miércoles, 16 de julio de 2008

Larga recta hasta Petrola

Siento leer que Nora no consiguió aprobar sus oposiciones en Valencia, aunque se la ve conformada con las otras posibilidades que se le ofrecen. Pronto quedaremos para una salidita, tal y como propone. Yo, tal y como decía ayer, preparando la intendencia de la próxima aventura, aunque atacado de los nervios por la "pachorra" de los gallegos. Un ejemplo: 3 días para que cogieran el teléfono en la estación de autobuses de Sarria, para finalmente decirme que no hay problemas para llegar desde allí hasta Santiago, salvo que debo tomar antes un bus a Lugo... ??? Ahora que ya había aprendido a comer percebes, me parece que, sin remedio, me voy a enseñar toda la red viaria de la Comunidad Gallega. Me da en la nariz que este año no voy a ganar para Jaimitadas. El lado positivo será que eso me dará mucho "Juego" para este blog a mi regreso. Pero sigamos con los relatos.
Completamente restablecidos tras el oportuno almuerzo, nos volvimos a poner en marcha, con los sempiternos aerogeneradores en nuestro punto de mira. Tras un kilómetro alanzábamos Casas del Puerto, un conjunto de dos o tres masías o casa de labor en medio del campo, totalmente aisladas, y en las que mas valía no quedarse sin tabaco pues se encontraban en tierra de nadie, completamente alejadas de cualquier población. Un poco mas allá entramos de lleno en el Parque eólico de Muela y Cuerda, y por fin, estábamos a los pies de los enormes molino, de los que podíamos oír el incesante ruido de sus grandes aspas en continuo movimiento sobre nuestras cabezas al pasar. No pude por menos que acordarme de aquellos momentos, en que subiendo el Alto del Perdón, a la salida de Pamplona, aquel mismo ruido del viento pasando con violencia entre las aspas no solo me acompaño durante unos minutos, sino que meses después aún me venían recuerdos en los que rememoraba en mi mente aquel mismo sonido recurrente. No hubo en esta ocasión nadie que quisiera jugar "al corro manolo" alrededor de sus bases para comprobar cuan grandes eran, lo que supuso un verdadero alivio... que muchos de nosotros ya peinamos canas y no estamos ya para jueguecitos tontos. Por contra Berín y yo, dejamos momentaneamente la fotografía de amapolas, para dedicarnos de lleno a retratar estos nuevos elementos, consiguiendo en muy pocos minutos numerosas fotos de esos impresionantes aparatos y desde todos los ángulos imaginables.
Tras las fotos, Berin me fue comentando su intención de viajar a Galicia aquel mismo verano y pasar unos días en una casa rural que le habían recomendado Daniel y Tere. Que si bien aquello no sería hacer su ansiada escapada al Camino Francés, sí que la llevaría a estar cerca de la senda y de Santiago. Con nuestra charla y las fotos, nos habíamos quedado una vez mas descolgados del resto del grupo, pero no nos preocupamos ya que nos habíamos salido con la nuestra, ampliar nuestra colección fotográfica. Y charlando de diversos temas, casi sin darnos cuenta alcanzamos la famosa y temible recta de Petrola. Era esta una larga recta, de aproximadamente 6 Kms en la que cada elevación natural del terreno traía la esperanza de vislumbrar el pueblo, para una vez coronada la pequeña loma comprobar que el camino continuaba hasta donde se perdía la vista, y de nuevo enfocar la siguiente, para volver a caer en la misma decepción. Por el camino alcanzamos y sobrepasamos a infinidad de compañeros que se quedaban atrás o bien decidían parar unos minutos a descansar. El paisaje era soberbio, y muy agradable, con grandes extensiones de tierras cultivables hasta donde abarcaba la vista, con diferentes tonos de colores del terreno. Un paisaje muy abierto con el azul intenso del cielo y la luminosidad del sol que daba de lleno. Pero como no solo de paisajes vive el hombre, pasada la primera hora la cosa fue tornándose algo monótona y pesada, y el pueblo sin aparecer ni siquiera en el horizonte, lo que nos hubiera dado nuevos bríos. O algún aspersor con agua que nos hubiera animado y refrescado la etapa como en la anterior, por las inmediaciones de Minaya.
El caso es que caminamos, y a ultima hora casi nos arrastramos, durante aproximadamente dos horas, hasta que finalmente llegamos hasta una carretera asfaltada en la que en un cruce un cartel nos indicaba que nuestra meta estaba a menos de un kilómetro.
Pronto alcanzamos las primeras calles del pueblo y dimos con una pequeña fuente, en la que las mismas compañeras de la vez pasada, y a las que ya habíamos bautizado como las "miss camisetas mojadas" corrieron a mojarse, a empaparse de agua y a salpicar a todo aquel que se acercaba. La etapa había sido durilla, tanto por el tremendo calor que nos había hecho como por el largo y aburrido tramo de la recta. Una recta que a mi me recordaba, y me parecía mas dura, que la llegada a Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja. Claro que todo aquello quedó pequeño y despreciable, cuando un par de meses después, me encontré con la recta entre Carrión de los Condes y Calzadilla de la Cueza, en Tierra de Campos, conocí de primera mano lo que era una recta solitaria y pesada de verdad, !!! de 18 Kms ¡¡¡ sin nada visible en todo el extenso horizonte .

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