miércoles, 18 de febrero de 2009

Ecce Homo

Fuimos saliendo de la ciudad, pero aún en una de sus ultimas calles, encontramos una iglesia que en su fachada daba un mensaje a todo peregrino que se molestara en detenerse y recoger un tema con el que pensar en las largas horas de marcha, y tal vez volver a revisar conceptos algo olvidados desde aquel inicio de la ruta, varias jornadas atrás. Decía así:

“Peregrino, que el cansancio del camino nunca te impida pensar. ¿Es importante la meta?... ¿No será acaso el encuentro con el monte, con el rio, con el rumbo que has perdido… con el mismo Dios quizás…?”

Al menos yo, si que perdí unos minutos en sacar mi libreta y tomar nota de aquellas sabias palabras, y durante aquella etapa busqué la intimidad y la soledad necesaria para "pensar" en todo lo que me motivaba a estar allí... a pesar de insomnes guiris y nacionales, a pesar de traicioneros dolores de muelas y molestísimas ampollas. Revisé aquella promesa callada, que solo en mi interior guardaba para mi y para el Apóstol. Y a pesar de la temprana hora de la mañana renové ánimos y redoblé esfuerzos, pues caí en la cuenta de que aquella aventura en que me venía embarcando, año a año, valía muy mucho la pena. Algo que es difícil de explicar a quien no conozca el Camino. A quien no viva en primera persona el cambio que se realiza en uno mismo a lo largo de esta mágica Ruta.
Pero, tranquilos... que todo ese misticismo se me pasó enseguida (aunque la semilla esta bien implantada en mi interior) y nuevas dificultades fueron surgiendo, en forma de una peligrosa carretera por la que tuvimos que caminar bien pegados en el arcén. Las salidas de las grandes poblaciones siempre tiene aparejado al aburrido paisaje de polígonos y enlaces de carreteras, un plus de agresiva competencia entre caminantes y vehículos con conductores que llegan tarde a sus trabajos.
Unos kilómetros mas adelante el salvador andadero de tierra nos devolvió la tranquilidad, pero no así el estruendo de enorme camiones de una empresa constructora próxima, que pasaban a nuestro lado dejándonos ruido, polvo y molestas ráfagas de aire con su transito. Sinsabores que tiene a veces esto de peregrinar por esos mundos de Dios.
Valdeviejas, mas que pueblo, pedanía de la cercana Astorga, llena de chalets y urbanizaciones de adosados, nos despidió dejándonos a lo lejos la silueta de una pequeña ermita. A la vista de aquella pequeña edificación religiosa, subimos el pistón de nuestra marcha, seguros de que tendríamos algo interesante que visitar al llegar.
Se trataba de la ermita del Ecce Homo construida en el siglo XV y que tuvo adosado un hospital de peregrinos, hoy ya desaparecido, y ocupando su lugar una carreterilla de donde salían aquellos apestosos trailers de la construcción. Entramos en ella para encontrarnos a una anciana que cuidaba del lugar, y que muy contenta nos selló las credenciales haciéndonos ostensibles gestos con las cejas para indicarnos que existía sobre la mesa un cepillo para dejar algunas monedas que nos sobraran. Nunca unas canosas cejas habrán logrado tanto, con tan poco esfuerzo y de manera tan callada. Dejamos cada uno las monedas que teníamos sueltas y nos retiramos hasta los bancos para una pequeña oración ante un simple crucifijo de madera con un bello Cristo que a sus pies contaba con varios jarrones repletos de flores. La sencillez de aquel lugar contrastaba, sin embargo, con una extraña paz que emanaba de todo el conjunto. Como si la ermita invitara a permanecer allí durante horas, entre las desnudas paredes y muros de piedra, pero con un sorprendente y acogedor ambiente, sin necesidad de mas compañía o decoración que su torturado Cristo. Paz y sosiego a partes iguales.
Pero un peregrino que se precie debe ir devorando metros. Como si de un trabajo o una obligación se tratara. Siempre adelante y con mínimos descansos. Con lo que agradeciendo a la anciana su dedicación, con el lugar y con los peregrinos, nos despedimos corteses de ella, reprendimos de nuevo la marcha, no sin antes tener que dejar paso a un nuevo camión, que nos devolvió el frió en el cuerpo.
Desde aquel lugar tuvimos aún una ultima vista lejana de la ciudad. Foto que os dejo para el recuerdo de nuestro paso por Astorga.
Y para terminar, quiero hoy dar la bienvenida a este blog a Lorena. A Lore la conozco desde hace muchos años. Desde que era casi una niña (cuando uno habla así es que ya empieza a tener una pila de años a cuestas... malo) y el cariño y la simpatía que siento por ella es notabilisimo. Lore ha abierto un nuevo blog, una especie de vehiculo para su desahogo tras la frustración en que "una rana" la tiene sumida. Necesita animos la chica, y gente que la visite y le haga cualquier tipo de comentarios (abstenerse los comerciantes de ancas de rana... por favor...) La dirección de su blog, que he incluido entre "Mis favoritos" es http://porlabranca.blogspot.com ... ademas escribe muy bien... cosa que siempre se agradece. Visitadla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Alberto.
Hoy he entrado muy tarde y apenas he tenido tiempo de leerte, pero al final he visto la referncia a tu amiga Lorena. Me ha picado la curiosidad y he visitado su blog. No conozco la naturaleza de sus desdichas, ya es muy tarde y no me he pardo a leerla, pero lo haré.
Amado amigo, solo te pido que si estuviera en tu mano la poibilidad de decirle que tienes un amigo estupendo en Almería, que es encantador, simpático, la mar de majo y todo ello a par que humilde y sencillo. Yo te estaría inmensamente agradecido, más si pudieras mantenerla engañada hasta que vaya yo por allí este verano o primavera sí fuera posible y menester. Es por que o yo soy cegeto o Lorena está como un queso, con jamón y vino.
Un saludo, amadísimo amigo, de este tu compañero, tu siervo, de aquel que te salvó a la vida en el frente (dos veces).