Y en segundo lugar invitar a mis compañeros de viaje y a MªDolores a comer en el restaurante del hotel. No es que yo me caracterize por invitar mucho a la gente. Soy mas bien del tipo "agarrao" pero a veces tengo esos ramalazos, y dado que mi jefe me había encargado expresamente que me lo pasara bien en mis vacaciones, para lo cual me entregó, a modo de aguinaldo, una buena cantidad de dinero, cosa rara en él, ya que tampoco se "caracteriza", me estiré con gesto magnánimo, y ofrecí a mis acompañantes una suculenta comida a base de rollitos de cecina con relleno de foie y unos escalopines al cabrales, regados con un Lambrusco rosado que no pegaba nada pero debía estar en oferta, y de postre una tulipa de helado de frutas del bosque, para rezarcirme de la falta de vegetación y arboles en aquel tramo del camino por las inmundas y malsanas Tierras de Campos.
Tras la consiguiente tertulia ante los cafés, que también financié yo, tocaba siesta. Quedamos en volver a vernos sobre las 6 de la tarde, pero poco rato después Esperanza vino a vernos, fastidiándonos la "siesta" para decirnos que un hermano suyo andaba muriéndose en Madrid, y que iba a la estación a buscar billete de tren.
A las seis de la tarde, primera toma de contacto con la Pulchra leonina, con sus renombradas vidrieras, su rosetón y sus esbeltas columnas. Tomamos nota de los horarios de visitas al Museo catedralicio para el día siguiente y como las señoras, Esperanza y Javier habían vuelto, deseaban ir de tiendas y de compras de souvenirs por la calle Ancha, hasta allá que nos fuimos, recorriéndola entera hasta la Casa de Gaudí, con su estatua de San Jordi y el dragón y su multitud de ventanas achaflanadas y el Palacio de los Guzmanes hoy reconvertido en sede de la Diputación provincial. Tras larga cola detrás de toda clase de guiris, fotos con la imagen en bronce del genial arquitecto catalán que impávido observaba su magna obra leonesa en un banco de la plaza.
Y de nuevo Ancha para arriba, en busca del Barrio Húmedo donde cenar de tapas. En cada tugurio en el que entrabamos, vinitos de Rueda, de Rioja, mostos variados... y las consiguientes tapas... que si patatas picantes, que si cecina, que si langostino... vamos a aquel que dan morcilla leonesa... Nos pusimos ciegos de vinos, ya que a MD y a mi nos daba apuro pedir agua o coca cola, y como: Allá donde fueres, haz lo que vieres... acabamos mas mareados que unos palomos cojos por la falta de costumbre de beber vino, pero eso sí, mas contentos que unas castañuelas por vivir aquel ambientazo que se respiraba, aquel viernes noche, en aquella zona de la ciudad.
Paseo por la Plaza Mayor, que de noche e iluminada tenuemente le daba un inmejorable aspecto, y de allí buscando el hotel, nueva pasada por la Catedral, que en nocturno y con todos sus focos encendidos, tenía otra imagen totalmente distinta a la plena luz del sol. Realmente maravilloso y uno de esos momentos inolvidables.
Despedida de Esperanza que partía a la mañana siguiente, a primera hora, para estar junto a su hermano y a la habitación para descansar. Aunque a las dos de la madrugada, una familia llena de niños que golpearon puertas, rieron, gritaron y molestaron mas que los guiris de los albergues, nos despertaron. Va a ser que no hay nada mejor que estar en la propia casa... fue mi ultimo pensamiento antes de volverme a dormir todo cabreado e invocando al Rey Herodes.
2 comentarios:
QUE TU ERES AGARRADO?
Ya ,sabes de mi negacion ortografica extrema , pero repasando los manuales , no acabo de encontrar lo de la SIESTA ENTRE COMILLAS , bueno ya nos aclararas este termino y si fue localizado el billete ferroviario a Madrid
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