Aquella mañana, bien temprano, nos fuimos levantando casi todos. Rafa se hacía el remolón, incluso pensando en quedarse y recuperarse de sus problemas físicos. Miguel protestón, por que un día y otro también salíamos casi de día y su idea era de que debiamos empezar a andar todavía de noche.
Salimos y desayunamos en el restaurante del hotel. Un buen desayuno, con croasanes recién hechos, bien untados de mantequilla y mermelada a pesar de mi diabetes. Sellamos la credencial y al salir vimos un monumento al peregrino, de nuevo en honor al punto de encuentro con el camino Aragonés. Sacamos las cámaras y empezamos a retratarnos junto a el, justo cuando Rafa salía, sin duda lo había pensado mejor y seguía en Camino con nosotros. Hubo que esperarlo a que desayunara, y Miguel debió hacerle la moral cristiana con respecto a los retrasos que ocasionaba. Craso error. Desde ese mismo momento las relaciones entre el valenciano y el almeriense quedaron practicamente rotas. Rafa argumentaba, que si tanta prisa tenía Miguel, no tenía mas que empezar a andar y que tal vez lo alcanzaríamos. Y en cuanto a los consejos, en plan paternalistas del valenciano, no los soportaba, pues no había consentido nunca monsergas de ese tipo de sus padres, con lo que de un desconocido menos. El resto de la tropa, yo y los dos vascos, optamos por callar y dejar que las aguas volvieran a su cauce. No fue así, y el resto de los días ambos se evitaban, e incluso cuando Javier, Esperanza y yo abandonamos en Logroño el Camino, Rafa y Miguel que seguían hasta Santiago, se separaron y cada uno busco nuevas amistades con las que continuar. Volvieron a verse a lo largo de las semanas siguientes, pero no pasaron del simple saludo. Pasando el uno del otro.
Debían ser las ocho de la mañana cuando cruzabamos el puente, y enfilabamos la salida de la localidad. En aquel punto un cartel de la carretera indicaba los kms. para Logroño y nos dimos cuenta que estabamos justo a la mitad de nuestro tramo, entre Roncesvalles y la capital riojana.
Al poco, el sendero fue empinándose agresivamente, por un desvio de la ruta debido a obras en una autovía cercana. En ese preciso momento de la ascensión recibí la llamada de MªDolores con lo que cuando llegué arriba, totalmente descolgado, estaba agotado, sin resuello y sudoroso. Nunca una llamada había sido mas inoportuna.
Continuamos por una zona de bastante arbolado y campos de cultivo y pronto llegamos a Mañeru, donde pudimos ver a un paisano asando pimientos en aquel extraño artilujio que vimos en la ferretería de Puente la Reina. Nada mas salir del pueblo vimos a lo lejos la siguiente localidad que deberíamos atravesar. Parecía que andabamos a buen ritmo y que por tanto llegaríamos a nuestro destino a buena hora. Pero el hombre propone y Dios dispone.
lunes, 21 de enero de 2008
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