Y una vez ya todos en el pelotón, ambos en cola, iniciamos una de las charlas mas interesantes e instructivas sobre todo este fenómeno del Camino que he podido mantener con un peregrino. Decir que Juan Romero no solo tiene una grandisima experiencia tanto en el Camino Francés como en el del Sureste, los cuales ha realizado completos y puede que no solo en una ocasión, sino que también ha hecho sus pinitos en otros, entre ellos la Vía de la Plata o el Portugués. Un enamorado de estas rutas, un autentico obseso del Camino, que le lleva a estudiar planos topográficos y catastrales de zonas rurales y agropecuarias de zonas de nuestra provincia a la búsqueda de senderos y camino para abrir nuevas rutas, y con ello nuevas agrupaciones del Camino, desde localidades costeras como Javea, Benidorm, La Nucia, etc... Y luego a dedicar sus fines de semana, en solitario o algunas veces acompañado, a patearselas y comprobar "in situ" su idoneidad. Es un personaje que gusta de pararse siempre que tiene ocasión para echar unas palabras con algún lugareño, cuanto mas viejo mejor, saber cosas del lugar por el que transita e indagar en cada pueblo si existe alguna tradición santiaguista o de peregrinaje. Un verdadero estudioso de todo lo que conlleva "Camino de Santiago" y un pozo de conocimientos en muchos de sus detalles, que aplica en las excursiones en las que sobre él recae la organización, con todo tipo de paradas para explicaciones amenas al resto de compañeros, cosa que le hace ser muy popular y apreciado entre los habituales. Otra de sus aficiones, y en su calidad de maestro en un colegio, es el de tratar de realizar actividades extraescolares con los niños en forma de salidas al campo y excursiones, normalmente coincidentes con la Ruta Jacobea, para iniciar a los pequeños en la Cultura del Camino a Santiago, en cortos trayectos pero que, seguro él, sazona con numerosas anécdotas propias y un poco de historia de los sitios por los que pasan. Otra manera mas de "hacer camino" acercándolo y facilitándoselo a los mas jóvenes.
Durante cerca de una hora fuimos hablando los dos, uno mas que otro... por cierto, pues Juan es persona que se dispara cuando habla de su mayor afición, ya es que la vive. Hablamos pues de diferentes aspectos y de las diversas experiencias que nos han ido acaeciendo a lo largo de nuestros tramos. Y de como él, en lugar de tomar notas de los sitios por los que pasaba o de los peregrinos que veía, escribía únicamente pensamientos que le salían al paso, que le venían a la mente en los momentos de soledad al caminar. Posiblemente una gran vida interior. Una especie de filosofo de la vida y de la ruta, al que se le ocurrían o pensaba cosas, algunas realmente profundas, que normalmente a un peregrino cualquiera se le escapan.
Quedé gratamente sorprendido con aquella conversación y lo que mas me chocó, lo que mas me impactó fue que, al menos a mi parecer un experto conocedor de la Ruta a Santiago, un veterano de esto a pesar de sus poco mas de cuarenta años, me reconociera que al inicio de cualquier tramo o aventura siempre sentía algo de miedo a lo desconocido, a lo que se le venía encima. Y que tal y como me ocurriera a mi cada año, empezando en solitario, cada primer día de mis periplos por el Camino, le asaltaban las dudas y le surgía siempre, como a mi, la famosa pregunta ¿Que hago yo aquí? ¿Quien me mandaría a mi meterme en esto?
Yo que nunca había tratado esta cuestión con ningún peregrino, avergonzado y preocupado pensando que solo me pasaba a mi, que era un pobre pusilánime, aquella confidencia de este amigo, supusieron un pequeño bálsamo para mi hasta entonces maltrecho ego. Muchas otras consideraciones tratamos en aquella hora de caminar y hablar, y todas ellas a cual mas sensata e interesante. Y creo que en ese momento caí en la cuenta de que aquellas excursiones, repetidas año a año, no solo eran buenas para dar una vuelta por el campo, tomar el sol y el aire, mantener el cuerpo y sobre todo las piernas en forma, sino que eran interesantísimas por las amistades que reencontrabas cada mes, y que por esto solo ya valía, y muy mucho, la pena realizarlas. Amistad y Compañerismo en estado puro,
Nuestra conversación quedó cortada de golpe al observar ambos que el pelotón se había detenido para el almuerzo bajo un grupo de viejos algarrobos que daban muy buena sombra. Una excelente idea ya que tal vez eran los únicos árboles al borde del camino que existían en aquellos 27 Kms. Cada uno fue ocupando su lugar, yo al lado de mi inseparable amiga Berin y nos dispusimos a dar cuenta de los bocadillos, pues nos lo habíamos ganado con creces después de mas de dos horas de sol y caminar.
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