lunes, 17 de diciembre de 2007

Un año de espera

La frustración que sentí nada mas volver a casa fue otro de los aspectos del Camino que también aprendí. Frustración por no encontrar palabras para describir toda aquella belleza que había disfrutado. Desilusión por que mi mujer se cerró en banda y rechazó de plano mi propuesta de que viniera conmigo en la siguiente salida. Comprendí que no todo el mundo siente la llamada de la Ruta Jacobea, y que no todos están preparados físicamente para acometer esa aventura y, que hablar de caminatas diarias de mas de 20 kilómetros a no todo el mundo le apetece, y al desconocer la verdadera dinámica, imaginan todo tipo de problemas, penalidades y sufrimientos. Y finalmente, frustrado por tener que esperar todo un año para poder volver al Camino. Recién descubierto, impactado gratamente y cuando todo aquello empezaba a ser de lo mas grato, el tener que cortar y sobre todo esperar 360 días para reiniciarlo, me sumió en un cierto abatimiento, solo roto por los continuos contactos vía e.mail con los asturianos, llamadas muy esporádicas con las granadinas, y sobre todo con la visualización de mis mas de 300 fotos de aquellos días. En cuanto a mi diario, trasladé los apuntes tomados en mi libreta y me limité a esbozar en el ordenador algunas ideas que me iban surgiendo, esperando que cuando el trabajo en la oficina fuera menguando, poder meterme de lleno a redactar todo lo que tenia en la cabeza.
Fue curioso como recuerdos que pensaba olvidados, anécdotas que no había apuntado en el momento, acudían con facilidad e iban engrosando mis apuntes. Las fotografías ayudaban mucho a ello, y era cuestión solo de ver alguna y un sin fin de detalles regresaban a la mente.
Tampoco tenía claro como enfocar aquello. Como ir relatando todo lo vivido con un mínimo de orden. Otro problema que me surgía era que si no encontraba palabras para poder contar tanta belleza, tanto arte, tantas gentes como había visto y conocido, mucho mas difícil me iba a resultar trasladarlo en letras.
Y por fin, varios meses después de mi regreso del Camino, cuando mi trabajo me dejó mas tiempo libre, me puse manos a la obra. Aquel compás de espera me había servido para estructurar mentalmente la forma que le daría a aquel escrito. Y nada mas sencillo para relatar aquello que hacerlo cronológicamente, tal y como había ido sucediendo. De manera lineal, paso a paso, y aprovechando mis numerosísimos recuerdos, con todos sus detalles. empecé aquella tarea, que si bien no me llevaba físicamente a la Ruta, al menos me la devolvía de cierta manera al rememorarla.
Vuelvo a decir que, cuando se tiene algo que contar y se hace con cariño, todo resulta muy fácil. En un par de semanas mi diario podía ya leerse. Cada día, casi sin fallar, aplicada y disciplinadamente, dedicándole un capitulo a cada etapa del Camino conseguí, en algo menos de 100 paginas relatar todo lo interesante que me había sucedido en aquellos días entre el Cebreiro y Santiago. Incluso los sentimientos y los problemas que me asaltaron en la fase de preparación de aquel proyecto. Incluyendo fotos al final de cada capitulo para darle mas vistosidad y asegurarme que quien leyera aquellas lineas no iba a sufrir mi falta de originalidad para describir paisajes, monumentos o incluso personas y algunas situaciones.
Fui aprovechando los correos diarios con los asturianos para remitirles el diario por partes, e imprimí una copia para las granadinas, a las que se lo envié por correo postal. Antes de ello había utilizado a MªDolores como correctora de estilo y comprobar que sensaciones producía su lectura a otras personas.
La cosa no fue tan desastrosa como había pensado en un principio. Al contrario, tanto MD como alguno de mis amigos me comentaron, que escribía mucho mejor que hablaba. Lo tomé como algo positivo, aunque bien pensado aquello no me dejaba en muy buen lugar. Todos solemos estar muy pagados de nosotros mismos, y una cura de humildad de vez en cuando nunca está de mas, y es mas llevadera cuando viene de personas queridas y que a su vez te aprecian.

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