miércoles, 1 de octubre de 2008

Puesta de sol y agradable cena

Después del acto en la capilla, los hospitaleros tenían por costumbre reunir a todos los peregrinos en la parte de atrás del albergue para ver el atardecer. Allí todos juntos y durante unos breves minutos pudimos ver la puesta del sol tras el despejado horizonte. Otro de los momentos inolvidables de aquella fructífera tarde en el culo del mundo. Y cuando el último rayo de sol se acostaba a lo lejos iniciamos una conversación con otro de los personajes mas interesantes que he conocido en el Camino (por supuesto... muy por debajo de nuestros "vecino de abajo", MªCarmen y Luis Angel o Paco Javier, otro madrileño empleado en Telefónica y que he conocido durante este mismo año, momento que aprovecho para darle la bienvenida mas efusiva al blog, en la seguridad de que ha debido entrar recientemente en él por primera vez) Esta persona de la que hablo era de Orlando (Florida-EEUU), de nombre William, retirado ya y con antepasados españoles. De aspecto "patricio", son su pelo blanco y su nariz indiana, era el vivo perfil del indio que aparece en las botellas de Ron Cacique. Sus comentarios en un castellano con un acento indefinido, pero netamente hispanoamericano, en tono siempre pausado y meditado, incrementaban su aspecto refinado y atraían a cualquiera de sus interlocutores casi hipnoticamente, como un encantador de serpientes o tal vez el jefe de la tribu.
Y de pronto todo el mundo fue entrando en el comedor-salón del albergue pues tocaba la cena. Todos los peregrinos ayudaban bien sacando platos o cubiertos, y otros lo hacían sacando pan o con botellas de vino y agua. Para la ocasión los dos hospitaleros habían preparado una enorme fuente de lechuga y maíz, y como segundo una olla llena de ensaladilla rusa, con patatas, judías verdes, guisantes, cebolla y huevo duro, para de postre degustar una enorme sandía que previamente había sido cortada en pequeños trozos para que hubiera para todos.
Nos sentamos junto a nuestros dos nuevos amigos, Marco el brasileño que nos hizo reír durante toda la cena, y William que nos sorprendió bendiciendo la mesa. A nuestro lado un matrimonio sueco y otro danés que no dispararon una, cosa lógica por ese galimatias que es su extraño idioma. El matrimonio palentino y un par de paisanos zamoranos se despistaron y cuando entraron en el comedor tuvieron que sentarse bien alejados de nosotros. Tras la sandía se entabló una agradable sobremesa, en la que finalmente el joven hospitalero catalán acabó sentándose junto a nosotros en vistas de que el brasileño andaba revolucionado con sus chistes y continuas gracias. Acabó participando de la conversación con nosotros comentándonos que venía de hacer el Camino Aragonés, tramo que le había gustado mucho y le había sorprendido por los bellisimos paisajes por los que discurría, para después dedicar 15 días allí, en Bercianos, como hospitalero voluntario. Andaba en paro, y no tenía preocupaciones con las fechas y días, de los que podía disponer a su antojo... y además cobrando.
Cuando algunos empezaron a levantarse, nuestro joven amigo pidió que entre todos recogiéramos la mesa, y mientras las mujeres, entre ellas Esperanza y la Palentina, lavaban los cacharros, los hombres hacíamos el camino de regreso con botellas, platos y vasos. Ayudado de otro peregrino saqué la enorme bolsa de basura que se había formado, depositándola en un contenedor en la calle y para cuando regresamos, el lugar había quedado recogido y limpio, listo para el desayuno. De nuevo dejé, como tesorero de nuestro grupo, otros 15 € por el detalle de tan cumplida cena.
10 de la noche y de nuevo a hacer cola en los lavabos para el aseo nocturno... y de nuevo bonita piscina formada en el albergue. Luego a la cama y a la puta carrera, con la intención de poder dormirnos antes de que empezaran los ronquidos. Y con la esperanza de que los guiris por la mañana dejaran descansar al personal, cosa harto improbable pues ya se sabe que si bien por la tarde puede que hubiera abrazos multitudinarios y palmaditas en la espalda, Padre Nuestros rezados fervorosamente en todos los idiomas, sonrisas y lágrimas en aquel acto de hermanamiento religioso, ... a los guiris por la mañana todo eso ya se les habría pasado y a la hora de dar por culo y despertarnos a todos... se pintaban solos y no perdonarían a nadie.

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