martes, 29 de enero de 2008

Enorme bocata en Monjardín

Tras el vino, continuamos hasta el pueblo. Y en una de sus primeras calles vimos el Monasterio de Irache con su iglesia del siglo XIII, pero solo pudimos hacerlo por fuera, ya que estaba cerrado. Ahí fue donde mi cámara me dejó sin batería. Aun no sabía que podía utilizar pilas normales, eso no lo aprendería hasta el año siguiente, ya en Burgos. Así que guardé el aparato bastante cabreado por la imposibilidad de seguir tomando fotos de los sitios por los que pasaba. Si alguna foto tengo de días posteriores, se debieron a la cámara de Javier, que pasado un tiempo me las hizo llegar.
Con el Montejurra a la izquierda, y sus 1064 metros de altitud, recordándonos su pasado carlista y aquella famosa batalla ganada al ejercito de Amadeo de Saboya en Noviembre del año 1.873, continuamos por una pequeña zona boscosa que nos recordaba las primeras etapas. No solo por la frondosidad de sus arboles, sino por algunos portillos que nos encontramos en el sendero.
Con Villamayor de Monjardín ya a la vista, llegamos hasta el aljibe medieval o Fuente de los Moros, construido en el año 1.200, a los pies del Pico de Monjardín, un monte cónico que su cima tenía una ermita y las ruinas de un castillo que a todos nos sorprendió por lo complicado de su acceso y consiguiente dificultad para poder construir algo de aquel tamaño allá arriba.
Unos centenares de metros mas adelante, ya en las primeras calles de Villamayor, me separé de mi grupo de amigos. Por lo visto ninguno quería almorzar y preferían descansar en una extensa plaza. Yo por mi parte me dirigí hacia un albergue regentado por unos protestantes holandeses, en el que sin embargo fue una negra norteamericana la que me atendió en el pequeño bar. Pedí un bocadillo de jamón, pero la negrita me dijo que solo hacían un tipo de bocadillos, con lo que me conformé con lo que hubiera. El bocadillo tardó una exageración, pero cuando me lo pusieron delante, no tuve nada que objetar... bocadillo de tortilla a la francesa, con tomate y chorizo. Inmediatamente comencé a salivar. Uno de los bocadillos mas raros que me he comido en mi vida (Excepto los bocadillos de mejillones o berberechos en conserva de la mili) pero que a la vez mejor me sentaron. La única pega... que no vendían tabaco, con lo que me fumé el ultimo ducados.
Completamente reconfortado con el inesperado bocata, fumándome el filtro de mi cigarrillo, y habiendo hecho provisión de agua ya que no existían mas pueblos ni fuentes hasta 12 Kms. mas allá, hasta llegar a Los Arcos, continuamos por un larguísima recta flanqueada por viñedos.
Rafa pronto se fue quedando atrás, Javier y Miguel estaban enfrascados en una de sus conversaciones, con lo que vi la oportunidad de caminar en solitario durante un trecho, pero Esperanza me cogió por banda y empezó a explicarme alguna cosa. Me propuse despegarme de ella poniendo un ritmo muy fuerte en mis zancadas, pero no hubo manera. Para no venir entrenada, mi amiga seguía aquel ritmo, de aproximadamente 6 Kms a la hora, casi sin pestañear. El sol caía a plomo aquel medio día. Llevabamos casi 10 Kms. yo intentando dejar descolgada a Esperanza, ella siguiéndome como mi sombra y sin parar de hablarme. Entre viñedos la sombra brillaba por su ausencia. Y al final, el que desfalleció fui yo. Me vi rebasado por Miguel y Javier, luego por Esperanza, y menos mal que a Rafa le dolían las rodillas o también me hubiera dejado atrás. Al llegar a una pequeña pinada, nos detuvimos todos a descansar después de aquella especie de carrera tan tonta en la que nos habíamos metido todos. Faltaban un par de Kms. para nuestro final de etapa, pero yo estaba para el arrastre.

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