El bocata y el café con leche del bar Los Arcos, se hicieron de rogar. La camarera era lenta de cojones. Pero al final valió la pena la espera ya que el jamón catalana estaba de primera. Mientras hacía tiempo estuve observando a los peregrinos que almorzaban a mi alrededor. Al haber perdido de vista al ponferradino y a su italiana, intenté hacer amistad con nueva gente, pero un par de jovenes que estudiaban su guía no me convencieron mucho, y dos chavalas que pedían información de autobuses hasta Najera, también quedaron descartadas. Por lo que encargué otro bocadillo e hice acopio de agua para los 20 Kms. que aún quedaban hasta el final de etapa, hice la visita rápida al pueblo, dos fotos para el recuerdo y de nuevo en camino tras haberme demorado en Navarrete mas de una hora.
El sendero a partir de ahí estaba jalonado de bodegas y de viñas. Lo curioso era que que dichas vides estaban sobre un terreno completamente alfombrado de cantos rodados, pequeñas chinas que le daban al lugar un extraño y anomalo aspecto. De lo que si me fijé particularmente fue de que las vides que estaban mas cercanas al Camino, eran todas de diferentes uvas, y que en una especie de intento de culturización del caminante, cada cepa tenía su cartel o etiqueta correspondiente con el tipo de uva que ahí se cultivaba... garnacha, tempranillo, moscatel, y otras varias variedades. Me pareció ingenioso a la vez que educativo, y entendí que cada Comunidad hace patria de la mejor forma que entiende, y que La Rioja, sin duda debe estar orgullosa de sus uvas y afamados vinos.
El sol a media mañana lucía y calentaba de lo lindo. El calor iba poco a poco minando las fuerzas y el paisaje se fue tornando mas árido sobre todo en un tramo cercano a una carretera en obras.
Recuerdo que los lugares con algo de sombra se hicieron caros de conseguir, y en especial recuerdo a dos jovenes alemanas de aspecto un tanto punkie sentadas bajo un puente de la autovía en construcción, apretujadas para pillar cacho de espacio sin sol.
A la altura de Ventosa, que se veía a lo lejos, un poco separado de la ruta, un jubilado francés se encamino hasta el pueblo para quedarse en su albergue. Yo aunque bastante cansado, pues 30 Kms. para un primer día se me antojaban excecivos, decidí continuar y cumplir con los planes. No obstante me detuve en el mismo centro del camino, pues ahí daba la sombra de un escualido arbolito, y me dediqué al otro bocadillo que llevaba.
Acabado el aperitivo, inicié la corta pero alucinante ascención al pequeño alto de San Antón, donde los peregrinos han formado un autentico paisaje lunar, a base de ir formando pequeños monticulos con cantos rodados que toman del sendero y de las vides cercanas. Los monticulos, de apenas unos pocos centimetros de alto, pero de tal cantidad, dan a la zona una sensación irreal pero a la vez muy agradable, de modo que la subida, por la cara mas fácil, se hace muy llevadera.
jueves, 6 de marzo de 2008
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