martes, 4 de marzo de 2008

Salida de Logroño

! Vaya año de visitas al hospital que llevamos ¡
Ahora quien está ingresado es mi hijo Carlos. Un ataque de apendicitis, que a decir de la cirujana que anoche lo operó, estuvo a punto de tornarse en peritonitis. Justo a tiempo, y salvo algunos problemas colaterales, como fiebre e imposibilidad de orinar, creo que todo quedará en un buen susto. Aparte de la gravedad del tema, la curiosidad estribó en ver reunidas a Sonia, mi ex-esposa, y a mi mujer MªDolores. Al menos fue chocante para mi. Sin embargo, el cuadro no paso de una charla civilizada y de muy buen rollo.
Y dicho esto, paso a relatar el tramo del Camino 2006, que como siempre, empezó con los típicos ¿Que hago yo aquí ? ¿Quien me mandaría volver a embarcarme en esto? ... me explicaré.
El Bilman bus batió todos sus records, y me dejó a las 4,30 de la madrugada en la estación de Logroño. Ese año ni moritos suicidas, ni chinitas de ojos oblicuos. En 2006 mi compañera de asiento fue una pulcra alavesa, de vuelta de sus días en La Manga, y que se pasó medio viaje de conversación telefónica con una amiga y el otro medio durmiendo a pierna suelta. Tras las paradas reglamentarias para cenar y luego para un café en la provincia de Teruel, el resto del viaje fue rápido, y como digo, llegamos demasiado pronto al destino, teniendo que pasar cerca de dos horas para que hubiera algo de movimiento en los andenes de la cerrada estación. Cuando abrieron sobre las seis de la mañana, yo ya llevaba horas con la moral por los suelos y el frío en los huesos.
Solo perdí unos minutos tratando de ver combinaciones de autobús para tal vez hacer una escapada hasta los Monasterios de Suso y Yuso y el pueblo de Berceo para cuando mi camino pasara por sus proximidades, pero me entró la neura de momento, y preferí tratar de encontrar algún bar para desayunar caliente. Cualquier cosa antes que permanecer allí sentado en un banco. Como no hubo suerte y todo estaba cerrado, decidí ponerme en ruta de inmediato.
No sé por qué, pensé que iba a ser el primero, pero no recordaba como las gastan los peregrinos y cuando me situé en la Ruavieja, un rosario de caminantes me devolvieron a la realidad.
Con lo que fui saliendo de la capital riojana, todavía de noche, pasando por la fuente de los peregrinos, las murallas del Revellín y la interminable avenida Marqués de Murieta. Me intercalé entre algunos peregrinos con la intención de ir de alguna manera acompañado, y viendo la posibilidad de entablar alguna amistad desde el principio. Pero nada de lo que vi me convenció, por lo que me dediqué a pensar como negociar los casi 30 Kms. de aquella primera etapa que me debería llevar hasta Najera. Luego atravesé los parques de La Laguna y San Miguel, donde los aspersores se pusieron a funcionar inesperadamente, justo a mi paso, lo que me valió que me mojara entero. Cruce sobre la autovía, en una zona de grandes construcciones de viviendas y al otro lado por un agradable paseo arbolado enfilé hacia el Parque de la Grajera, donde llegué cuando estaba clareando el día. El embalse de la Grajera y el parque que lo rodeaba, a aquella hora estaba realmente apacible y tranquilo, salvo por algún alboroto organizado por innumerables patos que recién se estaban despertando. El paisaje era bonito, algunas percas boqueaban y nadaban en la orilla, algunos pescadores preparaban sus cañas, pero el frío ambiental no me permitió detenerme mucho tiempo, a pesar de que me sentí muy a gusto en aquel paraje.
Una ligera cuesta, desde la que por cierto se tenía unas increíbles u espectaculares vistas del gran lago, de la capital a lo lejos y del sol acabando de salir en el horizonte, dio paso a una zona de viñas junto al sendero, y poco mas adelante, cuando este bordeaba la carretera, una valla en la que infinidad de peregrinos había dejado sus cruces hechas con ramas y pequeñas maderas.
Unas bodegas, nada raro por la zona, y un camino paralelo a la autovía me llevó en poco mas de una hora hasta las cercanías de Navarrete, donde en ese punto empecé a charlar con un joven ponferradino que iba acompañado, por lo que me dijo desde Roncesvalles, de una guapa italiana.
Y de esta manera, escuchando las maravillas de su tierra leonesa que me iba enumerando el chaval, llegamos hasta las ruinas del antiguo hospital de San Juan de Acre. La verdad es que eran unas pocas piedras, tres o cuatro de ellas aún en equilibrio una sobre otra, pero el cuidado estado de las excavaciones daban una idea de lo que debió ser aquel lugar en la edad media.
Algo debió pasar entre mis dos momentáneos acompañantes, alguna discusión de enamorados, ya que la italiana puso tierra de por medio entre nosotros, el chaval fue tras de ella y cuando yo quise darles alcance, me vi sudando y resoplando para seguirles el ritmo. Para mas complicación, la entrada en el pueblo era una escalera de empinados escalones.
Nada mas llegar hasta la primera plaza de la localidad, reparé en un bar abierto, me olvidé de italianas y romeos enamorados y me dispuse a desayunar y descansar un buen rato.
Solo 10 Kms. recorridos desde Logroño y las piernas me parecían de goma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchos animos , a todos y fuerzas para Carlos , aunque seguro que en la dificultad , en los momentos duros de esta "Puñetera " vida sacara la moral de guerra de su padre , que tanto me ha ayudado a mi y podra pasar ,rapido por este mal rato.ANIMO.

Anónimo dijo...

A CARLOS, NO TE PREOCUPES QUE DE ESO NO SE MUERE NADIE, PERO DOLOROSO, ESO SÍ, ESO NO HAY QUIEN TE LO QUITE, EN FIN ESPERO QUE LO PEOR YA HAYA PASADO.