el exterior, me acorde de mi cuñado Jorge, el metereólogo. Un par de días antes de mi salida le pedí que me hiciera una predicción del tiempo que iba a encontrarme por Navarra. "Fresquito por las noches, pero nada de lluvia" me vaticinó. Allí acostado, preocupado por la que estaba cayendo fuera, caí en la cuenta de que nadie puede adivinar que tiempo hará, si nos es saliendo al balcón de tu casa al amanecer y ver como está el cielo ese día. Seguro que si Jorge leyera estas lineas, pensaría: "Hombre de poca fe... falta de confianza... dudando de un profesional, y además entre familia". El caso es que medio acertó, ya que si bien las tres primeras noches en Navarra estuvo lloviendo, y bien, al amanecer paraban las lluvias, y nos salía un sol maravilloso. Aunque sigo sin saber como lo hacen para preveer el tiempo, y las dudas me asaltan de tarde en tarde, debo reconocer que mi cuñado es de los buenos y siempre acierta.
Nos fuimos levantando uno tras otro en aquel infesto albergue, y casi de noche aun, fuimos saliendo y preparándonos para la etapa del día, que nos llevaría hasta la capital navarra. Para acabar con aquel pueblo, diré que ningún bar estaba abierto a aquellas horas, y tuvimos que ponernos en ruta sin desayunar, salvo alguna galleta que algún peregrino se había dejado en la cocina, y que pudimos rapiñar y comernos.

martes, 1 de enero de 2008

Feliz 2008

Aprovecho el día para desear a todos mis amigos un feliz Año Nuevo, 2008. Por extensión, cualquiera que entre en mi blog y me lea, ya es amigo mio y merecedor de un año lleno de cosas buenas. Lo digo y lo deseo de corazón.
Es curioso como en un día como hoy, el que mas y el que menos, hace balance del año ya pasado, y piensa en el que viene. Normalmente se tienen ilusiones de hacer cosas que no se hicieron anteriormente, se espera que, inconscientemente, por ser año nuevo tenga por añadidura aquello de vida nueva. Casi nunca es así. Al menos yo no dejo de fumar. No acabo de aprender inglés. Y pasados solo unos días, todo queda atrás, y con los tiempos que corren me quedo definitivamente con el "Virgencita, virgencita... que me quede como estoy"... que ya es mucho. Que nuestras familias y amigos permanezcan siempre a nuestro lado, como ha sido hasta ahora. Que el trabajo y la salud no nos falten. Que del décimo de lotería para el Niño que hemos comprado siguiendo la rutina de cada año, al menos nos devuelvan el reintegro para seguir jugando y soñando... porque otra cosa no creo que sea.
En cuanto al Camino, que es de lo versa este mi blog, anoche, cuando felicitaba a mis amigos el año nuevo, y tras recibir una llamada de Javier y Esmeralda, precisamente estos amigos que recién han aparecido entre estas lineas, me encontraba con la alegría de que Javier me pedía que fuera ya haciendo planes para el mes de Septiembre, ya que el en Febrero debe avisar en su empresa las fechas de sus vacaciones, y tiene la firme intención de que un año mas, continuemos realizando los tramos juntos. Este año, si Dios quiere será León-O'Cebreriro. Con lo que tengo garantizado mas leña para esta hoguera que es el blog. Pero eso esta aun por venir. De momento reiterare mis felicitaciones y deseos de ventura para todos vosotros, mis amigos. Feliz Año Nuevo