viernes, 28 de noviembre de 2008

Almuerzo y caminata

Apenas dos kilómetros nos separaban de San Miguel del Camino, y ante la inminencia del almuerzo nuestros esfuerzos se redoblaron y los cubrimos en un corto espacio de tiempo. De nuevo se repetía la tónica del anterior pueblo. Una pequeña localidad tranquila, cruzada por una Nacional 120 con poco trafico aquel día, con fabricas de cecina tanto a la entrada como a la salida de la localidad y constituida por casas unifamiliares y alguna urbanización de bungalows.
Nos sentamos en el banco de una parada de autobús, y Esperanza saco los panecillos repletos de jamón y queso, algunas galletas y magdalenas.
El almorzar en mitad de la calle viendo los coches pasar, no era lo que mas me molaba, pero siendo el primer día no quise imponer mi voluntad sabiendo que para la vasca el ahorro de no entrar en un bar era como un triunfo para ella. Además, el único bar que teníamos a la vista, metido a lo lejos en una de las calles tenía todas las trazas de estar cerrado los domingos.
Fuimos comiendo y charlando, hasta que una pareja de alemanes acompañados de un nacional, pasaron junto a nosotros saludándonos. El alemán muy viejo, la chica, una chavala muy mona que sin duda había atraído a nuestro español. Aquel grupito continuó un centenar de metros mas allá con síntomas de estar buscando algún mesón para almorzar igualmente. Sin duda les habíamos dado envidia, pero el cierre dominical les estaba creando algún problema.
Nosotros continuamos a lo nuestro. Y cuando ya atracábamos las galletas María, vimos a lo lejos una enorme bandera española moviendose. Unos minutos después ya vimos que era portada por un peregrino, enganchado su mástil de alguna manera a la mochila que portaba a la espalda.
Pero de pronto desapareció en una de la calles y supusimos que se trataba de alguna especie de freakie porque, ya digo, que la bandera era de una proporciones descomunales.
Acabado el almuerzo nos volvimos a poner en marcha. Volvimos a saludar al grupo hispano-alemán al pasar y enfilamos el andadero a buen ritmo, ya con los estómagos llenos.
En aquel momento recibí la llamada de MªDolores a la que le fui relatando lo acontecido en las ultimas horas. También hablé con Alvaro (Don Alvaro para algunos) y pregunté por el resultado de los partidos de fútbol de la segunda división. El día anterior se había celebrado precisamente el encuentro entre La Real Sociedad de San Sebastian y el Hercules de Alicante, que había terminado con empate a cero.
Una vez acabada la llamada, fuimos charlando de nuevo, esta vez con el fútbol como tema de conversación. Caí en la cuenta, y así se lo recordé a mis compañeros, que en el año 2005 en la etapa de Pamplona había coincidido el partido entre el Hercules y el Almería con idéntico resultado y que tanto Rafa, el Vecino de Abajo como yo nos habíamos felicitado por el reparto de puntos como buenos hermanos. De nuevo sucedía. Los vascos y el alicantino se podían dar por satisfechos por que sus equipos se hubieran hermanado repartiéndose un punto cada uno.
De pronto, y justo en mitad del sendero nos encontramos una enorme poza llena de agua, que tuvimos que vadear desviándonos del camino. Aquello era señal de que en las ultimas horas debía haber caído algún fuerte chaparrón, aunque en el reseco camino no se apreciara signos de barro.
Los ocho kms. hasta el siguiente pueblo, Villadangos del Páramo, empezaron a hacerse monótonos y aburridos. El paisaje era anodino, y no daba para mas. Empezábamos a desear, al menos yo, que el verde, los arboles y los paisajes bonitos fueran apareciendo ya en aquel tramo, pero aún era demasiado pronto para ello, y todavía quedaban un par de etapas de páramos y campos despoblados.
De pronto vimos en el horizonte a alguien parado en el andadero. Aquello era realmente raro. ¿Un peregrino detenido en mitad de la nada y sin andar? A medida que nos fuimos acercando vimos que se trataba de un tipo de unos treinta años, con perilla, un pañuelo anudado a la cabeza y que en un trípode, tenía instalada una cámara de vídeo. Al llegar a su altura comprobamos como trasteaba en el aparato y lo ponía en marcha, grabando nuestra llegada.
Lo saludamos, o mas bien saludamos a la cámara. Una vez fuera de campo, le preguntamos por esa extraña afición de grabar pobre y cansados peregrinos en su largo caminar, diciendonos que era para hacer un reportaje. Le comentamos que detrás nuestro aparecería de un momento a otro un freaki con una bandera en forma de auténtica sabana bajera. No sé bien si nos entendió ya que no nos respondió, y ante la falta de comunicación optamos por continuar nuestra marcha. A aquel tipo no sería la ultima vez que lo viéramos, pues acabó convirtiéndose en un personaje familiar durante varias jornadas. ! Podía ser que saliéramos en la tele y todo ¡

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