miércoles, 23 de julio de 2008

Camino de Villena

Ya mas recuperado de la patada en la espinilla que me gané ayer por decir que MªDolores quería llevarse al Camino la tostadora de pan y una manta a cuadros, continuo relatando los avatares de aquella etapa. Y lo hago con la sorpresa que sin duda nos causo la amplitud y profundidad del nevero de Biar, que en el siglo XVIII había constituido una enorme riqueza para el pueblo por la venta de su hielo almacenado, tanto en la región como en la misma Alicante capital, a la que bajaban de boche y en carros. Por fuera no pasaba de ser una construcción de piedra, con forma cónica, mas o menos curiosa. Pero una vez en su interior y tras bajar unas escaleras que había en un lateral, nos esperaba una enorme sala de unas dimensiones muy considerables, donde las mas de treinta personas que realizabamos la visita en aquellos momentos bien pudiéramos haber podido jugar al escondite. Y ahi esta la fotografía para demostrar esto ultimo que digo, y para que uno se haga la idea del marcaje zonal que Juan ejercía sobre MD (que es la del espantoso sombrero azul celeste... vaya creo que esta noche tengo todas las papaletas y me toca nueva patada en la espinilla) El ambiente fresquito del interior daba pie para disfrutar relajadamente de las mas de 40 fotografías allí expuestas, entre las que se encontraban, a mayor gloria del "artista", las cuatro mías.

Seguidamente reiniciamos la marcha para, tras un corto trecho, entrar en el casco antiguo de Biar a través de un arco en los restos de la muralla que rodeaba el castillo del siglo XII. Nunca había estado en Biar, y me causo admiración la insospechada riqueza histórica que aun conservaba. El cuidado de sus calles, estrechas, empinadas y apuntando todas hacia la fortaleza. La ornamentación floral de la mayoría de los balcones de las casas de la parte vieja del pueblo donde, a aquellas horas, las mujeres barrían y baldeaban los portales de sus viviendas antes de marchar al mercado a hacer la compra, lo que daba al ambiente un frescor y un olor renovado y limpio. Nueva parada en la plaza de la Constitución, junto a la iglesia de la Asunción, a la que solo dimos un ligero vistazo, decantándonos por un café en un bar al lado del Ayuntamiento, donde conversamos con un niño del grupo de Villena que, con sus padres, había realizado el año anterior las etapas del Camino por Galicia y hablaba de aquello como si de un experto peregrino se tratara. ! Jodido niño vacilón... que simpática la criatura ¡

Cuando acabamos el desayuno y quisimos visitar detenidamente la iglesia, el grupo ya se movía buscando la salida del pueblo, con lo que desistimos y lo dejamos para una nueva y mejor ocasión, y limitándonos al pasar a admirar su portada de estilo plateresco levantino. Por el Arco de San Roque, otra puerta de la muralla, buscamos la carretera comarcal y por ella anduvimos hasta desviarnos a la izquierda y enfilar por la "Vía del Chicharra", hoy reconvertida en ruta verde con la plantación de numerosos arboles autóctonos que jalonaban el sendero, pero por la que tendrán que pasar aun varios años para ser realmente "verde" ya que los pequeños árboles, recién plantados, poca sombra daban y con el sol ya en lo alto y pegando fuerte, empezábamos a sudar de lo lindo.
Aproximadamente una hora de camino, en la que MD y mi hermana se pusieron al día en cuanto a chismes e historias en animada charla. Y por mi parte preferí sobrellevar la caminata junto a Juan Romero y una peregrina llamada Inmaculada, habitual de estas excursiones. Pasadas las 10,30 paramos en una especie de merendero para el almuerzo. Numerosos bancos y mesas dispuestos en una amplia esplanada pero sin pizca de sombra. De la ambulancia empezaron a sacar bebidas frescas y cajas con fruta, gentileza de los ayuntamientos organizadores, y que nos vinieron muy bien para mitigar el calor que nos hacía. Hicimos acopio de botellines de agua, y por cada uno que nos bebíamos, otro nos lo vertíamos por cabeza y espalda para mitigar el sofocón.

De nuevo en ruta, mi mayor preocupación era que MD se encontrara bien y la caminata no le estuviera resultando excesiva, no fuera que decidiera que aquello no era para ella y me dejara con la miel en los labios, una vez que había decidido acompañarme. A cada una de mis preguntas, me miraba de manera atravesada, la misma mirada de anoche después de darme la patada, con aire de suficiencia. Señal de que aun coleaba algo de la discusión de la mañana. Señal también de que a pesar de que nunca ha sido rencorosa, el obligarle a dejar el tostador de pan en Alicante le había dolido. Cada vez que le preguntaba por su estado, trataba de esconderle que practicamente no habíamos hecho mas que empezar, y que aquello era solo un calentamiento para lo que aún nos quedaba de etapa y estaba por venir. Pero ella a base de pundonor, o porque realmente estaba disfrutando, caminaba decidida y contenta.
Una larga recta... mas bien larguisima recta, sin nada de sombra, todo polvo, sudor y pegajoso calor, nos hacía suponer que a su fin debería encontrarse cerca la ciudad de Villena. Solo eso nos animaba a continuar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con que patada eh? eso es lo que te merecias.

Al margen del cachondeo, fue una etapa llena de encanto y lo pasamos bien. Al final mucho calor, pero bien.

Anónimo dijo...

¡Que suerte tuviste peregrino! la patada podría haber sido en otra zona que no fuera la espinilla.

Besos