jueves, 11 de diciembre de 2008

Aburrimiento total

El final de etapa de la Vuelta ciclista a España se demoraba. Javier, absorto en su contemplación no me hacía caso. Yo seguía sin saber jugar al mus y las otras opciones pasaban por empollarme toda la gama de herramientas agropecuarias que fabricaba la marca PIVA, y que mi nuevo amigo, el de la boina, tenía intenciones de enseñarme.
Con cafeína y nicotina saliéndome por las orejas, decidí volver hasta el albergue. Esta vez de un tirón y sin rodeos por el pueblo, recorrí los aproximadamente 500 metros descubriendo que existía otro albergue junto a la carretera, este el parroquial, que debía ocupar alguna antigua escuela, y que debía estar igual de vacío que los otros dos, pues el lugar no daba para tanto albergue debido al desdoblamiento de la ruta.
Una vez en el Santa Ana, el nuestro, comprobé que Esperanza en lugar de siesta se había enganchado con un programa de televisión mientras daba puntadas a alguna prenda descocida. Una jovencita alemana, muy rubia y muy mona, se había apropiado del ordenador conectado a Internet y chateaba con sus amigos. Debía tener muchos amigos, pues cuando horas mas tarde me dirigía a dormir la chica aún estaba, dale que te pego, liada con el aparato.
El aburrimiento se estaba instalando en mi animo aquella tarde... estuve tentado de volver al bar y seguir con las clases de bombas de agua, cortacespedes, motosierras y demás aperos... tal vez incluso meterme de lleno en el proceloso mundo del tute y el mus o darme a la bebida y al anís del Mono. Gandulee por las diferentes estancias y observé un cartel escrito por un tal "Pepe", un autentico filosofo, o un tio tan aburrido como yo, que había dejado allí una de sus perlas que decía: "La naturaleza es quien da las mejores soluciones a muchos problemas. Es cuestión de saber mirar"... Estuve mirando... lo juro... pero no encontré nada que me animara y solucionara mi problema, salvo a los gatos que tomaban los últimos rayos de sol de la tarde sobre una silla. Los espanté, y ocupé yo el asiento. Allí me quedé, viendo pasar infinidad de camiones con un anagrama en forma de Tau, de la empresa Transportes Templarios SA. Y en eso que aparecieron de pronto el joven cura que habíamos visto la tarde anterior, en León, saliendo de la hospedería de la Carbajalas, acompañado del cámara de televisión que nos había estado filmando en varias ocasiones durante la mañana. Entraron en la recepción, y curioso, cogí mi silla de plástico y la llevé cerca de la puerta para escuchar las conversaciones. Mas que el "saber mirar", como decía el lema de Pepe, opte por un particular "Saber oír". Preguntaron a la hostelera si quedaba sitio. Ella, muy de mundo, dudó unos segundos, la oí pasar algunas paginas, y finalmente decir que sí.
! Mala pécora... pero si tienes el garito vacío, mujer ¡ El cura salió llamando por su móvil, lo que le impidió percatarse de que yo había cambiado de lugar. Unos minutos después aparecieron una pareja de peregrinos que junto al cura y al cámara se inscribieron en el albergue. ! Ya eramos casi doce personas en el lugar ¡ Una multitud.
Volví a mis baños de sol y a mis gatos que ya habían tomado confianza y me exigían ronroneándome que los acariciara. Solo diré que fue una tarde muy larga, y la primera vez en varios años que desee que llegara cuanto antes la hora de la cena. Incluso el paso de los camiones acabó por aburrirme y atacarme los nervios, con lo que me dirigí hasta la selva del patio trasero a recoger nuestras ropas que estaban secas desde hacía horas.
Javier regresó por fin y aprovechamos hasta las siete y media, hora de la cena, para llamar por teléfono a Rafa, nuestro Vecino de Abajo quien nos dijo sentir cierta envidia y deseos de encontrarse acompañándonos en la nueva aventura. Salvo que nuestro amigo almeriense fuera un apasionado por acariciar a unos apestosos gatos... no veía yo la envidia por ningún lado... pero nos guardamos muy mucho de comentarle nuestras cuitas, no fuera que se riera de nosotros.
Y por fin llegó la hora de la cena. He de decir aquí, que en mi vida he cenado antes de las ocho y media... a veces incluso mucho mas tarde. Recuerdo en una ocasión haber salido de un restaurante en el que había ido a comer o almorzar, mas o menos a esa hora en la que nos disponíamos nosotros a cenar. Pero al ver sentados ya a los otros comensales, tres personas para ser exactos y encima hablando en alemán, caímos en la cuenta de que para ellos debía ser ya tardísimo según sus extrañas costumbres. En ese momento también caímos en la cuenta de que la lista de apuntados a cenar solo se borraba una vez al mes o cuando se llenaba la pagina de la libreta. Y que nosotros eramos los únicos clientes aquella tarde.
Nos dio algo de corte ocupar otra mesa y dejar de lado al alemán y a las dos mujeres que lo acompañaban, con lo que por señas les indicamos que les íbamos a hacer compañía, a lo que sonrientes nos ofrecieron una parte de la mesa. Y de lo que parecía iba a ser una cena aburrida, para variar, en compañía de gente a la que habríamos de tratar y comunicarnos por señas, resultó una de las noches mas entretenidas, que no divertidas, que yo recuerde en muchos años. ! Por cierto ¡ ¿Como se dice pan o agua con señas? Porque de alemán solo sé aquello de nuestra infancia de "subanestrujenempujenbajen"... qué ya es algo, pero netamente insuficiente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como puedes pensar que me habría reído de vuestro aburrimiento, me habría partido de risa. Aunque la tarde que yo pasé el año anterior en aquel mimo lugar fue exactamente igual que la vuestra, solo que yo tuve que compartirla con el espeso Rompetechos.
Creo que deberías aprovechar estas semanas de invierno (por que luego en verano apetece la playita como solo los que tenemos la suerte de disfrutar de 5 meses estivales en una ciudad de costa sabemos) e ir al club de juvilados de tu barrio a que te den unas clases de mus, en cuanto al tute, ahí puedes contar conmigo, mi alto nivel en ese juego, solo es comparable con el que tengo en preperar boquerones en vinagre.