Por fin cruzamos el puente... y sin batirnos con el nuevo ídolo de Gambin, Sancho de Rabanal (Hombre cabal donde los haya pero un manirroto con eso de las lanzas... que las rompía todas).
Entramos en el primer mesón que encontramos. Había que entrar en calor y nos pedimos unos buenos cafés con leche, yo, además, con un croasan que rellené de mantequilla y mermelada. El dueño del bar, un tipo afable y simpático, andaba enrrollado en animada charla con un tipo de coleta y barba, cercano a los cuarenta años, que fumaba Ducados. Hacía cerca de una hora que se me había acabado el paquete de cigarrillos y el dueño del bar me dijo que, desde la nueva moda de andar pulsando mandos a distancia, había optado por quitar su maquina. El tipo de la coleta al oírnos me ofreció un pitillito e iniciamos todos una conversación, pues resultó ser un ciclista peregrino, aunque por la vestimenta que llevaba nadie lo hubiera dicho. Era sevillano, de nombre Manolo y esperaba a un par de compañeros brasileños que andaban retrasados. Por lo visto era ATS en un hospital, y por un comentario de Esperanza sobre el azúcar que debía contener la mermelada que me estaba comiendo, dedujo que yo era diabético y me dio "la charla" sobre lo pernicioso de no mantener un mínimo de rigor en mis dietas. No se lo tomé en cuenta, ya que era temprano y el tipo era realmente dicharachero y agradable... y encima llevaba razón.
Diez minutos con él, y era como si siempre nos hubiéramos conocido. Javier, también ciclista aventajado hizo buenas migas con él. Pero lo malo del Camino, si alguna cosa mala puede tener a parte de andar kilometradas inhumanas, ducharte a veces con agua fría, dormir entre ronquidos y encontrarte de pronto con alemanes troleros, es que cuando encuentras a gente interesante, con las que te encuentras a gusto y disfrutando, has de dejarlas en lo mejor de la situación por las circunstancias de cada cual. Y como no era cuestión de correr al lado de su bici todo el camino, tuvimos que despedirnos de Manolo y continuar nuestra ruta. Aunque no sería la ultima vez que nos encontraríamos con el chistoso sevillano.
Nada mas despedirnos de mesonero y ciclista me encontré con un estanco abierto. Entré a por mi provisión de tabaco del día y me encontré con una estanquera y su hijo pequeño que dibujaba con lapices de colores sobre el mostrador. De pronto el chiquillo le preguntó a la madre " Mama, cuando iremos a Alicante?"... Me quedé de una pieza. Y saliendo de mi asombro le dije al rapaz que si se venía conmigo yo lo llevaba a la "Terreta". Empezamos a hablar y resulto ser que su hijo mayor, recientemente había acabado las oposiciones a Policía y su primer destino había sido Denia, ciudad del litoral alicantino. ! Que casualidad ¡ Mi hijo Carlos también anda con las opocisiones al Cuerpo aunque con resultados nefastos (precisamente este fin de semana a vuelto a suspender... y vamos a por el cuarto año o cuarto intento y con visos de obtener los mismos resultados... me temo.) Nos hubiéramos quedado la mañana entera charlando, la mujer y yo. Que curioso que con una simple palabra cazada al vuelo, las coincidencias hagan que se establezcan lazos, se empiecen relaciones, con personas de diferentes edades, géneros y condiciones. De estas coincidencias está el Camino lleno. Y si uno se abre a las demás personas puede entablar enriquecedoras conversaciones y pasar magníficos momentos.
Pero mis dos vascos, a la sombra debían estar pasando frío en la calle, con lo que pagué, tome mi cajetilla y me despedí de ambos recibiendo verdaderas muestras de cariño por ambas personas.
Callejeamos por el pueblo siguiendo las flechas y acabamos en una plaza donde estaban situados Ayuntamiento e Iglesia. Entramos en la segunda para una rápida ojeada al conjunto y breve rezo. Se trataba de una iglesia construida por los Templarios a tenor de los muchos signos de la Orden que se podían apreciar aquí y allá, tanto en el interior como en el exterior de la nave.
Pero no nos demoramos mucho pues ya en la primera parada del bar, y luego en el estanco habíamos gastado todo nuestro tiempo. Debíamos continuar con la etapa del día, y seguro que aún nos esperaban lugares y situaciones agradables de experimentar a lo largo del día.
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