Continuaremos pues con la aventuras, contando que nada mas salir de Villadangos, acompañados del nuevo compañero, notamos una gran cantidad de agua y arbolado. Aquello ya era otra cosa, y la alegría que todos sentimos por ver tanto verde nos subió la moral, sobre todo después de tantos páramos mas bien secos y andaderos aburridos. Y aún otra nueva sorpresa... varias cagadas de vacas bien hermosas en el sendero.
Puede que a un "no iniciado" le resulte extraño que pueda sentirse alegría por ver semejante asquerosidad, o incluso por llegar a pisarla confundiéndola con el barro en zonas húmedas como aquella. Pero cagada de vaca, al menos para mi, es sinónimo de zona auténticamente rural, de campo y amapolas. Un cambio en el paisaje que durante demasiados kilómetros del Camino Francés nos había ido acompañando, con infinidad de andaderos aburridos, de paisajes mucho menos agradables, de falta de bosques, de verde, de naturaleza... Y sobre todo porque era señal inequívoca de que nos acercábamos a Galicia, donde todo esto, el verde, el agua, los bosques, es el pan nuestro de cada día en eso del caminar.
Y donde hay cagadas de vacas... invariablemente hay vacas, lógico, ¿no?. Y si no, díganme los señores qué es lo que aparece en la fotografía ? Algo que no veíamos desde los tiempos de Roncesvalles.
Y donde hay cagadas de vacas... invariablemente hay vacas, lógico, ¿no?. Y si no, díganme los señores qué es lo que aparece en la fotografía ? Algo que no veíamos desde los tiempos de Roncesvalles.
Mucho mas alegres continuamos nuestra marcha, y la desaparición de aquel pequeño bosquete unos centenares de metros mas allá y la reanudación de los sempiternos andaderos junto a la carretera ya no nos afectó tanto.
Al poco rato nos adelantaron los dos peregrinos conocidos en Villadangos. Su ritmo era verdaderamente endiablado pues tenían previsto llegar ese día hasta Hospital de Orbigo, lo que les suponía aún otros diez kms. Perdí la ocasión de fotografiar disimuladamente los gemelos del malagueño en aquel momento en que brevemente lo tenía de espaldas, pero pasaron como una exalación, perdiéndose a lo lejos en pocos minutos.
Y en aquel momento, supongo que pensándoselo mejor, nuestro conquense decidió dejarnos y continuar el también a su propio ritmo hasta el mismo pueblo que los dos amigos. Se despidió hasta mas ver, y arrancó también con prisas dejándonos de nuevo solos los tres. Amistad fugaz y breve. Callado en exceso, no hubiera sido un buen compañero de viaje. No, cuando uno está habituado a compañeros como Rafa "El vecino de Abajo", magnifico en su faceta de contador de chistes y chirigotas. Algo de lo que un conquense cualquiera, sin ninguna duda, carece y solo al alcance de buenos y graciosos andaluces y alguna "rara avis" de alguna otra Autonomía.
En el horizonte apareció una especie de gran deposito de agua. Poco a poco se fue agrandando y dejando ver así mismo las primeras casas de San Martín del Camino. Nos quedaban apenas unos minutos para acabar la primera etapa, y a mi me entraron las inevitables prisas por disfrutar de la reparadora ducha y una buena comida.
2 comentarios:
La conoscopia es un ultraje.
No creo, pero si puede que si le tomes el gusto, quieras cambiar los habitos. (es broma)
Bastantes problemas tiene la vida como para pensar en eso.
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