martes, 4 de noviembre de 2008

Sorpresa en la estación.

Me llevo una pequeña bronca de mis amigas del Camino del Sureste porque no escribo lo suficiente... según ellas. Anoche inauguración de la Exposición fotográfica. Cuando llego, no queda un solo canapé o patata frita, me arriman la ultima coca cola... de las normales y no duermo en toda la noche por la cafeína... esta mañana además me levanto con 251 de azúcar, y para rematar el colmo de los despropósitos, la fotografía en la que yo tenía depositadas todas mis esperanzas de victoria, ha sido colocada justo detrás de la puerta. Esto sí es para deprimirse.
Reviso los comentarios del fin de semana, y efectivamente, la narcolepsia la produce previamente la Cataplegia. No pensaba que entre nuestro circulo intimo de amigos alguien pudiera sufrir la enfermedad y me fueran a corregir la plana. Hoy, con la coca cola de anoche, estoy mas o menos como la madre de Nora... durmiéndome por los rincones.
El error con el correo de MªCarmen, del que me dí cuenta demasiado tarde, ha servido sin embargo para que incluya su foto en mi incipiente pagina de Orkut, al igual que ha hecho Gambin en la suya. Cuando me vaya enterando definitivamente de como funciona esa nueva pagina, la incluiré en un enlace entre "mis favoritos" para que todos podáis visitarla y participar en ella, al igual que se puede hacer ya en la de Rafa Gambin.
Y tranquila MªCarmen. No hay peligro de que MD haga comentarios en el blog. Ella es de las que leen... pero no escriben. Ha de ser un momento de inspiración tal, lo que necesita mi señora para hacerlo, que eso solo sucede en años bisiestos... y en este, que sin embargo lo era, tampoco se ha dado el caso. Aunque en honor a la verdad, se ha ofrecido para pasarme a limpio los primeros capítulos de mi novelita... gesto que la honra y por el que le estoy muy agradecido. Ahora falta que la inspiración me llegue a mi, y me ponga a escribirla.
Y tal y como quedó la cosa la semana pasada... había llegado por fin el sábado 6 de Septiembre. MD y yo desayunamos mirando quien tenía y donde estaban los billetes de avión para su viaje de ida y el de vuelta. La dirección exacta del hotel en Santiago, donde deberíamos encontrarnos la semana siguiente, y en general dando un ultimo vistazo a la mochila.
Acercándose la hora de mi partida, bajamos juntos hacia la estación de trenes y al llegar comprobamos que aún nos sobraba tiempo para un ultimo cafetito, y los típicos pucheros de la fémina por la inminente separación.
Cuando salimos de la cafetería, ya se había formado la increíble cola de viajeros que debían pasar por los detectores de objetos del equipaje. La fila humana daba su considerable vuelta y avanzaba muy lentamente. Cuando de pronto, reparé en 4 voluminosas mochilas a la espalda de unos peregrinos. Y uno de esos peregrinos era Juan Romero, miembro activo de nuestra Asociación de Alicante, y del que he contado varias anécdotas en este mismo blog. Nos acercamos a saludarlo, sin pensar que dejábamos nuestro sitio en la cola y que se me colarían nuevos viajeros. Juan viajaba con su esposa y otra pareja de habituales del Sureste, cuyos nombre siento no recordar ahora. La sorpresa fue mutua y resultó que también ellos se dirigían hasta León para comenzar desde allí el tramo final del Camino Francés. Incluso mas aún, pues me dijeron que una vez en Santiago continuarían hasta Finisterre y Muxía.
Quedamos en vernos durante el viaje y charlar sobre el asunto. Este hombre es un verdadero obseso de cada una de las Rutas Jacobeas, y pudíera ser que hubiera proyectado o tenido alguna idea que me sirviera a mi y a mis dos vascos, para nuestro propio periplo, o incluso coincidir en las etapas y andar todos juntos.
De nuevo reintegrado a mi nuevo sitio en la fila, comenzaron las despedidas, esta vez en serio, lo anterior había sido un entrenamiento, besos y abrazos, y una vez ya en el anden buscando mi vagón, el saludo final hasta perdernos de vista por la aglomeración de gente que quedó entre nosotros. Una semana en el Camino pasa muy rápida, lastimosamente para mi, y pronto volveríamos a estar juntos, los dos. Ahora sí, sentado en mi asiento junto a un abuelo que no paraba de toser, sentía los nervios y la ilusión por la aventura que comenzaba. Ya estaba en Camino.

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