A las 10 ya estábamos en la Catedral con la intención de no perdernos detalle, y ya con el libro de Edificios Singulares comprado, así como la entrada al Museo Catedralicio. De la exaustiva visita al museo que hicimos lo que mas me impresionó fueron las mas de 50 tallas románicas que albergaba una de las salas. Vírgenes con niño, Cristos, Santos diversos y otros personajes religiosos en la que era la mayor colección de Arte Románico de España. Durante mas de hora y media, siempre con una experta guía a nuestro lado, fuimos recorriendo sala tras sala haciéndose difícil recordar en detalle todo lo que allí había expuesto. Mas tarde los tres nos demoramos paseando por el Claustro renacentista y fotografiándonos junto a sarcófagos de obispos, restos de pináculos de las torres o junto a la Puerta de la Virgen del Dado, sobre la que existe una leyenda relacionada con un soldado de los Tercios de Flandes.
De nuevo en el interior de la iglesia, un rápido rezo en la Capilla de la Virgen del Camino en la que unos ingleses oían misa en su idioma, una ojeada a la vecina capilla de San Andrés, para acto seguido emprenderla con la contemplación de los espectaculares 1.760 metros cuadrados de vidrieras que hacen de esta Catedral una de las mas famosas del mundo. Los rosetones sobre sus puertas y todas aquellas ventanas recubiertas de vidrios emplomados con infinidad de motivos y figuras, con el sol entrando por ellas realzando sus infinitos y variados colores, nos dejaron completamente extasiados. El Altar Mayor y la impresionante sillería del Coro también merecieron nuestra admiración y nuestras fotos mientras paseabamos por las capillas de la girola y del resto de las naves, lo que nos llevó otra hora, con lo que decidimos marchar para ver otras cosas en atención a Javier que disponía de menos tiempo. Sin embargo ante la triple portada de la fachada principal, que aunque en obras como otras partes de la enorme seo, nos permitió observar su riqueza artística.
Un rápido almuerzo en el cercano Café León, mientras MD realizaba unas compras, y de nuevo hasta la Plaza de San Marcelo donde tomamos el tren turístico, que nos llevó hasta las proximidades de nuestro hotel, para pasar por las murallas romanas, la Puerta de Don Pelayo, la Basilica de San Isidoro, el Palacio de Congresos junto al Parador de San Marcos, y a traves del Paseo de la Condesa de Sagasta y los Jardines de Papalaguinda, bordeando el Río Bernesga, volver hasta el lugar de origen, en un recorrido de mas de una hora, sin paradas, pero con interesantes comentarios por parte de una joven guía.
Fue un acierto el haber tomado aquel simpático trenecito, ya que una vez acabado y bien orientados, decidimos ir andando de nuevo hasta San Isidoro. Pero al llegar, tuvimos la mala suerte de encontrarnos con una de las numerosas bodas que aquel sábado de septiembre se celebraban por todo León, con lo que la visita exaustiva que pretendíamos quedó resumida a una corta plegaria, un liviano vistazo al entorno y de nuevo a la calle, donde esta vez sí, nos recreamos con las románicas Puertas del Cordero, de acceso cotidiano a la iglesia, y la del Perdón, reservada a los peregrinos a Santiago pero solo en año Santo. El Panteón de los reyes leoneses, las esplendidas obras de arte y el famoso Tesoro de León, que albergaba la Basilica, hubimos de conformarnos con verlos en fotografías en el nuevo libro que compré y dejar esta visita para una nueva ocasión.
Quedaba aun suficiente tiempo para la hora de la comida, pero Javier con ganas de acabar cuanto antes con ese tramite, y tener tiempo de sobra para tomar su tren, nos llevó a dirigirnos hacia el Barrio Húmedo, no sin antes cursar visita al edificio del Ayuntamiento, y a la plazoleta que había delante, donde unos planos a escala y emplomados, no solo daban una imagen de la capital moderna, sino de como era en tiempos de la romana Legio Septima que se acuartelaba en la zona y también de como era la ciudad en los siglos XV y XVI.
Barrio Húmedo... y vinos, cecina, jamón y lomo. Aunque nosotros dos solo picamos alguna cosilla por acompañar al amigo vasco que estaba haciendo su comida antes de partir hasta Donosti.
Acabado el corto almuerzo, la despedida de Javier, y los votos y promesas de volver a repetir juntos el tramo del año siguiente. Y como empezaré a relatar en proximas fechas, cumplimos la promesa ya que de León al Cebreiro de nuevo caminé con mis dos compañeros donostiarras.
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