Por fin conseguimos llegar al pueblo. La subida se me había atragantado, a pesar de que no era para tanto... cosas que pasan. El Camino cruzaba el pequeño pueblo, y nos detuvimos en un parque a descansar junto a una fuente, donde Esperanza lavó las uvas y las repartió equitativamente. Estábamos allí sentados cuando apareció un grupo de varios jovenes, chicos y chicas, entre los que reconocimos a Narciso, aquel medio hippie que pasó al raso la tremenda noche de lluvia en Roncesvalles. Como en el Alto de Erro, entablamos conversación con el, y conseguimos saber que se dedicaba a la confección manual, y venta en puestos de mercadillos de los alrededores de Gijon, de pequeña bisutería, tales como anillos, collares y pendientes. Cuando volvió con su grupo, Rafa consiguió hacer un nuevo chiste que pasará a los anales de aquel viaje. Refiriéndose al hippie tuvo la ocurrencia de decir, que aquel tipo, para recuperar fuerzas en el Camino no debía tomar bebidas isotónicas ni con electrolitos, como el resto de la gente, sino que este seguro que se chutaba "pastillitas de colores". La verdad es que el muchacho tenía toda la pinta.
Una hora después llegábamos a Villatuerta y de nuevo subida al pueblo... ! que manía de estos navarros de colocar los pueblos en lo alto de los montes...¡ Andabamos algo cansados con lo que volvimos a parar para reponer fuerzas, y de paso comernos los restos del almuerzo de la mañana, esta vez con los tomates de Esperanza. Todas nuestras previsiones de llegar a buena hora a Estella se iban al traste, pero cuando el cuerpo no puede mas es mejor parar y reponerse.
Los apenas 4 kms. que nos separaban de Estella-Lizarra (de nuevo con dos nombres... y este famoso ademas por aquel pacto político nacionalista de hace unas decadas) se nos hicieron eternos, o al menos a mi. Pasamos por un puente de madera y metal sobre el rio Ega, en donde las aguas traían un color marrón sospechoso y un olor nauseabundo, sin duda debido a algún vertido de las fábricas cercanas a Estella. A pesar del cansancio aligeramos el paso.
En la calle que llevaba al pueblo adelantamos a un par de franceses. Dicho así puede no tener la mas mínima importancia, pero lo que mas me llamó la atención era que la mujer, era una anciana de 75 años, totalmente encorvada sin duda por la edad, por algún reunma o escoliosis, con su mochilita a la espalda y que caminaba con su hijo, de unos 40 o 50 años, que me comentó que era una mujer fuerte y decidida. Que a pesar de las dificultades que entrañaba la peregrinación, sobre todo a su edad y en sus condiciones, no consentía oir hablar de coches o autobuses para hacer parte del recorrido. Firmemente dispuesta a llegar hasta Santiago andando costara lo que costase. Fue sin duda la persona de mas edad y en peores circunstancias que he conocido a lo largo de mi ruta. Una auténtica lección para mucha gente que piensa que no podría realizar tal aventura, o incluso para mi, que me sentía desfallecer cada vez que se empinaba la ruta.
Pero aun nos faltaría un rato para llegar hasta el albergue, ya que a la entrada de la ciudad nos detuvimos para admirar, sorprendidos por su belleza, la Iglesia del Santo Sepulcro, y su portada con una docena de arquivoltas, un friso con imagenes evángelicas y una figura de un Santiago peregrino. Todo el mundo sacaba sus cámaras, y nosotros hicimos otro tanto. Aquella bellisima fachada valía la pena, y podíamos demorar unos minutos la soñada ducha. Habían sido solo 23 Kms. de etapa, pero el continuo sube y baja nos pasaba factura.
miércoles, 23 de enero de 2008
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