Y por fin salimos del albergue para la acostumbrada visita turística. Inmediatamente reparamos en unas excavaciones arqueológicas, a cielo abierto y en plena calle aunque valladas, que pertenecían a vestigios de la Asturica Augusta, nombre romano de la ciudad, que compartían protagonismo con un edificio, de nombre Ergástula, también resto romano de un pórtico del foro de la villa. Este último edificio, completamente restaurado, había sido convertido ahora en museo, pero siendo lunes, se encontraba cerrado a cal y canto. De ahí, a muy pocos metros nos encontramos con la Plaza de España y sus fachadas porticadas. Sobresalía allí la elegante fachada del Consistorio Municipal, de la que de pronto surgió un ruidoso toque de campanas. Varios turistas, cámara de vídeo en ristre, apuntaban con sus aparatos hacía arriba. Llevaban algunos minutos esperando y al dar las seis de la tarde todo el mundo se puso a grabar. No era para menos, ya que junto a la enorme campana de bronce, y haciéndola sonar con ganas, un par de personajes ataviados con el traje típico maragato acaparaban la atención del personal. Los dos autómatas que marcaban las horas, cuartos y medias eran Juan Zancuda y Dña. Colasa, los personajes mas populares de la plaza y con los que he querido acompañar la entrada de hoy adjuntando su fotografía. Nos gustó tanto el simpático espectáculo que una vez acabado permanecimos dando vueltas por el contorno un cuarto de hora, hasta volver a verlos "actuar" dando los cuartos. Esperanza, siempre previsora, ocupó su tiempo haciendo la compra para la cena de la noche y el desayuno de la mañana siguiente.
De ahí pasamos a la plaza de Santocildes donde nos entretuvimos fotografiando el monumento a los Héroes Leoneses, donde un impresionante león rugiente pisaba a una desesperada águila. La calle Pio Gullón, llena de tiendas, comercios y colmaos me dio la oportunidad de encontrar abierto un despacho de lotería, donde compré un décimo de Navidad... que como siempre nunca me toca... y es que el Apóstol debe estar en otras cosas mucho mas elevadas que arreglarme la vida a mi.
De las tiendas de comestibles de aquella calle, de entre laterios, lomos, quesos y cecinas, predominaban las mantecadas y sobre todo los chocolates. No era de extrañar, pues hubo un tiempo en que en Astorga existían hasta 14 fabricas, y de este producto local existe, y no muy lejos de donde nos encontrábamos, un Museo del Chocolate... que siendo lunes.... y siendo yo diabético... nos perdimos su disfrute.
Esperanza, cargada con las bolsas del super, entraba y salía continuamente de las tiendas. Andaba la mujer queriendo comprar no sé bien que cosa para sus hijos, pero finalmente acabó arramblando con varias pastillas de 75% cacao, ante el estupor de su marido y el mi propio, sin hacer puñetero caso de nuestras advertencias de que las tabletas, en el fondo de la mochila y con el calor, acabarían fundiéndose o algo mucho peor. Resultado: a partir del día siguiente fue ofreciendo chocolate a todo aquel que se le acercaba, atiborrándose ella misma... y criando aún mas culo con aquel mejunje en que se convirtieron las pastillas. Pero ella, a pesar del inútil gasto... contenta como unas Pascuas.
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