lunes, 31 de diciembre de 2007

Zubiri

Lo primero que vimos de Zubiri, fue su puente gótico de dos ojos sobre el río Arga. Llamado el puente de la Rabia, ya que existía en la antigüedad la rara costumbre de hacer pasar a los animales por uno de sus ojos para librarlos de esa enfermedad. También mi guía decía que corría la leyenda de que en uno de los estribos del puente se encontraban los restos de Santa Quiteria. Visto esto, ya habíamos visto lo mejor y mas interesante de la localidad.
El primer albergue, el privado de Zaldiko, estaba lleno con lo que nos encaminamos hasta el municipal. Antes de continuar, decir que en la Edad Media, Zubiri era famosa por su leprosería, la de La Magdalena. Ya se que tener una leprosería en el pueblo, hoy día estaría mal visto. Pero para no romper drásticamente con la tradición de tener algo cutre en el pueblo, si bien no contaban ya con el lazareto, Zubiri contaba con el albergue municipal de peregrinos. Y, la verdad, después de echarle la primera ojeada hubiera firmado por dormir en la leprosería.
A día de hoy, casi he completado todo el Camino Francés, pero en ningún sitio he visto un peor albergue de peregrinos. Viejo, con aspecto descuidado, pesimamente dotado, de manera que los aseos y duchas estaban instalados en el exterior, en unas casetas prefabricadas, ya que la única ducha y único water del interior daba pena, casi miedo, usarlo. Pero, aun así, tuvimos mala suerte, ya que a pesar de su estado, estaba lleno a rebosar con lo que nos recolocaron en el contiguo frontón.
El frontón, posiblemente inaugurado por Franco cuando ascendió a cabo, tenía una vasta cantidad y variedad de telarañas en sus techos y paredes, pero eso no era lo mas frustrante, sino que la "cama" consistía en unos oxidados somieres de muelles, y por "colchón" unas tablas de madera de encofrador. ¡¡¡ Y nosotros tuvimos muchísima suerte !!! ya que cuando se fueron acabando los somieres, los peregrinos que fueron llegando tuvieron que extender sus sacos de dormir en el sucio y frío suelo.
Yo que la noche anterior no había dormido nada por el viaje en autobús y por tanto eran casi 48 horas sin dormir, cansado por el sube y baja de los 23 Kms. recorridos aquel día y ante las perspectiva de pasar una noche en aquellas circunstancias, tuve un bajón en el animo. Bueno, en realidad me entraron ganas de echarme a llorar. Me contuve, pero me vino a la cabeza el sempiterno dilema de... ¿Que hago yo aquí? ¿Quien me mandaría a mi venir a esto...? Y cada vez me acordaba mas de mis dias en Galicia, con mis buenos amigos, donde todo había salido tan bien y a pedir de boca. Me entraban ganas de huir de aquel sitio. Sin embargo el frontón acabó llenándose con aproximadamente 70 u 80 peregrinos en la misma situación que yo.
Pero no había escapatoria. Lleno total en las pensiones y hostales. Autobuses que fueran a Pamplona, solo uno y a primera hora de la mañana. En Zubiri no existían taxis. Tampoco se podía continuar hasta la siguiente localidad con albergue, pues en Larraosaña estaban de fiestas patronales, y todo estaba cerrado, albergue incluido, de ahí que todo el mundo se quedara en Zubiri y hubiera tal "over bouking".
La comida en el bar que elegimos, tampoco sirvió para subirme la moral, un arroz a la cubana con el tomate frío, recién sacado del frigorífico, un filete correoso (¿¿vestigios de la leprosería??) y un yogourt a punto de caducar.
La tarde la dedicamos a ver como se secaba la ropa, a tratar de esquivar a la hospitalera que quería cobrarnos 7 euros por "la habitación". A ratos escribiendo notas para el diario y observando como tres "veteranas" madrileñas (al final fueron las mas listas) sacaban sus cosas y se ponían en la carretera a hacer autostop para escapar de allí. Al final lo consiguieron, y un paisano, en un antiguo Seat 127, a la vista de tanta carne junta, paró y las llevó. Cuando las vi marchar, yo, que nunca he renegado de mi condición masculina en casi 50 años que pronto voy a cumplir, desee con todo mis fuerzas ser mujer y poder levantar el animo y el deseo de algún viejecito lujurioso con un Simca 1000 que me hubiera llevado a la capital, aunque en pago hubiera tenido que detenerme en alguna cuneta de aquella carretera navarra.
Hasta las 10 de la noche, mi animo no mejoró. Mientras, un joven belga y un alemán barbudo, como sacado de un casting de Jesucristo Superestar, se dedicaron a dar "masajes cósmicos"... sí, así como suena... Esperanza la vasca pagó 5 € por uno... y es que esta, por lo visto, se apuntaba a un bombardeo. Luego se dedicaron a amenizarnos la estancia con un concierto, soplando por unos largos tubos de cartón, sin duda sacados de algun contenedor de basura, lo que daba un sonido como si un barco de vapor saliera del puerto. Al menos a mi me fueron adormilando por lo monótono y reiterativo de aquellos ruidos.
Y aunque pudiera parecer lo contrario, me quedé dormido sobre aquellas tablas de madera y una manta que finalmente había conseguido agenciarme, robándola de encima de una cama ya que su dueño no había estado lo suficientemente al loro. Solo que a las tres y media de la madrugada me despertaron, primero la torrencial lluvia que estaba cayendo fuera, y luego tres peregrinos que recogieron bártulos a aquella hora y se marcharon para adelantar camino. Como sería aquello, que 3 tipos prefirieron andar en la oscuridad mas absoluta y bajo un fuerte aguacero, antes de continuar una hora mas en aquel antro y sobre aquellas improvisadas camas.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Haciendo amigos

Superado el trauma del "lindo gatito", continuaré relatando la etapa del aquel día.
En Bizkarreta-Gueredain almorcé, una vez superado el Alto de Mezkiriz cuya subida no entrañó excesivas dificultades. Bien al contrario, el paisaje y las vistas que se tenían tanto en la subida como en la posterior bajada, lo hicieron muy ameno.
Cuando continué andando, pude comprobar que el paisaje cambiaba un tanto. Los tupidos bosques daban paso a zonas de prados donde el ganado pastaba. Mayormente caballos y vacas. Y también empezaba uno de los elementos mas curiosos del Camino por Navarra... los portillos. Al ser una zona de pastos y de trasiego de ganado, cada cierto tiempo, normalmente cada 3 o 4 Kms. el sendero por el que transitábamos quedaba cerrado por una pequeña puerta, que el caminante debía abrir y posteriormente dejar cerrada. La utilidad de estos portillos era, lógicamente, evitar que vacas y caballos se escaparan y se alejaran sin control. Fui testigo de como uno de aquellos caballos, en un arranque de pasotismo, y sin hacer el menos caso de su pastor que blasfemaba tras él, casi echando espumarrajos por la boca, emprendió un paseo al galope por el sendero, totalmente a su aire. Pasó a mi lado justo en el preciso momento en que yo adelantaba a una vaca junto su ternerillo. La velocidad incontrolada que llevaba el caballo, desbocado y feliz de joder al pastor, me hizo trastabillear y verme empujado sobre el ternero. La vaca, algo enfadada me miro con cara de pocos amigos.
El Camino de Santiago no entraña el más mínimo peligro. Salvo casos aislados como este, en que me encontré seriamente comprometido, por pura casualidad.
Unos momentos después, el caballo que había llegado hasta el siguiente portillo, ante la imposibilidad de continuar su correría, volvía para reagruparse con sus compañeros en el prado, esquivando las piedras que le lanzaba el gañán que los vigilaba hecho una furia.
En Lintzoain, (de los de un solo nombre) junto al frontón del pueblo, empezaba el ascenso al Alto de Erro. En un recodo del sendero, apenas cuando empezaba a empinarse la cosa, me topé de nuevo con el matrimonio y su nuevo acompañante. Aquello debía significar algo. El destino me estaba poniendo una y otra vez a aquellas personas en mi camino, en apenas cuatro horas. Con lo que decidí que no iba a esperar dos días como el año anterior para formar mi grupito de amigos. Empecé la subida con ellos entablando primeramente una conversación intrascendente, y pronto realizamos las presentaciones de rigor. El matrimonio era de San Sebastian, sus nombres, Javier y Esperanza. El otro personaje, Miguel, de la Algüeña un pueblo del interior de Valencia.
El Alto de Erro me pareció un poco mas exigente que el puerto anterior, pero igualmente y por la belleza que lo rodeaba, lo subimos sin apenas darnos cuenta. Cuando alcanzamos la cima nos encontramos con una especie de monolito, realizado con piedras que los caminantes iban dejando, y una placa en honor a un peregrino japonés fallecido allí mismo, años atrás. Unos metros mas adelante nos topamos con un personaje, al que volveríamos a encontrarnos días después, llamado Narciso. El tal Narciso, una especie de hippie antisistema, era de Gijón. El tipo había extendido su saco de dormir en un claro del bosque desde el que se dominaba todo el valle del Erro. Todas sus cosas desperdigadas por ahí, hornillo, latas de conservas,... con claros signos de que pensaba quedarse a pasar el día (y la noche) en aquel punto del Camino, a kilómetros de cualquier pueblo o albergue, pero eso sí, desde un punto del Camino con una vistas excepcionales. De hecho, los vascos recordaban haberlo visto en Roncesvalles, acampado bajo unos arboles, despreciando los confortables albergues y los 146 litros de lluvia que habían caido durante la noche. Un valiente, o simplemente un gilipollas pero consecuente con sus ideas anticapitalistas y anticonsumistas.
Tras hablar un rato con él, nos despedimos e iniciamos la bajada hacía Agorreta y luego Zubiri, pueblo que sería nuestro final de etapa tras 23 Kms.
Durante la bajada fuimos hablando unos con otros y empezando a conocernos, al menos en lo mas básico. Esperanza que subía muy bien las cuestas, en la bajadas sufría de sus rodillas e iba retrasando algo la marcha, de manera que llegábamos a Zubiri pasadas las 3 de la tarde. Cansados por el continuo tobogán, de subidas y bajadas, que era el camino por Navarra, y que por cierto continuaría durante todos los días que siguieron, pero al mismo tiempo con una sensación de haber recorrido una de las etapas mas bonitas de los 790 Kms. del Camino de Santiago por territorio español.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Jaimitadas

A media mañana fui adelantando posiciones. Es decir fui dando alcance a peregrinos extranjeros, que sin duda se habían levantado a las 5 de la mañana y salido antes de la seis, para a las 11 ir descolgándose y retrasándose. Así fueron desgranándose kilómetros, pasando por bellísimos pueblecitos, casi todos con dos nombres, uno en español y otro en vasco.
Así, Burguete, el pueblo en el que había desayunado se llamaba en vasco Auritz;
Espinal-Auritzberri; Biskarreta-Gueredain. Los que solo tenían un nombre era, sin duda, porque ya alguien habría considerado que era lo suficientemente difícil de pronunciarlo tal cual. Así teníamos a Sorogain o Lintzoain. Pero si los nombres eran impronunciables, difíciles de recordar, lo compensaba la belleza de sus casas, casi todas con ventanas y balconcillos llenos de flores, las casas con su arquitectura típica en la que no faltaban elementos de madera en sus fachadas, vigas sobre todo; en cada puerta el nombre de la familia que la habitaba y el año de su construcción; las calles limpísimas y en general con un aspecto muy cuidado. Debía dar gusto poder vivir en aquellos pueblos lindísimos, sin polución, casi sin coches ni trafico, sin estrés y solo de cuando en cuando algún paisano por la calle, pero andando como si dispusiera de todo el tiempo del mundo, sin agobiarse mucho. El transito entre población y población seguía siendo por zonas boscosas y verdes.
En una de aquellas zonas, decidí cambiarme de pantalón y mudar el largo por unos cortos, mas cómodos y menos calurosos. Con lo que, pensando que nadie me vería, me senté sobre un viejo tronco de árbol caido y empecé a cambiarme. Justo cuando me había quitado los pantalones apareció el matrimonio español con los que iba coincidiendo toda la mañana, solo que esta vez venían con un nuevo personaje, otro peregrino que se les había acoplado, y lógicamente tuvieron ocasión de contemplarme en gallumbos. La señora, muy discreta, me saludo como sin darle importancia, ... como si estuviera acostumbrada a ver tíos en calzoncillos por el bosque todos los días. Sin embargo yo me sentí un poco ridículo, una especie de fauno, o sátiro despistado. Ahí enseñando mis piernecitas desnudas, con los calcetines caidos y los calzoncillos sudados. Tiene "guevos" que andes durante horas sin ver a casi nadie, y cuando se te ocurre hacer un extra, te aparece por la esquina toda una tropa de personas en el peor momento. Pero quien siga mis ocurrencias escritas en el blog, ya estará de vueltas, y reconocerá que me suelen ocurrir jaimitadas, como las llamo yo, fuera de lo normal.
Y para jaimitada, lo que me ocurrió hace dos noches: Al ir a arrancar mi coche, sentí un extraño ruido. Todo el coche se movió, seguido de unos terroríficos maullidos... MªDolores y yo nos quedamos acojonaditos... el caso es que los maullidos siguieron. Tuve que hacer de tripas corazón y salir, como un hombre, fuera del coche, porque MD decía que no salía. Siendo de noche y sin farola cerca, no pude apreciar nada en concreto, pero sí imaginar lo sucedido... un gato se había colado en el interior del capó a través de las ruedas buscando el calor del motor.
Toda vez que el jodido gato no parecía poder o querer salir, optamos por tomar el autobús y regresar a casa, esperando que al día siguiente nuestro huésped se hubiera marchado.
Pero cuando yo tengo el santo de culo... !!cualquier cosa ¡¡ El gato no solo seguía allí, sino que a la luz del día la cosa pintaba muy mal para el, y por extensión para mi. Llame al seguro... y no se lo creían. No sabían si mandarme una grúa o una ambulancia... o las dos cosas. En eso que apareció un conocido mio que me dijo que si el gato sufría lo mejor era sacrificarlo... No se que debí decirle, por que me contestó - "! No hombre ¡ Busca un veterinario". (Pero el tío era de los que solo dan consejos... y pensaría que si el coche era mio... y el gato y la solución del problema mio también)
Como había una clínica veterinaria a menos de 500 metros, allá que me fui pensando en la pasta que me iba a costar todo aquello. El veterinario tampoco se mojó. Me salió con que si no podía acceder convenientemente hasta el gato, el no trabajaba. (No me extrañó ni pizca que no quisiera los 100 o 150 € que me hubiera cobrado... el marrón era de cojones) Y a parte de abrirme ficha en la clínica me aconsejo que (otro que "solo moralmente") !!! Llamara a los Bomberos !!! Me quedé algo descompuesto... sentía como las gotas de sudor corrían por mi espalda... (los bomberos, por menos de 600 € no se descuelgan por la barra) Un coche de la Policía Local, a los que paré, también se espolzaron las pulgas conmigo, y lo primero que me dijeron... que no era cosa de ellos.
En eso que llegó la grúa. El conductor, a pesar de que no era de su competencia tuvo que currárselo, ya que el gato estaba atrapado entre la correa del alternador, y cuando intentamos remolcar el coche, cada movimiento de las ruedas atrapaba mas al gato, que daba unos maullidos impresionantes.
A todo esto, cada persona que pasaba por ahí, al oir los maullidos me decía que debía de haber un gato debajo del coche. "Circulen, circulen... aire... y no me hablen de gatos que me pongo atómico" Se marchaban mascullando lo mal educado que era yo... "si solo queríamos avisarle..."
Llame a mi jefe para que me diera el teléfono de un taller cercano por ver si el mecánico me ayudaba. Mi jefe me dio el numero, pero colgó enseguida sin mencionarme si yo necesitaba ayuda. El mecánico, otro tanto... que le llevara el coche, incluso con el gato dentro... que ya veríamos que podía hacerse. Me acerqué a otro taller donde me conocían, incluso me saludaron al llegar con una enorme sonrisa... cuando les hable de mi problema llegaron a jurar que no me conocían de nada (el gato debió maullar tres veces... atajo de Judas ¡¡¡)
Finalmente entre el gruista y yo conseguimos romper la correa de goma. No era sencillo ya que temíamos que por el nerviosismo, el gato perdiera su presencia de ánimos, y se revolviera arañándonos... mordernos no, pues tenía el cuello doblado y no nos alcanzaba. Menos mal.
La verdad es que no fue fácil... pero atacándola con un destornillador al cabo de media hora lo logramos. El gato se suponía que estaba liberado... pero tras más de 18 horas doblado en cuatro debía tener algo de tortícolis y no se movía. Eso sí, había puñados de pelos del gato por todas partes. Por ultimo, nos dirigimos por todo el pueblo con el coche detrás y los maullidos del gato que sorprendían a los viandantes. A muchos se les veía con ganas de decirnos, incluso por señas, que debíamos tener un gato en el coche. Yo miraba al frente y no hacía caso. El sudor ya se me había congelado. Cuando llegamos al taller, el gato había decidido ya bajarse de mi motor y andaba acurrucado en la base de la grua viendo los demás coches pasar. Los mecánicos lo ahuyentaron, y el muy gilipollas escapó metiéndose debajo de otro coche por allí aparcado.
Lo que yo mas me temía, a parte de que la correa hiciera puré de gato, era que me fuera a quedar sin coche varios días. Menos mal que el mecánico en menos de una hora me tenía listo el coche... y solo me cobró 25 €. Le dí 30. Ese no sabía que había estado a punto de llamar a los bomberos.
Con que... jaimitadas las mías. Y bien sonadas ¿verdad?

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Primeros kilometros por Navarra

A los pocos metros de la salida de Oreaga-Roncesvalles me encontré con un matrimonio de nacionales. La mujer le hacía una foto a su marido que posaba ante la Cruz del Peregrino. Los saludé, y seguí mi camino a pesar de que vi en la cara del hombre la duda de si pedirme o no que les sacara una foto juntos. Fue solo un gesto, pero al final debió cortarse. O tal vez pensaría, como el inglés de la colegiata, que le iba a robar su cámara... decididamente, no estaba teniendo suerte aquella mañana con las fotos. El caso es que seguí adelante, pensando que ya tendría tiempo, mas adelante, de hacer nuevas amistades. Por que de una cosa estaba seguro... de este nuevo tramo del Camino debía salir con una nueva hornada de buenos amigos como me había pasado el año anterior.
Al poco, encontré en un prado vallado, al lado del sendero, un rebaño de ovejas pirenaicas a las que fotografié, aunque cuando volví a Alicante y descargue las fotos, me encontré con que todas ellas habían salida con el efecto "ojos rojos" con lo que conseguí una foto de un grupo de varios carneros, con sus cuernos retorcidos y aquellos ojos que les daban un aspecto tan diabólico, que ya los hubiera querido Alex de la Iglesia para su película del Día de la bestia.
Los bosques de Galicia eran magníficos, pero aquellos del Pirineo los superaban con creces. Cada pocos metros andados suponía ver una nueva postal, o mejor aun, ser el protagonista de un documental de esos del National Geografic.
Y de tanto mirar a un lado y a otro, deje de fijarme en las señales del Camino y en un pequeño cruce me metí por un sendero equivocado, porque cuando ya llevaba un buen rato andando, me extrañó que la vegetación fuera tan tupida, de manera que había que apartar ramas y follaje para poder avanzar. Con lo que, vuelta atrás, y jurando en arameo por el kilómetro extra que me estaba dando sin necesidad, volví de nuevo a la ruta correcta.
Estaba disfrutando mucho de aquel tramo de la etapa. Creo que quedó claro en algunos de mis capítulos por Galicia, que me encanta andar por los bosques. Pero poco a poco iba añorando la compañía de mis queridos amigos del primer año. Era la única pega que podía ponerle a aquel esplendido día.
En Burguete, un precioso pueblo navarro, me detuve a desayunar, y tras un buen café con leche y un bocata de jamón, reinicie la marcha y el caminar entre frondosos arboles, lo que iba a ser la tónica de aquel día.
Me hubiera gustado mucho tener mejores conocimientos de botánica, o ser un poco mas de campo, y conocer las diferentes variedades de árboles y de plantas que me estaba encontrando. Recuerdo especialmente unas hojas que en principio me obstiné en pensar que era muérdago, cuando en realidad era acebo. Pero sobre todo, el haber sido mas de pueblo me hubiera servido para ahorrarme una nueva jaimitada, que me surgió unos kilómetros mas adelante. Fue cuando alcancé de nuevo al matrimonio español de la salida de Roncesvalles, y los encontré detenidos al borde de una zona boscosa cogiendo de unas altas matas unas bayas, azules unas y otras rojas, de las que la mujer tenía ya una cantidad considerable en una bolsa de supermercado. Yo volví a saludarles e hice ver que continuaba mi camino, pero tras subir una pendiente, seguir un recodo de la senda y perderlos de vista, encontré una nueva mata de aquellos frutos, y tras arrancar unos cuantos, directamente me los metí en la boca y mordí aquello que suponía debía ser el fruto de la pasión.
Un par de kilómetros después, aun seguía escupiendo restos de bayas, pero no conseguía quitarme aquel horrible sabor de la boca. Lo que me había comido era como cuarto y mitad de endrinas silvestres.
Días mas tarde supe que aquello no era comestible. Que solo servía para producir el famoso Pacharán navarro. Que aquellas pequeñas bolitas de colores, se dejaban durante varios meses sumergidas en anís, y que una vez pasado ese tiempo se tiraban y se embotellaba aquel licor resultante, con su sabor y color tan característico.
Creo que fue también ese día cuando tomé la solemne determinación de no meterme en la boca nada que no estuviera expuesto en las estanterías del Carrefoure, y con su etiquetado correspondiente, a poder ser en castellano.
Cuando iba escupiendo, y poniendo caras cada vez mas raras, no podía imaginar que seis meses después tendría en mis manos una botella con aquellas mismas bayas que aquella señora iba recogiendo al borde del Camino.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Roncesvalles

El taxista era muy simpático, y me fue dando conversación durante la subida. Con lo que me iba a cobrar aquel cabrón por el viaje, no solo me podía dar palique, sino cantarme gregoriano. Me dejó a la entrada de la pequeña localidad sobre las siete y media de la mañana. No sé que me pensaba que era Roncesvalles, pero me defraudó un tanto. Nada abierto para poder desayunar ya que el único hostal abría a las 9, y prácticamente nadie por la única calle que era Roncesvalles, señal de que los peregrinos ya habían iniciado la etapa y yo era de los ultimos. La enorme Colegiata dominaba con su imponente presencia, cuando el sol apenas despuntaba, pero no encontré modo de entrar por si tenía algo de interés para ver. Igual me sucedió con su iglesia que alquel día y a esa hora también estaba cerrada. Sabía sin embargo que allí estaba el sepulcro del Rey Sancho III de Navarra y que su claustro era una verdadera maravilla. Me limité a sacar fotografías de los alrededores, y en eso estaba, cuando vi a tres peregrinos que querían hacerse una foto frente a la colegiata. Vi oportunidad de que estos me hicieran una foto a mi con mi cámara pero cuando, por señas, les indique si querían que les hiciera a ellos una, el hombre, que se había dirigido a sus dos compañeras en inglés, me miro como si le fuera a robar la cámara, con lo que los dejé por imposibles y continué mi exploración. Días después volvería a ver a las dos jovenes, incluso a tratarlas un poco. Una, Rafaela, muy jóven, era holandesa. La otra, Misi creo que australiana o canadiense y a pesar de ser treintañera, tenia ya todo el pelo de color blanco, lo que a mi me parecio un aspecto muy sugestivo. Sin ser una belleza, que no lo era en absoluto, le encontré un cierto atractivo.
Visité el Silo de Carlomagno desde su verja cerrada y fotografié la Iglesia de Santiago y el monumento a Roldán en su batalla con el moro Ferragut, y ya me disponía a empezar la marcha con, creía yo, que todo visto, cuando reparé en una persona que salía de un caserón enorme. Me acerqué hasta allí y comprobé que era un albergue privado, llévado por hospitaleros extranjeros, que ya tenían medio recogido y ordenado el albergue para el nuevo día que recién había empezado. Uno de ellos era francés y le pedí que me hiciera una foto a lo que accedió amablemente, y al ver que tenían algunas cosas a la venta, decidí comprar un bordón ya que el del año anterior había decidido no llevarlo este año por lo engorroso del transporte en el viaje. El nuevo bordón, mas ligero y menos aparatoso, tenía además una pequeña brújula en su empuñadura. Nunca he conseguido orientarme con una brújula, tampoco es que haya tenido nunca necesidad, pero no sabría que hacer con ella salvo ver como la aguja tiembla y se mueve en todos los sentidos. Pero yo me había agenciado un bordón con aquel instrumento que era lo que contaba.
Cuando volví a salir, me entraron de nuevo las prisas, el estress. Decidí salir de allí y empezar a andar. Seguro que de haber llegado a otra hora, con algo mas de actividad o de peregrinos por el pueblo, y sobre todo con posibilidad de haber visitado alguno de los edificios o iglesias, mi impresión hubiera podido ser diferente. Los peregrinos que llegan andando desde Saint Jean-Pied-de-Port, en territorio francés, lo hacen no antes de las dos de la tarde y tras un durísima etapa de ascensión a los Pirineos. Los que llegan en autobus desde Pamplona suelen hacerlo sobre las 5 de la tarde.
También es posible que no llegara allí con la suficiente información de lo que iba a encontrarme, pero mis expectativas iniciales quedaron algo defraudadas. Curiosamente, el año anterior un sitio poco renombrado como O'Cebreiro me dejo anonadado, y en estilo "cheli"... flipando en colores. En cambio Roncesvalles, un lugar mas conocido o que al menos a todos nos suena, me dejaba un tanto frío. En "cheli"... ni fu ni fá.
Pero aquello no era mas que le principio. Conocedor de que me esperaban bosques impresionantes y de fantasía, me corría prisa iniciar la etapa. Empezar mi segundo año en el Camino.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Todas mis fotos en PICASA

Tras intentar colocar alguna foto en cada una de mis entradas, con fracaso tras fracaso en los intentos, he decidido colocarlas todas en Internet, para que quien tenga curiosidad y desee visionarlas pueda hacerlos libremente. De momento solo he creado dos álbumes, con aproximadamente 600 fotos de mis dos primeros tramos. O'Cebreiro-Santiago y Roncesvalles-Logroño. Prometo ir completando en fotos todo mi periplo peregrino con la inclusión de los dos últimos años e incluso con vistas de las etapas del Camino del Sureste.
Por tanto, y a pesar de que la dirección estará siempre visible en MIS FAVORITOS en la pestaña correspondiente del blog, os dejo aquí la dirección: http://picasaweb.google.es/peregrino5801
Y puesto que estamos en fechas, DESEO A TODOS MIS VISITANTES UNAS MUY FELICES NAVIDADES Y UN BUEN AÑO 2008.

Por fin consigo un autobus

El bochorno y la verguenza que sentí aquella noche, sentado en el sofá de casa y vestido de niño explorador fue tremenda. Mas rabia me dio cuando se enteraron de mi "pequeño lapsus" mis amigos del Camino. Yo, que para ellos era el paradigma de la organización. Cayó un mito, entre las risas de los ovetenses y la rechifla de las granadinas.

MªDolores se puso a llamar a aeropuertos y estaciones por ver de conseguir un pasaje hacia Pamplona, supongo que por hacer algo y no echarse a reir, descojonandose de mi prepotencia. Logícamente, a media noche nadie me iba a dar solución, con lo que optamos por acostarnos, pensando que al día siguiente habría mas suerte. Creo que tuve pesadillas, en las que veía a infinidad de conductores de autobus arrancando sus vehiculos con sonrisita burlona y dejándome a mi en tierra... así toda la noche.

A la mañana siguiente, volví a la estación y con algo de suerte conseguí un nuevo billete para aquel día. A las 20 horas, o sea... a las ocho de la tarde, esta vez solo pues a MªDolores le daba la risa cada vez que nombrabamos algo terminado en "bus", subía y me aposentaba en mi asiento, junto a un morito que iba a San Sebastian. En eso que dos policias de paisano subieron y tras una ojeada al personal, la mayoria jubilados vascos que volvían de sus vacaciones, le echaron el ojo a mi Mohamed, y le pidieron los papeles. Yo me quedé quieto como una estátua de sal, mientras llamaban por radio pidiendo informes. Iba yo pensando, "para mis adentros" que con la suerte que estaba teniendo aquellos días y con lo morenito que estaba al final del verano, al siguiente al que pillaban, y mandaban directamente a galeras, era a mi confundiéndome con un terrorista islámico. Pero por la pinta que llevaba de boy scout me dejaron en paz. Le devolvieron los papeles al magrebí y nos desearon buen viaje, con lo que el autobus arrancó. El caso es que debieron cachear al morito, porque llevaba un sospechoso bulto envuelto en papel albal. Y a la altura de Benidorm, el tipo lo abrió... era su bocadillo para la cena... pero el olor a forticimas especies de lo que se iba a comer me revolvieron las tripas. No era una bomba, de acuerdo, pero yo a aquel olor lo consideré como elemento nocivo y peligroso. Eso sí, el chaval muy atento, me hizo signos de si quería compartir su cena. Aquel desagradable olor estuvo flotando en el ambiente todo el viaje, que por cierto, duró nueve horas, con un par de paradas, una de ellas ya en la provincia de Teruel, donde no tuve mas remedio que aliviar mis maltrechos intestinos.

No puedo dormir en los viajes. Yo, si no es en una cama no consigo conciliar el sueño, o eso creía yo hasta que al día siguiente llegué a Zubiri. Por lo que estuve pensando en mis cosas, y una de ellas, tratando de ponerle buena cara a lo sucedido la noche anterior, era que despues de todo había tenido algo de suerte, pues aquella mañana en Roncesvalles habían caido 146 litros por metro cuadrado de lluvia. Andar con aquel tiempo era todo un problema, y si no, que se lo pregunten a mi hermana Isabel, que al año siguiente padeció algo parecido y en el mismo sitio.

La perdida del día por mi lapsus con las horas, quedaría compensado con aquel día que me sobraba. La parte negativa era que no podría visitar Logroño como era mi deseo.

A las 5 de la mañana, con un ligero chirimiri, que no duro mucho, llegaba a Pamplona. La estación de autobuses cerrada, como era de suponer a esa hora, el frío intenso que hacía, y la absoluta soledad y oscuridad que me rodeaba me hicieron moverme y empezar a andar. Primero sin rumbo, pero enseguida se me ocurrió que por que no hacer el recorrido del encierro de las Fiestas de San Fermín. Me orienté facilmente con un plano de la ciudad que llevaba conmigo, lo que hubiera devuelto mi imagen de tio organizado si mis compañeros del año anterior me hubieran visto, y me encaminé hacia la Cuesta de Santo Domingo.

Una vez hecho aquel mitico recorrido, que tantas veces he visto por televisión, pues soy de los que esa semana de Julio, encienden la tele todos los dias y no se pierden ni una retransmisión. Yo incluso me quedo a ver los anuncios de los esparragos y de los cascos de obras, marca Acme.

Traté de buscar un bar para poder desayunar, pero solo encontré pubs que empezaban a cerrar y jovenes, de aspecto un tanto punkie o tal vez arbetxale, que andaban con algunas copas de mas.

Y en aquel momento, al igual que el año anterior, me entró la nuera y el negativismo. El ¿que hago yo aqui? ¿quien me mandaría venir otra vez a esto? se fue apoderando de mi. Y como dos días despues, y sobre todo a mejor hora, debería volver a pasar por esas calles, decidí que quería ponerme cuanto antes a andar pero por el auténtico Camino. Sin esperar que abriera la estación, pillé un taxi en la puerta de un bar abierto, y practicamente sin negociar apenas los 62 euros que pedía por el trayecto le pedí que me subiera a Roncesvalles. Cuando arrancamos, me dí cuenta que mi estado de ansiedad era notable, ya que ni me había tomado aquel cafe con leche con el soñaba, ni había buscado la oportunidad de tal vez encontrarme en el bar con algun peregrino con el que haber compartido taxi.

El caso es que subimos hacía la zona de los Pirineos, y otra vez, como cada año, fui acojonándome de la distancia que debería hacer en los próximos dos días en sentido contrario y andando. Sin embargo, a medida que nos acercabamos, poco a poco mis animos iban cambiando y la idea de todo lo bueno que seguro me esperaba en los proximos días me iban tranquilizando, y a la vez haciendo trabajar la adrenalina. Ya estaba de nuevo en Ruta. Un año despues, pero con todas mis mejores esperanzas.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Nuevo proyecto

Al regreso de La Herradura, con el animo por las nubes por el contacto con mis buenos amigos, me puse de lleno a planificar mi siguiente tramo del Camino. El tramo elegido era Roncesvalles-Logroño.
Pero antes deberé señalar que de las fotos hechas en Granada mandé algunas a Martin por correo electrónico. Cual fue mi sorpresa al recibir su contestación, en la que me decía que había sentido envidia... y bla,bla,bla... y que veía que habíamos comido... un espetó de sardinas y migas !!! El "jodío" escocés, con solo unas pocas fotos había reconocido la comida. Y lo mas chocante... sabía lo que era un espetó, y conocía las migas de pan. Yo siendo nacional, creo que en alguna ocasión había probado las migas, pero desde luego desconocía hasta hacía solo uno días lo que era un espetó de sardinas. Cuando les conté aquello a las granadinas, a ellas no les extrañó, pues sabían que Martin había pasado alguna que otra temporada por la costa andaluza.
Desgraciadamente, aquel fue el ultimo contacto que tuvimos con el británico, debió cambiar de correo y de número de móvil, por que ya nunca mas contactamos con el.
Pero volviendo al proyecto, como la vez anterior me surgía alguna duda. Como llegar hasta Pamplona era relativamente fácil, pero no tanto el subir hasta Roncesvalles.
Un tiempo después y por casualidad, un proveedor y amigo de la empresa en la que trabajo me saco de dudas. Este amigo, David, siendo de San Sebastián tenía por costumbre cuando viajaba a su tierra tomar un autobús que pasaba por Alicante (creía recordar que sobre las 10 de la noche) y paraba en Pamplona. Desde esa estación un nuevo autobus hacía el recorrido hasta Roncesvalles. Incluso lo de que saliera a las 10 de la noche me podía venir bien por temas de logística en el trabajo.
Una rápida visita a la estación de Alicante me sacó de dudas, y efectivamente, existía aquel bus, y no solo eso sino que la misma compañía cubría el trayecto de vuelta desde Logroño hasta Alicante, con lo que no me preocupé mas de ese tema.
Con la experiencia del año anterior, todo lo demás fue cocer y cantar. Las etapas eran perfectas con kilometrajes no muy largos, y hasta me podía sobrar un día para pasarlo en Logroño y conocer la ciudad.
Los primeros días de Septiembre conseguí mi credencial en mi Asociación y compre los billetes de autobús. Pero confiando en lo dicho por mi amigo David, con respecto a que el bus salía a las 10 de la noche, solo le dí una ligera ojeada a aquellos billetes, casi sin mirar la hora impresa... las 20 horas.
Y llegó el día 8 de Septiembre fecha de mi partida. Muy previsor yo, acudí en compañía de MªDolores hasta la estación sobre las nueve y cuarto de la noche, y nos pusimos allí a esperar.
Hasta las diez y cuarto casi ni me preocupé, pues el autobús, que venia de La Manga del Mar Menor en Murcia, podía venir con retraso. Las alarmas sonaron hacía las diez y media,
! Aquello si que era raro ! A todo esto MªDolores guardaba un respetuoso silencio, pero a las once menos cuarto de la noche ya no pudo aguantar y preguntó si yo estaba seguro que la salida era las 10. Aquella muestra de desconfianza hacía mi me molesto profundamente, y ya iba a contestarle alguna grosería de las mías, cuando de pronto se me hizo la luz. Fue como un rápido destello que paso por mi cabeza... luego !!! la oscuridad mas absoluta ¡¡¡ Sí, queridos lectores, yo, lo mas listo que haya parido madre... había confundido las 20 horas con las 10 de la noche, y el autobús había salido sin mi, a su hora, las ocho de la tarde. Me había quedado en tierra, tras varios meses de exaustiva preparación de mi viaje.
Como una autentica culebra coreana, agaché la cabeza y "tiré palante" de regreso a casa. María Dolores, mujer sensata y comedida donde las haya, no hizo leña del árbol caído... hasta pasadas un par de horas, lo que agradecí en el alma.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

A "Anonimo" y a Rafa de Almeria

Me encantan los comentarios, pues me dan ocasión para hacer un alto en la narración, y tratar otros temas. Deberé ante todo agradecer a Anónimo por sus visitas al blog, y contestando, decirte que efectivamente le doy mucha importancia a los amigos. Existe un dicho que pienso que lo expresa a las mil maravillas: "Quien tiene un amigo, tiene un tesoro". Un tópico. Una frase hecha, pero que encierra una verdad como una catedral de grande. Después de la familia, a la que tu no eliges pues te viene dada, ¿quien mas llena tu vida? ¿quien comparte tus alegrías, tus momentos de ocio e incluso los malos momentos? Los amigos sin duda. Y además los puedes elegir tu mismo. Es un tópico también que en cada familia, uno tiene un cuñado al que hay que echarle de comer aparte. Algunas veces, las menos, en los malos momentos quien suele darte tu apoyo, quien se preocupa mas por ti y trata de ayudarte suele ser aquel amigo que tu no esperabas que se comportara mejor que algunos de tu propia familia. Ya digo... las menos, pero suele ocurrir.

Por mi forma de ser, le doy una enorme importancia a la amistad, y suelo ser uno de esos de los que se dice: Es muy amigo de sus amigos.

Pero no creas que esto me ha venido por hacer el Camino de Santiago. En el Camino siempre he tratado de cultivar amistades. Pero creo que esta forma de ser mía, se debe de una anterior etapa de mi vida. Concretamente de cuando practicaba baloncesto en mi club, el Club Atlético Montemar de Alicante. El espíritu de jugar en equipo desde muy joven, codo con codo, con tus compañeros sin darte cuenta te forma también como persona y te imprime el caracter. También se suele decir de cierta gente en el terreno deportivo: "Es un hombre de equipo" y en eso me convertí yo, pues tras dejar la practica deportiva continué trabajando en aquel club en otros menesteres.

Cuando Rafa, de Almería, comentaba ayer en el blog que no veía bien que las granadinas anduvieran haciendo turismo por su cuenta, montando en avionetas, retrasándonos en nuestro ritmo, tiene toda la razón. Lo lógico hubiera sido no esperarlas, continuar y que fueran ellas las que nos alcanzaran o nos buscaran en el final de la etapa. Pero tanto a mi, como a Alberto y a MªJesús, nos ocurría algo extraño y dificil de explicar con palabras. Si las granadinas nos estaban con nosotros era como si nos faltara algo. Y a pesar de que pueda parecer que eran unas pesadas e iban a su bola... y efectivamente lo eran... era como si el grupo que formábamos y que tan bien nos iba, estuviera roto y debíamos esperarlas para recomponerlo. ¿Es eso amistad? Pienso que si. No era imprescindible esperarlas... pero lo hacíamos para poder disfrutar de su compañía, de sus ocurrencias, de su eterno parloteo.

Rafa... recuerdo, en tu primer Camino, el que hicimos juntos y que pronto relataré en estas paginas, que por las molestias que acarreabas en una rodilla tu no podías seguir nuestro mismo ritmo, y siempre te quedabas atrás. Pero siempre te esperábamos, bien en un bar del camino tomando un refresco, bien a la entrada de un pueblo para comer todos juntos, y siempre al final de la etapa para entrar en el albergue y tener sitio todos juntos. Tu mismo nos pedías que te dejáramos andar a tu propio ritmo, pero nosotros conseguíamos que en algún momento nos alcanzaras... por que sin ti faltaba algo. ¿Quien nos tenia que contar aquellos chistes tan graciosos o los skechs de Faemino y Cansado? ¿Quien? No te olvidabas ni una coma. Incluso cogías alguna ramilla de alguna planta para simular el eterno cigarrillo de Faemino (la copa de coñac hubiera sido ya demasiado) Nos faltaba nuestro Rafa, nuestro amigo... el que completaba el grupo.

Yo mas bien creo que: "Dios los cría, y ellos se juntan". Y que unos seres maravillosos, cada uno de una manera de ser, cada uno con su propio carácter, pero todos sin igual, se me juntaron sin saber porque, y yo simplemente me aproveché para hacerme amigo suyo. Disfrutar, en una palabra, de su amistad.

Anónimo pregunta si me gusta ir solo o prefiero la compañía de gente que ya conozco. Pues la verdad es que prefiero la compañía de mis buenos amigos, sin lugar a dudas. De hecho, con Rafa teníamos el proyecto, este mismo año, de haber andado juntos por Francia, pero al final no pudo ser. Estos días he podido morirme de envidia leyendo sus peripecias, aventuras y alguna que otra desventura, en dos o tres de sus etapas por Francia entre Septiembre y Octubre, y que relata magistralmente a pesar de ser aun un borrador en su Diario. ! Lastima que debido a sus estudios no pueda abrir su propio blog y todos pudiéramos leer de sus vivencias en el camino !
Este mismo año, he podido hacer el tramo entre Burgos y Leon con otros amigos mios y de Rafael, que muy pronto iremos conociendo ya que, cronológicamente, se acercan mis etapas por Navarra en las andamos juntos. También en esta ocasión conseguí, por fin, que mi mujer nos acompañara en al menos una etapa. Esta era una ilusión que tenía. Que mi mujer me acompañara y finalmente pudo hacerse... y espero que tengamos una nueva ocasión de andar juntos. Aunque ella no lo sepa, practicamente ha echo el Camino conmigo todos estos años, ya que cuando voy caminando en solitario, ensimismado en mis pensamientos o penando por llegar la final de una etapa, voy hablando mentalmente con ella, como si estuviera a mi lado. Es una forma de evadirme que he adoptado para liberarme de malos pensamientos, negativismos que te asaltan cuando las cosas vienen mal dadas. Pero si lo pienso bien, debe ser algún juego del subconciente que aflora, cuando lo que realmente me pasa es que la añoro, la hecho de menos y me gustaría que disfrutara conmigo de este Camino.
Pero cuando no puedes coincidir con los amigos, pues salir en solitario tampoco esta tan mal. Quiero decir que, empezar algo en solitario no es ningún drama. Mira bien que digo "empezar" porque, una vez en la ruta, es solo cuestión de tiempo encontrar amigos con los que hacer un buen y agradable grupito.

martes, 18 de diciembre de 2007

Viaje culinario

Pero vayamos por orden. Nada mas terminar con los abrazos y dejar las cosas en el apartamento nos encaminamos a casa de los padres de MªAngustias, una sencilla vivienda en pleno casco antiguo de La Herradura, con un lindo jardín donde crecían flores y muchos y variados árboles tropicales, como chirimollos, nispereros, aguacates, ya que el microclima de la costa granadina es especial. La familia de Angustias, ya de por si numerosa, e infinidad de amistades nos esperaban para comer. También andaba por ahí el párroco del pueblo, que se apuntaba a un bombardeo siempre que hubiera comida de por medio. Esta consistió en una empetonada de sardinas al mas puro estilo andaluz, salmorejo y migas que se comieron con melón. A los postres fueron apareciendo mas amistades, una de ellas con una guitarra, con lo que empezaron los cantes. La charla fui muy agradable, solo empañada por las migas que iban hinchándose y produciendo cierto sopor en aquella tarde de principios de verano.
Algo mas tarde, Inma y Mari nos llevaron de visita turística junto con los ovetenses, y pudimos apreciar que, cuando por aquellas sendas gallegas, las tres nos decían que su pueblo era muy bonito, en absoluto mentían. La Herradura a pesar del turismo de playa que proliferaba por ahí, conservaba cierto sabor a pequeño pueblo marinero, solo empañado por alguna que otra construcción de apartamentos pero que no desentonaba como otras poblaciones.
Tuvimos poco tiempo para descansar. El justo para cambiarnos y encaminarnos a un restaurante junto a la playa para cenar. Las mujeres lucían bellísimas, las granadinas y MªJesús no me parecían las mismas, y me dí cuanta que, salvo a MªDolores, a las demás solo las conocía vestidas de excursionistas, con botas para caminar, simples camisetas y pantalones cortos y anchos.
Y de nuevo nos pusimos a comer a dos carrillos, cuando las migas aún se hacían sitio en nuestros estómagos. En esta ocasión la cosa consistió en un fresquito Ajo Blanco con trocitos de manzana, una variedad de foies y como plato fuerte un codillo de cordero al horno. Durante la sobremesa, que fue larga, propuse un nuevo tramo del Camino y expuse mis planes de caminar por Navarra, pero no debí hacerlo con el suficiente ahínco, ya que mis compañeros declinaron uno por uno la invitación, argumentando que era demasiado seguido al viaje por Galicia y que mejor sería dejarlo para mas adelante. De ahí, sin embargo, salió un proyecto de continuación hasta Finisterre ya que Mari quería cumplir con la vieja tradición de quemar las ropas junto al "finis terrae". Por lo que la cosa quedó aparcada, pero no olvidada, y ese tramo será sin duda algún otro año.
De nuevo en el apartamento, que compartíamos con Alberto y MªJesús, solo nos dio tiempo a una breve charla, que a mi me hubiera gustado hubiera sido mucho mas extensa. Pero Alberto debía madrugar al día siguiente, pues el se encargaba de la comida de ese domingo.
Por la mañana MD y yo nos levantamos algo tarde, cansados del viaje y del ajetreo del día anterior. Hicimos de nuevo las maletas, pues volvíamos a Alicante justo después de comer y salimos a desayunar. Dimos una pequeña vuelta por la playa y acudimos a la bonita iglesia del pueblo donde nuestras amigas ayudaban a la celebración de la misa de 12.
No nos dio tiempo a mucho mas, pues acabada la ceremonia religiosa nos encaminamos hacía la casa de la madre de Inma y Mari. Y vuelta a empezar, esta vez con diferente pero igualmente nutrida familia, y con casi los mismos amigos del día anterior, incluido el cura naturalmente. El lugar elegido para la comida fue el patio delantero de la casa, donde se habían colocado la totalidad de mesas y tableros de la casa bajo una tupida parra. La casa de Mari y su madre, elevada en una pequeña loma, tenía una vista soberbia de la bahía y del pueblo desparramándose hasta la orilla del mar.
Y por fin Alberto y MªJesús aparecieron con dos magnificas ensaladas y una enorme olla de "faves" como las llamaban ellos, con una también enorme fuente con todas las carnes y embutidos de una fabada. Lacón, chorizo y morcilla, tocino... un auténtico festín para la vista y para el estomago. Aquello estaba de puro vicio... como para guardar régimen. El cura repitió como cuatro veces. Una mas que yo. Y de nuevo la tertulia se fue animando mientras degustábamos el postre preparado por Mari, un sorbete de limón preparado en un recipiente industrial de unos 25 kilos, con no se cuantos botes de leche condensada. Mi diabetes protestando, pero yo dale que te pego. Nuevos familiares y amigos fueron llegando y aquello se convirtió en algo multitudinario, un rato muy agradable, solo ensombrecido por la hora de marchar de vuelta a "la terreta" y las cuatro horas viaje que aun nos esperaban.
Recuerdo, cuando con el coche ya enfilábamos la carretera, a todos mis amigos, desde aquel pequeño cerro donde estaba situada la casa, despidiéndonos con las manos en alto. Una imagen que se me quedó grabada en la retina, y que cuando vuelve a mi memoria, me da una especial alegría por contar con tan buenos y desinteresados amigos. Y desde ese día, también amigos de mi mujer.
Había valido, y mucho, la pena de tan largo y fatigoso viaje. Aquel reencuentro había fortalecido nuestra ya de por si magnifica amistad. Y no sería aquella la ultima vez.

Reencuentro con los compañeros

Al final de la primavera, 6 meses después de regresar, me volvió el gusanillo de la peregrinación. Solo faltaban unos meses para mis vacaciones de Septiembre y me puse manos a la obra de planificar mi nueva salida al Camino. La decisión estaba ya tomada desde aquel día en que le prometí al Apóstol que volveríamos a vernos, y si bien aun no he cumplido con mi promesa dada, mi intención era la de empezar mi nueva andadura desde Roncesvalles, y poco a poco, un tramo cada año acometer la totalidad de la ruta que transita por territorio español, hasta cumplir con la promesa, de nuevo en Santiago.
Pero en el mes de Junio recibí una llamada de mis amigas Inmaculada, Mari y Angustias, las granadinas "peregrituristas" como las llama en sus comentarios el amigo Rafa de Almería. Me anunciaban que Alberto y MªJesús pasarían una semana de sus vacaciones en La Herradura, con lo que se hacía imprescindible que yo también bajara para poder reunirnos de nuevo en su pueblo.
Para mi fue una ocasión que no se podía desaprovechar. ! Volver a ver a mis buenos amigos, estar al menos un día con ellos y echarnos unas risas ! Incluso cabía la posibilidad de lanzarles el guante, y que realizaran de nuevo el camino conmigo ese año. Además, la ilusión de que mi mujer viniera conmigo, conociera a aquellas buenas personas, que ellos conocieran a su vez a"La Princesa", como siempre la he llamado cariñosamente, y de paso fuera entrando en nuestro ambiente, y ¿quien sabe? tal vez conseguir que con el tiempo se embarcara en la aventura.
Y el 18 de Junio, tras cuatro horas de viaje que no sentaron nada bien a MD, poco dada a los viajes, llegábamos al precioso pueblecito costero, y me abrazaba de nuevo con mis amigos.
Las granadinas nos tenían preparado un intenso plan de vida en las pocas horas que íbamos a pasar en su feudo. Todo estaba pensado de antemano, cada comida, la cena, el alojamiento en un apartamento propiedad de Inma, incluso las visitas turísticas a la localidad... no cabía oponerse o se corría el riesgo de que se pusieran "tremendas" y eso es lo ultimo que se debe hacer con estas mujeres.
La emoción de reencontrarme con mis amigos fue muy intensa. No parecía que hubieran pasado tantos meses desde nuestra despedida en la Rua Do Villar de Santiago, y nuestras conversaciones se convirtieron en un amasijo de recuerdos inconexos, un batiburillo de anécdotas que salían a relucir en tropel, a medida que uno refería aquellos días. Fueron unos momentos inolvidables. La ocasión no era para menos.
Incluso tuvimos la ocasión de hablar con Martin, el escocés, ya que Inmaculada tenía su teléfono y mantenía contacto con el. Cada uno de nosotros pudo echar unas frases con el, y a mi me expresó su envidia por el buen tiempo que nos hacía en España, ya que en su tierra el invierno aun no había desaparecido y se encontraban en medio de una fuerte niebla.
La foto escogida para acompañar esta entrada, puede que sorprenda a mas de uno, ya que no guarda relación con el relato, pero debo advertir que aquel viaje, se convirtió en una aventura culinaria, pues "las tremendas" debían vernos demasiado delgados, escuchimizados incluso, y nos cebaron a base de bien. Y en ello contribuyeron también Alberto y Mª Jesús, que habían traido de Oviedo todo el apaño para una autentica fabada asturiana. ! No podía ser otra cosa !

lunes, 17 de diciembre de 2007

Un año de espera

La frustración que sentí nada mas volver a casa fue otro de los aspectos del Camino que también aprendí. Frustración por no encontrar palabras para describir toda aquella belleza que había disfrutado. Desilusión por que mi mujer se cerró en banda y rechazó de plano mi propuesta de que viniera conmigo en la siguiente salida. Comprendí que no todo el mundo siente la llamada de la Ruta Jacobea, y que no todos están preparados físicamente para acometer esa aventura y, que hablar de caminatas diarias de mas de 20 kilómetros a no todo el mundo le apetece, y al desconocer la verdadera dinámica, imaginan todo tipo de problemas, penalidades y sufrimientos. Y finalmente, frustrado por tener que esperar todo un año para poder volver al Camino. Recién descubierto, impactado gratamente y cuando todo aquello empezaba a ser de lo mas grato, el tener que cortar y sobre todo esperar 360 días para reiniciarlo, me sumió en un cierto abatimiento, solo roto por los continuos contactos vía e.mail con los asturianos, llamadas muy esporádicas con las granadinas, y sobre todo con la visualización de mis mas de 300 fotos de aquellos días. En cuanto a mi diario, trasladé los apuntes tomados en mi libreta y me limité a esbozar en el ordenador algunas ideas que me iban surgiendo, esperando que cuando el trabajo en la oficina fuera menguando, poder meterme de lleno a redactar todo lo que tenia en la cabeza.
Fue curioso como recuerdos que pensaba olvidados, anécdotas que no había apuntado en el momento, acudían con facilidad e iban engrosando mis apuntes. Las fotografías ayudaban mucho a ello, y era cuestión solo de ver alguna y un sin fin de detalles regresaban a la mente.
Tampoco tenía claro como enfocar aquello. Como ir relatando todo lo vivido con un mínimo de orden. Otro problema que me surgía era que si no encontraba palabras para poder contar tanta belleza, tanto arte, tantas gentes como había visto y conocido, mucho mas difícil me iba a resultar trasladarlo en letras.
Y por fin, varios meses después de mi regreso del Camino, cuando mi trabajo me dejó mas tiempo libre, me puse manos a la obra. Aquel compás de espera me había servido para estructurar mentalmente la forma que le daría a aquel escrito. Y nada mas sencillo para relatar aquello que hacerlo cronológicamente, tal y como había ido sucediendo. De manera lineal, paso a paso, y aprovechando mis numerosísimos recuerdos, con todos sus detalles. empecé aquella tarea, que si bien no me llevaba físicamente a la Ruta, al menos me la devolvía de cierta manera al rememorarla.
Vuelvo a decir que, cuando se tiene algo que contar y se hace con cariño, todo resulta muy fácil. En un par de semanas mi diario podía ya leerse. Cada día, casi sin fallar, aplicada y disciplinadamente, dedicándole un capitulo a cada etapa del Camino conseguí, en algo menos de 100 paginas relatar todo lo interesante que me había sucedido en aquellos días entre el Cebreiro y Santiago. Incluso los sentimientos y los problemas que me asaltaron en la fase de preparación de aquel proyecto. Incluyendo fotos al final de cada capitulo para darle mas vistosidad y asegurarme que quien leyera aquellas lineas no iba a sufrir mi falta de originalidad para describir paisajes, monumentos o incluso personas y algunas situaciones.
Fui aprovechando los correos diarios con los asturianos para remitirles el diario por partes, e imprimí una copia para las granadinas, a las que se lo envié por correo postal. Antes de ello había utilizado a MªDolores como correctora de estilo y comprobar que sensaciones producía su lectura a otras personas.
La cosa no fue tan desastrosa como había pensado en un principio. Al contrario, tanto MD como alguno de mis amigos me comentaron, que escribía mucho mejor que hablaba. Lo tomé como algo positivo, aunque bien pensado aquello no me dejaba en muy buen lugar. Todos solemos estar muy pagados de nosotros mismos, y una cura de humildad de vez en cuando nunca está de mas, y es mas llevadera cuando viene de personas queridas y que a su vez te aprecian.

jueves, 13 de diciembre de 2007

La maldición de los percebes

Once horas de tren dan para mucho. Para escribir en el cuaderno, para ver pasar el paisaje y para aburrirse un montón. Con lo que decidí que lo peor del Camino a Santiago para los del sur, son los viajes de ida y vuelta, salvo que se viaje en avión.

Todavía en 2004 se podía matar el tiempo fumándose un cigarrillo entre vagones, u ocupando insolidariamente el aseo para el disfrute del vicio. Hoy día te tiran del tren si te pillan. En uno de mis innumerables viajes al vagón restaurante entable conversación con un par de peregrinos que habían salido desde Roncesvalles, y contaban que en Navarra no habían encontrado un buen trato hacia los peregrinos, y que el ambiente entre los jóvenes estaba bastante politizado. Tomé nota del comentario para mi proyecto de próximos años, aunque no dí excesiva importancia al hecho.
Las horas pasaron muy lentamente, lo que me dio tiempo a hacer una profunda reflexión sobre aquello de "Papa, ven en tren"... y no conseguí encontrarle mucho sentido.
Pero finalmente, a las ocho de la tarde entrabamos en Alicante y, !! sorpresa ¡¡, mi mujer y Alvaro me esperaban en la estación. Y tras la foto de rigor, iniciamos el regreso a casa en el que yo debí intentar contar todo lo acontecido en mas de una semana, en apenas unos minutos. Mi ansia por relatar toda la aventura generó una verdadera incontinencia verbal, y al mismo tiempo mis primeros síntomas de frustración al no poder relatar con simples palabras toda la emoción que me habían hecho sentir aquellos días en el Camino.

Ya en casa, fuí sacando los regalos que había traído para mis seres queridos y observando las miradas ilusionadas a medida que desenvolvían los paquetes. Y para terminar... ¡¡¡ Chachán, chachán ¡¡¡ (ruido de fanfarrias)... saqué la bolsa de los percebes. Ante mi estupor, las sonrisas se apagaron y las caras cambiaron por rictus indefinidos pero nada alagüeños. MªDolores se negó en redondo a comerse aquellos bichejos tan feos y, según ella, asquerosos. No salía de mi asombro... ni siquiera probar uno por darme gusto a mi. Después de la movida que había tenido que realizar yo para traerlos, sin contar lo mal que debían haberlo pasado los animalitos durante el viaje... MD y yo nos solemos enfadar tres veces al año, y los enfados no han pasado nunca mas allá de los 5 minutos. Aquella noche tuvimos nuestros 5 minutos... y yo además una indigestión, porque tuve que comerme yo solito todo el paquete. Eso si, cocidos durante 20 minutos y con su puñadito de sal, tal y como me había aconsejado la gallega... que crudos.... son aun mas indigestos.

No creo que haga locuras por comer percebes en adelante, tampoco me parecieron tan extraordinarios. Pero si lo hago, recordaré siempre aquel episodio, del que solemos reírnos en casa a mandíbula batiente. MD con cierta actitud numantina, recordando que se resistió y no transigió.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Regreso a casa

Como un zombie me levante de la cama aquella mañana. Aun me quedaban dos horas para el tren pero no podía demorarme mucho. Una buena ducha, terminar de hacer la mochila, y salir a desayunar fue lo primero del día. Tuve la precaución de comprarme unos bocadillos para el viaje de casi 11 horas que me esperaba, y aun tuve la ocurrencia de pasarme por la Catedral, para un breve rezo y prometerle al Apóstol que, a no tardar, volveríamos a vernos. La experiencia había sido estupenda y ya en aquellos momentos sabía que no iba a ser mi ultima salida al Camino de Santiago. Debía de madurarlo, pero la determinación estaba tomada.

Regresé rápidamente al hotel, conseguí no olvidarme de los percebes y cargue con ellos, y bajé para pagar mis estancia en el hotel y que me pidieran un taxi. Finalmente compartí el taxi con una peregrina jovencita de Madrid y tras un buen paseo en el coche llegamos hasta la estación. Cuando el tren, a su hora, salía de Santiago, pude ver por las ventanillas las torres de su Catedral, y en ese momento empecé ya a sentir la morriña de los gallegos cuando dejan su tierra. Pena por dejar aquellos paisajes y aquella simpática ciudad en la que tan bien lo había pasado aquellos días.
Pero también sentía alegría por volver a mi casa y volver a ver a los mios. En especial a MD a la que había echado mucho a faltar. Casi sin querer, me puse a pasar revista a aquella maravillosa semana. Esta si había sido Una Semana Fantástica, y no la del Corte Ingles.


Me sorprendí recordando como había andado a veces, ensimismado en mis propios pensamientos, y de como en mi mente era como si hablara con MªDolores, mi mujer, y le fuera comentando este paisaje, aquella cuesta pronunciada, cuidado con esa vaca, no pises la cagada del pobre animal... sin duda era una necesidad que tenía de haber podido compartir con mi compañera aquellos felices y singulares momentos. Recordando aquellas peripecias hasta las cagadas de vaca me parecían magníficas (al menos enormes). Incluso los kilómetros extras que había tenido que recorrer para recoger mi bordón olvidado en la ultima parada realizada, desandando lo avanzado, se me antojaban graciosos y bien aprovechados.

No estaba en absoluto arrepentido de haber iniciado aquella aventura que ahora tocaba a su fin. Bien al contrario, hubiera deseado en esos momentos haber podido continuar muchos mas días. Que lejos tenía ahora aquellas dudas iniciales, y esos miedos a lo desconocido. Que lejos la niebla de Sarria recién bajado del tren.

Aproveché las largas horas de viaje para escribir notas en mi cuaderno, dejando que mi memoria rememora anécdotas y situaciones con las que dar forma después a mi diario. Y mira por donde... para poder ahora escribir aquí parte de todo aquello.


martes, 11 de diciembre de 2007

Noche de fiesta

Aun resacoso por el vinillo, pero ya mas descansado, salí he hice compras de ultima hora. Después de andar mas de una semana mi cuerpo no se resentía en absoluto, sin embargo la Visa empezaba a tener agujetas de tanto entrar y salir de los cajeros. Y máxime cuando compré el regalo de MªDolores, un magnifico collar de azabache, pero aquel era uno de los gastos mejor realizados ya que mi mujer se lo merece... simplemente por aguantarme.


Llamé a Rafa, el ovetense y quedamos para cenar en el famoso restaurante Casa Manolo, famoso al menos entre los estudiante y peregrinos por lo barato de sus menús y el ambiente que da su moderno diseño, totalmente fassión. Una vez conseguida mesa, cosa que no fue fácil, y haber cenado muy a gusto, nos enrollamos a hablar con el encargado de lo mal que le iba al equipo de fútbol local, el Compos. Tema manido, pero que te da mucho juego para iniciar conversación con desconocidos.

Rafa había quedado allí con Martin, y me anunció que nos íbamos de juerga por los pubs del casco antiguo. Y ahí nos tenéis en la foto. Yo algo retrasado y manteniendo el equilibrio gracias a que me cogía a la barra. Rafa, impertérrito con su inevitable Ducados en la mano. Yo fumo mucho, pero debo reconocer que Rafa me superaba con creces, y me asombraba que durante las marchas no perdonara y dejara el cigarrillo. Martin, el escocés, como el que no ha roto en su vida un plato, posando aun con sus pantalones cortos y su riñonera. El elemento de la camiseta negra solo es un buitre que intentaba aprovecharse del tirón de nuestro escoces, que las mataba callando y tenia a todas las jovencitas rendidas a sus pies, y aunque esta foto pueda hacer pensar que eramos cuatro gatos, no menos de 15 chicas nos acompañaron a los numerosos garitos que recorrimos, y todas encariñadas con el pecoso extranjero.

Con un par de gin tonics... justo mi limite para empezar a hacer tonterías, y siendo mas de las tres de la madrugada, con solo unas pocas horas para descansar, pues mi tren salía a las 9 de la mañana siguiente, me despedí de mis dos amigos, con la esperanza de que pudiera ser que nos volviéramos a volver a encontrar.

De Rafa, nada mas supe de él, salvo por Alberto y MªJesús, que lo encontraron al año siguiente por su hospital a punto de iniciar el Camino del Norte. De Martin, si tuve noticias... pero no adelantemos acontecimientos. Roto por el cansancio y algo achispado me dirigí al hotel, pedí a la recepcionista que me despertara a las 7, metí como pude mis cosas en la mochila y me deje caer en la cama para dormir unas horas.

Por fin... la mariscada

Después del penoso episodio de los percebes, me encaminé hacia el Museo de las Peregrinaciones donde vi los números objetos expuestos, todos relacionados con el Camino de Santiago. Incluso una exposición itinerante sobre una inquietante peregrinación a la laguna de Saint Jacques, en Haiti, donde predominaban aspectos del vudú, mezclados con algo de religión católica. Digo inquietante, ya que muchas de las imagenes, todas en blanco y negro para añadir dramatismo, eran de negros en trance, revolcándose en el barro de las charcas, y varias de ellas en el momento de algún tipo de sacrificio de unos bueyes, justo cuando les rebanaban el pescuezo y la sangre manaba a borbotones. No entendí muy bien que hacían esas fotografías tan horripilantes, y la única conexión que le encontré fue la coincidencia del nombre de Santiago.
Para quitarme el mal sabor de boca que me habían dejado esas imagenes, me encaminé hacia la Rua do Franco, donde nada mas sentarme y ver la carta, me pedí una mariscada. El camarero con gesto compungido me dijo que las mariscadas eran para dos personas, no me hizo falta decirle que había estado a punto, un par de horas antes, de comerme mas de medio kilo de percebes crudos, ya que acto seguido me dijo que tal vez, si me lo tomaba con calma, podía comerme una yo solo, y pasó la comanda. A la hora de preguntarme por la bebida, y pedirle yo una botella de agua, puso de nuevo mala cara. Para no provocar un conflicto le pedí un vasito de vino, a lo que me contestó que mejor una botella pequeña de Alvariño... y así quedamos.
Cuando me llegó la mariscada comprendí lo que me había querido decir con la calma. Dos enormes vieiras en salsa, dos nécoras, varias cigalas, suficientes langostinos y camarones o quisquilla como para resistir un asedio, y para acabar cantidad de berberechos y algunos mejillones.
Por aquello de la calma, pensé en no comerme ni mejillones ni berberechos, pero poco a poco, poco a poco... acabé con toda la fuente lo que me ganó la admiración y las felicitaciones del camarero que había estado vigilándome cada vez que pasaba por mi mesa. Hasta el medio de litro de Alvariño, tan suave y fresquito, cayó aquel día. Tras el postre, que consistió en un trozo de tarta de Santiago, para acabar de empacharme, salí a la calle haciendo eses. Poco acostumbrado al vino, conseguí llegar a dura penas al hotel donde rematé la faena con una siesta del 12. Cansado, mareado, pero feliz y satisfecho por el deber cumplido.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Los percebes

Ya sin mis amigos mas queridos, salvo Rafa y Martin que aun estaban por ahí, decidí patearme Santiago, salir un poco del casco histórico. Siempre me ha gustado andar a mi bola por las ciudades que visito y curiosear por sus calles libremente, con que tras desayunar cerca de la Alameda, comprar unos decimos de lotería de Navidad, por si el Apóstol se marcaba un detalle (no se lo marcó finalmente) y sacar dinero de un cajero, me afané en la visita.
Tras unas 3 horas de andar sin rumbo, pero disfrutando el momento, llegue hasta el mercado Virgen Da Xerca. Nunca me pierdo una visita a un mercado. Me encanta ver los géneros expuestos en los mostradores, todos los colores y hasta olores que despiden. A la entrada unas paisanas gallegas, con sus pañuelos negros en la cabeza, vendían sus cuatro hortalizas cultivadas en sus huertos. Algunas señoras hacían sus compras, y a pesar de la hora temprana el bullicio era el característico de estos sitios de venta.
Antes de continuar, deberé explicar que a pesar de mis años, jamás había comido percebes. Verlos, los había visto, pero desconocía que se comía de aquel bichito, y mucho menos, el como.
En este punto, me encaminé hacia la zona de los pescados, con la seguridad de que vería variedades muy diferentes a las que estamos acostumbrados los de la zona mediterránea. Efectivamente, y a pesar que predominaban las merluzas y rodaballos, conseguí ver pescados curiosos y sobre todo comprobar como en cada lugar los nombres de las especies cambia, y estando en Galicia, con una lengua propia, muchos de los nombres eran curiosísimos.
Pero al llegar a los puestos especializados en marisco, fue donde mas disfruté. Camarones, carabineros enormes, gambas rojas, toda clase de cangrejos, nécoras, bueyes, navajas, almejas, berberechos, pulpos, calamares... una variedad inmensa allí expuesta y que haría la delicia de cualquier aficionado al buen comer.
Pero mis ojos se posaron en los percebes y me dije que, estando en esa zona de España, era la ocasión para conocer aquellos moluscos, y decidí comprar unos pocos. No sé muy bien que pensaba en esos momentos. Tal vez que comprando un puñadito podría salir de allí comiéndomelos como si fueran pipas. El caso es que le pedí a una dependienta que me pusiera un puñadito y le pagué. La "jaimitada" podría haber sido sonadísima si no se me llega a ocurrir preguntarle a aquella mujer, que como se comía aquello. Yo veía la uña durísima y el resto demasiado correoso para mis delicados dientes. Menos mal que pregunté, pues la joven me contestó que solo con un puñadito de sal y un poquito de agua hirviendo y en 15 minutos estaba.
¿Como que con agua hirviendo? Pero si yo me los quería haber comido allí mismo... Menos mal que pregunté o me habría dejado los piños masticando aquellas especies de piedras y además crudas ¡¡¡¡
Cuando me marchaba, giré la cabeza por si aun se estaban descojonando de mi en el mercado. Intenté buscar solución al problema de los casi cuarenta euros de percebes que llevaba a cuestas, y la encontré pensando en conservarlos en la neverita de bebidas de mi habitación, esperando aguantaran hasta la noche siguiente en que llegaría a casa. De haber estado mas cerca del mar, los hubiera devuelto a su hábitat natural por si les daba por volver a arraigar, y es que... lo que no pase a mi.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Primeras despedidas

Nada más salir de misa, nos fuimos hasta un pequeño bar donde tomar un aperitivo. Alberto y MªJesús volvían a Oviedo aquella misma tarde... se acababa lo bueno. Sentados ahí vimos pasar a Carmen, la roncadora de Málaga, y curiosamente, esta vez si se dignó responder al saludo de Inma, e incluso a tener unas palabras con nosotros. Nunca es tarde si... nos despedimos de ella justo cuando vimos aparecer por aquella calle a nuestro escocés errante, Martin que venía acompañado con la jovencita alemana con la que crucé unas palabras mi primer día de camino hacia Triacastela. Andaban buscando alojamiento, y Alberto el ovetense, quedó en acompañarlos hasta el hostal que ellos mismos iban a dejar en esos momentos. MªJesús, cuando iniciábamos los besos y abrazos de despedida, fue entregándonos a cada uno de nosotros, un pequeño colgante con una tau de madera, un símbolo celta, también relacionado con la orden templaria según tengo entendido. Aquel simple regalo, que ella quería que fuera un recordatorio de nuestra amistad, lo he llevado cada año conmigo en mis nuevas salidas al Camino colgado de mi cuello. Fue duro verlos marchar, y constatar que inexorablemente el grupo había de separarse. Algo así como las excursiones o campamentos con el colegio cuando eramos pequeños, que un vacío se apoderaba de nosotros cuando todo aquello tocaba a su fin. Aunque no sabía en aquellos instantes que no pasaría mucho tiempo para que volviéramos a reunirnos.

Con el tiempo justo, llegue al restaurante donde debía comer con mi padre, su mujer y sus amigos, un matrimonio, como dije de Vigo que, entre otros numerosísimos negocios, tenían una finca donde cultivaban uva y comercializaban una marca de vino Albariño, del que precisamente habían traído unas botellas, y tras pedir permiso en el restaurante, degustamos en aquella comida. Mi hermana, enferma desde el día anterior, había vuelto a Alicante interrumpiendo sus vacaciones.

Una vez acabada la suculenta comida, conseguí escabullirme y llegar hasta mi hotel, donde me dí un homenaje, en forma de enorme siesta. A media tarde salí para la compra del grueso de los regalos, y mandé también todas mis postales a los amigos y familiares. Una visita a unas salas de exposiciones en el museo del Colexio de Fonseca, donde ladinamente me coloque cerca de un guía y aproveche sus explicaciones al grupo que llevaba. Luego una vuelta por la Rua Nova, para ver puestos de un mercadillo y una vieja librería llamada Vetusta, no podía llamarse de otro modo, y de la que aconsejo, a mis lectores cuando tengan tiempo se den una vuelta en internet para conocer algo de su historia. Para poder apreciar el inconfundible olor de libros viejos, y percibir como el tiempo parece haberse detenido en aquella pequeña tienda, no habrá mas remedio que pasarse por Santiago y encontrarla, ahí anclada, al lado de la iglesia de Santa María Salomé.
Había quedado por la mañana con mis granadinas para cenar, y nos encontramos sentados en un mesón de la Rua del Franco, donde nos pusimos hasta las cachas de pimientos de Padrón y otras verduras, estas a la plancha.
Después de cenar, tocaba una nueva despedida. Inma, Mari y Angustias partían a la mañana siguiente hacía Granada, con lo que de nuevo nos tocó ponernos melancólicos y sentimentales, y nos despedimos con las promesas de seguir llamándonos cada cierto tiempo, cosa que hemos cumplido a lo largo de varios años. Y siendo hoy 7 de Diciembre, debo de acordarme mañana mismo, día de la Inmaculada, llamar a Inma para felicitarla por su santo.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Al comentario de Rafa desde Almeria

Una nueva bienvenida a un comentarista de mi blog. Rafa, de Almería, que además de amigo es compañero de andanzas desde el año 2005 cuando coincidimos en el tramo Roncesvalles-Logroño, y aunque el suele decir que, "la única manera de conservar una buena amistad es manteniéndola bien lejos", nosotros la hemos venido ampliando desde entonces con esporádicos correos y cartas y sobre todo con sucesivas visitas, bien yo a Almería, bien el viniendo a Alicante, como atestigua la foto adjunta, o encontrándonos a medio camino, normalmente en Garrucha donde además de echarnos unas risas, damos cuenta de suculentos arroces garrucheros o de algún que otro Gallopedro.
Rafa, que lleva ya en sus piernas dos Caminos Franceses completos, uno de ellos el del pasado año, con comienzo en Lourdes, o sea, más de 1000 Kms... !! ahí es ná ¡¡... ha dado inicio la redacción de su diario de aquellos días. Aunque en la foto lo veáis así, como poquita cosa, andó etapas de mas de 45 Kms. con lo que es un veterano experimentado de esa ruta. Tampoco creáis que escribiendo, se queda atrás. Suelta unas parrafadas impresionantes, con tan buen estilo que me empieza a dar envidia. Y sobre todo intercala de cuando en cuando algunas frases con ese gracejo andaluz innato entre los de su tierra, difícil de igualar a no ser que se sea guionista del Club de la Comedia. Por contra, se excede relatando aventuras con jóvenes peregrinas que solo le dieron los buenos días, pero el insiste en contemplarlas como posibles madres de sus hijos. Cosa que es harto dudosa, pues Rafa nunca se jala una rosca, y el Camino no da pie para grandes apasionamientos. Despues de andar toda la jornada, quien es el que piensa en jaranas y amoríos. Esto no es el Rocío, con su "polvo del camino" y mas que guitarra y sevillanas, lo que necesitamos todos, es una cama donde reposar las piernas, a veces incluso el alma, y descubrir dolores en algunos músculos que antes ignorábamos siquiera que existieran.
Querido Rafa: Abre tu propio blog, y permite que otros conozcan tus anécdotas en tus peregrinaciones a Santiago, y sobre todo, que disfruten de tu humor, ya que yo prometí en su día no ponerme trascendental y redactar con gracia, pero no lo estoy consiguiendo. Y si no hay mas remedio, martirízanos con esos relatos de esas pobres chicas ignorantes de todo.
De mis etapas con Rafa, por Navarra y la Rioja, recuerdo buenas anecdotas y suculentos chistes, pero deberemos esperar a que cronológicamente llegue ese tramo. Tampoco dejaré de comentar esos reencuentros de los que hemos disfrutado estos últimos años, ya que mucha gente debe desconocer lo que es un Gallopedro o en que consisten los arroces de aquella tierra.

Misa del Peregrino

La primera hora de mi segundo día en Santiago la pasé revisando escaparates de tiendas de la comercial calle Do Villar, y preparando la Visa para hacer los regalos a mi gente una vez en casa.
Recibí la llamada de mi padre que, nueva coincidencia de la vida, tambien andaba por Galicia esos dias y pensaba visitar Santiago aquella mañana con su esposa y unos amigos de Vigo, con lo que quedamos en vernos tras la misa y luego comer juntos.

Con mis compañeros visitamos la obra maestra del Portico de la Gloria, entre apretujones y empujones del gentio que allí se congregaba, e hicimos la consiguiente cola para primero tocar la columna de piedra y luego darnos cabezazos con el Santo Das Croques, esperando como millones de visitantes antes que nosotros, conseguir potenciar la inteligencia y la memoria. Este rito, debe tratarse de una leyenda con poco fundamento, ya que a mi edad, mi inteligencia es ya dificil de potenciar, y en cuanto a la memoria, a estas horas aun no he conseguido recordar como se reza una Salve.

Cuando nos quisimos dar cuenta, la iglesia estaba abarrotada. Una exageración la de gente que había allí metida. Creo que tuvimos bastante suerte, ya que aquel día terminaba una reunión pastoral con religiosos latinoamericanos, y oficiaban la misa los obispos de Santiago y de Oviedo. Con lo que tuvimos derecho a ver volar el famosísimo Botafumeiro, ya que creo que solo está reservado para ocasiones especiales o previo pago. Incluso lei en algun sitio que los Tiraboleiros se habían sindicado, exigian mediante huelgas mejoras salariales y no trabajaban así como así. Extraño, tratandose de un acto religioso en una de las catedrales mas importantes del orbe, con final de una de las tres peregrinaciones mas importantes de la cristiandad, pero así estan las cosas.

La Misa, que fue de las largas, nos deparó momentos inolvidables y otros realmente curiosos. Entre los primeros, el volver a ver a peregrinos encontrados durante las jornadas y ya casi olvidados. También el recuento de los diferentes peregrinos llegados a Santiago aquel día y el dia anterior, y que habían declarado su intencion de asistir a aquella misa en el comento de recibir la Compostela. Fuimos nombrados por nacionalidades, predominaban alemanes, brasileños y franceses, pero resaltaban varios mexicanos, australianos y hasta dos japoneses. Los nacionales fuimos nombrados por autonomías, y casi me emociono cuando me supe entre los nueve valencianos allí congregados.

La curiosidad mas destacable la supuso el momento de la comunión. Una gran cantidad de sacerdotes se diseminaron por diferentes lugares de la Catedral para dar a los fieles la sagrada forma. Pero para que estos pudieran saber en que lugar se encontraba el sacerdote, inmersos entre aquel maremagnum de gente, cada uno de ellos era acompañado por un acolito que portando un paraguas a rayas azules indicaba su situación. Gracias a ello conseguí comulgar y cumplir con mi Jubileo. Luego como curiosidad, tambien resaltar el vuelo del botafumeiro, y la altura que llegaba a alcanzar, rozando casi el techo de la de por si alta catedral. Fueron unos momentos muy emocionantes y que no olvidaré. Y de paso, me aseguré una parcelita en el cielo de los peregrinos con el Jubileo ganado.

martes, 4 de diciembre de 2007

Tarde en la Catedral


Aquella mañana de mi primer día en Santiago, no habíamos llegado a tiempo para la Misa del Peregrino, otro de los actos que no le pueden faltar en el currículum a un buen peregrino. Decidimos que al día siguiente no podíamos faltar a ella y conseguir así el Jubileo. Asesorado ya sobre el tema por parte de mis granadinas preferidas, debía confesar, oír misa y comulgar. Lo de confesarme preferí hacerlo aquella misma tarde, aprovechando que mis compañeros de viaje preferían dormir siesta. Me encaminé pues hacia la Catedral, pasando lista a todos mis pecados de los últimos años. Eran casi las 7 de la tarde, y en un confesonario un par de feligreses esperaban. Cuando llegó mi turno, el sacerdote me hizo un gesto como de que no fuera tan rápido. Me dijo, casi en un susurro que "su jornada laboral" había terminado y que volviera al día siguiente. Contesté que después de mas de 10 años sin confesarme, era auténtica mala suerte llegar tarde una vez decidido a volver al redil. Debió pensar que recuperar a "un cliente" tras tanto tiempo valía la pena, por que finalmente y con un gesto algo contrariado acepto confesarme. Todos mis negros pecados no le soliviantaron tanto como el hecho de los 10 años sin acercarme a la "garita". Me dio un chorreo considerable al respecto, pero acordándose de la hora, abrevió imponiéndome como penitencia el rezo de diez Salves y otros tantos Padres Nuestros. Supongo que uno por cada año de ausencia.
Me senté en un banco, mas relajado. No había sido para tanto después de todo. Y me dispuse a cumplir con lo mandado... pero de pronto me dí cuenta de que no recordaba la oración de la Salve. Preocupado, con la mente en blanco, solo con el Salve... salve... ¿y que mas? me puse a negociar con Dios y con Santiago. Los términos de la negociación fueron los siguientes: Les cambiaba las 10 salves por quince Ave Marías y asunto resuelto. Como ninguna voz respondió en aquella inmensa Catedral poniendo pegas al acuerdo adoptado, fui desgranando una a una las plegarias.
Mas tarde, cuando conté esta peripecia a mis amigos, todos rieron. Todos menos Inma y Angustias. Al día siguiente me dijeron, que aquella noche ambas habían rezado por mi esas diez Salves. Dicho de otro modo, habían hecho suya mi propia penitencia. Así de enorme es el corazón de mis granadinas. Y ahora pregunto yo... ¿tuve suerte o no, al encontrarme, allá por Triacastela, a estas maravillosas personas?.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Unos dias en Santiago

Nada más salir de la Catedral nos encaminamos hacia la oficina del peregrino con el fin de conseguir nuestras Compostelanas, ya que habíamos andado al menos los último 120 kms del Camino. Yo concretamente, 145 desde O'Cebreiro, nuestras queridas granadinas algo mas, pues habían empezado a pie de puerto, y la encantadora MªJesús y su marido Alberto, casi 300 desde Astorga. La cola para conseguirla era también de aupa, con lo que aproveché para recorrer los escasos 50 metros que me separaban de mi hotel y por lo menos registrarme y dejar mis cosas en la habitación. El Hotel Aires Nunes, en la misma Rua do Villar, me había sido recomendado por mi cuñado Jorge, que con frecuencia debe viajar a Compostela para dar conferencias en la Universidad de Santiago. Se trataba de un pequeño hotel, situado en un pequeño palacete recién restaurado, que había conservado sus muros de piedra de la fachada, y su interior, si bien con materiales modernos, no había perdido el encanto de las antiguas construcciones. Tras una rápida inscripción y una ojeada a la confortable habitación individual, solo tuve que ponerle un reparo... no había bañera, solo un plato de ducha con mampara, con lo que uno de mis mayores anhelos, darme un caliente baño de al menos una hora, debería quedar relegado a mi vuelta a Alicante.

Regresé rápidamente junto a mis compañeros, justo cuando ya nos tocaba el turno, y contesté sinceramente al pequeño cuestionario que nos hicieron, revelando que mi primer objetivo al realizar la peregrinación no había sido otro que un viaje de aventuras, pero que poco a poco se había abierto paso e instalado en mi interior un sentimiento mucho mas espiritual y religioso.

No paso desapercibida a la señorita que me atendió, la enorme cantidad de sellos que contenían mis dos credenciales, todas ellas conseguidas en solo una semana. Aunque mas asombro debieron producir las cartas de presentación de su parroquia, con sello del obispado, que Inmaculada, Mari y MªAngustias traían de La Herradura. Las tres, como creo que ya comenté anteriormente, estaban estrechamente vinculadas a su parroquia, en la que participaban muy activamente de diferentes actividades y sostenimiento de la iglesia.

Una vez conseguido esa especie de diploma que acredita haber realizado la peregrinación a Santiago, totalmente escrita en latín, que es la Compostelana, nos preocupamos de cuestiones mas terrenas como buscar un lugar donde comer. Elegimos un pequeño restaurante en la Rua Do Franco, en el que se encontraban todo tipo de mesones, tascas y restaurantes. Degustamos productos típicos gallegos, como vieiras en salsa, pulpo a feira, que no a la gallega como nos corrigió el camarero, mejillones y como plato fuerte un pote galego. Estábamos todos cansados, y mas que eso, exitados, por todo lo acontecido durante la jornada y sobre todo a la velocidad que nos había ido sucediendo, sin casi un respiro entre una y otra emoción. Permanecimos allí en una larga sobremesa, hablando, riendo y recordando anécdotas que nos habían sucedido aquellos días. Tuvimos que levantarnos, al ver a los camareros preparando ya las mesas para la hora de la cena y quedamos para vernos durante la tarde.

Cuando estaba a punto de entrar en mi hotel, una nueva anécdota o mejor dicho una coincidencia inesperada me esperaba en su puerta. Me encontré en la calle con mi hermana Isabel que andaba por ahí con una amiga. Dicho así, puede resultar un hecho mas, sin casi importancia, pero el caso es que con mi hermana no me veía, ni mantenía relación desde hacía 18 años. Problemas familiares que no vienen al caso o que prefiero obviar aquí, pero que quedaron aparcados allí mismo en el mismo momento en que nos dimos casi de bruces el uno con el otro en aquella simpática calle de Galicia. Sin duda el contacto con el apóstol y el camino habían aplacado mi animo, con lo que nos fundimos en un cariñosos abrazo. Tiempo despues, y normalizadas las relaciones, en gran parte gracias a mi mujer MªDolores, fui asesorando a mi hermana para su propio viaje al Camino de Santiago. Pero todo a su tiempo. Ya habrá momento para relatar todo ello.