miércoles, 3 de diciembre de 2008

En Villadangos del Páramo

Pues antes de que me siga ladrando Lara, continuaré con mis aventuras. Por tanto:
Dejamos atrás al cámara de televisión y continuamos andando y preguntándonos si apareceríamos algún día en algún reportaje sobre el Camino. Aquella pequeña parada para charlar brevemente con el tipo aquel, había dado tiempo a que el peregrino nacional que habíamos saludado una hora antes, mientras almorzábamos, nos alcanzara.
Se puso a andar a nuestra altura y nos saludamos de nuevo, empezando con las preguntar típicas que solemos formularnos entre los caminantes. Había empezado aquel mismo día en León donde había pasado la noche en el albergue de las Carbajalas; Era de Cuenca y no era su primera vez en la Ruta, ya que en años anteriores había realizado otros tramos desde Roncesvalles al igual que nosotros; Al comentarle yo que era de Alicante, me dijo que conocía San Vicente del Raspeig donde tenía un buen amigo; Y al comentarle que donde había dejado a la alemana y su acompañante, nos dijo que se habían quedado mas atrás ya que andaban a diferente ritmo que él.
Reconocí en aquel joven, al caminante en solitario que desde el primer día intenta hacer amistades con las que acoplarse y continuar acompañado el resto del Camino. Yo mismo en mis dos primeros años había actuado de manera parecida, por lo que sabía que en aquellos momentos estábamos siendo evaluados y clasificados por el conquense. Yo mismo, aquel año había pensado en ampliar mi circulo de amistades y dar entrada a alguien mas en nuestro pequeño circulo de tres.
Pero el carácter reservado de aquel joven, demasiado callado y calculador de sus necesidades, no fue de mi agrado. Me mostré simpático y hablador... Esperanza por su lado, habladora y habladora, pero no hice esfuerzo alguno por apurar al máximo las posibilidades de "asociación" con aquel hombre. El era quien debería dar el primer paso para aceptarnos o no, y abrirse algo mas a los demás. Era su problema, no el nuestro.
De esta manera, charlando amigablemente entre los cuatro, fuimos cubriendo la distancia que nos separaba de Villadangos, llegando hasta los diferentes hoteles Avenida, y luego pasando por una exclusiva urbanización de chalets tipo "Moraleja de Madrid" pero que desgraciadamente para ellos tenían, lindando con su valla, un dudoso "puticlub" llamado Koton Club. !Gastese usted una millonada en un chaletazo, intente cagar mas alto de donde tiene usted el culo, para que luego le aparquen delante de la garita del guardia docenas de camioneros ávidos de carne mulata y eslava.
Entramos en la primera calle de Villadangos... y allí estaba, otra vez, el tipo de la cámara que nos había adelantado con su pequeña furgoneta. Volvimos a salir en su reportaje. Ya nuestra curiosidad era mayúscula y hubiéramos deseado preguntar como unos cualquiera "¿Cuando y donde sale el programa? ¿Puedo saludar? !! Papá, mamá... soy yo ¡¡
Una calle en cuesta, muy tranquila y agradable nos llevó hasta una especie de colmado abierto a esa hora del domingo. Varios peregrinos se aprovisionaban de comida y bebida, y para no ser menos nosotros también entramos a hacer gasto.
Una vez fuera nos encontramos con dos peregrinos de unos treinta años. Ambos caminaban juntos desde Logroño, donde se habían conocido y juntado. Uno de ellos era vasco, de Lasarte, por lo visto una especie de barrio de San Sebastian y lógicamente la conversación con mis donostiarras no se hizo esperar. El otro, de nombre Eladio, era malagueño, muy extrovertido y dicharachero. Pero lo que llamaba mas la atención de este "boquerón", a parte de unas pintas de hippie que tiraban de espaldas, eran sus descomunales gemelos. Un cuerpo normal, tirando a delgado, contrastaba extraordinariamente con aquella parte de sus piernas, que podrían ser como tres veces mas grandes que, por ejemplo, mis propios gemelos. No era normal. Y solo la discreción me impidió preguntarle a qué era debido ese desproporcionado desarrollo de sus músculos de la pantorrilla.
Permanecimos allí en agradable conversación como una media hora. El sol nos calentaba agradablemente, aquellos jóvenes eran verdaderamente simpáticos y nosotros necesitábamos un pequeño descanso que nos vino muy bien para el resto de la etapa que nos quedaba... unos 5 kms.
Casi la una y media y de nuevo con las mochilas a la espalda, nos despedimos de los dos peregrinos e iniciamos la salida del pueblo, completamente restablecidos del cansancio y con ganas de acabar pronto la marcha del día.

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