jueves, 2 de octubre de 2008

Tortilla de patata en Reliegos

Dicho y hecho. A las 5,30 los guiris empezaron a moverse con prisas. Los ruidos al bajar de las literas, las idas y venidas a los aseos y la preparación de las mochilas nos despertaron a todos. Al menos habíamos dormido mas de 7 horas. Conseguimos a duras penas permanecer en las camas hasta las 6,30, cuando me vino a la memoria que aquella tarde me volvería a reunir con María Dolores en Mansilla. Nos encontramos de nuevo con la cola y la piscina en que se convertían los aseos. Ya preparados bajamos al comedor para encontrarnos una mesa llena de briks de leche y zumos, nescafé, colacao, pan, galletas, cereales, margarina y varias clases de mermeladas. Desayuno continental... creo que lo llaman en los hoteles. Aquel despliegue bien valió otros cinco euros de "voluntad" en la urnita que había en la puerta, con lo que los hospitaleros, sin habernos pedido nada a nosotros tres, se habían encontrado con 35 € durante nuestra corta estancia.
7,15 y ya caminábamos por las paupérrimas calles de Bercianos con 27 Kms. por delante hasta el final de la nueva etapa. Hacía menos frío que el día anterior con lo que andamos muy cómodos. Sobre todo porque ya nos habíamos deshecho de la bolsa con el zumo. Pronto transitábamos por el típico andadero con raquíticos arbolitos cada 10 metros, y a pesar de que mis ampollas no me habían vuelto a dar guerra desde que el Apóstol había puesto en mi camino a la atenta hospitalera de Terradillos, o mejor dicho, a aquellas esplendidas plantillas de silicona, yo preferí andar por el asfalto de la solitaria carretera.
Mi guía marcaba 7,5 Kms hasta El Burgo Ranero, pero cuando llegamos a las proximidades de la localidad, encontramos un cartel con 6 a Bercianos. El caso era que se nos había hecho muy corto el trayecto y dando las nueve en el reloj de la iglesia de San Pedro atravesábamos el pueblo, y dábamos un pequeño rodeo debido a las flechas que, luego supimos, nos encaminaban hacia el albergue de Domenico Lafti, en recuerdo del peregrino de Bolonia que en el siglo XVII editó su itinerario en una especie de guía de viajes. Frente al albergue, la antigua casa del cura con paredes de adobe y paja como ya venía siendo habitual por la zona, encontramos un magnifico bar llamado Piedras Blancas, donde yo me tomé un gran tazón de café con leche y un bizcocho casero, excepcional para los sentidos... que no para la diabetes.
De nuevo en ruta, y aún en pleno pueblo pasamos por unas extensas lagunas, zonas protegidas para el descanso de aves migratorias, y volvimos al andadero, donde alcanzamos pronto a Marco, nuestro medico brasileño con el que fuimos haciendo camino en animada charla. Se nos quedó atrás el galeno ya que prefería seguir con su propio ritmo y porque nos cruzamos con un par de ciclistas con banderas brasileñas a los que llamó a gritos y con los que se quedó a charlar de sus sambas y sus mundiales de futbol.
Un pueblo a nuestra izquierda, Villamarco, nos fue acompañando durante cerca de una hora de caminar. El sendero no llevaba a él, pero no había forma de perderlo de vista, y la causa era que el camino estaba dando una enorme curva a su alrededor. A lo lejos distinguíamos la vía del tren, sin duda acercándose a León, y aquello me dio la idea de llamar a MD que en esos momentos debía estar tomando el suyo en Alicante. Hablamos durante un buen rato, tiempo en que un tren de mercancías, pasaba con no menos de 10 vagones con el anagrama de la Central lechera Asturiana (buena marca). Tras pasar por debajo de la vías del tren en una especie de cruce, el paisaje mejoró notablemente, ya que fueron poco a poco apareciendo choperas, arroyos y alguna que otra área de descanso. Menos mal, ya que andábamos algo hartos de tierras de secano, insulsas y aburridas.
Mas o menos a esa altura fue cuando Javier recordó que en el siguiente pueblo, Reliegos, hacían unas tortillas de patatas con pimientos rojos dignas de un obispo, y que una vez estuviéramos allí nos invitaría a unos pinchos. El camino se fue convirtiendo en una especie de tobogán, con continuas subidas y bajadas. El cansancio y el dolor de pies se fueron uniendo a una desesperada salivación ante la idea de la tortilla de patatas que nos esperaba... pero Reliegos, que Dios lo confunda, no llegaba. Los hoyos y las piedras habían hecho acto de presencia de nuevo, ya no había andadero ni carretera, llevábamos ya 20 Kms a cuentas... y Reliegos, mal rayo lo parta, no aparecía. Fueron unos momentos de verdadero estress... kilómetro tras kilómetro... la tortilla allí esperando...
Y por fin apareció el dichoso pueblo, cruzamos una peligrosa carretera y entramos en sus primeras calles. Casas excavadas en la roca, como si estuviéramos en Guadix, casas de adobe y paja de aspecto ruinoso... pero al torcer una calle... !! Señores ¡¡... la plaza del pueblo, el bar de la tía María y su apetitosa tortilla. La señora nos dijo que habíamos tenido suerte. ¿Suerte? ¿Porqué? Y es que eran los tres últimos pinchos de tortilla que le quedaban. ! Suerte la suya ¡ Porque hubiera saltado la barra y la hubiera estrangulado con mis propias manos de habernos dicho que no tenía. Después de mas de 22 kms... cansados, rotos... con aquel ruido en las tripas y esa idea fija que se me había instalado en la cabeza... hubiera hecho una autentica barbaridad. Por cierto... en la foto se me puede ver ya con cara de satisfacción, fumándome el cigarrito, con los vascos y con William el americano. Y es que ya había dado cumplida cuenta de nuestro excelente almuerzo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

DESDE LUEGO, SEGURO QUE LA TORTILLA ESTABA RICA, POR QUE VAYA CARITAS DE SATISFACCIÓN.
Y SI RECONOZCO QUE SOY MÁS GUAPO QUE WILLIAN.
YO TAMBIÉN TOMO LECHE ASTURIANA, DESNATADA CLARO, PUES SEGÚN DICEN LAS MALAS LENGUAS HE ENGORDADO UN POCO, PERO LA INDIGNACIÓN DEFINITIVA LA PILLÉ CUANDO ME PESÉ EN UNA FARMACIA EL LUNES Y VI QUE LA VÁSCULA MARCABA 4 KILOS MÁS DE LO HABITUAL EN MI, ESTUVE A PUNTO DE DENUNCIAR AL FARMACEÚTICO.