La foto no se hizo esperar. La ocasión lo requería, y allí que posó sonriendo MD, aunque rezongando por lo bajo no sé que cosas que me iba a hacer en cuanto tuviera oportunidad. Me la jugué, lo reconozco. Como también me la estoy jugando ahora por incluir la famosa foto, pero ahí queda, con la seguridad de que no podré ya nunca mas utilizar el chistecillo, ya que MD me acompañaba, como una peregrina mas, por el Camino de Santiago.
Salida de Puente Villarente y sendero pedregoso y polvoriento, aunque cerca debía existir alguna acequia de riego o poza, ya que unas enormes nubes de mosquitos nos rodeo de inmediato, acompañándonos durante un buen trecho en el que casi tuvimos que correr para deshacernos de los molestos bichejos. Las noticias vuelan (como las moscas y los mosquitos) pensé. ¿Será acaso que se ha corrido la voz de que asesiné sin piedad a un montón de moscas el día anterior y esta es su forma de vengarse?
Pasado el trance sin piquotazos, continuamos por aquel sendero, ya sin ropas de abrigo pues el sol calentaba lo suyo, hasta llegar a Arcajuelas, donde paramos en una bonita fuente de la que corría fresca agua. El hombre es el único animal que tropieza, no una, sino infinidad de veces, en la misma piedra y olvidando los buenos consejos atesorados en los anteriores días, bebimos todos y nos refrescamos. Menos mal que no hubo luego que lamentar efectos secundarios como en Terradillos en forma de dolores de tripa, porque hubiera sido para matarnos de puro tontos que eramos.
De Arcajuelas a Valdelafuente, el siguiente pueblo, no había mas de quinientos metros pero todos de subida, como anunciando la proximidad del Alto de Portillo, y cuando alcanzábamos sudorosos la primera calle, Javier se dio cuenta de que se había dejado su bordón en la fuente. Su palo era de avellano, conseguido el año anterior doscientos kilómetros mas atrás, en no sé que pueblo de Navarra o la Rioja, con que nuestro compañero volvió sus pasos hasta donde había olvidado su punto de apoyo mas querido, mientras que nosotros descansábamos sentados en la acera. En aquel punto fuimos alcanzados y rebasados por el grupo de gallegos, liderados por la jabata que se les había unido en Calzadilla. Venían cantando a pleno pulmón canciones de Nino Bravo, pero a la vista de un cartel tornaron la canción melódica por atronadores gritos de jubilo. El motivo: que el cartel anunciaba un bar en el que se servía sidra a gogó. Vistos y no vistos. Salieron del sendero y se dirigieron hacia la sidrería para seguir con la juerga que ya traían. Y les debió de ir bien, ya que nunca mas los volvimos a ver.
De nuevo con Javier, que acumulaba mil metros extras en sus piernas pero contento por recuperar su palo, iniciamos la salida del pueblo, para enseguida tener a la vista el Alto del Portillo, una pequeña y suave tachuela de apenas medio kilómetro pero de constante subida. Cada uno fue buscando su ritmo mas conveniente, pero los tres quedamos maravillados de la manera en que MD negocio las primeras rampas, y luego el resto de la subida. En cabeza, con paso decidido, casi con prisas... talmente como si fuera al trabajo y llegara tarde. Y es que... ! Así es mi chica ¡ Mu valiente... ! claro... como no fuma ¡
2 comentarios:
Ya veo que una vez más utilizas el chiste de la peluqueria...QUE GRACIOSO... menos mal que los que me conocen saben que no me gusta ir a la peluqueria.
Renueva tus chistes como suele decirte, Don Alvaro, vale?
La subidita fue dura, pero tenia mucha ilusión y ganas de terminar para que te sintieras un poquito orgulloso. Valio la pena y quiero repetir.
Aprovecho para saludar a todos y sobre todo a mis queridos Rafas que dan tanto juego a este blog.
la verdad, M.D. no le veo nigún mérito a hacer el Camino de Santiago si no fumas, así es muy fácil. Ya puedes echarte al vicio si piensas hacerte peregrina, por que sino, de que vas a presumir?
Publicar un comentario