lunes, 31 de marzo de 2008

Agua a manta

Una vez descansados y contentos mis coleguillas canarios, nos pusimos de nuevo en marcha entrando en la pequeña localidad. Apenas habíamos andado un centenar de metros, cuando la lluvia arreció, y de que manera. Conseguimos llegar a duras penas hasta lo único que encontramos abierto, un pequeño albergue de peregrinos justo enfrente de la cerrada Iglesia de Sta. María donde se encuentra la pila bautismal de Santo Domingo, pero completamente desierto, sin nadie a quien dirigirse.
! Que manera de llover ¡ Cuatro Kms. mas adelante, en Viloria de Rioja, mi amiga Carmen y Luis Angel, su marido, lo pasaban igual de mal que nosotros, y como muestra incluyo una foto que me manda de aquel momento. Me jura y perjura que es ella, pues no se la reconoce. Al gracioso de"Uno mas" contestando a su primer comentario en este blog le digo que, los de secano, efectivamente, nos ahogamos en un vaso de agua, con lo que tiene mas merito si cabe, haber salido indemnes de aquel conato de fin del mundo que se nos vino encima aquella etapa.
Era increíble ver como corría el agua por la calle Mayor, o como los desagües de las casas arrojaban el agua de los tejados, y como corría esta por la pendiente de la calle. Yo que viví en primera persona la Riada del 82 en Alicante, y mas tarde la del 92, no había visto llover tanto desde entonces.
Esperamos a que amainara el temporal, y buscando algún bar abierto fuimos saliendo del pueblo, para dos Kms. después, ya en Castildelgado, tener que volver a correr para resguardarnos de una nueva tronada. Allí, bajo una marquesina coincidimos Jesús y yo, con dos parejas de catalanes, y la pareja de italianos de Grañon. Hasta entonces, no me había fijado en lo guapa que era la muchacha, y allí, esperando que pasara la tormenta, me quedé embobado mirando aquella beldad morena de ojos claros.
Los italianos ya tenían bastante "de Camino de Santiago". Comentaron que iban a buscar alguna parada de autobús para llegar hasta Belorado y de allí tratar de volverse a su tierra ya que tenían algunos problemas físicos. En aquel momento vimos pasar a lo lejos a Pedro, con su impermeable y su paraguas rojo. Sorprendente, que en solo media hora le hubiéramos sacado tanta ventaja a aquel elemento.
En Castildelgado, de nuevo nada abierto, y ni un alma a la que preguntar. Solo los locos de las mochilas se movían a duras penas, casi nadaban, por el pueblo, y así llegamos a Viloria de Rioja, pueblo en que había nacido Santo Domingo de la Calzada. Menos mal que una vez muerto le habían hecho un bonito mausoleo y toda una Catedral en Santo Domingo, porque lo que es en vida... y mas concretamente en su pueblo natal, la cosa daba cierta vergüenza. Para empezar, el cartel anunciador de la localidad y de la efemérides de su nacimiento, en un estado lamentable, oxidado, abollado y amenazando caer a tierra con el siguiente soplo del viento. El pueblo abandonado y con la mitad de las casas amenazando ruina. Lógicamente, nada abierto donde reponernos de la lluvia y del frío pasados durante esa parte de la etapa. Nadie por las calles, y hubiéramos creído que aquello estaba abandonado a no ser por un paisano que asaba a soplete su ración del día de pimientos. Un albergue, con banderas brasileñas en su fachada, también cerrado, y nosotros con tanta lluvia como había caído en las tres últimas horas, sin ni siquiera agua que beber.
Puse todas mis esperanzas de un café caliente y un bocadillo, aunque hubiera sido de chooped, en el siguiente pueblo, Villamayor del Rio a solo cinco Kms. por lo que puse "la directa" dejé atrás a mis lentos y molestos acompañantes y me encaminé hacia allí a toda prisa. Pero aquella etapa no era para optimistas... y yo pequé de ello en exceso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días:

Mes nuevo y como cuando comienza el año, nuevos propósitos. Como ves, he seguido tus indicaciones y me animo, por fin, a escribir en tu blog.

Después de uno de esos grandes rodeos del Camino y de llegar a Viloria, pensando, inocentemente, que habría algo ………… nada. Parecía el pueblo fantasma, ni un mal vecino, pero es que el día estaba para pocas bromas. Por no tener, no teníamos ni un barecillo donde tomar un café. Así que, a la vista de cómo estaba el día que, como bien dices jarreaba, nos tuvimos que resguardar en el único sitio que había, los soportales de la Iglesia, por supuesto cerrada, y comernos un bocata de sardinas que nos supieron a gloria. Lo mismo hicieron otros cuantos peregrinos.

Efectivamente, la de la foto soy yo, una vez que paró la lluvia fuerte.

Besos para Rafa, al que he conocido a través de tu blog.

Hasta pronto