El bochorno y la verguenza que sentí aquella noche, sentado en el sofá de casa y vestido de niño explorador fue tremenda. Mas rabia me dio cuando se enteraron de mi "pequeño lapsus" mis amigos del Camino. Yo, que para ellos era el paradigma de la organización. Cayó un mito, entre las risas de los ovetenses y la rechifla de las granadinas.
MªDolores se puso a llamar a aeropuertos y estaciones por ver de conseguir un pasaje hacia Pamplona, supongo que por hacer algo y no echarse a reir, descojonandose de mi prepotencia. Logícamente, a media noche nadie me iba a dar solución, con lo que optamos por acostarnos, pensando que al día siguiente habría mas suerte. Creo que tuve pesadillas, en las que veía a infinidad de conductores de autobus arrancando sus vehiculos con sonrisita burlona y dejándome a mi en tierra... así toda la noche.
A la mañana siguiente, volví a la estación y con algo de suerte conseguí un nuevo billete para aquel día. A las 20 horas, o sea... a las ocho de la tarde, esta vez solo pues a MªDolores le daba la risa cada vez que nombrabamos algo terminado en "bus", subía y me aposentaba en mi asiento, junto a un morito que iba a San Sebastian. En eso que dos policias de paisano subieron y tras una ojeada al personal, la mayoria jubilados vascos que volvían de sus vacaciones, le echaron el ojo a mi Mohamed, y le pidieron los papeles. Yo me quedé quieto como una estátua de sal, mientras llamaban por radio pidiendo informes. Iba yo pensando, "para mis adentros" que con la suerte que estaba teniendo aquellos días y con lo morenito que estaba al final del verano, al siguiente al que pillaban, y mandaban directamente a galeras, era a mi confundiéndome con un terrorista islámico. Pero por la pinta que llevaba de boy scout me dejaron en paz. Le devolvieron los papeles al magrebí y nos desearon buen viaje, con lo que el autobus arrancó. El caso es que debieron cachear al morito, porque llevaba un sospechoso bulto envuelto en papel albal. Y a la altura de Benidorm, el tipo lo abrió... era su bocadillo para la cena... pero el olor a forticimas especies de lo que se iba a comer me revolvieron las tripas. No era una bomba, de acuerdo, pero yo a aquel olor lo consideré como elemento nocivo y peligroso. Eso sí, el chaval muy atento, me hizo signos de si quería compartir su cena. Aquel desagradable olor estuvo flotando en el ambiente todo el viaje, que por cierto, duró nueve horas, con un par de paradas, una de ellas ya en la provincia de Teruel, donde no tuve mas remedio que aliviar mis maltrechos intestinos.
No puedo dormir en los viajes. Yo, si no es en una cama no consigo conciliar el sueño, o eso creía yo hasta que al día siguiente llegué a Zubiri. Por lo que estuve pensando en mis cosas, y una de ellas, tratando de ponerle buena cara a lo sucedido la noche anterior, era que despues de todo había tenido algo de suerte, pues aquella mañana en Roncesvalles habían caido 146 litros por metro cuadrado de lluvia. Andar con aquel tiempo era todo un problema, y si no, que se lo pregunten a mi hermana Isabel, que al año siguiente padeció algo parecido y en el mismo sitio.
La perdida del día por mi lapsus con las horas, quedaría compensado con aquel día que me sobraba. La parte negativa era que no podría visitar Logroño como era mi deseo.
A las 5 de la mañana, con un ligero chirimiri, que no duro mucho, llegaba a Pamplona. La estación de autobuses cerrada, como era de suponer a esa hora, el frío intenso que hacía, y la absoluta soledad y oscuridad que me rodeaba me hicieron moverme y empezar a andar. Primero sin rumbo, pero enseguida se me ocurrió que por que no hacer el recorrido del encierro de las Fiestas de San Fermín. Me orienté facilmente con un plano de la ciudad que llevaba conmigo, lo que hubiera devuelto mi imagen de tio organizado si mis compañeros del año anterior me hubieran visto, y me encaminé hacia la Cuesta de Santo Domingo.
Una vez hecho aquel mitico recorrido, que tantas veces he visto por televisión, pues soy de los que esa semana de Julio, encienden la tele todos los dias y no se pierden ni una retransmisión. Yo incluso me quedo a ver los anuncios de los esparragos y de los cascos de obras, marca Acme.
Traté de buscar un bar para poder desayunar, pero solo encontré pubs que empezaban a cerrar y jovenes, de aspecto un tanto punkie o tal vez arbetxale, que andaban con algunas copas de mas.
Y en aquel momento, al igual que el año anterior, me entró la nuera y el negativismo. El ¿que hago yo aqui? ¿quien me mandaría venir otra vez a esto? se fue apoderando de mi. Y como dos días despues, y sobre todo a mejor hora, debería volver a pasar por esas calles, decidí que quería ponerme cuanto antes a andar pero por el auténtico Camino. Sin esperar que abriera la estación, pillé un taxi en la puerta de un bar abierto, y practicamente sin negociar apenas los 62 euros que pedía por el trayecto le pedí que me subiera a Roncesvalles. Cuando arrancamos, me dí cuenta que mi estado de ansiedad era notable, ya que ni me había tomado aquel cafe con leche con el soñaba, ni había buscado la oportunidad de tal vez encontrarme en el bar con algun peregrino con el que haber compartido taxi.
El caso es que subimos hacía la zona de los Pirineos, y otra vez, como cada año, fui acojonándome de la distancia que debería hacer en los próximos dos días en sentido contrario y andando. Sin embargo, a medida que nos acercabamos, poco a poco mis animos iban cambiando y la idea de todo lo bueno que seguro me esperaba en los proximos días me iban tranquilizando, y a la vez haciendo trabajar la adrenalina. Ya estaba de nuevo en Ruta. Un año despues, pero con todas mis mejores esperanzas.
viernes, 21 de diciembre de 2007
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