Qué bien lo estábamos pasando almorzando y descansando.
Sentados todos junto a una tapia de la ermita de La Alcoraya, hablando y bromeando, pero ajenos a que a nuestras espaldas se estaba desarrollando un conato de "La Mundial". Cuando nos fuimos levantando para reiniciar la ruta, observamos estupefactos como un cielo cubierto de compactas y negras nubes de tormenta se aproximaban rápidamente hacia nosotros. En apenas un par de minutos la tormenta, ayudada y empujada por un violento viento, pasaba sobre nuestras cabezas.
Si minutos antes habían aflorado de las mochilas toda clase de bocadillos, barritas energéticas, chocolatinas y frutos secos, en aquel momento nos dábamos prisas para recuperar nuestros chubasqueros, prendas de abrigo y algún que otro paraguas, para guarecernos de las gordas gotas de agua que empezaban a mojarnos. El pelotón salió de estampida a paso ligero, excepto yo, que como monitor encargado de la cola, hube de esperar a que alguna rezagada desaguara tras unos alejados árboles tras la tapia.
La siguiente media hora, junto a las rezagadas y meonas Berin y Crecen, caminé con Juan Romero recabando información del tramo entre Santiago y Finisterre, que él había realizado el pasado mes de Septiembre y del que necesito documentarme para programar la salida del año 2.010 en compañía de mis amigas granadinas Inma, Mari y MªAngustias. Sus impresiones y consejos no fueron muy positivos, y agravados cuando le deje caer mis intenciones de "trocear" las tres etapas y hacerlo en seis días. Pero esa es otra historia que deberá solucionarse a su debido tiempo.
Afortunadamente el molesto viento jugó a nuestro favor, y de la misma forma que nos había acercado las amenazantes nubes, con la misma rapidez, las fue llevando hacia la zona del mar evitándonos continuar la marcha bajo una lluvia que nos hubiera complicado mucho la etapa.
Seguimos durante algo mas de media hora por una zona en la que cada cierto tiempo encontrábamos alguna casa de campo, con el inefable perro ladrador. Yo en cola, lugar que me había pedido para poder hacer mis fotos con tranquilidad, me limitaba a esperar que los meones acabaran sus micciones y comprobar que se reintegraban al grupo sin mas contratiempos.
El paisaje que nos acompañaban era el típico de la zona interior alicantina. Montes secos y pelados, sin mas vegetación que arbustos autóctonos de la región. Y en ocasiones, verdaderas plantaciones de almendros, que como es habitual en la Costa Blanca, a pesar de estar a finales de Enero y en lo mas crudo del invierno, se encontraban ya en flor y provocaban un auténtico festival de pétalos de colores blancos, rosas y fucsias. Recordé el viejo proverbio polaco (solo Gambin entenderá) que dice "Si per la Candelaria plora i flora... el invern ja está fora". Que traducido muy libremente al idioma de Berceo viene a decir que "si por la Candelaria (2 de Febrero) llueve y florecen los arboles... el invierno ya esta acabado".
La marcha iba notándose ya en las piernas, y Berin que aparentemente ya se había olvidado de sus dolores de espalda, iba avisando de que lo peor aún estaba por venir. Y efectivamente, un par de kilómetros mas adelante la cosa se fue empinando... ! y de que manera ¡
Rampas empinadas se iban sucediendo cada cierto tiempo, y tras algunas subidas realmente duras, se intercalaban bajadas abruptas que salvaban nuevas torrenteras y barrancos pronunciados. Las paradas para reagrupamiento se fueron espaciando y cada uno subía ya como podía. En la cola se oían comentarios variopintos del tipo "esto ni es Camino de Santiago ni senderismo... mas bien camino de cabras" o "Viva San Pascual bailón... pero que no viva tan lejos", porque en la distancia... muy alejado... y sobre todo muy, muy arriba, encaramado en una peña, ya divisábamos el Santuario y su mirador. Pero esa ocasional visión, lejos de animarnos, parecía pesarnos como una losa debido a la altitud en que se encontraba y a la distancia que aún nos separaba de ello.
Fueron dos horas de larga y continuada ascensión, pero finalmente llegamos hasta la carretera de subida hasta la gruta del Santo. Negociamos fatigosamente las duras rampas, solo comparables a la subida a nuestro Castillo de Santa Barbara, pensando erróneamente que era la ultima dificultad del día. Podía decirse que habíamos acabado la primera etapa del Sureste. Había costado mucho llegar hasta allí, pero también había valido la pena. Era cuestión de repetirse machaconamente "No hay dolor, no hay dolor"... y al final hasta te lo acabas creyendo.
miércoles, 4 de febrero de 2009
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2 comentarios:
Si señor valientes caminantes del Sureste , bien protegidos en su retaguardia , quien dice , que no hay aventura y hasta peligro (si descarga la gota-fria ) en la ruta del Sureste , quizas se echa a faltar el alberge y la cuadrilla de "giris" , pero todo se andara.
Saludos a Berin que supo superar el dolor y el cansancio y demostrar el espiritu de sacrificio que los peregrinos debeis exibir orgullosos.
Muchas gracias caballero, D.RAFAEL GAMBIN, pero me parece a mi que ese "espíritu de sacrificio", cuando se hace por placer, no suma puntos.
Me alegra volver a leer tus comentarios.
Un beso,
berín,
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