jueves, 30 de octubre de 2008

Preparando de nuevo el viaje

Aumentaron las frecuencias de mis salidas a andar. Al volver de mis días en el Camino, cada año, las semanas siguientes, baja considerablemente mi dedicación a la quema de azucares y por tanto la frecuencia en los paseos diarios. Lo achaco siempre a cierta falta de motivación a andar por recorridos ya trillados, cerca de casa y tan diferentes a la Ruta Jacobea. Luego llega el cambio horario, se hace de noche mucho mas temprano, el fresquete hace acto de presencia y ya no apetece salir a caminar en soledad y, a no ser por una brusca subida de mis índices de glucemia, ni la Guardia Civil consigue que me eche a la calle después del trabajo. De esta manera siempre dejo el caminar para los fines de semana, cuando intento recuperarme de la molicie del resto de la semana, dándole unos verdaderos palizones a las piernas.
Sin embargo la cercanía del viaje anual ejerce en mi un cambio drástico. La necesidad del entrenamiento, la recuperación del tono muscular, la fuerza mental para salir todos los días e ir aumentando gradualmente las distancias y sobre todo la llegada del buen tiempo con la primavera, me animan y me empujan, de manera que si algún día por cualquier motivo ajeno a mi voluntad debo interrumpir mis paseos, llego a notar hasta cambios de animo.
Llegó así el mes de Junio, antes de las Fiestas de Hogueras, y celebramos lo que yo llamo "el arroz del blog" con la visita de Rafa que vino desde Almeria para la ocasión. De lo poco o mucho que hablamos del Camino, solo recuerdo el proyecto que iniciamos entre los dos, y que aún esta en fase embrionaria, de realizar el Camino del Norte o de la Costa Cantábrica. Y si en mi interior ya planeaba cierta zozobra ante el inminente final del Francés, que completaría en solo unos meses al llegar al Cebreiro, con cierto miedo a perder la ilusión, aquella simple conversación con mi amigo redobló las esperanzas de perpetuar en años venideros las aventuras.
Con lo que durante el resto del verano perseveré en mis entrenamientos, tratando de hacerlos algo mas duros, pues se avecinaban etapas en subida y no quería que cualquier inoportuna lesión pudiera hacer perder ni un metro del tramo. Establecí para los fines de semana una especie de circuito que incluía las mejores cuestas próximas a la ciudad. Con lo que cada sábado ascendía, una vez por la carretera, otra por la pinada, hasta las puertas del Castillo Santa Barbara. Continuaba hasta las cercanías del Centro Comercial Plaza Mar para subir, a espaldas del Colegio Jesuitas, la Serra Grosa y bajar por la Albufereta, y por la Cantera, regresar hasta el centro de Alicante. Al día siguiente, domingo, solía hacer la misma historia, aunque debido a compromisos familiares o la llamada de la playa y el sol, no me permitieron realizarlo las veces que me hubiera gustado.
En Agosto, la primera semana, acudí muy contento a la estación para comprar con antelación mi billete de tren hasta León. Recuerdo haber aprovechado ese día para llevar a la Asociación las fotografías que este mismo lunes se exponen y conseguir una credencial para el viaje.
Días después ya tenía reservados mis hoteles en León y Santiago, en esta ultima para dos personas pues allí me reuniría con MªDolores como hiciéramos el año anterior. A través de Internet conseguí billetes de avión para su viaje hasta Compostela así como el regreso, los dos juntos esta vez, vía Barcelona y en Spanair. Una semana después, el trágico accidente de Barajas de un aparato de esta compañía le trajo algunas complicaciones de índole psicológico y psicosomáticos a MD, quien incluso estuvo barajando la posibilidad de anular su viaje ante el cariz que tomaban las continuas informaciones con que fuimos bombardeados desde todos los medios, todos los españoles.
Pero resuelto con sencillez el problema, tan sencillo como que si no había viaje, ella corría con el importe de los billetes, me dispuse a soportar el insufrible y aburrido, laboralmente hablando, mes de Agosto.
Aquello no llegaba. Los días no pasaban con la celeridad que mis ilusiones por partir requerían. Hoy, dos o tres meses después, me arrepiento de haber deseado la eliminación del mes veraniego por excelencia... el mal tiempo de estos días, el frío de la borrasca polar que asola el país, la lluvia y las alertas naranjas, me hacen ahora añorar aquel buen tiempo, el calor, los bañitos en la playa y la coca cola en el chiringuito.
El viernes 5 de Septiembre llegó por fin. Aquel año las vacaciones en mi empresa caían mejor que ningún año, y por azares del calendario teníamos dos días mas de asueto, que yo había aprovechado para adelantar la salida. Normalmente yo no salgo de vacaciones... yo huyo.
Nunca permito una hora de más cerca de la oficina... no sea que me llamen por alguna urgencia.
La mochila preparada desde hacia varias semanas, pesada hasta por tres veces para ir eliminando pesos superfluos, la cámara de fotos en ristre, la Visa en la cartera temblando con el trabajo que se le venía encima y mas contento que unas pascuas, iniciaba mi ultimo tramo del Camino Francés.

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