sábado, 29 de marzo de 2008

Empieza el diluvio

Y en aquellos soportales del Ayuntamiento de Grañón nos fuimos cobijando mas y mas peregrinos, incluidos los canarios que corrieron, (bueno... es un decir...) para resguardarse, tras dejar algunos tomates tras de si por la calle. Llegó un momento en que los peregrinos que iban pasando por la calle mayor, debían continuar y pasar de largo ya que el lugar estaba a rebosar. Franceses, alemanes, una pareja de italianos, una brasileña que me preguntó por Marcelo el carioca de Najera... gente de todos los confines, al menos una muestra de cada. Aquello parecía el Arca de Noé a punto de zarpar; el diluvio asegurado; solo faltaba montar el belén.
Uno de los listos del pueblo, había montado junto a nosotros un tenderete, donde vendía colgantes con figuritas de Taus y flechas amarillas de madera que el mismo tallaba y pintaba. Como no había nada mas interesante que hacer allí, mas que ver jarrear agua, me acerqué y le compré una de cada.
Media hora después, aquello no parecía que fuera a mejorar. Noé iba perdiendo clientes, eso sí, los mas valientes o mas desesperados, que habían optado por seguir camino bajo el fuerte aguacero, y ya podíamos movernos muchos mejor bajo los soportales. Decidí sacar mi poncho e ir colocándomelo. Al verme, mis canarios empezaron a remover sus mochilas buscando sus impermeables. ! Madre mía... lo que salió de ellas ¡ Cubiertos, platos de aluminio, zapatos de vestir, vaqueros, secador de pelo... y lo mas inverosímil... un enorme rollo de cinta de embalaje, cuyo uso, allí en pleno Camino de Santiago, solo ellos debían de haber imaginado.
Fuimos de los últimos en abandonar el lugar. Hasta la paloma de la ramita de olivo hacía rato que había continuado la marcha. Fuimos saliendo del pueblo, yo avergonzado por la indumentaria que finalmente habían elegido Pedro y Jesús... un chubasquero rojo de la tienda de 20 duros y un paraguas igualmente rojo.... con aquellas tintas parecían las Señoritas de Chesburgo. Ya lejos de la vista de los lugareños, accedí a que me hicieran una foto con su ridículo paraguas, al menos para que quedara constancia gráfica.
Transitamos por zonas de parcelaciones agrarias que habían hecho desaparecer el antiguo camino, lo que daba lugar a tremendos rodeos sorteando los campos de cultivo. Pedro, decidió atajar a campo través. Fue quedándose paulatinamente atrás, e incluso Jesús, que normalmente hablaba poco, hizo un comentario sobre la tozudez de su compañero, dándole por imposible. Cuando llegamos al limite entre las regiones riojana y de Castilla y León, señalizado por unos enormes carteles de despedida y bienvenida tuvimos que esperar al "listo", que venía muy rezagado, con cuatro o cinco kilos mas de peso, en forma de barro que se le había adherido a las botas. Hablé con Jesús, y le dije que me adelantaba y continuaba mi camino pues no tenía sentido que todos nos caláramos. Y seguí yo solo. Tal como dice Rafa de Almeria... mejor que mal acompañado.
Media hora después la lluvia nos dio una pequeña tregua, pero el cielo seguía encapotado.
Unos kilómetros mas allá, llegué hasta Redecilla del Camino, primer pueblo de la provincia de Burgos, en cuya entrada y en una oficina de información al peregrino me dieron un librito que me ha sido muy útil en todo el tramo que discurre por esa enorme región castellana, ya que vienen señalizados cada pueblo por el que se pasa, los Kms. hasta el siguiente, los albergues y sus direcciones y aforos.
Compré en aquella pequeña oficina algunas postales, y me entretuve hablando con un veterano ciclista sevillano que curiosamente iba acompañado por otro japones. Cuando iba a reiniciar mi marcha, aparecieron en lontananza de nuevo los canarios. No tuve escapatoria, pues ellos a su vez me habían visto con lo que tuve que esperarlos. Y además esperar a que ellos descansaran a su vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sería para tanto. Los de secano os ahogais en un vaso de agua